jueves, 10 de junio de 2021

VACACIONES EN LA MONTAÑA.

 

                        Ni siquiera se sentó a la mesa. Tenía la cara arrebatada de ira. Otra vez ha vuelto a dejarnos solas. ¡Es tan poco sociable! Al final mejor si no hubiera venido, nosotros nos arreglaríamos igual...como siempre. María Eugenia se fue quedando dormida. El ruido lejano de la gente que bailaba en el plató del hotel, le servía de somnífero. ¿Qué estaría haciendo su madre? Llorando... ¡¿otra vez?! 

                        Me siento abrasada por un sol tórrido, rojo, envolvente. Junto a mí está el hombre más hermoso que pudiera soñar. ¿Es Luis Miguel? Debo estar soñando. Mejor que despierte porque será peor si no logro besarlo. ¡Es tan divino! Es un potro. ¡Hay déjame dormir, te digo, no voy a levantarme para estar con vos! Me cuesta abrir los ojos. ¿Qué que Juanjo? ¿Qué..., OH, no me digas? ¿Papá? ¿Y qué hizo mamá? Bueno ya me levanto y bajo. Esperame con un desayuno de esos. No puede ser...papá se encontró con "alguien", regresó anoche con más de una copa y durmió totalmente vestido. Mamá cuando se despertó ¿qué habrá pensado...? Ya, me pongo los lentes de contacto, me pinto un poco los ojos y bajo urgente. Tengo que saber todo.

                        El ascensor repleto. Bajaré por la escalera. ¿Qué lío, qué pasa en el hotel? No...Nada menos ni nada más que todo el staff de " El Rayo". ¡Qué minas, qué minos! Allá está Juanjo.

                        - Hola...dejame espacio. Sí, ya vi que llegaron esos, pero me interesa más lo de papá. Contame. -  se desvía su mirada entre todas las golosinas de la mesa. - ¡Qué cosas ricas, voy a engordar como un cerdo...no me voy a poder poner el Jean nuevo!

                        - Sos retonta. Mirá parece que papá ayer se encontró con una `doctorcita´de la facultad...él dice que le sirve café, siempre, cuando están de exámenes. Mamá, la conoce bien, pero sólo se traga la mufa. La cuestión que cuando papá la invitó a tomar una copa en el bar...no tonta; a mamá, ella estaba cansada, vos sabés acá con el frío le duele la pierna, se acostó, pensando que papá lo haría. ¡No, se quedó hasta las cuatro tomando tragos y hablando!-

                        - ¡Huanca no te distraigas y contame...esa que está allí es una de las modelos top del Rayo...¡Qué lolas tiene! Y la cola. Deben ser puro plástico. ¡Dale! Mirá quiero saber qué hizo de malo el viejo, de todos modos, mamá no le da ni bolas.

                        - Ahí viene mi entrenador me voy. Después te cuento. Nada importante debe haber pasado. Allí viene la vieja.

                        María Eugenia mira distraídamente a su alrededor. El caos reina en el comedor del hotel y piensa...

                        - Si me hubiera ido con Dolores y Caro a Disney, no me embolaría tanto. Acá todo es un plomo. Seguro que ahora mamá me va a retar por algo.

                        ¡Hola, buen días, si se puede decir buen día con todo este lío! Te pusiste ese pantalón todo desplanchado y sin hacerle el ruedo? Te he dicho mil veces...

                        - Má, no me hinchés. Ayer por el pelo, hoy por el pantalón ¿mañana por qué me vas a retar ? Acordate que este es mi viaje de los quince. Podría haber ido al viaje con las chicas, pero no, yo quise estar con ustedes. ¿Para qué? Si me vas a molestar todo el tiempo. ¿Qué pasó anoche con papá?

                        - Mirá esa chica ¿no es la del Rayo? Prácticamente está desnuda y debe tener tu edad. Yo no me explico cómo las madres le dejan hacer lo que quieren. ¡Hija mía tendría que ser!

                        - Sí, sería idiota como yo. No ves que ellas son más libres. Nadie las jode.

                        - Allí viene tu padre. Te he dicho que no hables así, parecés una chiruza. Hacele lugar para que desayune. Me gusta ese modelo de peinado. El de esa señora que está sentada allí. ¿Cómo me quedaría ese corte?

                        - Buen día...menos mal que salió el sol. Desayunemos que me quiero ir a jugar al pool en el subsuelo. ¿Qué hicieron anoche? Yo me encontré con gente de allá, de mi trabajo. ¡Qué rico dulce, me hace acordar al que hacía tu mamá! Mirá llegó un grupo de japoneses...sacarán millones de fotos. Bueno me despido hasta el medio día.

                        - Mami me voy a tomar sol en el solarium de Piscis. Me puse la bikini que me regaló Rolo. La tengo debajo del enterito. Chau.

                        - Cuidate, no tomés demasiado sol. Ponete un protector. Acordate que acá el sol es más fuerte que en el mar. Nos encontramos para comer. Yo estaré esperando en el salón de lectura traje algunos expedientes para resolver. ¡Siempre me dejan sola! Seguro que les da vergüenza mi aspecto de `discapacitada´. Siempre sola.

                        - Pobre mamá no le damos bola...pero es tan pesada. Tendría que haberme ido con las girls sería más divertido que estar acá. ¡Qué tipo super...debe ser gay! Ese que me mira está bueno pero no me animo, es difícil que me mire con ese lomo. Hola, sí estoy sola ¿Y vos? Me llamo María Eugenia. Soy de Pilar. Sí de Buenos Aires. ¿De dónde? Sos de acá...qué aburrido.

                                   Se puso los lentes y no habló más.

 

MENDOZA, MI PRECIOSA MONTAÑA.


 

miércoles, 9 de junio de 2021

PERDER LA INFANCIA NO ES PERDER LA VIDA

 

            ¿Quiere que le cuente? A veces miro a la nena y me sorprende. Es tan dulce su mirada, tan callada y buena, que me asusta. Cuando la traje al mundo tuve miedo. Mucho miedo. ¡Somos tan pobres! Pero apareció como una madejita rosada y chillona entre mis manos ásperas, por la dura tarea de fabricar ladrillos. El Ecelino, es un peruano que se vino escapando, como todo pobre del hambre, y quién sabe de qué escondrijo zorruno. Pero se apareó conmigo y es buen hombre. No sabe, como yo, leer. Nunca fuimos a la escuela, hasta ahora. La que supo ser mi vieja, me dejó apenas abrí los ojos con el hombre que dice ser mi padre. Ahora lo tengo en el rancho y lo cuido. Es tuberculoso y tiene un reuman, de esos que no tienen vuelta. Trabajó mucho, es cierto. Nunca supe yo lo que era jugar. Siempre a su lado trabajando y lavando la ropa y cocinando. Seis o siete años, tenía, cuando me dijo que me cortaba el pelo y me vestía de muchacho, para protegerme de los “golondrinas”. Y me crié así. Como hombre. Usé siempre ropa de chico y el pelo cortado. Me creí que era un varón hasta que un día me sangró la pierna. Y él, asustado, me llevó a la salita en el Algarrobal. Allí supe con sorpresa que era hembra. Y una dotora me empezó a conversar de mi apariencia, palabra que yo escuché por primera vez. Tuve vergüenza y me reculé más, todavía. No quise salir por meses. Hasta que mi padre empezó con las escupidas con sangre.

            Pasó un par de años y conocí al Ecelino. Era muy guapo. No tenía miedo al trabajo y me miraba. Enseguida se dio cuenta que era mujer. Él, me dijo un día si quería ser su esposa y que me ayudaría con plata y el trabajo que se me había duplicado, con esta enfermedad de mi papá. Y acepté. No sabía todo lo que era ser la mujer de un hombre. Mi papá algo quiso decirme, pero se le trabó la lengua y se quedó allí repitiendo la palabra “Pobre”, “Pobre Jubelina”. Jubelina es mi nombre. ¿Lo escuchó alguna vez? Nadie lo ha escuchado. Y así de golpe una noche después de tomar una sidra helada supe. ¡Eso era ser mujer! Tenía que obedecer a sus reclamos de hombre. Al principiar me dolía. Después me acostumbré. Eso sí, el Ecelino, nunca me pegó. Nunca faltó la comida y traía ropa y zapatillas para mí y mi papá, que cada día estaba peor, hasta que lo llevó al hospital y allí lo mejoraron.

            Y un día me puse gorda y me dijeron que tenía un hijo en la panza. Al tiempo nació la María Belén. ¡Era tan bonita! Como es ahora. Suave y dulce. Que no le hice caso al dolor. Yo he sufrido tantos dolores sin que estuviera entre mis brazos esa florcita llamada María Belén, que no me importó tener puntos entre las piernas. Pesó cuatro kilos. Era larga y regordeta. Ahora es tan bonita. Yo no le voy a cortar el pelo. El Ecelino, la cuida y dice, que a ella nadie la va a tocar. Y si alguien se atreve lo mata. ¡Yo creo que huyó de su país por algo así, eso creo! Acá se cuida mucho y le escapa a tomar y las fiestas de sus paisanos.

            Bueno, ahora voy al grano. Se acuerda cuando me llamó la maestra de la nena, yo no podía leer lo que decía la nota. Me dio vergüenza y me fui a un centro comunal de la municipalidad y pregunté si alguien me podía enseñar a leer. Me miraron sorprendidos. Cuando me preguntaron la edad y se las dije, más sorpresas. Tengo treinta y tres años. ¿Usted, cuántos creía? No, no me enojo. Creía que tenía como cincuenta, es la vida que llevé. Bueno, le cuento mi secreto, principié la escuela. Para eso vine. Acá tiene la libreta. Como no tengo mamá, ¿me la puede firmar? No vayan a creer que nadie sabe que he estudiado y paso de grado. Para mí es importante. Es un respeto al maestro y al Ecelino, que trabaja más horas para que yo no deje. Ah, gracias por firmar; pero no llore. ¿Me felicita? ¡Que se siente feliz? Imagínese yo, que puedo leer las notas de la maestra de la nena. Señora directora, no le diga a nadie que yo recién ahora voy a la escuela. ¡Pero no me llore más! Me hace dar más pena.

EL BESO

   

Descargó en mi boca asombrada

la perfecta geometría de una estrella.

En el labio húmedo de risa

una gota agotaba rocío que brillaba

en su colosal arquitectura de promesa y

sonó el panal de no me olvides

con la rígida ternura del encuentro.

Tocó mi blanda caja de hábitos y  ritos

donde se esconde mi      quizás    tal vez   y el sí    perenne

dejando allí un diamante pequeñito

que trasladó su ingenuo color

de ayeres olvidados.

Nadie podrá robarme el sonido de ese instante...

allí estará ayer, hoy y mañana

componiendo

la sinfonía potente de saberme amada.

 

AHORA

 

Ahora

yo te pido

cortejemos inmensas  muchedumbres con guijarros

de la orilla del río de la vida

continuemos

memoriosos los astros iluminan el camino

 

son de cuarzo rosado las velas del barco que traslada

nuestro canto. Son de ébano las tablas de la barca.

A lo lejos    allá en el horizonte   tal vez en el poniente

una lámina pintada en el mural del templo nos indica

el rostro de ese dios que nos inquieta

en las noches de amor.

 

DEL LIBRO INÉDITO: CUADERNO DE UN SUICIDA

 

Mi boca seca. Los ojos empañados por algunas lágrimas. Los brazos extendidos hacia las entrañas de la profunda oscuridad. Todo mi cuerpo un arpón. La piel que reacciona al frío con un fino temblor capilar. La brisa es una danza de navajas. Mi labio inferior convulsiona liberando tenues quejas de temor, hielo y soledad. Nada, vivo a miles de metros, solo mis pies descalzos en lo que puedo percibir como un lecho rocoso. Desde el horizonte inexistente de tanta noche se visualiza un pequeño punto luminoso. El piso empieza a temblar mientras el ruido se hace paulatinamente cada vez más presente. Mi cuerpo es ahora un tensor. El punto que crece abriendo a su paso destellos de sombras. Vías, durmientes y la nada fuera del cono que ha parido el punto. Mis ojos lastimados por la claridad, mi rostro iluminado por la luz se confiesa descompuesto por el miedo. Un silbato a lo lejos. Todo se precipita. Dejo un grito libre de socorro al vacío. Las manos defendiendo la cara. La luz que todo lo envuelve devorando las formas, los miedos y el grito. Silencio.

 Despierto una vez más envuelto en sudor. Siempre el mismo sueño. No hay ya la exaltación de las primeras veces, no hay pensamientos residuales de búsqueda de absurdos significados. Esa necesidad de traer a la realidad aquello del subconsciente a través de interpretaciones, pobres paralelismos entre lo tangible y lo irreal. Un patético acto humano más. Hay, en cambio un sentimiento de certeza. El sueño es una rutina más, como levantarse, lavarse los dientes, un café y el colectivo. Las mismas caras de dormidos. Las corridas, los comentarios de lunes en la mañana. Solo eso, pura, simple y gris rutina. A duras penas me incorporo al borde de la cama, el lecho mojado me despide con su olor de humedad de noches pasadas. Afuera ha llovido. Hace calor en las madrugadas de febrero. El ventilador desvencijado da melodías de giros como en reproche por mi falta de mantenimiento. Busco a tientas el paquete de cigarros, ni uno solo. Mi mano recorre el rostro reconociendo arrugas, depresiones y demás imperfecciones labradas por jornadas de insomnio. Un acceso de tos violento. Escupo en una pared con carencia singular de puntería.  Una maldición en la oscuridad y me derribo otra vez en la cama. No hay mejor forma de comenzar un lunes.

 

EL ALJIBE

            Ña`Candelaria perdone pero quiero o necesito me de una explicación sobre lo que ocurrió con la niña Abigail. Dicen muchas cosas sobre su vida, pero usted es la única que conoce en parte la verdad del sucedido. Han dicho que Gabino se tenía que casar con ella. Así lo habían dispuesto sus padres, él se fue a la capital a buscar los trastos para el casorio y después, cuando llegó a la estancia, encontró el dolor encarnado en el misterio.

            ¡Era linda la muchacha por donde se la mirara! Con la cabellera negra y los ojos de color maíz. Nariz pequeña y labios suaves… en verdad era una belleza. De figura fina y cintura pequeña, justo para el abrazo.

            Me han dicho que la muchacha estaba enamorada de un tal Ricardo, un mozo de la estancia “Los Girasoles” y que se veían de vez en cuando en la capilla de la Milagrosa, otras veces se veían en alguna boda o fiesta patronal. ¿Es cierto? Además juran que todas las tardes, se sentaba junto al aljibe y mientras se cepillaba la larga cabellera, cantaba una canción muy bonita que supe, interpretaba en la guitarra el tal Ricardo. También dicen que cerca de la cisterna crecieron muchas flores y se llenó de cantos de aves: alondras, jilgueros y tacuaritas. ¡Hay tantas historias…!

            Mirá muchacho, de todo eso hay cosas ciertas y otras son pura leyenda. La niña Abigail, estaba muy amartelada con el mozo, pero el padre tenía un gran rencor con esa familia. Parece que hace varios años, el hombre de “Los Girasoles” vino a la casa grande y trató de encelar a la difunta, doña Celeste, la esposa. Y se armó un terrible conflicto. Los gritos se escuchaban desde los potreros. Los perros, recuerdo, ladraban desesperados tironeando de las cuerdas para desatarse y pelear. Cruzaron facón y espada, y si no interviene el capataz, se matan. Hubo heridas, pero sin gran pérdida de sangre. De ahí, viene la ira del patrón. Abigail, conoció en la ermita de San Pedro al Ricardo en el pueblo vecino y no sabía quien era. Luego fue un mirarse y enroscarse en un duelo de pasión. No se tocaban, se abrasaban a puro ojo. Ella me pedía a mí o la “Checha” que la acompañáramos a todos lados con tal de verlo. Y dicen que él, rondaba de a caballo por los recovecos de la estancia buscando tener un encuentro.

            Triste fue cuando vinieron los padres de Gabino a pedir la mano, se encerró un mes y días sin comer casi y no habló más. Ni la pobre doña Celeste, ni el padre ni el cura, la pudieron hacer calmar. Llora que te llora día y noche. Los ojos parecían brasas ardientes y se enflaqueció como un alambre.

            Llamaron a un médico que la obligó a tomar unas píldoras y la Checha le daba un té sedante hecho con yuyos de por acá. Se calmó un poco, porque le dieron una buena paliza. El padre por primera vez le dio con el “chicote”. La marcó. Y me contaron que el mozo, cuando se enteró, prometió a los padres que mataría a don Heriberto.

            No pasó mucho tiempo y la niña, comenzó a salir todas las tardes junto al aljibe a cantar y se escuchaba a la distancia el sonido de una guitarra o el silbido con la melodía de la canción. Y una noche de tormenta, Abigail, salió descalza, caminó hasta el aljibe y aunque la buscaron por todos lados, incluso bajaron hasta el fondo del pozo, no la encontraron más. Por eso murió de tristeza doña Celeste y es tan bronco don Heriberto. Pero sabe m`hijo las noches claras de luna se escucha cantar junto al aljibe la canción de amor en la voz de la desaparecida. El joven Ricardo ya se ha casado con la niña Valentina de la estancia “El Totoral”; y dicen que él, va todos los días muy temprano a la ermita de San Pedro a orar pidiendo por el alma de Abigail. ¡Esa es la pura verdad! Nadie sabe qué sucedió con su cuerpo, sólo encontraron junto al pozo un chal de hilo color blanco que usaba mientras estaba junto al aljibe. ¡Ese que está en el salón sobre el piano que solía ejecutar doña Celeste!