lunes, 23 de agosto de 2021

UN OTRO, EL HÉROE

  

            Vivo en un edificio enorme. Tiene cuarenta pisos y los elevadores, que son viejísimos, son un espacio descabellado. Cada mañana debo saltar de la cama media hora antes de lo normal, para poder llegar a usarlos. Siempre atestados. Siempre al abrirse la puerta está lleno y la gente con cara enojada, porque tienen que ir a trabajar. A veces me miran con desprecio. La mayoría toman el tren o viajan en subterráneo hasta llegar a sus lugares de trabajo. La mayoría son personas que en cuanto pueden emigran  a zonas más recomendables. Belgrano “R” o Flores. En fin yo no me puedo dar ese lujo. Sigo acá con mi gabardina desteñida y mis zapatillas de segunda marca. En el diario donde trabajo, ni me miran. Soy casi tan invisible como el chico que trae el café o el que reparte los telefax. Igual yo sigo aprendiendo. Soy periodista. Joven, sin trayectoria y como mujer, cristiana y sin ideologías extremas… no existo. Pero eso es otro tema.

            En mi edificio vive gente tan dispar como en cualquier edificio de una capital importante sudamericana. Antes no, antes era un edificio en el que vivían militares. Todos del aire. Los que volaban en aviones de ultrasonido. Pero ocurrió que mi país entró en “guerra” con… nada menos ni nada más que con El Imperio Inglés. He leído todo. Desde lo escrito en diarios, libros de historia, de sociología y política. Tengo grabado hasta los nombres de algunos, que para los de mi país, fueron “idiotas útiles” hasta de los que en la “Gran Isla” consideran héroes de guerra. He leído diarios donde se mofan, otros donde los enaltecen y otros con diatribas incontables.

            Bueno, cada mañana cuando espero el elevador, en el fondo hay un muchacho moreno, usa un bigote armado, delgadísimo y serio. Le digo “Buenos días” y sonríe y hace un gesto amable, pero no habla. Siempre está solo. A veces, lo he visto salir apresurado cuando una mujer joven espera ingresar al pequeño habitáculo con dos niños pequeños. Una nena y un varoncito. La nena, sonríe igual que él. El varón es muy triste y nunca sonríe. La mujer… ni habla, ni se ríe, sólo trabaja. Se nota que lleva los chicos a un colegio cercano, público, porque no usan un uniforme establecido. Ella sale casi como yo, corriendo sube a un viejo coche destartalado y parte por calle Córdoba hacia el sur. Nunca pude entablar una charla con ella. Se viste siempre de azul oscuro o negro. ¡Bueno las mujeres de nuestro país somos de vestirnos con colores oscuros y lamentables! Así, han pasado varios meses y años. Como siete años, diría yo. Hoy, la nena, me dijo que se llama María Loreto, (¡pobre qué nombre que le han puesto!) me dio charla. Este año cumple quince años y quiere ir a Disney, pero la madre no le puede pagar el viaje. Su pensión de viuda, no le permite. Así supe que la mujer es viuda. La “Lore” (como me dijo que le diga), me contó que igual ella no deja de soñar, espera un milagro. Y yo le dije que no dejara de soñar. Así comenzó una charla amable y les conté que trabajo en el diario y que vivo sola, que soy del interior, etc., etc. La madre siempre callada y el chico solitario mira hacia la nada.

            Comienzo ahora, por contarles que hoy, justo hoy cuando en la redacción trabajaba en un reportaje a unos ex soldados de Malvinas, cayó en mis manos una foto. La foto tiene cincuenta y cinco retratos de aviadores que lucharon allá; de todos los hombres que murieron en la Isla del Sur y casi me desmayo. En la primera fila, superior derecha, veo el rostro del hombre que viaja con nosotros en el elevador cada día.

            Cuando al regresar hoy, Lore me mostró la foto de su papá, otro sofocón, el que me mostraba es el mismísimo de la foto que ví esta mañana. Espero subir como todos los días al ascensor, para saber si aun viaja con nosotros y ¿A dónde se dirige? ¿Me animaré a preguntarle? ¡Qué oprobio no saberlo antes! Capaz que le pida el milagro para que Lore viaje… ¿podrá hacer algo?

TOMERO


Cuida tu acequia tomero,

verde descuento de tiempo

venas de agua transparente

que fina cabellera  enreda

color  de raíces blancas

 

rosas de rojo fuego

se deslizan entre el musgo

delfines de nubes prietas

 

los sauces, espejan verdes

esterillados de ensueños

hamacando entre las ramas

escamas de su silencio.

 

Tomero ¿dónde ha quedado el clamor de la alameda?

 

Ayer cubriendo la espalda

del cerro se fue durmiendo

junto a la sobria hojarasca

crujiente de la alameda

la figura esperanzada

de hombre de barro y piedra

oro ha sembrado a su paso

mezclando sudor y cepas.

 

Tomero ¿dónde ha quedado el clamor de la alameda?

 

Yo he visto el cielo plomizo

demorado en la tormenta

He visto cerca al infierno.

cayendo con bronco hielo.

Entre las setas y hongos

que afloran en el suelo

el agua pura del cielo

regala viñas de ensueño..

 

Tomero ¿dónde ha quedado el clamor de la alameda?

 

Llegará otoño a la tierra

los frutos de los viñedos

Arrogantes en sus taninos

darán color al racimo

que de los parrales cuelgan.

Vino nuevo en los barriles

añejándose en silencio.

 

¿Tomero digo tu nombre? Tu nombre es tan sólo…¡Espera!

 

UN CUADRO CON RETRATO DE MUJER Y CABALLERO

 

Cuando menos lo esperó, el hombre sintió la participación de Sinali, que no quiso quedarse afuera de la fiesta. Ella ejecutaba el rabel sentada en una alfombra de Izmir. Su silueta se dibujaba detrás de la luz que proyectaba la luna en la ventana abierta. La cabellera suelta y larguísima caía sobre la túnica de seda. Era un rayo de azabache entre las horas muertas de la noche. Sus senos rosados e inocentes, sugerían la turbación de su juventud, dorándolos con la suave luz celeste de la esquiva Venus. El sonido grave adormecía la mente, mientras los ojos iban desperdigando miradas sensuales, curiosas, conmovedoras. Sinali estaba allí vacilante y perturbadora como una vestal esclarecida.

La fiesta había cumplido con todos los augurios esperados y soñados. Sólo faltaba eso, la magia del rabel con su sonido ensoñador y triste.

Ese día, las mujeres más bellas, brillantes y sensuales, se habían trajeado y embellecido para despertar ardores inquietantes entre los varones esquivos.

El menú, preparado por las manos mágicas de un chef inigualable, había saciado el estómago más exquisito del condado. Bebieron el mejor vino de la cava más admirada y prestigiosa de la región. No había faltado nada. La noche se alejaba y el amanecer quiso entrometerse en el momento más huidizo de la plenitud selenita.

El hombre quiso cerrar la ventana pero un viento helado se interpuso. El marco dorado se movía imperceptiblemente sobre la pared del salón. La silueta de Sinali, la diosa del rabel, se había desprendido y yacía lujuriosa en la alfombra.

Sólo faltaba el fantasma del caballero armado para completar la escena.  Pronto se desprendió de la vieja tela, orgulloso y febril, tomó a Sinali por la cintura, arrebatándole el rabel, se metió en el cuadro sin darse cuenta que la muchacha había envejecido ciento de años en un instante.

El temido espacio sibilino entre la vida y la muerte no respetaba la fantasía de una noche refinada y astral para los escorzos impresos en el antiguo óleo del gran salón de fiestas. La fealdad había incluido al caballero armado que ahora era un simple esqueleto con guadaña en lugar de la filosa espada reluciente.

            El hombre se durmió esperando el sol para aclarar los mensajes nocturnos que borrosos en la penumbra no podía comprender.

UN CASTIGO EJEMPLAR

 

                       Nadie que no viviera ese delirio podía comprenderlo. Nació marcado. Una sombra maldijo su hora y su planeta que se crispaba en el horóscopo. Marte en pleno movimiento del cuadrante y un curioso encuentro de planetas incrustaban su signo. Lo abandonaron apenas dio el primer grito. Lo encontró un alcohólico que no entendió qué era eso que se movía en la bolsa brutal de la basura. Lo amamantó una perra.¿O era una mujer? ¡Quien sabe! Pronto fue abandonado en un puente cualquiera.

            La furia acompañó su infancia insatisfecha. Su odio se instaló como un parásito en el pecho. Creció. Fue conformando una extraña personalidad biliosa. Ácido. Amargo y ruin, decían los que lo cuidaban. Es un demonio. Es malo.

            Al cumplir quince años escapó de la “casa”, albergue indescriptible. No conocía a nadie. Aprendió a robar, ya sabía mentir. Lo agredieron otros, que como él, pertenecían al mundo esquizofrénico de los olvidados de Dios o de los hombres.

            Un día vio una mujer sentada en una plaza. La observó inquieto. Apenas, el hambre, le permitía detener sus sentidos en algo o en alguien. También el pegamento hacía de las suyas en su mente perdida. Vio la cartera al lado de las piernas quietas. Jugaba con las palomas de la plaza, ella, con migajas de pan. Tenía un raro sombrero con flores marchitas y guantes de gamuza verde. Le robo, pensó él. Candidata perfecta.

            La mujer lo miró cuando se acercaba. Unos enormes ojos tristes le desplazaron el ánimo. ¡Vieja de mierda! No me mire y déme todo lo que tiene. Le arrancó la cartera. Nada tenía ella. La cartera, sólo tenía papeles de colores, un peine de plástico sin dientes y un espejo roto. Ella sonreía con sus pequeños labios pintados de carmín. Le alcanzó migajas y lo invitó a sentarse. Loca. Re loca. Si me siento pierdo. Se sentó a su lado y la mano enguantada, trémula acarició el rostro del muchacho. Un látigo fue el rostro al evitar la caricia que nunca había recibido. El largo cabello sucio chicoteó en la madera desnuda del asiento de la plaza. Una sonrisa dulce envolvió el rostro de la “dama”. ¿Sabes cómo me llamo? No importa. Te regalo mi sombra, que es todo lo que tengo. Nunca me abandona, me sigue a todas partes. Y… los recuerdos. Yo tuve un hijo como tú, se murió hace mucho. Tuve una casa, coche, marido y … tantas cosas. ¡Ahora soy tan libre!

            Se detuvo en el rostro del chico de la calle. Lo volvió a acariciar y alzando su avejentado cuerpo le tomó la mano. Ven camina junto a mí, verás que el mundo es bello y ante el estupor del muchacho se perdió en la niebla. Sobre el banco de la plaza, había un precioso paquete con una cinta roja. Al abrirlo encontró un papel con una frase que decía… “Te espero, mi nombre es sólo… Muerte”.  

 

miércoles, 18 de agosto de 2021

LA MUCHACHA DE OTOÑO

 

¿Quién te trajo a mí? Me pregunté hoy caminando por la calle  trajinada de gente Cuando asomaste por la inmensa ventana de mi vida como la máscara  angelical de un torbellino; llamaste a mi corazón y un aleteo febril de estrellas ingresó a mi mundo de doméstica tranquilidad.

 Conocí cada una de tus inquietudes de muchacha llena de voracidad por tragarse el mundo, la vida y conocer el país de las palabras. Caminaste como un ciervo en sus praderas. Comiste hasta la última gota de néctar de las flores, los frutos fueron los que llenaron el brocal de tus palabras. Cada vez  que nos sentamos a practicar quedó una sombra de estrellas entre las frases que bailaban su danza esperanzada.

Algo sucedió y se cayó una gota de sol. Un reflejo de luna. Una mirada se prendió de la

telaraña del otoño... y se quedaron colgadas las palabras entre las ramas como fantasmas guerreros.

Ahora envejece el silencio de tanto escuchar las palabras... eco de suspiros por tu huída reciente.

Tu duende juega con mi insomnio cada noche cuando te repienso amiga. Un rosal con tu nombre sonríe en octubre. Y el otoño será un recuerdo imborrable en mi vida.

Te amé y me amaste. Ya no estás y tu huída dejó mi corazón maltrecho. Eras un hálito de verano en mi vejez. Adiós. Te duermo en mi memoria.

                                                                              

OTOÑO EN MI CABAÑA DE MENDOZA


 

LOTO AZUL

 


Soñé con una flor de loto azul

La luna recostada en las aguas tranquilas de la laguna

se encaramaba en los pétalos ligeros.

Sombras del alma.

Suspiros.

Soñé con las palmas descubiertas hacia el cielo.

Agua clara y susurrante caía entre los dedos

como lágrimas de un ángel peregrino.

Pies descalzos deslizándose

en las piedras.

Brincan en los lotos azules los enigmas de la vida

Sospecho que esperan agitados

cual pájaros que emigran.

Es dorada la luna en las aguas de la mar

Embravecida

Batiente

Áspera

Sombría

Un musitar la idolatría a la montaña nevada

Petrificada en su esencia de piedra

Adormecida.

He soñado con una flor de loto azul

Y desde su corola vuela

una mariposa de oro.