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lunes, 5 de mayo de 2025

EL INTELECTUAL Y EL ARTISTA


 

¿Fue así? Lo veo con mis propios ojos. Es indescriptible. ¿Pero no era el que llegó con no sé cuántas maestrías, tanto que enseguida lo nombraron jefe de una ONG?

¡Sí, bueno, era él, pero se le cruzó esa porquería! ¿Qué podía hacer?, te preguntarás. ¡Nada!, te contesto. Hablaba como siete idiomas y era muy inteligente, pero ahora hay que verlo. Está tirado en plena calle, aún usa camisa de puño con botones de nácar, el traje es un trapo sucio, y le han robado los zapatos. ¡Parece mentira que un tipo así llegue a eso! Nadie hace nada. Te diré que al contrario, cuando comienza a retorcerse en el piso en donde está tirado, y a gritar, esgrimiendo una mano como para pelear, los transeúntes escapan. Se hacen a un lado, lo evitan. Y no te cuento las mujeres. Arrastran a los niños, distrayéndolos para que no vean ese cuadro. Incluso la policía se le acerca sólo para ver si no ha sufrido algún ataque. No lo tocan, ni se lo llevan, ni siquiera evitan que siga gritando como un energúmeno.

            Ayer, volví a pasar, vos sabés que trabajo en el museo casi a dos cuadras. Bueno, lo hago gracias a la beca que me dieron en el dos mil cuatro. Vociferaba que era hijo de un ministro y la gente lo miraba extrañada, pero dejó de babearse y me vio. Me dio la sensación de que sabía que era yo, se dio vuelta y se quedó en posición fetal. Tenía la espalda sucia y con sangre.

            ¿Creerás que está herido? No sé, pero me urge llamar a los padres y pedir que vengan a buscarlo. ¿Ellos sabrán que está así? Me duele el hecho de verlo y no poder hacer nada. Pensar que todo  empezó por una apuesta de quién era capaz de trabajar más horas sin dormir.

Alguien le acercó droga mezclada con vodka y él ganó. Ganó el juego. Cinco días sin dormir haciendo lo que hubiera hecho en varias semanas. Perdió. Perdió la vida. Se hizo adicto y alcohólico y ahora está loco. El cerebro debe estar vacío, licuado. No es un mendigo, es el producto de una sociedad enferma, desquiciada, sin horizonte.

Todos estaban enamorados de su alegría, inteligencia, su glamour. Le tengo pena, pero trató de matarme para que le diera unos euros para comprar droga y vino. El miedo me alejó y escapé de su manía y demencia. Tiene veintiocho años y parece de setenta, o más. Si lo vieran los padres así, creo morirían. O no, tal vez saben y no quieren acercarse como hacen los demás. Me incluyo. He visto que vienen de Notre Dame unos voluntarios. Les traen algo de comida y cuando llueve los tapan con plásticos. No me pidas que vaya a buscarlo y lo interne. No es mi tarea, ni siquiera siento pena. Tal vez sí. Pero nadie puede hacer nada.

¿Vos, te animás? Si me das una mano vamos y lo sacamos de allí y lo llevamos a un centro de rehabilitación, después de todo es tu pareja, vivió con vos hasta hace un año y medio. Te dio una buena vida, sin privaciones. Hasta te dejó el departamento y el auto. No querés saber nada. ¡Y bueno, cada uno cargará con su culpa! Me voy. Hasta otra vez que nos crucemos, cuando quieras, trabajo en el museo como ayudante de un restaurador italiano. Si preguntás por mi, me conocen por “El argentino”. La beca termina en dos años, estoy pensando en volver, pero acá estoy bien. Chau.

 

            El joven sigue su rumbo y se sorprende al comprender que ya ni siquiera él tiene solidaridad para con un compañero de colegio. Camina solitario y, a poco de andar, ve una ambulancia que retira el cadáver de otro adicto. ¿Cómo vivirá con su conciencia?   


lunes, 6 de enero de 2025

EL PECADO

 

            Su tamaño le permitía hacer una suerte de piruetas y malabares como si la hubieran engendrado con siliconas, dúctil, ligera y fuerte, se contorneaba en un sin fin de movimientos circenses admirables. Lo hacía desde pequeña como juego, hasta ese día en que la vio Restrepo, el secretario del club del barrio. Tenía, ella, unos once años.

            Se presentó al presidente del club en una reunión y pidió la palabra, era uno más del equipo. He visto a una niña que puede hacer maravillas con su cuerpo, parece de goma. Describió lo que había observado en la clase de “tela” mientras la profesora del gimnasio, le daba unas ideas para trepar; cosa que ella hacía en forma increíble.

            Estaban pensando crear un grupo de chicos y no tan chicos para una murga que representara al club. ¡Era la persona justa! ¿Le permitiría su familia?

            Los interesados se moverían buscando la aprobación del padre. Y como era un socio antiguo y prestigioso, tal vez, les diera el ansiado Sí. Hicieron un llamado a un conocido murguero de la ciudad, un tipo extraño que movía multitudes de gente de toda laya en murgas famosas. ¡No sabían que tenía algunas denuncias por acoso! Pero todos sabían que era el mejor. Lo contrataron.

            A la semana tenían entre quince y veinte personas dispuestas a armar una murga. Los había bailarines, saltimbanquis, músicos y bribones. El club se hizo cargo de comprar ropa de acuerdo a los colores pensados por la comisión y los instrumentos que precisaban. Un a madre se aseguró el pago para confeccionar los trajes y los sombreros llenos de color y lentejuelas.

            A la pequeña, después de mil promesas, los padres la autorizaron ser del grupo. Ruidosos y versátiles, comenzaron a prepararse para una actuación frente a la comisión del club. ¡Fue extraordinaria!

            De tarde, casi cuando el sol terminaba de escaparse por el horizonte, se reunían para ensayar en la cancha de básquet que daba el espacio y el equilibrado lugar donde el ruido ensordecedor de los redoblantes y tambores. Una tarde llegó un joven que sabía de clarinete y saxofón. ¡Más sonido! ¡Ruido espantoso!

            Yola, sintió que ese era su destino, su vocación y amó la murga. Cada día despertaba soñando con la hora serena de la tarde en que se vestía con una simple calza y una remera ajustada a su menudo cuerpo, y así, con unas zapatillas deportivas adaptadas para moverse con absoluta libertad. Se sentía una musa  griega, tal vez Calíope o Terpsícore; sólo sentía que su corazón se agitaba cuando caminaba hasta el salón donde la esperaba la música y el movimiento.

            Llegó una tarde, más agitada que nunca. Se colocó la ropa que le habían confeccionado y de pronto se vio en los brazos de ese compañero nuevo cuyo rostro sombrío le asustaba un poco. Era alto, fuerte y musculoso, la alzaba sobre sus hombros donde Yola, hacía acrobacias. Luego un salto y caí en brazos del profesor. Sintió que era una muñeca de trapo. ¡Se molestó, pero era parte de la coreografía!

            Pasaron los días y se fue acostumbrando al ruido de la música y silbatos, al brusco movimiento de los cuerpos, al miedo que le provocaba Tulián, su compañero.

            Comenzó a adelgazar, comía poco y no tenía deseos de ir al club. Comenzó a faltar, a evadirse. Los compañeros la fueron a buscar, los padres preocupados, pidieron un descanso.  Yola no era así, antes era alegre, risueña… ahora se encerraba en su cuarto en silencio. Preocupados los padres llamaron a un médico. ¡Está cansada! Pero no vemos problemas serios de salud, tal vez un psicólogo la ayude.

            Una tarde salió hacia el club y sintió un fuerte olor que la seguía, ella había sentido ese penetrante aroma. Al atravesar el parquecito sintió una mano que le cubría la cara, le apretaba el cuello y casi no podía respirar. Pensó en Melpómene, la diosa de la tragedia, me van a matar, se dijo. Pero se defendió mordiendo a su atacante. ¡Ese olor! Su memoria, le traía en el cerebro si oxígeno casi, una figura desdibujada de un hombre. ¿Cuál? Sintió un golpe y se desmayó. Cayó rendida sobre el pasto húmedo. La atravesaron como a un animal en celo. Y la dejaron tirada en la penumbra. Salvajemente en medio de su sangre. Los ojos amoratados, la lengua crispada en el crimen interminable de la fuerza que con siseo mortal atacó su inocencia, a la vera del parque. Rota, desmembrada y trágica. Quedó allí hasta que al amanecer un transeúnte la vio y llamó a la policía. Una ambulancia la llevó ululante hasta un centro de salud.

            La murga, estaba consternada, sus compañeros y todo el cuerpo directivo, se propuso buscar al malvado que la dejó moribunda en ese estado. Yola, no reaccionaba. Su cerebro no respondía. Un coro de personas lloraban como el cuerpo de un teatro de tragedias. Menuda, empequeñecida y sombría se ahuecaba en el lecho rodeada de profesionales médicos y especialistas terapéuticos. Pasaban los días, sólo sus padres podían llegar hasta donde ella luchaba por su vida. Y una tarde, se acercó un terapista y el olor, ese que había penetrado en su conciencia, la hizo reaccionar levemente. Él, escapó de la habitación. Vio en los monitores que los signos habían variado enloquecidos. Nadie advirtió su huída.

 

lunes, 29 de julio de 2024

MENDOZA EN VENDIMIA

 

            Ha llegado marzo, aún no se terminan los días de lluvia que refrescan la ciudad y que hacen tanto daño a los frutales y a la vid.

Cada vez que el contratista atisba el cielo y ve nacer una nube gris plomizo, comienzan los preparativos ancestrales para "curar" la tormenta...¡"Viene el granizo"! y el murmullo crece con sordo temor contagioso. Allá van algunos jornaleros  con la pala o la azada llena de cenizas para exorcizar a la "enemiga" entre los surcos de los parrales hinchados de zumo en granos que revientan de vendimia.

En la ciudad comienza el trajinar de la gente: oficinas, escuelas, tiendas y fábricas se encuentran en un creciente empuje para la producción y la construcción de un país grande y próspero.

Las acequias cantan sus murmullos de aguas refrescantes y vivificadoras. Jóvenes

 mozas engalanadas de "Fiesta y Carrusel", comienza a inquietar las noches de guitarra y canto de tonadas en " Vendimia ". Todo es fiesta. Una antigua y renovada " Virgen de la Carrodilla " desplaza esperanzas de un año de vino nuevo por las calles adornadas de luz y algarabía pueblera. Se agolpan en la Vía Blanca los hombres, mujeres y niños recogiendo frutos de las manos juveniles de las muchachas. El vino es otro trofeo.

Llega la gran fiesta en noche de Reinas; resuenan  como rugidos atronadores las voces de los músicos y bailan los altos chorros de agua de colores acompasadamente junto a un puñado de danzarines y artistas. Ya comienza la esperada elección entre los gritos del público que alienta a las favoritas. Unas preciosas muchachas esperan anhelantes el voto final que llega con estrepitosos fuegos de artificio. Tenemos Reina de la Vendimia y el llanto y los besos y los periodistas que se esfuerzan por ser "el primero". Por un año el sueño alentador acompañará a un departamento que orgulloso mostrará sus logros en esa joven mujer, su reina.                    

 

jueves, 12 de octubre de 2023

EMBARCANDO POR LÍNEA AÉREA ISRAELÍ

 

Luego de una fenomenal revisión de nuestro ingreso a Israel, subimos en un enorme avión. Repleto de peregrinos que íbamos en busca de un encuentro espiritual a Tierra Santa. En la zona de aduana, hubo un verdadero choque entre turistas y habitantes israelíes que pretendían adelantarse en las largas y minuciosas colas. Arrogantes unos y otros, terminaron encerrados en un habitáculo desde donde militares y aduaneros, controlaban el desvarío. Pasamos sin problemas. Nosotros, los veinte que estábamos en la fila, no intentábamos sobrepasar  y eso nos ayudó.

Subimos a una moderna nave y allá comenzamos un inimaginable encuentro con el pasado.

Nos esperaba un Santo y Sabio Franciscano que nos guiara con seriedad, conocimiento y amor, por los lugares por los que caminaron judíos y romanos, árabes y griegos, pueblos que narra la Biblia y que después de ir y venir por ese territorio me dejara pensando… ¡Cuánto caminaba la gente en la antigüedad! Jesús y sus seguidores, fueron campeones de las caminatas. Cada pueblo, cada ciudad, cada sitio queda lejos y el camino, hoy con hermosas carreteras; fueron pasos entre piedras y arenas, entre matas con espinas punzantes y pocos árboles o palmeras. ¡El calor al medio día no bajaba de treinta y cinco grados y en la noche refrescaba a veinte o más!

Para una persona de mi edad, encontrase con esos lugares sagrados, ha sido una experiencia maravillosa. Nunca imaginé que pasaría por el río Jordán, me volvería a bautizar y al recoger un poco de agua, que se veía algo opaca con arena o tierra, se aclaró tanto que es de un brillo cristalino ahora.

Cada encuentro de los israelíes bajo sus tierras es una fiesta. Los arqueólogos e historiadores, trabajan a destajo. Ruinas romanas, de la época de los patriarcas, de la de Jesús, de los Otomanos, de las cruzadas, de los sirios… en fin hay atractivos para todos los gustos. Religiosos, modernos, guerreros y de historia del pueblo Judío y sus padecimientos. El Holocausto los ha hecho estudiar mucho y crecer como país y en ciencia, son insuperables.

Igual caminamos por rincones que son joyas de la antigüedad y de belleza, hay flores en medio de verdaderos desiertos y piedras.

¡Un lujo extra fue poder entrar en sitios que están reservados a los “protectores, cuidadores y estudiosos Franciscanos que están en guarda de loa lugares Santos!

Hubo momentos de recogimiento y de algarabía, chistes y bromas, lágrimas de emoción y silencios profundos. Salimos de Israel, con el corazón lleno de Esperanza.

 

LAS CALLES DE LA CIUDAD MEDIEVAL


 

¡Son como piedras preciosas pulidas! El ir y venir en cientos y cientos de años traen las consecuencias de un maravilloso bruñido. Las murallas de piedra con hendiduras para el lanzamiento de flechas o descarga de arcabuces o armas, son unas heridas profundas en los fuertes paredones que envuelven el fuerte, el castillo y las antiguas viviendas.

Caminaba sosteniendo un bastón para seguridad y me detenía e cada ventanal que se abría a las caracoladas calles interiores. Altas ventanas, con balcones llenos de flores eran un signo. Dubrokny es el sueño de los aficionados a los temas medievales. Las dos calles principales, tienen los tenderetes de hoy, restaurantes y tiendas que venden comidas exquisitas o alhajas de coral y oro… A diestra y siniestra, unas escaleras van haciendo espacio a callejuelas pobladas de balcones donde hoy, por lo difícil que es para los adultos subir o bajar, viven los más jóvenes que trabajan en la ciudad antigua.

Multitud de viajeros  se desplazan hacia la plaza central.

En el camino, me detuve a comer la pizza más rica que en semanas pude degustar. Parada en una mesilla y en buena compañía, comíamos una pizza de setas y jamón que rebosaba queso. Lamentablemente no pude visitar la famosa farmacia que data del siglos… donde me explicaron habían trabajado alquimistas y religiosos, fabricando perfumes, medicinas y un verdadero sistema de sustancia para las épocas de peste, que asolaban la ciudad amurallada.

Embarcamos en un vaporcito, que nos llevó por las orillas del fuerte hasta una suerte de paredones enormes de roca. En determinado punto, descubrimos que habíamos invadido el refugio de bañistas nudistas. Fue divertido el estupor  de algunos de los viajeros y la risa con los consejos del sacerdote que nos acompañaba.

Ya de regreso, no reunimos junto a una enorme fuente de agua que a través de los siglos, sigue proveyendo de agua de un manantial que nunca se ha contaminado.

¡Fue  un paseo estupendo y uy divertido! Croacia es un país magnífico. Imagino los tesoros que no pude ver y los que, almacenará el resto de su territorio.

viernes, 1 de septiembre de 2023

UN VIAJE POR EL RÍO THAILANDÉS

 

                                                                                                                                                           Abordamos la balsa que remontaba el río  Tkwait. Luego de una jornada de visita histórica a lo que fuera el famoso centro de detención y torturas de los soldados americanos en mano de los japoneses. Estaba cansada y me sentí un tanto apartada del grupo de chinos que me acompañaban. Usaba ropa inadecuada. El invierno tailandés con su humedad y temperatura de casi 32 grados. Yo con una pollera kilt de lana inglesa y una blusa de mangas largas, arremangadas, trataba de disfrutar de esa maravilla. El río calmo y suave, nos alejaba del famoso puente hacia la selva, el sol se ponía. Era esa hora de amarillos, anaranjados y rojos. Una suave brisa me atraía las risas de gente alegre, mujeres, niños y hombres, que a la orilla se bañaban casi desnudos en el río. Se recortaban árboles gigantescos. Todo era como en una sordina. Las palas de los remos chasqueaban en el agua. Cuando una balsa con motor pasaba, levantaba olas de agua dorada, por el sol poniente un millar de pájaros volaban, perdiéndose en la espesura.

                                                                                                                                                           Llegamos a un embarcadero muy primitivo. Me invitaron a bajar. Con ayuda de unos brazos morenos, un joven nativo, descalzo y con un turbante en la cabeza de colores estridentes, me regaló una sonrisa de dientes blancos en su piel morena y me coloco orquídeas pequeñas en el cuello, como collar.

                                                                                                                                                           Atravesé un patio donde unos chimpancés jugaban sin inmutarse. Era el patio de un templo budista.

                                                                                                                                                           Mis amigos chinos rápido subieron una escalera estrecha y muy  empinada. Todos eran budistas. Yo comencé a subir lentamente. Me sentía cansada pero tan excitada y feliz, que aun me parece sentir el olor de las orquídeas de mi pecho. Como me detenía cada diez escalones, a los pocos segundos una monja budista joven, con su frágil figura y cabeza rapada, estaba a mi lado. Nos separaba una baranda de metal y un millón de palabras. Nos unía la paz, la   emoción, la expectativa. Me quería dar animo lo hizo. Transpuse  los 150 escalones y ¡Oh! Maravilla....allí frente a mi estaba el buda. Ella extrajo los celebres papelitos de oro y tomando mis manos, los deposito, para que yo, honrara al santo. Lloré de amor. Allí estaba frente a la cueva. Me indicó que ingresa y en el techo.... miles de murciélagos colgaban como cristales de antracita. Ellas, las monjas, mantenían el lugar impecable. Me hizo agachar en una pequeña hendidura de la cueva, que a fuerza de pasar gente durante siglos, parecía pulida como espejo. No me animé y sólo atiné a honrar al Buda. Luego regresé al lugar donde sonrientes me esperaban mis amigos. En mi corazón nunca voy a olvidar ese momento de infinita belleza.

 

martes, 22 de agosto de 2023

DELICIA UNA MARIPOSA

 


- Mirta... esta casa tiene mucho trabajo. Acá está su habitación, su baño, su intimidad. Temprano alrededor de las 7 horas debe subir el desayuno a las niñas. Miramar tiene 13 años, está en la habitación celeste... Serena tiene 11 años, tiene la habitación rosada... es mas perezosa que Miramar, tendrá que exigir que se levante y se prepare para las tareas diarias y Delicia... Bueno, Delicia es una nena, que le parecerá extraña... A veces cuando es la hora de despertarse, ella ya esta sentada mirando por su ventanal al jardín..., no escuche ni ponga atención a sus historias. Vive en un mundo de fantasías. ¡Ella esta en la habitación blanca! ¡Ah, no quiere que le toquen su cubrecama antiguos de encaje blanco! ¡Y suele usarlo de capa o se cubre entera con él, no se lo toque por favor!

- Bueno Mirta... comience por la biblioteca, luego los pisos... hay que encerar...

- Mami... anoche viajé por el bosque de cedros del Líbano... ¿Vieras cuántos pájaros me acompañaron en mi vuelo...? Mami es hermoso... cálido, seco con una suave brisa que viene del desierto...

- Nena correte, que tengo que ordenar la alacena. No digas esa cosas, que cualquiera que te oye creerá que estas loca. Córrete.

- Mami ¿Las estrellas suspiran?

-¡Cómo van a suspirar las estrellas! ¡Ay!

- Entonces anoche ví un mundo de cometas... era el suspiro de una estrella... y...

- Cállate y ayúdame a subir esta caja al estante...

- Mami...

- ¡Delicia deja de soñar y ayúdame!

 La casa continúa como un engranaje práctico, pero un hecho insólito se gesta en su interior. Una metamorfosis.

- Mirta llame a Delicia, pues no bebió su desayuno... ¡Está tan delgadita y frágil...!

- No se preocupe señora, ayer cuando baldeaba la terraza la vi volaba de flor en flor en el jazminero... se alimentaba de néctar y rocío

 -¿Cómo...? ¡Cómo no me avisó! –dijo alterada Carmela.

-¡Como usted dijo que no opinara y que la chica era...algo rara! Yo creí que no tenía que decir nada.

- ¡Dios mío, corra a ver que está haciendo! Mientras sigo limpiando estas bandejas de plata, veré como saco la mancha de la alfombra. (Piensa ensimismada)

- Señora, Delicia, está mirando por la ventana quieta, muy quieta (suspendida de la cortina y yo creo que esta loca...loquísima)- dice la muchacha mascullando...

- El doctor Benito, esposo devoto y padre amoroso observa consternado a Delicia... pequeña, delicada...cabello largísimo (no permite que le toquen su cabello castaño oscuro); ojos pardos, grandes, como cristal de cuarzo poblado de tristeza, ojeras profundas provocadas por largas noches de embelezo... quimeras... sueños. Manos largas y finas como pétalos de lirio azulados. ¡El padre observa y teme porque esa hija... que es una delicia, se va desdibujando, se diluye lentamente! ¡Delicia ángel, Delicia genio, Delicia alma! ¿Qué hacer, se pregunta en sus silencios compartidos con la mirada inquieta de su hija pequeña?

- Mirta hoy tenemos que lavar los vidrios, las cortinas, las colchas... ¡Menos la de Delicia, por supuesto!

- Yo subo señora, ya lo hago.

 Así pasan los días y surgen nuevas y extrañas situaciones. Delicia vuela, Delicia danza con sus zapatillas de punta y su traje de gasa blanca por las cornisas y los tejados de la casa. Delicia come pétalos de flores, bebe rocío y sueña...

Carmela limpia, ordena, bruñe la platería, cose, borda, cocina mil manjares para su hermosa familia y no mira a su paso la constelación de pájaros, mariposas y luciérnagas que van invadiendo el jardín. Nuevos helechos, fantásticas enredaderas con flores perfumadas... orquídeas preciosas que van apretándose en los árboles y floreciendo...

  -No ve a Delicia que se va tornando en su ser fantástico... casi transparente... un hálito.

  -¿Carmela donde están las chicas? – pregunta el padre con enorme regalo entre sus brazos.

-Miramar estudia en su escritorio la vida de las abejas para clases de biología, esta pintando un hermoso trabajo con tinta china y plumín... ¡Una belleza! y Serena con su amiga imaginaria, tejen una manta al crochet para manualidades, está en la terraza... y Delicia... no sé, hace como una hora que no la veo... estaba parada frente a la puerta de la terraza.

De pronto se abre con una fuerte corriente de aire la puerta que da al jardín.

- Mamá, en la mesita de la sala en el  piano hay una estatua tan hermosa... es una bailarina como de cristal opaco... (dice Marimar)

- No, Mami es de porcelana... (dice Serena)

- Vamos a ver... ¡Qué hermosura querido¡ ¿Cuándo la compraste? Es de alabastro... y miren se parece a Delicia... dicen todos a coro...-

¡Afuera no hay viento... pero... el aire envuelve la cortina y arrastra la bella estatua de alabastro... y cae!

Sobre el mármol del suelo, se estrella y rompe en mil trocitos, desde su interior emerge una bella mariposa blanca con alas de encaje que vuela y se pierde en la noche.

 

miércoles, 16 de agosto de 2023

EL HOMBRE DE MARRÓN

 

 

Creo que corría el año cincuenta y seis o cincuenta y siete, yo era una niña de alrededor siete u ocho años. En casa se respiraban unos aromas extraños, con silencios sospechosos y miradas sutiles. Mis hermanos y yo, parecíamos extraterrestres. Nadie nos decía qué sucedía.

Mis padres escuchaban encerrados una radio y luego se sentaban y rezaban juntos. ¡Algo estaba pasando, pero los pequeños no participábamos de los hechos!

Mi casa era un tanto grande, con varios dormitorios y el comedor separado del estar. Nuestra zona escolar tenía un espacio para cada uno según el estudio que transitara y así, ninguno se tenía que tropezar con el hermano. Así mamá y papá controlaban nuestras tareas y para que no discutiéramos por algún elemento escolar que se perdía. Pero en esos días el clima familiar era muy misterioso.

Se dio licencia a la secretaria de papá y a la ayuda de mamá en los quehaceres domésticos. ¡No era la época en que había vacaciones! Igual, nos arreglamos bastante bien porque todos en casa colaborábamos cunado no había personal de ayuda. Yo, por ser mujer debía ayudar el doble que mis hermanos. ¡Gracias a Dios hoy no es así y los varones tienen que compartir las tareas por igual, ya que la mujer trabaja fuera de la casa de la misma manera que los hombres! A veces tenemos más exigencias que ellos.

Una tarde, papá la llamó a mamá y le pidió que nos arreglara que venía una persona a cenar y probablemente (después nos enteramos) se quedaría unos días a vivir entre nosotros.

Nos hicieron bañar y lavar el cabello. Mis hermanos perezosos trataban de evitar esa rutina diaria y dejaban a veces un par de días sin la necesaria higiene impuesta por mis padres. Me pusieron un vestido que usaba los domingos para ir a misa y luego a la casa de mis abuelos a almorzar. Cosa que me extrañó. Igualmente mis hermanos usaron ropas domingueras. Mamá había cocinado unos pollos al horno con guarnición de verduras y una entrada de tomates rellenos, sopa de zapallo y de postre un flan de dulce de leche. ¿En día de semana? Era bien extraño y mis hermanos estaban felices… de cualquier manera, algo misterioso sucedía.

A la hora de la cena, papá salió del escritorio acompañado. Lo invitó a ingresar al comedor principal. Y allí parado conocí a un hombre pequeño de tamaño vestido con un traje marrón, un poncho de vicuña color canela y zapatos lustrados de cuero negro. Usaba un sombrero de fieltro marrón tipo chambergo, que se sacó y sostuvo en las manos nerviosamente hasta que todos nosotros lo saludamos. Su piel cetrina y una incipiente calvicie, me hizo recordar una foto que había visto hacía unas semanas en el periódico, que religiosamente leía mi papá y que nosotros hacíamos fila para recortar los temas útiles para la escuela.

¡Yo lo había visto antes! Y sí, era un sufrido político enemistado con el gobierno de turno al que luego supe, habían torturado un grupo de “malvados” en un galpón olvidado de la capital de mi país. De grande supe que parte de la tortura había sido tan cruel, que cercenaros sus testículos entre otras salvajadas que le propinaron. Papá que era muy cristiano lo había protegido a pesar de que podían descubrirlo y tomarse una violenta venganza con él, pero papá y mamá, con caridad lo escondieron unos días hasta que pudiera salir a Chile por el paso cordillerano. Por razones obvias no voy a decir su nombre.

Era muy callado, su garganta estaba muy lastimada y vi sus manos arrugadas y con serias cicatrices. Luego mamá nos dijo que se las habían quemado. Habló de algo llamado “picana eléctrica” que dolorosamente después supe que era muy usada por mafiosos y hampones. Y a veces por policías inescrupulosos. ¡Dios los perdone!

Cuando cierro los ojos me parece ver a ese hombrecito de triste mirada, pelo ralo y manos tortuosas, mirando con cierto desafío a las sombras. ¡Cuánto habrá sufrido! Hoy ya mayor, pienso que la presencia en mi casa fue un ejemplo de mi familia por defender la justicia. El amor a los desposeídos y perseguidos injustamente.

Suelo soñar con su figura, allí parado junto a un bello cuadro laqueado que había hecho en su tierna juventud mi madre. Sombrero que seguramente usaba de escusa para no mostrar el temblor del miedo, del horror y la tristeza.

lunes, 17 de julio de 2023

CAPÍTULO DE MI NOVELA: SÍNDROME DE TRAICIÓN

 

Y cuando no estén ¿durante cuánto tiempo aún se oirá su voz en la casa desierta? ¿Cómo serán en el recuerdo las caras que ya no veremos más? “El tamaño de mi esperanza” Jorge Luis Borges

 

            Tenía dieciséis años y su padre le regaló a Tomita, la yegua más linda de la Feria Rural. Se había sacado un premio en la escuela y los padres se la dieron para alentarla. Desde muy chica amó a los caballos. Solía salir con sus hermanos Atilio y Gilberto, muy temprano a galopar, por Cuesta Blanca, A veces llegaban a los campos de Colonia Caroya. Toda la gente de la región, los conocía y saludaba cuando pasaban.

            Al regalarle la yegua, convenció a la abuela Rosalba, para que le cosiera un traje de montar. La abuela le hizo traer de Buenos Aires un conjunto de Brecht y cazadora de pana roja. Las botas de charol negro y el sombrero de topé negro. La camisa que le dio era de la época del 20, cuando ella montaba. ¡De linón blanco llena de valenciana!

            Le regaló, también, la pequeña fusta con empuñadura de plata, que le diera su padre el bisabuelo Antenor, antes de fallecer. ¡Ambas parecían tener la misma edad! Tanta era la alegría que compartían. Salía temprano a pasear a Tamita por la sierra, llevaba el cabello rubio, suelto y al viento, parecía una princesa de cuentos de Disney. Una tarde, que galopaba, ya de regreso, cuando quiso cruzar el Río Ascochinga, la yegua se negó y Delfina, pensó que su amiga, potranca joven,  tenía algo en la pata. Se apeó del animal y se agachó para revisarla.

            Cuando quiso acordar la yegua coceó y le golpeó la espalda. La joven cayó al suelo muy dolorida, igual trató de calmar a Tamita que inquieta bufaba y pateaba sustentándose en las patas traseras. Había encontrado una yarará esperando para atacarlas.

            Entre los árboles aparecieron dos jinetes. Ambos se apresuraron y saltando de los animales corrieron para ayudarla. Mientras uno la tomaba entre los brazos para levantarla. ¡El otro tomó a la yegua y la calmó! La víbora se había escurrido entre las breñas escondiéndose de los humanos, uno de sus mayores enemigos.

            Con lágrimas Delfina, vio los  ojos y la sonrisa de su salvador; y no pudo creer lo que le sucedía. Su corazón empezó a latir con fuerza. ¡Allí mismo quedó profundamente enamorada de ese desconocido!

            - Recordar ahora ese dulce momento la llena de pena y alegría. Mauricio, ¿Cómo estaría sufriendo?

             El joven la alzó en sus fuertes brazos y la montó en Rayo su Overo Negro. ¡Jineteó junto a ella, la acomodó lo mejor que pudo y esperando a que su amigo cabalgara también, y recogiera a Tamita, salieron de allí al galope rumbo a la casa próxima!

            Llegaron pronto a una vivienda de los alrededores que pertenecía a la familia del muchacho pelilargo; y con toda ternura, se apeó, la tomó en brazos nuevamente, entró en la casa y la depositó en un sillón de cuero negro. Mientras Eugenio Torres, su amigo, revisaba la yegua, y le daba agua; Mauricio se dedicó a socorrer a la joven. El pelo de Delfina parecía una mantilla dorada sobre el oscuro sillón. Él se quedó mirándola y le dijo:

            - No sé quién sos, ni se nada tuyo. Pero me casaré contigo.

            - ¡Me llamo Delfina… tengo dieciséis años y me duele mucho la espalda! ¡Tamita me pateó!

            - Vení que te miro. - La ayudó a quitarse la chaqueta y le levantó la camisa. Allí había quedado una fea herida de unos siete centímetros en forma de media luna.- ¡Belarmina, andate a Cuesta Blanca y trae al médico! Es urgente. ¿Cómo se llaman tus padres? Avísales de paso a los padres, cuando regresen, - le dijo urgido a la cocinera de la casona.

            - ¡Se llama Gilberto Cuenca Izaguirre y somos de la casa grande de Cuesta Blanca! ¡Ay, como me duele…!

            - ¡Quedate quieta, muchachita linda! ¿Cómo es tu nombre? ¡Con todo este lío me olvidé de preguntarte, ves qué poco caballero soy!

            - Me llamo Delfina. ¡Tengo miedo!

            - ¡Ya se te pasará, mientras llega el médico te daré un poco de vino de Colonia Caroya, eso te hará bien!

            - Nunca tomó vino, según papá aún no forma parte de mi educación.

            - Yo tomo de vez en cuando. Los cadetes lo tenemos prohibido. Pero haremos una excepción. Y brindaremos por haberte encontrado y porque sos hermosa.

            - ¿A qué instituto vas?

            - Al colegio Militar de La Nación. Curso el último año. Ahora estoy de vacaciones. Si Dios quiere en diciembre seré subteniente.

            - ¡Oh!, parece mentira… nunca pensé que fueras cadete… ¡Tenés el cabello largo! Mi abuelo llegó a general y murió al año, de ulcera perforada. Un problema de honor entre compañeros de servicio. ¿Todavía tienen esos terribles conflictos de cuidar la palabra de honor?

            - Si. ¡Aún somos de palabra y estricta! Lástima, me hubiera gustado conocerlo…y sabés, en vacaciones me doy el lujo de no cortarme el pelo. Es mi pequeña rebeldía juvenil de rockero.

            - Me está doliendo mucho la espalda…

            - Yo te voy a curar ese dolor… Mauricio, se agacha y con todo desenfado le da un beso largo y cálido…-“Abrí los ojos con asombro. Era mi primer  beso. Totalmente sorprendida traté de moverme para salir de ese abrazo y el dolor me paralizaba. Justo a tiempo llegó el Dr. Godoy con Belarmina. El me guiñó un ojo y sonrió”.-

            - ¡Será nuestro secreto…! ¡Delfina, me gustás mucho!- Dijo y yo supe que era mi primer amor. Sueño de adolescente criada entre polleras de mamá y tías solteras, mis hermanas igual de inocente que yo y con hermanos muy celosos. ¡Mi primer beso! -

            Ahora recordar todo eso la llena de alegría y dolor. Sabe que desde ese día, se prendó de Mauricio y que lo quiere apasionadamente, como niña, como hembra, como esposa y compañera para toda la vida. Lentamente se va quedando dormida. El silencio es total. ¡La soledad le aterra!

            Hizo un paseo imaginario por la casa de la abuela Rosalba. La sala con los muebles antiguos, oscuros con olor a viejo. Los cortinados ya gastados pero bien planchados y con perfume a lavanda. Recordó el penetrante aroma cuando hacían dulce de leche o cayote en la paila de cobre. ¿Dónde fue que la compró el tío Serapio? ¿En Francia o en Marruecos? Ese viejo pícaro que nunca se casó, debe haber dejado más deudas de juego y almas femeninas con lágrimas que Enrique Octavo.

            Recordó la fiesta de presentación en el club. Tenía diecisiete años. Mamá me hizo el vestido más lindo que pude tener. Era de color turquesa, con una falda ancha y cuando bailaba el rock, parecía una corola de flor abierta.

            Sus primas estaban todas locas con Billy Caffaro y Neil Sedaka. Elvis Presley era lo máximo y había comenzado un grupo inglés que hacía furor, Los Beatles. ¡Los bailes terminaban a las doce, pero algunas veces, las dejaban media hora más y así podían bailar algunos lentos! Los Panchos, Sinatra y Manzanero…Un llanto suave acompañó el recuerdo.

            La imagen de Martín Saurralde, Ricardo Sottello y Luisito Fernández, le secó las lágrimas. Una sonrisa ocupó el recuerdo. Las chicas. Eran otro tema. Cotita Solari era su compinche, Luli Sarratea su vecina de banco que era pizpireta y vivía hablando de los futuros novios que tendría, Beba Lazcano habilidosa para pintar y bordar, pero imposible en matemáticas y química; pero estaba esa chica Reina López, compañera de aula que la seguía como sombra y ella siempre la ayudaba porque su mamá era muy ocupada y no podía darle los pequeños caprichos que tenía. Muy terca y contestadota, caprichosa y difícil, le hacia la vida imposible a la Madre Superiora, a Sor Inmaculada del Sagrario. Igual estaban juntas y estudiaban y se ayudaban en todo lo que podían.

            “Le regalé el vestido lila de seda con las chatitas blancas para el baile. Le regalé también mi chaqueta de encaje que cosió la abu Rosalba. Hasta vino a dormir a casa para que los otros compañeros no supieran dónde vivía. Su mamá, una mujer laboriosa, era la ayudante de unos vecinos y estaba cama adentro con tarea completa. ¡Reina tenía vergüenza! Renegaba de su destino y no escuchaba razones de las monjitas, que la querían y la habían becado.”

            Volvió Delfina a la realidad. Se acomodó y recitó algunas poesías de Pablo Neruda y Alfonsina Storni. Amaba la poesía. Papá no me dejó ir a declamación, pero igual aprendí de memoria tantos poemas como oraciones de catecismo. Comenzó a rezar el rosario y el Ángelus, para pasar mejor todo este tiempo. No sé si es mejor traer los recuerdos o dormirlos. Las horas se estaban transformando en un castigo helénico.

 

                                                          

 

 

  

jueves, 11 de mayo de 2023

POR EL RÍO THAILANDÉS


 

                     Abordamos la balsa que remontaba el río  Tkwait. Luego de una jornada de visita histórica a lo que fuera el famoso centro de detención y torturas de los soldados americanos en mano de los japoneses. Estaba cansada y me sentí un tanto apartada del grupo de chinos que me acompañaban. Usaba ropa inadecuada. El invierno tailandés con su humedad y temperatura de casi 32 grados. Yo con una pollera kilt de lana inglesa y una blusa de mangas largas, arremangadas, trataba de disfrutar de esa maravilla. El río calmo y suave, nos alejaba del famoso puente hacia la selva, el sol se ponía. Era esa hora de amarillos, anaranjados y rojos. Una suave brisa me atraía las risas de gente alegre, mujeres, niños y hombres, que a la orilla se bañaban casi desnudos en el río. Se recortaban árboles gigantescos. Todo era como en una sordina. Las palas de los remos chasqueaban en el agua. Cuando una balsa con motor pasaba, levantaba olas de agua dorada, por el sol poniente un millar de pájaros volaban, perdiéndose en la espesura.

                     Llegamos a un embarcadero muy primitivo. Me invitaron a bajar. Con ayuda de unos brazos morenos, un joven nativo, descalzo y con un turbante en la cabeza de colores estridentes, me regaló una sonrisa de dientes blancos en su piel morena y me coloco orquídeas pequeñas en el cuello, como collar.

                     Atravesé un patio donde unos chimpancés jugaban sin inmutarse. Era el patio de un templo budista.

                     Mis amigos chinos rápido subieron una escalera estrecha y muy  empinada. Todos eran budistas. Yo comencé a subir lentamente. Me sentía cansada pero tan excitada y feliz, que aun me parece sentir el olor de las orquídeas de mi pecho. Como me detenía cada diez escalones, a los pocos segundos una monja budista joven, con su frágil figura y cabeza rapada, estaba a mi lado. Nos separaba una baranda de metal y un millón de palabras. Nos unía la paz, la   emoción, la expectativa. Me quería dar animo lo hizo. Transpuse  los 150 escalones y ¡Oh! Maravilla....allí frente a mi estaba el buda. Ella extrajo los celebres papelitos de oro y tomando mis manos, los deposito, para que yo, honrara al santo. Lloré de amor. Allí estaba frente a la cueva. Me indicó que ingresa y en el techo.... miles de murciélagos colgaban como cristales de antracita. Ellas, las monjas, mantenían el lugar impecable. Me hizo agachar en una pequeña hendidura de la cueva, que a fuerza de pasar gente durante siglos, parecía pulida como espejo. No me animé y sólo atiné a honrar al Buda. Luego regresé al lugar donde sonrientes me esperaban mis amigos. En mi corazón nunca voy a olvidar ese momento de infinita belleza.

 

martes, 17 de enero de 2023

LAS CALLES DE LA CIUDAD MEDIEVAL

 

 

¡Son como piedras preciosas pulidas! El ir y venir en cientos y cientos de años traen las consecuencias de un maravilloso bruñido. Las murallas de piedra con hendiduras para el lanzamiento de flechas o descarga de arcabuces o armas, son unas heridas profundas en los fuertes paredones que envuelven el fuerte, el castillo y las antiguas viviendas.

Caminaba sosteniendo un bastón para seguridad y me detenía e cada ventanal que se abría a las caracoladas calles interiores. Altas ventanas, con balcones llenos de flores eran un signo. Dubrokny es el sueño de los aficionados a los temas medievales. Las dos calles principales, tienen los tenderetes de hoy, restaurantes y tiendas que venden comidas exquisitas o alhajas de coral y oro… A diestra y siniestra, unas escaleras van haciendo espacio a callejuelas pobladas de balcones donde hoy, por lo difícil que es para los adultos subir o bajar, viven los más jóvenes que trabajan en la ciudad antigua.

Multitud de viajeros  se desplazan hacia la plaza central.

En el camino, me detuve a comer la pizza más rica que en semanas pude degustar. Parada en una mesilla y en buena compañía, comíamos una pizza de setas y jamón que rebosaba queso. Lamentablemente no pude visitar la famosa farmacia que data del siglos… donde me explicaron habían trabajado alquimistas y religiosos, fabricando perfumes, medicinas y un verdadero sistema de sustancia para las épocas de peste, que asolaban la ciudad amurallada.

Embarcamos en un vaporcito, que nos llevó por las orillas del fuerte hasta una suerte de paredones enormes de roca. En determinado punto, descubrimos que habíamos invadido el refugio de bañistas nudistas. Fue divertido el estupor  de algunos de los viajeros y la risa con los consejos del sacerdote que nos acompañaba.

Ya de regreso, no reunimos junto a una enorme fuente de agua que a través de los siglos, sigue proveyendo de agua de un manantial que nunca se ha contaminado.

¡Fue  un paseo estupendo y uy divertido! Croacia es un país magnífico. Imagino los tesoros que no pude ver y los que, almacenará el resto de su territorio.

 

LISBOA UN INESPERADO ENCUENTRO CON LAS BELLEZAS

  

Me costó llegar a Lisboa. Fueron trece horas, sentadas, en un incómodo asiento de un avión entre dos personas, que se ubicaban sobre sus pequeños asientos como podían. El caballero que estaba a mi izquierda era un enorme padre chileno que hacía tiempo no veía a su hija y nieto en Alemania, y debía pasar por el aeropuerto de Ámsterdam, para hacer combinación con su nave. Llegamos sobre el tiempo esperado y al bajar en la aduana, nos llevaron por un ascensor hasta un sitio donde vendían todo, sí, había plantas (Mis favoritas), recuerdos de todo tipo, bebidas, comidas y un sin fin de objetos.

De pronto apareció una señora en un simpático motor con ocho sillas adosadas, para llevarnos de un lugar del aeropuerto a otro. Allí los despachos y salidas son de varios cientos de metros. Nos ayudó a subir y montó feliz a su frente. Puso el artefacto en marcha y comenzó a luchar para sacarnos del lugar. Llevó por delante un cartel metálico, un enorme elemento de acero para desperdicios, chocó con una columna y luego de ser asistida por otra dama, compañera de su tarea, comenzó el viaje evitando llevarse por delante pasajeros que apuraban su paso por el enorme corredor. Cada recorrido que hacía, producía un silbido semejante a una sirena de barco o de tren, la gente o reía o renegaba. ¡Era un personaje de película! Lástima que en el momento no atiné a sacarle un video con mi celular. Fue un simpático viaje de cine cómico.

Luego de hacer el resto de mi travesía, llegué a Lisboa. El traslado fue excelente, nos esperaba un joven brasileño, que nos dejó en un hotel en el centro mismo de la ciudad. Cosa que agradezco. El hotel, como todos los hoteles, ha atravesado dos años de cierre por el COVID 19 y se está desperezando del encierro. Frente al mismo, había un teatro que al preguntar si había posibilidad de tener una entrada para asistir, había que haber sacado el ticket  un mes antes. Desistí. Mi amiga y compañera de viaje no se molestó, porque gusta del teatro pero no mucho, yo lo lamenté. Sobre la calle que caminamos cada día, había muchos restaurantes y negocios que lentamente van abriendo sus puertas. Venden sugestivos objetos hechos con alcornoque, corcho, como decimos nosotros.

El primer día almorzamos en un lugar que nos pareció simpático, con un tenderete para poder usar parte de la calle. Un alegre camarero nos hizo en un cerrado portugués los elogios de su cocina. Y entramos y comimos. Yo, que adoro los pescados y mariscos, soñaba con un buen plato lleno de ellos. ¡Mi compañera de aventura, odia lo que yo amo, se conformó con un pez, que ella detesta y para colmos, lleno de espinas…! Nos prometimos no volver al lugar.

Conocimos los lugares emblemáticos del turismo por la ciudad de Lisboa, hicimos tours por barrios antiguos y zonas marítimas, así, llegamos a una zona donde sólo se comía frutos de mar. Mi amiga, solicitó pollo y papas. La miraron con desdén, pero le prepararon ese menú, yo, preferí comer moluscos que eran tan frescos como el aire del mar que corría por esa rambla.

Buscábamos alguna tienda que no vendiera los típicos objetos que descubrimos no eran de alcornoque, sino de una fibra plástica imitando el material real. Nada. Todo era igual.

Ya regresadas al hotel y pasado el tiempo, salimos a conocer una antigua iglesia del siglo XIII que abrió las puertas por ser el día de Lisboa, el día Patrio. Por todos lados repartían claveles rojos y yo recordé que hubo una revolución, no recuerdo en que año que la llaman: ¡La asonada de los claveles! Así que pusimos un clavel bajo los pies de una antiquísima Virgen de piedra en la que creo fue una catedral.

A los pies de la misma, en una especie de callejuela, se apacientan una gran cantidad de inmigrantes africanos y hacen música y bailan. Hay allí un hermoso homenaje al Holocausto y también cohabitan anticuarios. Ese día las tiendas todas cerradas. Y la plaza mayor, cerca de nuestro hotel con innumerables personas que bebían un licor hasta quedar algo ebrios. Todos lucían un clavel rojo. Los padres y madres con sus niños, los ancianos y viajeros recibíamos el clavel con cariño. Era el símbolo de la Libertad.

El día de los claveles, conseguimos que nos llevaran a la Iglesia de la Virgen de Fátima, donde según la historia, se presentó en 1917 la Madre de Cristo a tres niños pastores. Cuando llegamos, (el viaje fue hermoso), la enorme fila de cuatro en forma, era de tres o cuatro cuadras o más de quinientos metros. La gente silenciosa oraba, transportaba velas y flores blancas. Yo me dije: ¡De acá no salimos ni mañana! Comencé a caminar por un jardín que bordeaba la ermita y de pronto me encontré frente a un templete con la Madre. No lo podía creer. Mi amiga se quedó asombrada. Nadie nos había impedido ingresar y estábamos a los pies de la muy soñada y esperada Imagen. Oramos un rato por nuestras familias, nuestra Patria y el Mundo. Pedimos por la Paz en este duro momento de guerra; y dejamos nuestras súplicas de quienes me habían pedido llevara a la Virgen de Fátima; amigas y amigos de mi ciudad. Allá quedaron en las manos de María. Luego salimos por una callejuela donde vendían recuerdos que compré para regalar. Y a las catorce en punto estábamos regresando a Lisboa. ¡Gracias Madre por permitirme no hacer esa espera enorme en la fila de gente que te quiere ver y rogar salud y bendiciones! Juro que no sé cómo pasó, que estuve a sus pies sin hacer nada contrario a lo que estaba estipulado. Ella me llevó a sus pies.

Al día siguiente, después del desayuno, salimos a la plaza, ya sin tanta gente para hacernos un PCR, que exigían para ingresar a España y lo hacían gratis y en dos horas nos entregaron, firmado y legalizado por el gobierno portugués. En la plaza se había desplegado una feria de artesanos. Allí compramos algunas chucherías para nietos y nietas.

Ya llegaba nuestro último almuerzo. Habíamos probado las exquisiteces que produce en dulces y masas en Lisboa y todo Portugal según nos comentaron. Realmente, yo que nos soy muy adicta a las masas dulces, me enamoré de algunas. Ya armada nuestra valijas y listos nuestros papeles para nuestro viaje a Santiago de Compostela, salimos a comer. ¡Y, OH, sorpresa, nos volvimos a encontrar en el mismo restaurante que habíamos prometido no volver!  Yo rogué no me hicieran el pescado con ajo y mi amiga renegó, pidiendo pollo con papas, porque no estaba en el menú. ¡Por Dios, cómo les gusta el ajo! Todo olía a lo mismo, gustaba a lo mismo y molestaba al paladar igual: AJO.

¡Le dijimos adiós a Lisboa, con buenos recuerdos y algunas molestias, mínimas hasta ese momento! Lamentablemente no pudimos ir a Oporto.

 

martes, 10 de enero de 2023

¡Y TUVE QUE IR POR EL RÍO A URUGUAY!

  

Le tengo amor y terror al agua abierta, al mar y navegar. Pero a Uruguay podía viajar por tierra y cruzar el puente entre Argentina y Uruguay por Entre Ríos o ir en “Buque Bus” y cerré los ojos y allá fui. Es hermoso ese pedacito de tierra que supo ser parte de mi patria y que por razones históricas y políticas perdimos.

Es una cuna de artistas y refugio de nuestros expatriados. Hablamos el mismo idioma, somos parecidos, pero no somos iguales. ¡Qué pena! Son maravillosos.

Rodeado de mar, en una de sus playas un ingenioso artista hace surgir una mano, cuyos dedos son una súplica a Dios para defender esa tierra… y vaya que lo hace. Es un país con paz.

Junto a un grupo de amigos y colegas caímos como jauría hambrienta en un restaurante y los volvimos locos con tantos pedidos diversos; siempre sonrientes nos atendieron con diligencia. ¡Comí el “chivito o chivato” más rico de mi vida! Es un sándwich típico de la Costa Oriental.

Recorrimos la casa del artista Páez Vilaró en Casa Pueblo, donde se disfruta su amor por los colores Afro- Americanos. Maldonado se destaca por el blanco brillante de su original casa, pletórica de cerámicas pintadas a mano, de murales y figuras antropomorfas. Él, vivió allí y lamentablemente falleció en el dos mil catorce con noventa años. ¡Qué gran pérdida para los que amamos el arte!

¡Recorrimos la ciudad de Montevideo, donde se escondieron tantos políticos argentinos cuando salían para defenderse de las “mazorcas de Rosas”, luego de Yrigoyen, Perón y otros tantos! Refugio de honor y amor.

Sacamos fotos en la famosa “Carreta” un monumento al trabajo, me imagino. Pasamos por una vieja construcción para tauromaquia, creo que aun se hacen corridas de toros, no lo sé.

Nos desplazamos a Colonia y fue como ingresar al mundo mágico del siglo XIX. De una callecita empedrada salieron en grupos con tambores y tamboriles, silbatos y maracas; con ropas de época una “comparsa” de afro-americanos, como en la época colonial cantando canciones y bailando. Me sentí transportada a los tiempos cuando había ese horror llamado “esclavitud”. ¡Pero se los veía tan felices! Era como si llamaran a participar a sus antepasados, pero ya en Libertad. ¡Realmente se ha quedado en mi retina como un espacio hechizado! me enamoré de los colores de Uruguay y de su gente. Es tan cerca de mi patria que creo volveré.

 

¡OH, QUÉ PAÍS MARAVILLOSO, TAILANDIA!

 

No fue un viaje esperado. Ni programado. Fue parte del rito de “Hijo Primogénito” de mis alumnos taiwaneses. El hijo Mayor de la familia vivía en Tailandia y me quería conocer. Nos esperaban en su casa en el veintiunavo piso en un edificio en el barrio donde habitaba la hermana del “Emperador”. ¡Un lujo y servicio de inteligencia estricto! Me sentía “Gardel” (como decimos en mi país cuando es alguien importante).

Todo me llamaba la atención. Habitación privada con baño americano y privado, servicio doméstico que estaba a mi disposición, y mucho, mucho afecto.

El primer día me ofrecieron conocer el Mercado del Río en Bangkok, salir del predio fue una odisea, tenía que mostrar mi pasaporte y me fotografiaron por ser extranjera en el lugar donde vivía la hermana del emperador. Tardamos una hora cuarenta para llegar hasta el pequeño muelle. El tránsito es multitudinario y los semáforos esperan entre treinta y cuarenta minutos, para cambiar y dar paso. El río es enorme, súper congestionado y mágico. Las lanchas multicolores y mujeres con el atuendo tradicional remando por todo el cauce vendiendo frutas, pescado, sombreros y mil artículos, porque hay que reconocer que es un país muy visitado por extranjeros.

Dos cosas me sucedieron en el “mercadillo” que voy a relatar: la primera fue en un lugar donde una graciosa niña me ofrecía en un español muy reducido pero entendible, unos preciosos “abanicos” típicos de souvenir; le pedí cinco, pensando en mis amigas y me pareció normal el precios… ¡OH, sorpresa, se enojó! ¡Yo no entendía por qué; pago en silencio y ella con un mohín muy displicente me pone siete!  Le había molestado que no le pidiera lo que vulgarmente en mi país se dice “regateo” o pelear el precio. Yo no estoy acostumbrada a “regatear” porque considero que si es más de lo que creo que vale algo, no lo compro y si es justo, lo pago. Y luego entro en otro “vaporetto” o lancha-negocio, veo que venden hermosos objetos en marfil, un grupo de jóvenes occidentales con camisetas que representaban a los defensores de los elefantes, me cierran el paso. ¡Con mucha violencia! ¡Más por curiosidad que por querer comprar, quise ingresar; me sentí muy incómoda! Amo a los Elefantes, los admiro y pienso que son seres bellos, llenos de inteligencia y memoria infinita. ¡Pero creo que nunca las tareas de defensa, deben hacerse con violencia!

Luego, pasados los días, recorrimos el Palacio del Emperador, que data de cientos de años. ¡Una maravilla! Todo cubierto de espejitos dorados y de colores, con los techos que tienen en los ángulos de las esquinas unos típicos seres mitológicos en punta. (Dicen que para espantar los malos espíritus y fantasmas). Vi el Buda de Esmeralda, que es de Jade, y que el emperador cada festival, baña y viste con ropas exquisitas. El agua, la juntan y bautizan a la gente con una flor de Loto, obvio que me empaparon y salí pensando: ¿Si soy Católica, ese bautismo me serviría de algo? ¡Pero donde Fueres haz lo que vieres, dice el viejo dicho; y yo estaba en compañía de la familia budista de mis alumnos!

Pasados los días me preguntan qué quiero conocer y les digo: un museo. Se miraron. Ellos creen que los extranjeros sólo queremos ir de compras. Tailandia es el país que tiene la mayoría de joyerías de Asia y venden piedras preciosas de Burma, Viet Nam y alrededores, hay zafiros, rubíes y diamantes. Orfebres de primera. Pero hay que tener mucho dinero para comprar alhajas. Y yo, diferente, pido ir a un museo.

El dueño de casa hace unas llamadas telefónicas y habla con la esposa. Me suben al coche y partimos hacia un lugar cerca del Palacio, que está rodeado de agua con cocodrilos y muchos soldados que cuidan las entradas y ventanales.

Llegamos a un Shopping y no entendía nada. ¿Qué podría ver en un lugar así? ¡Sorpresa, en el último piso había una exposición de China! Conocí, gracias a ellos, los Famosos soldados de terracota de la dinastía Xi’an, que encontraron en el mausoleo del Emperador Qin Shi Huang en Shaanxi; del año 210-209 A.C. en China; la mortaja de placas de jade de la emperatriz y los objetos personales que tapan los orificios de la persona muerta: una esfera redonda en la boca, dos medallones sobre los ojos, dos cilindros en los orificios nasales y uno vaginal y otro rectal. Un regalo de la Vida y de Dios, para mí, una persona que ama la historia y el arte. También se presentaban artistas plásticos y tejedores de seda en telares manuales. ¡Un lujo total para mí!

Salimos de allí y fuimos a almorzar a un restaurante Italiano; al ingresar Pavarotti cantaba “Nessuno Dorma” y nos sirvieron la pasta más exquisita que pude encontrar en Tailandia. El vino italiano tinto, como lo hacía mi abuelo, y queso “Provolone”, Dios qué bueno.

Antes de regresar a Taiwán, en la calle comí huevos duros que llevaban en unas pértigas unas mujeres del pueblo. Es muy común verlas en todos los rincones con sus palmas de ahuyentar las abejas y moscas. ¡Son hermosas!

Regresaría a ese país.

lunes, 9 de enero de 2023

UN PARAÍSO LLAMADO COLOMBIA

 

Como entusiasta por la poesía y la narrativa fui a encontrarme por primera vez con varias escritoras y escritores en Colombia. El primer viaje que hice al país de “Macondo”, tanto leer a García Márquez, una persona soñadora como yo, logró entrar en el país más cercano a lo fantástico: Colombia.

Llegué a Bogotá y desde el clima húmedo pero cálido, sin grandes altibajos hasta las avenidas que me trasladaron al lujoso hotel, me llenaron de placer.

Apenas me acomodé busqué un taxi y le pedí me llevara a hacer una recorrida hasta que pudiera presentarme al “Congreso de escritores”. Me trasladó hasta un cerro en donde se venera a la Virgen de “Monserrat”, un templo con escalinatas de piedra que me acercó hasta el famoso Cristo Negro, con una historia que me dejó pasmada por interesante y desconocida. Luego me llevó a un parque Botánico y fue delicioso ver ciento de ejemplares de orquídeas, plantas exóticas y bellas. (Siempre soñé tener orquídeas en mi jardín pero con el clima de mi zona es imposible). De regreso al hotel, encontré a un nutrido y alegre grupo de poetas y narradores de varios países de América. Hoy las considero mis amigas y amigos, con los que permanezco en contacto.

Pronto comenzó el congreso o encuentro. ¡Un lujo! Escuchar las diferentes voces poética, las anécdotas y la cultura de cada uno y de todas. Fue mi ingreso a un paraíso lleno de joyas humanas. Una de las escritoras mexicana, cada día  del tiempo que duró en encuentro, vistió preciosos trajes de diferentes regiones o culturas de México. A veces descalza con polleras bordadas a mano en piedras con paisajes o flores, aves o imágenes Mayas o Aztecas… una belleza rara.

El grupo era tan diverso que aprendí muchísimo sobre la cultura de Perú, Guatemala, Honduras, Ecuador y hasta de las diversas regiones de la misma Colombia.

Recorrimos las enormes y modernas bibliotecas de Bogotá y sus alrededores. La casa de García Márquez, donde habitaba su hermana ya que él, tuvo que irse a vivir a México por amenazas de las “Guerrillas” que asolaban al país.

La riquísima comida colombiana, las frutas y verduras, llenaban las expectativas de conocer las costumbres del pueblo. Tomé el famoso “Tinto” que no es como en mi país un vino, sino el mejor café que he bebido después del que probé en Italia. Sentarnos en un albergue a orillas de un camino de cornisa a beber un Tinto, es toda una experiencia poética. Las famosas “pailas criollas”, un plato que tiene chorizos, maíz, aguacate, huevo frito… y verduras de estación…¡Una delicia!

Cuando nos reuníamos a escuchar a los poetas, sentíamos vibrar el corazón de la tierra de nuestros pueblos y conocí el alma de la tierra criolla. Como en Colombia hace muchos años que hay problemas de “guerrillas” nos cuidaban mucho, nos acompañaban policías que terminaron siendo amigos del grupo de escritores y al final, terminaron recitando poesías o contando historias populares de sus pueblitos. En los autobuses que nos trasladaba a diferentes universidades o bibliotecas, para los recitales o conferencias, se cantaba. Un bochorno para nosotros las argentinas, que en general, no conocíamos la letras de los “tangos” y que todos ellos, sabían como el Ave María. Colombia ama a Carlos Gardel, y por haber muerto él en Medellín, lo tienen como a un héroe nacional.

En general, los argentinos comunes, no hemos aprendido la letra de los tangos. Tal vez, porque en mi generación, era mal visto que una muchacha cantara y bailara tango, hoy es “Patrimonio Universal”, pero recién ahora se lo acepta entre nosotros como debe ser. La música típica de la metrópolis de mi país. Argentina es tan extensa en territorio, que tiene muchos tipos de música regional: zamba, cueca, chacarera y chamamé, entre otros.

Ellas y ellos, los poetas de América sabían las letras de los tangos y cantaban mejor que Tita Merelo o Libertad Lamarque, artistas de la década del cuarenta y famosas.

  Entre tangos, marineras, baladas, boleros y folclore colombiano, llegábamos energizadas a escuchar conferencias, ponencias lingüísticas y poesías a los claustros universitarios.

Cuando llegó el final, tuvimos un broche de oro: “En la casa de José Asunción Silva, poeta único y cultísimo, un día a pura poesía”. ¡Qué placer!

La despedida final, llena de abrazos y lágrimas. Intercambio de libros y poemas, recuerdos de fotos y discos para oír música de los países amigos. Y un Adiós, que nos comprometía a volver a vernos en el próximo encuentro en Panamá.

Me quedó tanta urgencia de conocer mejor Colombia, que tomé un paseo por la costa y viajé a Cartagena de Indias y Medellín. ¡Una experiencia maravillosa que guardo en lo más profundo de mi corazón! Declaro que Amo a ese país alegre, ruidoso, cálido y generoso que espera con bellezas y su música a todos para abrazarlos.

Te recomiendo no salir de Colombia sin comer una arepa de huevo con un trago de aguardiente o ron. ¡Es el espíritu de su pueblo!

 

EN EL NILO, EGIPTO


La llegada a Egipto fue tormentosa. El avión tenía una falla en el tren de aterrizaje y dio decenas de vueltas sobre el desierto para gastar el combustible. La gente en general, no entendía qué pasaba y desgraciadamente por razones obvias yo me daba cuenta (mi marido pertenece a la aviación) y era interesante ver el desierto. Supe luego que Sahara en árabe quiere decir desierto, que gracioso, decimos desierto de Sahara y es repetir lo mismo.

Bueno, luego de aterrizar nos dicen que a las tres de la mañana nos pasaban a buscar al hotel para subir al paquebote que nos llevaría río arriba por el Nilo. Yo, me quedé pasmada, ya que odio levantarme temprano. Pregunté por qué a esa hora y el guía me miro con un gesto sarcástico… ¡Por el calor! Y, sí, cuando estábamos en el vaporcito, a eso de las diez, hacían 43 grados… allí comprendí lo que era el calor.

Los hombres usan ropa blanca de algodón y turbante del mismo color, sandalias y las pobres mujeres, todas de negro con guantes y cubiertas hasta los tobillos y las muñecas, sólo se les ve los ojos y las manos.

La cabina era buena, pequeña, pero bien organizada. Con una cama amplia pero separada por las sábanas (famosas por su calidad) para que cada persona no tocara el cuerpo del compañero o compañera de viaje. Un hermoso balcón desde donde me podía sentar a observar a las mujeres lavando en el río Nilo en las orillas, rodeadas de chiquillos ruidosos y alegres que chapaleaban en el agua que corría hacia el mar Mediterráneo. A la hora de almorzar, ya había subido el termómetro a los 50 grados. Sólo el aire que movía el río hacía sentir un cierto alivio.

Una cosa que me maravilló ver al amanecer la salida del sol. Era un disco rojo que por la arena que es sempiterna en esa tierra, se veía velada como cubierta por una suave mantilla opalescente.  A esa hora era un látigo de fuego. El famoso Amón Ra de los antiguos era un castigo para nuestros cuerpos acostumbrados al clima del sur de América.

Mi amiga, quien había aceptado hacer el viaje junto a mí, compañera de colegio y de la vida, salía de un divorcio doloroso, dejando a sus dos hijas esperanzadas en un futuro mejor para su madre. Yo, siempre había soñado ir a Egipto, para lo que había leído cuanto libro y texto hablara de la antigua civilización de los faraones. Debo reconocer que me llevé una gran decepción. ¡Nada era como lo pintaban los libros!

Mi familia, esperaba que pudiera encontrar esa magia de las cosas del pasado. No fue así. El barco atravesó el Nilo desde cerca del Cairo, hasta la frontera con Sudán. En la ruta fuimos conociendo los monumentos que están diseminados a las orillas. Todos mal cuidados, sucios, llenos de gente que se agolpaba en ellos sin permitir ver los extraordinarios trabajos de piedras con jeroglíficos que se desgranan con la arena de los vientos y que nuestro guía, un hombre que hablaba trece idiomas y nos cobraba muchos euros por día, no nos explicaba por ser devoto musulmán. Según nos decía, era pecado para él, entrar a los viejos templos con dioses paganos. Conclusión que salimos del viaje con muy pocas experiencias arqueológicas admiradas. ¡Un raro espécimen que corría para poder orar según escuchaba el sonido en los altavoces de mezquitas que pueblan todo el territorio!

En el vapor, nos habían ubicado en una pequeñísima mesa detrás de dos columnas y éramos las últimas en ser servidas. ¡Nos llamó la atención! ¿Qué pasaba? Éramos dos mujeres solas y dudaban de nuestra sexualidad. Joder, tuvimos que quejarnos. Al llegar al Cairo, en un hotel maravilloso, con piscinas y músicos haciendo arte internacional, nos teníamos que ubicar separadas de los árabes.

Ni soñar usar bañador y entrar en el agua, a pesar del calor. Por ser mujeres nos estaba prohibido. Entre los recuerdos que queríamos comprarnos, eran réplicas algunos cartuchos o imágenes de joyas de la época antigua, de plata u oro con turquesas o lapislázuli o coral; nos llevaron a una joyería. En ese lugar vi una de las únicas mujeres, que le habían permitido trabajar su familia. Usaba una “chilaba y velo color rosado”; no lo podíamos creer. Hablaba un buen italiano, por lo que pudimos saber que había estudiado y sabía leer y escribir. Ella nos comentó, que el ochenta por ciento de las mujeres son analfabetas y sólo aprenden el Corán de memoria. Y los hombres aprenden si son de cierta clase social. La policía en su mayoría es analfabeta. El tránsito en el Cairo era un caos, no hay semáforos y a veces convergen por el mismo carril de frente en dirección opuesta, tal que se atascan los vehículos.

Cuando regresamos a la capital, siempre veíamos enormes fotos de su presidente, Mubarak, quien al poco tiempo fue depuesto por una revuelta de religiosos. Y llegó el sueño mío de toda la vida entrar al Museo Nacional. El guía corriendo nos acercó a la sala donde está el famoso “Faraón Tu Tan Kamon”. Una experiencia increíble. Su máscara es una maravilla. El sarcófago de oro es algo inexplicable. ¿Cómo pudieron, hace más de cinco mil años, trabajar esa obra de orfebrería tan preciosa? Vimos algunas joyas y trajes, un carruaje y de pronto…nuestro guía llegó corriendo y nos sacó del lugar. Nos llevó a ver la estatua del único faraón que era monoteísta, cuya figura es muy diferente a otras y nos alejó del museo. Mi enojo aun persiste. Siempre me gusta estar horas en los museos que visito y allí no nos dejaron, por ser de otra religión y ser mujeres.

Entonces, le sugerimos, que queríamos ir a la Biblioteca de Alejandría que es un monumento hecho por las Naciones Unidas y es Patrimonio de la Humanidad. Queda a trecientos y tantos kilómetros de El Cairo, y allí tuvimos otra experiencia hermosa. Contratado el automóvil, el chofer nos puso en la zona trasera cubiertas las ventanillas con cortinas negras. No veíamos nada a los costados. Una música que aturdía y no nos hablaban, ni el chofer ni el guía al que le habíamos pagado una pequeña fortuna. Mi amiga con el calor, comenzó a descomponerse y le debimos obligar, luego de una discusión que fue de antología, que sacara las cortinas y pusiera el aire acondicionado. Lo hizo luego de amenazarnos con el infierno, siguió la ruta con la música enloquecida y la velocidad de una carrera de fórmula uno. Creíamos que moriríamos en el intento. Pero a Dios gracias llegamos ilesas a la Biblioteca que es una maravilla. ¡OH, sorpresa, allí vimos algunas muchachas que estaban estudiando!

El día que salimos de Egipto rumbo a Roma, sentí que mi corazón estaba roto. Ni vagar por las pirámides, ni ver los magníficos estantes de la biblioteca, ni el agua limpia del Nilo en su zona cerca de Sudán, me devolvían el sueño de conocer el Egipto soñado.

Después de esa experiencia, ya en mi ciudad, escuchando los noticiosos de Televisión supe que habían derribado el gobierno y se instalaba una corriente islámica de mayor ideología y que el pueblo estaba muy feliz. Hablaban algunos opinólogos que había mucha corrupción. ¡Pero en qué lugar del mundo no la hay! Desgraciadamente, ese magnífico pueblo vive de antiguos esplendores, que no cuidan y la ignorancia los hace sumir en una pobreza enorme. ¡Cómo lo siento! Pensar que fueron tan importantes en la historia del hombre y cuna de grandes matemáticos y de ignotos arquitectos e ingenieros.

Ver en las rutas familias andando en asnos, con parvas de heno y la mujer envuelta en sus ropas negras con cincuenta grados de calor y los niños detrás, desnutridos y descalzos… mejor miro los programas de History Chanel y conozco lo que no pude ver en la tierra de los faraones.