miércoles, 2 de abril de 2025

UN MÚSICO LLAMADO VALERIO


 

                               SEÑOR MINISTRO TENDRÉ EL HONOR DE INTERPRETAR PARA USTED LA SINFONIOTA: EL AIRE ENTRE LOS ÁLAMOS.

 

 

            El artículo del periódico solicitaba un músico con experiencia en piano. No explicaba para qué tipo de tarea era el llamado. Daban una dirección en plena ciudad y en una calle poco concurrida. Zona de bancos y empresas navieras.

            Hacía dos semanas que el había terminado sus giras de conciertos por pueblos del interior. No que ría volver a esa vorágine de ir de hotel en hotel de teatros buenos a lugares húmedos y destartalados. ¡Odiaba ser profesor! Los padres mandaban a los hijos creyendo que iban a ser famosos y lo único que conseguía eran peleas, discusiones y malos ratos.

            Preparó un currículo y vistiendo su mejor atuendo se presentó en la dirección que daba el diario. Una fila variopinta de personas, esperaban ser recibidas. Hombres y mujeres. Pero no eran más de diez. Algunas las había cruzado en algún concierto y a otras ni sabía quienes eran. Se tapó la cara con el sombrero lo mismo que un gángster intenta pasar desapercibido. ¡Un poco de pudor le quedaba, después de todo había trabajado en algunos teatros importantes!

            Detrás s e acomodó una joven pelirroja que masticaba un chicle de globo que estallaba en sus oídos como bombitas pequeñas de plástico. No se volvió a mirarla. ¡Debe ser un desastre de poca educación! Se apoyó contra la pared y se puso a repasar una composición que tenía impresa desde hacía varios días y que no había abierto para estudiar. Ella, la joven, comenzó a cantar una balada picaresca y algunos se voltearon y rieron a coro.

            ¿Perdón usted no es el pianista Valerio Antucchi? Él, intentó esconderse. Pero ella insistió. ¡Sí, es usted! Seguro será contratado. El barco zarpará pasado mañana y estará dando la vuelta en un mes y medio. Yo vengo para servir las mesas de primera. Lo vi. en mi pueblo. Me gustó mucho su concierto, mi mamá allí, como nos ve, sabía tocar bien el piano, pero se casó con mi papá; entre nosotros, un desastre de hombre y... adiós piano y adiós vida, para ella y nosotros los siete hijos hicimos lo que pudimos.

            Se abrió una puerta de madera pesada y apareció un hombre de cuerpo atlético, muy tostado por el sol y de voz fuerte. Los que vienen por trabajo de cocina pasen al piso tres, los que vienen como camareros de habitación al piso dos y los músicos al quinto. Todo el grupo ingresó y al quinto solo le tocó a él. ¡Buena señal, tendría una buena posibilidad!

            En la oficina donde ingresó, en medio de una hermosa "pecera" de acrílico ostentosa se veía un crucero en maqueta muy detallada. ¡Esta será su casa! Y como él, era el único pianista que se había presentado quedó contratado. Viajaría por mar y océanos con su música.

            Le entregaron un contrato abierto al que podía renunciar si no quería seguir en la faena. Pero no era un mal presagio. Conocería lugares y gente maravillosa. Con un cheque por una jugosa cantidad de moneda extranjera, tuvo que ir a comprar un atuendo variado y exquisito. Y a las últimas horas del día siguiente subió en la rada por una planchada al enorme crucero. Lo acompañó un joven que le hablaba en inglés. Pronto supo que hasta el comandante del mismo, era extranjero. Pero una vez dentro, en un camarote digno de un jeque se instaló.

            Sintió el ingreso de la gente y el bullicio de las sirenas y altavoces de mando. Y comenzó el suave movimiento del enorme buque. Tenía tres pisos sobre el agua y varios bajo el agua. Además, una zona más elevada donde viajaban los que tenían el mando.

            Cuando le avisaron que debía bajar al tercer piso a cenar, lo hizo bien vestido. ¡Era el pianista del barco! Cenó austero. No podía interpretar su música atiborrado de comida. Y le indicaron el lugar donde estaba el piano de cola.

            Así, noche tras noche paseó por un sin fin de temas de música del mundo. Mientras la gente comía, bebía y charlaba. Indiferentes a su música. Hasta que una noche se acercó un personaje pintoresco. Un hombre de unos setenta años, calvo y con gafas muy gruesas. El bigote afrancesado en sus mejillas redondas. Le dio la mano... regordeta y suave con uñas muy cuidadas. ¡Señor, Valerio Antucchi,! ¿Qué desea que interprete para usted? ¡Soy el ministro de cultura de la isla Feroe, y le entregó una cartulina con su nombre y varios títulos! Me gustaría que interprete " LA SINFONIOTA: EL AIRE ENTRE LOS ÁLAMOS." Y allí descubrió que no conocía esa pieza musical.

            Él, sin desanimarse, le dijo: Mejor hagamos disfrutar a las damas con la "Abanera" de la ópera Carmen. ¿No le parece?

 

 

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