viernes, 12 de abril de 2019

HAY QUE MIRAR EL SOL PARA QUE LAS SOMBRAS QUEDEN ATRÁS.




            No lo conocí, se lo juro. Supe por mentas que el tal Evaristo Sosa, era de armas llevar. ¡Pero, ¿quién sabe?! Tal vez sean sólo patrañas. Cuando alguien es como él, se caen encima como caranchos sobre la pieza ´e caza para sacar provecho. Si supe que fue un gran arriero y tenía una vista ´e lince para ver las pisadas de animales. Sabía por el lugar que pasaron si eran hembras o machos los animales. Apenitas veía la pisada sabía si estaban mancadas o tenían sed y hambre. Buen porteador y tropero. También dicen, que tenía una tropilla chica de yeguarizos. Que hacía un charque que los memoriosos mentan como el mejor de aquí a la frontera. Pero, claro, después de lo del Segundino, dicen que se escapó para la frontera.

                Don Ruarte me anotició hace apenitas unos meses, allá en la aguada de “Los Horcones” vide al Evaristo montao en un bayo arriando pal´sur. Pero yo no le créido, porque la difunta, su mujer, no tiene flores desde lo del Segundino. Y no es de hombres como él, dejar lápida sin oración. También me dijo don Ruarte, que una comisión de polecía se avecinó al caserío de Arroyo Dormido, preguntando por los hijos del Evaristo. Y nadies supo decirle nada, porque nadies sabe ande está. Yo me presiento que se fue para no volver.
            Hombre manso era, hasta que le robaron las tierras que eran de su difunto padre y a éste se las había dado el padre. Un general de antes, un militar de no sé qué lugar le dio las tierras porque le salvó la vida cuando iba para la frontera a subir los cerros. Era poco ducho el hombre y subió y subió y casi “espicha” por falta de aire y el viejo lo trajo a hombros montaña abajo. Y de premio, le dieron esos campitos donde vivía y tenía majadas de cabras y chivos. Además de cruzar ganado para Chile.  Sabía y le trasmitió a los hijos los saberes de curar la bichera y algunos males. La mujer cortaba las tormentas con ceniza y una cruz de sal. Era gente buena. Evaristo era hombre de palabra. ¿Sus hijos? Bueno, uno por los hijos no puede poner las manos a las brasas. El alcohol les hizo mal a los muchachos. Ahora andan por la ciudad mendigando changas. ¡ Es una pena!
            El mate pasó de la mano del gendarme a la mano callosa del “Tuerto Romero”, quien hablaba sin parar del fugitivo. En la cabina del Jeep, dos más observaban como el hombre se había puesto a la sombra y el sol le daba de lleno a los ojos del gendarme. El “Galdame”, hombre ducho en interrogatorio supo enseguida que era una estratagema. Nadie podía, enceguecido por la luz, ver su rostro cuando decía una mentira o una verdad. Les llevó horas. Esperaron que el sol se escondiera tras los montes para verlo de frente.  El Tuerto Romero, hombre de campo y de palabra jamás iba a mandar al frente a un compadre. ¡Claro que sabía dónde se había escondido Evaristo Sosa, pero él, no informaría dónde estaba. Primero se dejaba matar antes que dejar de a pie al amigo. La noche se agachó sobre la tierra y temblando por la helada salieron todos, rumbo al pueblo.
                        Cuando montó, el Tuerto, saludó tocando el ala de su sombrero negro y con el rebenque hizo una seña al rocillo y salió hacia el manantial de los Hernández, desde allí tendría unas cuatro jornadas por el monte hasta las aguadas de Miranda y allí anoticiaría a su compadre. Él, miraba para adelante, como los hombres de bien, como los hombres de palabra. Nadies  podía decir que se había desaforado con las palabras. Su poncho de vicuña, lo defendería del frío y su vista, de los leones que merodeaban la zona. Ya en pelea franca con uno había perdido un ojo. Ahora el otro era como un farol encendido que le indicaba el camino a la libertad del compadre.

A LAS 7 DE LA TARDE




A las siete de la tarde estarán muertas.
Descalza, una camina por la arena.
Busca su destino.
Hambre y sed.
Con burkas empapadas de olvido.
Sin tiempo. Sólo lágrimas.
Son mujeres que esperan a la orilla del camino.
Con sus burkas y sus velos. Hambre y sed. Caminan

A las siete de la tarde estarán muertas.

Niños de sonrisas sin destino.
Desnutridos,
con coraje de inocente sometido.
Entre escombros, juegan fútbol entre escombros
sin futuro y son niños que no saben de otro mundo.
En la guerra, resplandores de ignominia.

Tal vez… a las 7 de la tarde estén muertos.
Todos muertos.
Acá, lejos moriremos todas juntas a la siete de la tarde.
En silencio.
Con vergüenza de ignorancia compartida.
Las mujeres sometidas en el mundo que no mira,
que no escucha, que no grita.
Son quemadas. Aniquiladas. Arrasadas. Son mujeres.
Nada vale su desdicha. Son la nada. Nada. Nada.
Son mujeres.

                                               En el día de la mujer, con epígrafe español: “A la 5 de la tarde estaremos todos muertos”
                                                           8/03/ 2011

Y ENTONCES


Y entonces
sucedió que descubrí que    
no estaba sola
que el canto quejumbroso del ave agorera
me acompañaba en el destierro de la noche. Y
que una estrecha parte del gentío me seguía
arrastrando un desahogo de urdiembres milagrosas.
Míticas.
Burlando las mascaradas siniestras  
de un carnaval mitológico     sombrío, pero
no lo estaba, sola,
quedaba incrustada en el vacío rodeando al tiempo
con los ojos llenos de cristales entramados.

Presentí, entonces, la presencia
sucedió el milagro cuando danzaron los memoriosos
en la contemplación de la luz
la reminiscencia  troquelada      aviesa     inútil
pero memoria que no olvida los recodos del camino
donde se detienen los migrantes.
Allí estabas en la búsqueda ilusoria
contorsionando  el espacio entre la luna y las palabras.
Ahí estaba el aliento de la noche, tus besos, tu presente.
No estaba sola. No lo estaba.
 

SOMBRAS NADA MÁS


Desde la sombra, un pájaro de terciopelo salta
un minuto en la cascada de luces.
Es un ave que se detiene en el tiempo
para besar una gota de rocío.
Lame con sus pies de seda la  alfombra de sonrisas.
Toca el cuerpo tembloroso de una luciérnaga
que tiembla detrás de la luz, se pierde
es su mágica mariposa de espuma.
Una pompa de color de arco iris se estrella en su pecho
de ámbar  y amapola.
Se detiene y en sus brazos  de tibia escarcha
se apoya el pétalo misterioso de plumón de cisne.
Un silencio de rumorosos violines atrapa sus piernas puntiagudas.
Solloza el timbal y una comparsa de nubes se abalanza
hasta el centro mismo de la vida.
Queda ondeando un retazo de ternura con perfume a sueño.
Son los Ángeles que se desplazan en la lluvia de pétalos plateados.
La aurora boreal. Un llamado al amor y a la ternura.
Queda quieta, detenida la mañana.
Un sol celeste asoma su sonrisa cómplice
en la superficie dorada de un lago rumoroso de caricias.
Desde la sombra un pájaro, tan sólo uno, y un fauno  genial
que desplaza con picardía la boca de miel y lirios blancos
para que el  colibrí libe besos de pequeñas llamaradas.
Sueño el llamado de las hadas entre el follaje tembloroso
donde anida el ave. Paraíso perdido y encontrado.
Edén donde se esfuma el pecado. Cae una gota de lluvia
sobre el nácar de una rosa. Y allí la luz brota.
Fuente mística de fuego y vino venturoso.
Allí el beso de amor, abrazo interminable de la vida
Comienza a caminar la vereda del hombre.









NO QUERÍA VOLVER




   Apenas se apagó la lámpara salia el hombre. Detrás quedaba una semi forma de sombras casi fantasmales que se movían como sonámbulos. Se hizo un silencio, roto de pronto por el chirrido agónico del tren que se  acercaba. A tras luz, la silueta del recién salido parecían espantajos deshilachados.
   El callejón parecía despertar de grillos y ranas que apareaban la tarde en agonía.
   Un chiquillo escuálido salió corriendo de la casa tras el hombre. Llamaba a gritos.
El hombre, sordo, continuaba su camino. Logró alcanzarlo. Se trepó a sus brazos apretó sus piernas alrededor de la cintura  y  lo  rodeo de besos. La mujer  parada a la distancia abrió los brazos en cruz. Su imagen quedó cincelada en bruma y carne. Él, lentamente regresó. El niño estaba tibio de sonrisas. La mujer contuvo  una lágrima de fuego, sabia que al regresar él, su vida volvería a ser una carga de roca incandescente. Entró, prendió la lámpara. Estiro un mantel a cuadros y distribuyo tres  platos sobre la mesa.


HOMENAJE AL 2 DE ABRIL


RUTA HACIA EL FUTURO Y LA NIEBLA.
            Siento las piernas livianas. Corro para trepar a mi avión. ¡Soy feliz, por fin podré demostrar todo lo que he aprendido en mi entrenamiento!       
                        La cabina tiene un tamaño cada vez más estrecho a pesar de los años en que aprendí, practiqué y subí para hacer las maniobras de rutina. La orden fue súbita...
                        -" Tenemos un enfrentamiento con un enemigo claro"- "Hemos tomado las Islas después de cientos de años " - " Nos espera un desafío irracional"...- Y yo en mi A 4C, ágil y raudo hacia el sur con mi soledad. Mi juventud a flor de piel como una sazón y lustre épico. El ruido ensordecedor de los motores y el viento pegando en las alas y en el fuselaje. ¡Ahora tengo misiles que me protegen!, pienso mientras aprieto con mis manos el costado de las piernas donde sobresalen los elementos de supervivencia...- Si me eyecto los necesitaré- , pero siento un ruido ensordecedor...el plexiglás está tremolando como la montura briosa de un caballo desbocado. Tiemblo. Tiembla. Tengo miedo y transpiro a pesar de que afuera hacen diecisiete grados bajo cero y acá en la pequeña cabina deben hacer más de doscientos grados. Es como en un desierto, hace un calor insoportable, hace frío intenso y yo ya no siento nada más que el silbido agudo del viento entre los alerones, la tobera y las alas...y el aullido grotesco de la carlinga de plástico que sigue trepidando. Miro afuera de mi tumba de metal... ¿Por qué veo las nubes sombrías que me aprietan, me ahogan, me separan del mundo exterior? Son nubarrones oscuros y premonitorios y agoreros, entre ellos...- ¡No puede ser!- Sí, ¿allí veo a Roberto, mi hermano gemelo?
                          Y... ¿en una tanqueta por entre las nubes? ¿Imposible que él se mueva así entre nubes si soy yo el que vuela en un avión de caza? ¡Y ahora  me hace señas con su mano en alto! ¿Qué me quiere decir? ¡No le entiendo! Voy a girar sobre el ala derecha para verlo mejor y...-¡No, entre el infierno nuboso emerge un "Sea Arrier" enemigo...veo la estela del misil, la veo!-  Aprieto el botón rojo dos veces..., ahí van, ven malditos como salen airosos los dos misiles plateados como aves de invierno. Siento el fogonazo. Veo la estela de fuego casi dentro de mi cerebro y  siento el tremendo estruendo y el golpe en el fuselaje. Me vuelvo y la cabeza me golpea y atruena en mi pecho y veo como el avión comienza a desintegrarse mientras yo me eyecto. Los casi novecientos kilómetros por hora estallan en mi pecho.
                         ¡He perdido el casco y mis guantes y mi reloj y mis antiparras y mi manguera de oxígeno! Todo. Perdí todo.
                          -¡Roberto, hermano, estoy gritando, ayúdame que tengo mucho frío!- pienso- ¡Gracias a Dios tu tanqueta está preparada para socorrerme! – Él, otra vez, no entiendo lo que dice:
                         - ¡Manfredo, hermano, corre que atrás hay otro misil del enemigo!- y trato de correr y siento pesadas las piernas con tantas correas del asiento eyectable y el paracaídas que me lleva lentamente hacia la tierra, y el frío terrible y el dolor atroz en las manos y en las piernas. Ya no siento la cabeza. Seguro que mi gemelo me ayudará. Sus compañeros, en cuanto llegue a tierra, me van a recoger y abrigarán. Entonces todo estará bien. Ya veremos. Cierto, ya veremos...
Allá entre las suaves colinas de húmeda turba encontraré sus brazos. Mi hermano me vuelve a hacer señas que no entiendo. ¿Entre las nubes? Me vuelvo, no puede ser... ¿mi avión estrellado entre unas rocas? ¿ fuego y un estampido?...y estas correas que no me dejan separar de mi asiento y me desprendo y camino sobre el agua y saludo a los jóvenes soldados sin piernas, sin cabezas, sin rostros, sin manos, sin nombre y me sorprendo porque no lo encuentro...¡No encuentro a Roberto, mi gemelo en su tanqueta!-¿Por qué?- Allá escucho a gente que vocifera..."Argentina..., Argentina...Argentina..." y el obelisco y mamá con una enorme bandera que se agita y mi padre entre millones de personas que cantan el Himno, y siento que ya no tengo ni mis pies ni mis manos ni mi avión ni mi orgullo ni mi frente ni oyen que los llamo.¿Dónde estoy?  ¡No puede ser!
            -¡Atento Manfredo, atento, sobrevuele el objetivo!-, y ahora, ¿por qué?...siento la voz urgente de mi guía derecho, me urge apretar el botón rojo... ¡No lo puedo encontrar!  ¿Dónde están mis manos?
            -¡Manfredo atento a su derecha avión enemigo!-estoy escuchando la voz clara de Gustavo P.J. y veo el fuego del misil y maniobro en escapada hacia la izquierda y veo fuego por todos lados y el calor agobiante. Y el ruido ensordecedor, y más calor. Explota el avión de mi guía. No veo...no veo nada. Silencio. Soledad. Muerte.
                                   Ahora...
            Camino sobre las aguas. Por las colinas de turberas, ya nadie me responde.
            "ARGENTINA...ARGENTINA......ARGENTINA......ARGENTINA.....argentina......argentina........argen..........arg...........ah...........ay... ¡Ay...Patria Mía....!”
                                              
                                                          



DULCE SECRETO


Si me desalojo de los sueños,
si me destierro hacia el confín de las palabras,
si penetro en el túnel verde del abismo,
estaré caminando al borde del desierto
en la ráfaga indeleble de un beso.
Eso transformará mi crepúsculo en una carga de suspiros.
Guardaré el secreto entre las sábanas de hilo.
Comeré damascos con el alma dormida.
Soñaré un inexplicable arco iris de magnolias.
Volveré sobre los pasos de la niña perdida,
                                            amaré al hombre que me espera en los sueños.