viernes, 24 de mayo de 2024

TENÍA LA PALIDEZ DE

 

la porcelana agreste de tus senos invierten la mirada

un colmo de sedosos argumentos estiran tu palidez de nube

en la trastienda congelada de las penas.

 

Tenías la palidez desnuda

camafeo blanco que atraviesa la tarde de verano

con la frágil insistencia de la risa en la boca dormida

podías estar viva como un durazno maduro

salir a platicar con las ruedas del solsticio solitario

lejano el sol de la aventura

marchito el cuello de cisne en los lagos de la tarde

tenías la palidez de un brújula que apunta al celeste inventario

de los mares             a  los lagos semi quietos

tenías la palidez rota  entre los dedos de un unicornio escondido

en la espesura de un mágico bosque de naranjos

 

no estés triste. Nada vale una lágrima. Nada el llanto

que cierre la garganta.

El viento ajeno tiene el sabor amargo de todo desencanto

tiene la poesía inapropiada  de un territorio sin rocío.

Ahora  quédate con mis manos en tus manos.

Ves, son tan pálidas como las manos de la doncella dormida

en las tinieblas del pasado.

Recuéstate en mi lecho a esperar el sol con su tibieza.

Platiquemos de “ella” que hace un largo tiempo que duerme

en su triste palidez de sudario viejo y olvidado.

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