jueves, 14 de diciembre de 2017

DERROTADOS

Ayer con la horquilla o el tridente
dominaron las raíces
se cortó el aire cálido del alma con un cordón de plata y
floreció en llovizna de palabras de odio
que pronunciaron los fantasmas ciudadanos.
Nadie queda en la calle solitaria.
Un panfleto, una bandera
una esquina sin nombre en el desierto
pasiones.
Nadie, no quedó nadie.
Sin embargo somos prisioneros de los sueños


derrotados.

DE "TRASEGANDO HISTORIAS EN RITMO DE VINO" OTRO CUENTO

ENTRE RECUERDOS Y OLVIDOS

—Me toca a mí hoy, es difícil, pero lo cuido yo. Mañana que lo cuide el que pueda —dice la muchacha y se agacha frente al anciano que dormita en la silla de ruedas.
Un mechón de cabello canoso cae desprolijo sobre la cara del hombre. Las manos, largas y ajetreadas descansan deformes sobre los brazos del armatoste. Sólo en la noche lo ponen en la enorme cama con dosel y pintura desvaída que tuvo mejor memoria.
Con un movimiento brusco la atrapa. Los ojos celestes del viejo la observan y le mete la mano por debajo de la falda. Ella le da un golpe, grita.
—Abuelo, quieta la mano. Soy Eleonora, la hija de su hijastro Jurguens. Quieta la mano. Un poco de respeto. ¡Viejo zorro! ¡Bien que sabe, mujeriego, baboso!”  —la joven esquiva la mirada febril del viejo—. ¡No me busque…! ¡Seré como una fiera cuando le cambie los pañales o lo bañe! No soy su mujer —se sienta y comienza a depilarse con delicadeza la pierna.
Mañana es el día, la familia toda es un avispero. Buscaban para que represente al Club de Tiro en la Fiesta de la Vendimia de Junín a una joven bonita como ella. Es alta, de cabello negro y ojos celestes. Es esa perfecta mezcla de criollos y europeos que llegaron a poblar Mendoza. Una figura esbelta y grácil.
Ella es el sueño del pequeño paraje al que llegó después de rendir varias materias de su carrera de Relaciones Públicas. Eleonora ha sido protegida desde niña. Ahora su madre, mujer dedicada al cuidado de la finca, junto al marido y al anciano, sueña con ver a su hija mayor con la capa y la corona distrital. ¿Y por qué no departamental?
El viejo se sacude la modorra y la mira.
—Eres tan bella como mi primer esposa. La conocí en Marsella cuando escapaba, de país en país, buscando salvar mi vida. Yo tenía siete años, cuando se produjo la revolución y mi padre me puso en manos de unos extraños.
—Ya me lo contó mil veces, abuelo. Que su mamá murió frente a usted, que le cañoneaban la ciudad y degollaban a los campesinos que no se adherían a los revolucionarios.
¿Te conté cómo llegué a este país? ¿Por todo lo que pasé? —pregunta el anciano y enseguida dormita.
Eleonora se hunde en su recuerdo, en su infancia tranquila, pero llena de historias de guerra y metralla. Piensa qué haría ella si de pronto le destruyeran su casa, su familia, sus amigos y su país. Mira al abuelo. Apenada, le acomoda la colcha tejida con restos de lana multicolor, sobre las piernas. La mano rígida vuelve a tratar de subir por sus largas piernas enfundadas en una pollera de muselina. Usa una gastada remera con el dibujo de Mafalda. Lo esquiva. Se ríe y él, acompaña su risa con la boca desdentada y seca.
—¿Quiere un mate? —ofrece ella.
—No, usa mi samovar y prepara un buen té. Allá en Rusia, siempre había un samovar en cada casa. Aun en la más pobre. Y té caliente esperaba a cada campesino. Hacía mucho frío.  A veces hasta cuarenta grados bajo cero. Cuando papá me entregó a aquella gente, apenas me dio una cadena de oro y sus anillos. No tenía nada. Me los quitaron en cuanto salimos de la villa. Y se fueron. Quedé solo y me escondí en un carromato lleno de paja. Mis padres nunca supieron. Estaba solo como vos.
El sueño del viejo es más profundo. Eleonora observa que de los ojos dormidos, caen unas tenues lágrimas que se desparraman por la piel arrugada y se pierden en la boca entreabierta. Sin dientes parece una máscara lamentable.
A las siete, aparece su madre con las manos rojas y doloridas. Ha cosechado duraznos y los cajones se apilan en la tierra blanquecina. El desgastado delantal es un muestrario de los jugos dulces que emanan de la fruta. “Don Antenor vendrá dentro de media hora a buscar los cajones. Me baño y te ayudo. ¿Cómo se ha portado el viejo?”, dice y  sale sin esperar respuesta. La rutinaria vida es extrema y dura. La muchacha, comienza a preparase para la noche.
Se bañó, se sacó esa suerte de tiras de tela que le enrulan el pelo. Tiene el perfume dulzón de las manzanas convidado por el papel de los ruleros caseros. El cabello cae como cascada de fuego oscuro sobre su piel tostada por el sol. El cielo turquesa de su mirada, despliega historias de amor entre gente antigua. Tiene una mirada envolvente y labios sonrosados. Dos hoyuelos insinúan un frágil mohín aniñado.  Sobre la cama ha desplegado un vestido, del color de sus ojos, que espera abrazar la espléndida figura.
El anciano despierta. La mira.
—¿Ingrid o Hilse? Eres como una de ellas. Hermosas mujeres me calentaron la cama. Claro que sucedió mucho después que entré en el túnel negro del barco, donde me escondí en el carbón de los fogones. ¿Te conté que pasaron tres días y, muerto de sed, me mordí una vena? Mira todavía se ve la cicatriz. Lamía mi sangre para no morir de ansiedad, angustia y hambre.
Sí, abu, me lo contó mil veces. Cambie de historia, ya es muy vieja.
—¡Ustedes no entienden! La muerte me seguía por todos lados y  trataba de distraerla. La distraje hasta ahora. Suele venir a verme y le hago una pirueta y se aleja. ¡Por ahora! Se aleja por ahora. Pero viene, siempre viene. Te hablaba de Hilse. Una mujer bella, casi como tú. Alta, de piel casi azul, tan blanca y ojos celestes como los de mi hijo Iván. Murió en 1955. La polio.
—¿Quién?
—Mi hijo Iván. Eso dijo un médico. Hilse se atormentaba en la pena. Se fue. Me dejó. ¡Todos me dejan! ¿Y tú, Eleonora qué harás cuando te coronen reina?
¡Abuelo usted qué sabe?
Yo sé. Eres la más bonita de las muchachas. Verás, serás una reina y corearán tu nombre miles de personas allá en el parque.
—Vamos, viejo, no divague. Con suerte esta noche seré candidata al cetro de Junín
            —Serás la reina. Eleonora 1ª. Ya verás.
El viejo vuelve a su sueño errante y la muchacha se prepara. Ya pasada la hora del crepúsculo, sale con su esperanza hacia el círculo social.

Una muchedumbre se para a aplaudir a la hermosa joven que se desplaza por el escenario. Estallan los fuegos artificiales. Allá en la finca el anciano murmura “Ya lo sabía, mis amores, tú Ingrid, y tú Hilse me lo han dicho. Ella será la reina”. Y se sumerge en la profundidad de las sombras. 


ÉFESO-TURQUÍA

 EN ÉFESO, EL GOBIERNO DE TURQUÍA, HA ELEVADO ESTA MONUMENTAL FIGURA DE MARÍA LA MADRE DE JESÚS DE NAZARET, PARA RECIBIR A QUIENES PEREGRINAN AL LUGAR DONDE VIVIÓ CON EL EVANGELISTA JUAN
 EL LUGAR ESTÁ UBICADO JUNTO A UNA ENORME PILETA, HOY SECA, DONDE DICE LA TRADICIÓN BAUTIZABAN A LOS NUEVOS CRISTIANOS EN LA ÉPOCA DE JUAN EL EVANGELISTA.

PARA ENCONTRAR EL LUGAR EXACTO DONDE ESTABA LA PEQUEÑA CASA DE PIEDRA DONDE HABITABA MARÍA Y JUAN, COMENZÓ A MANAR AGUA DESDE UN BOSQUE ENTRE PEDREGULLO Y ASÍ PUDIERON LOS ARQUEÓLOGOS ENCONTRAR EL LUGAR DONDE SE HALLABA DICHA CASA. ES MUY PEQUEÑA Y SIGUE SALIENDO AGUA DONDE SE ACERCA LA GENTE PARA LAVAR HERIDAS Y HACER PETICIONES. EL CORÁN TIENE CAPÍTULOS O ZURAS QUE HABLAN DE MARÍA, JESÚS Y ABRAHAN, EL PROFETA BÍBLICO.

NO PERSIGAS SOMBRAS... ME DIJO

Juan Nicolás Durán es un escritor poco conocido en la capital. Ha escrito muchos cuentos y poemas, pero nunca se atrevió a mostrar su trabajo. ¡No se tiene mucha fe!
            Tiene un corazón sensible y mucha imaginación; a veces es un peligro para la realidad de este mundo tan ingrato en el que la diversidad se ve muy transgredida y agredida. Pero sus amigos, que los tiene y son muy buenos, le ayudan a repartir en la plaza o en la escuela sus poemas o cuentos impresos en la computadora de la escuela.
            Este año que llegan a fin de ciclo, se irán a estudiar a otra provincia y se disgregarán porque algunos se van becados a otros países o a trabajar. Otros, los menos, seguirán en la facultad en la misma provincia en la que viven.
            Juan Nicolás, tiene a una cohorte de compañeras que lo siguen. Todas suspiran por él, claro, es “el poeta” y un halo de romanticismo  las deslumbra.
            Cuando el profesor de literatura leyó algunos poemas y cuentos, sonrió. Es malísimo, se dijo, pero puede llegar con esfuerzo a ser un poeta. Tiene madera para tallar. Y si lo ayudo tal vez lo logre.
            Lo primero que hizo fue llamarlo y decirle dos cosas: Juan Nicolás Durán… le aconsejo que lea mucho. En especial poesía de todos los clásicos y luego comience con los poetas “buenos” modernos, contemporáneos y también escriba sobre cosas que conoce. Hay que respetar al lector. Aunque sean pocos, ellos detectan enseguida el que miente o es un ignorante. ¿Sabe por qué? Si lo leen es porque leyeron antes a otros; el que nunca lee, no lo va a leer aunque usted le pida de rodillas… así es la vida.
            Y el muchacho se propuso crecer. Y creció. Las bibliotecarias de la zona cuando lo veían sonreían y le traían el alto de libros y sabían que ese día saldrían tarde del trabajo. Conoció a muchos clásicos: españoles, franceses, italianos y hasta rusos. Comenzó a distinguir a los poetas por su estilo y su vocabulario. Se propuso ser un gran poeta. ¡Y lo logró! Pero… como en toda historia real, encontró varias piedras en el camino.
            Los críticos no le hacían gran favor. Los editores eran sabuesos que sólo deseaban ganar con la venta de los libros, ellos no hacen concesiones.  Lo comenzaron a premiar dentro y fuera del país. Eso atrapó celos y envidia de otros que se creían mejores. Hablaban con desprecio de su trabajo, pero el apoyo de unos amigos lo ayudó a superar ese triste sentimiento: la Envidia.

            Conoció en una presentación de su cuarto libro a una muchacha espléndida. Culta y buena. Ciega, gran lectora en sistema Braile. Ella lo acompañó un trecho en su carrera pero su noviazgo se vio interrumpido por una beca que Juan ganó.
            Pasó un tiempo y fue declarado el mejor poeta del momento. La fama le llegó de la mano de un profesor de Harbar que luego de leer su mágico crecimiento le dijo: ¡Mi querido muchacho… le aconsejo que no persiga sombras, dedique el tiempo a seguir creando intuitivo pero novedoso. Me gusta su palabra y su silencio. Tiene mucho talento aprovéchelo!
            Al año siguiente fue un premio Internacional y propuesto para el Cervantes. Su nombre estaba en todos los medios, mas él, no se subió al podio de la soberbia. Su gran valor fue seguir soñando con las palabras y los sentimientos.
            

LA ALDEA

La pequeña población donde Maida nació, es un rincón lleno de gente simple y le gusta de la charla larga que se produce al ocaso en el mesón “El Disparate”. Allí se concentra todo el parroquiano que regresa de sus tareas diarias en el campo o en las oficinas estatales.
Su padre un tonelero que hábil con las herramientas provee a varios pueblos de los alrededores. Su madre, Gimena, una mujer que se siente feliz con su trabajo hogareño. Tiene cuatro hermanas y dos hermanos que la miman y la cuidan mientras hacen sus tareas de escuela. El pastor alemán se llama Lemus y no saben quien le dio el nombre, pero los sigue como su fidelidad le dicta.
Maida es una niña tímida y suave, diferente a sus hermanos que ruidosos, van y vienen por el pequeño hogar y la huerta que rodea la casa. Con ellos vive el abuelo. Un anciano callado y sabio que sabe de plantas, cosechas, siembra y animales de granja.
De vez en cuando se sienta en la mesa del bar y toma una cerveza y charla con los parroquianos. Lemus siempre a sus pies esperando un bocado que deja caer sin disimulo. Algunas veces el saca el violín y ejecuta antiguas melodías de su infancia y juventud. Sus dedos algo agarrotados por la artritis y el paso de los años logran un bello sonido a pesar de eso.
Pero los años pasan y Maida crece con una enorme necesidad espiritual que la acercan a los enfermos, niños solos y ancianos que sienten que esa niña les lleva un arco iris de paz y ternura. Los padres la observan y murmuran preocupados que no es de este mundo real, sino de uno más lírico. Excelente alumna y buena con el violín que heredó del abuelo, canta en la iglesia con el beneplácito del cura. Ella cree que tiene un llamado especial de Dios para hacer de su vida un camino religioso.
Ingresó en un convento. Su vida allí fue un mundo de paz y oración. No perdió la alegría pero al paso del tiempo comenzó a sentir una pequeña comezón en el corazón. ¿Qué sería su vejez? Sus hermanos con hijos y familias alegres y ruidosas, la visitaban una vez al año y ella disfrutaba al llegar y sufría al irse los amores de los sobrinos.
Un día preparó su pequeño bolso y pidiendo permiso a la superiora se retiró del convento.

Pasó un par de meses y conoció a Daniel, un ferretero que ya mayor estaba solo y le ofreció matrimonio. La duda era grande, pero pudo más la ternura de ese bondadoso compañero que le mostró otra cara del la vida. Así ya mayores, una mañana alguien dejó en su portal un niño de apenas meses y ambos llenos de alegría lo recibieron con los corazones abiertos. Con el paso de los años, el muchacho se puso rebelde y una noche, discutieron con él porque llegó bebido. Al día siguiente encontraron a la pareja con un cuchillo en el pecho bajo un charco de sangre. Aun busca la policía al desgraciado hijo que no respondió al amor.

lunes, 11 de diciembre de 2017

CUANDO MIRA DESDE ARRIBA

Cuadrícula estrecha de colores verdes
repujados todos en el cuero rústico entre los parrales
en la tierra árida de color de talco
lanzas que se elevan          brillante esperanza
un hombre agachado
su áspera espalda marcando los hilos que llevan el agua
un chorro de néctar de color naranja y marrones viejos y ocres amargos
volverá en el vino de un tal vez mañana
el añejo porte de hombre gastado     de silencio triste de amigo lejano.
Abra una ventana de viñas brotadas cuajadas de frutos
que arrullan el canto de los amplios álamos
mas...
una cumbre oscura         un sol que amenaza
vendimia se acerca.         Una gran tormenta se aprieta entre nubes y
el granizo artero  que arremete fiero
la verde vereda de parra y frutales.
Espera el “tomero” con la azada en mano      el agua no alcanza
la tormenta arrecia      cae el alarido de nubes de hielo
ya no queda nada          queda solamente un hombre mirando
hacia el infinito desde los parrales
allá entre las cumbres
donde la montaña esconde su trampa de espanto
hay un hombre solo...   solo con su pena...   solo con su llanto
que nadie ha  escuchado  porque no es de machos...
se avecina un tiempo de dolor sin quejas
volverá en otoño de añejos colores a llenar lagares con roja esperanza
y una mañanita de sol veraniego entre las hileras

volverá su canto...

LA BÚSQUEDA

Sí, fue y será extraño. Por eso y por otras cosas quiero contar lo que se vivió en aquella casa de las afueras de Olivares...
            Luego de empujar con fuerza la puerta azul de ingreso exterior de la casona, Marisa Montes, lanzó un fuerte suspiro. Era una noche fresca de primavera. El clima benigno como hacía tiempo no se vivía por la zona costera. Generalmente fríos los cambios de estación, transformaban en indeseable las nochecitas que preludiaban días mejores. Era casi la medianoche. Hacía un extraño calorcillo. Entraba un aire fresco, sin embargo, por un resquicio de la galería que daba al sur. Dejó su abrigo, liviano para la época, sobre un sillón del salón en semipenumbra. Dejó su sombrero y sus guantes.
            ¡Allí pudo ver por primera vez la luz! Era una pequeña luz, que se filtraba desde la habitación de Juanca. Él, hacía ya varios meses que había partido hacia Calcuta. Sintió frío. Un raro escalofrío en la espalda la hizo acercarse al ventanal para cerrarlo. ¡Juanca y su búsqueda espiritual, lo había hecho demorarse en ese país mágico, la India! Luego del suceso. Ese que lo había hecho inquietarse aún más, al punto de dejar trabajo, novia, amigos, todo. Estaba tan lejos como antes. Más ahora.
            La puerta estaba entreabierta, pero sólo se alcanzaba a ver desde un punto de vista un punto de visión hipnótico. Sosegado. Por el pasillo apenas iluminado por la luna, que penetraba con un haz luminoso de tono rosa pálido, pudo sentir “una” presencia. Igualmente desde la hendija en la puerta de la antigua habitación de Juanca la acarició una sombra. ¡También sintió el sonido de música suave, casi imperceptible, que provenía de la estancia! Ésto hacía más cálido el clima de emoción. ¡ Yo sé que él, está  muy lejos ¡ Su figura alta y desgarbada se filtraba en su memoria. Juanca tenía el cabello largo y fino, apenas ondulado que caía en una coleta fina trenzada en su espalda para crear un vínculo con la tierra. ¡ Lo recordó como había sido antes, cuando era su respaldo incondicional en la infancia y en la adolescencia! Todo acabado. Nuevamente recordó el suceso. ¡ Lo extraño, se dijo malhumorada! Y hoy, justo hoy, después de este momento mágico en el teatro, le ocurría esto. La obra era buena. Algo profunda para el entorno de Olivares. La gente es sencilla y buena. ¡Nada complicada, claro! y tal vez no entenderán, como yo, alguna propuesta de los parlamentos. ¡Charlaría horas junto a él, sobre la obra! Sus manos cálidas, pálidas y azuladas, con perfume a tabaco y cuero, jugarían con mi cabello oscuro mientras me explica cada palabra de esa puesta esotérica... piensa. La luz se aclara. La puerta se abre lentamente y Marisa se ofusca, no, se sobrepone y observa. Él, Juanca está allí. No físicamente, es extraño. Es su espíritu manifiesto, que ha llamado persistentemente con su alma y su palabra. ¡ La mente humana ! Juanca ¿ vienes a acompañarme en este extraño momento de ensoñación? Su luz se inquieta. Se aquieta. Se detiene. Un aire fresco penetra y mueve la ropa y las cortinas. Ya comienza un leve entintarse del horizonte. Agoniza la noche. Se tiñe el añil de un púrpura primigenio. El perfume del mar penetra en la estancia. Ella siente la presencia. Siente que se acerca y la toca con manos insustanciales.
            Hincada en la alfombra ve que el haz de luz penetra lentamente en su piel. Su ser está en éxtasis. Entiende el mensaje...Una paz tenue inunda el corazón de la muchacha. El corazón se acompasa con otro corazón lejano. Marisa es feliz y espera. No habrá otro suceso.¡ Hermano... estás acá y sé que siempre que te llame , que necesite de ti, vendrás a darme tu calor! Marisa es muy feliz. Aprendió. Comprendió.