Eso me dijo mi esposo el día que viajamos hasta la frontera con Formosa
en Argentina. Y la curiosidad puede más que el poco tiempo que teníamos.
Así que emprendimos el paso por la frontera y entramos con algunos problemas
a Paraguay. El primer escollo lo tuvimos cuando en un puesto llamado Falcón nos
detiene un retén policial y nos pide papeles. Como es un país limítrofe,
teníamos a nuestro entender todo en regla. ¡Pero no! ¡Nos faltaba una cédula
del MERCOSUR, por lo que tuvimos que detenernos media hora, discutir un poco y
pagar una jugosa multa! Yo, sabía que no teníamos muchas horas para el regreso,
por lo que, le insinué a todos, el retorno a la frontera y volver a Argentina.
Mi esposo, enojado, desistió y dijo: Hay que conocer Asunción.
Seguimos un buen trecho escuchando la radio donde fantásticas arpas
paraguayas nos recibían con su bella música. Finalmente llegamos al núcleo de
la capital. Primero ir al Banco que sólo pude usar yo con mi tarjeta porque era
Banco Nación de Argentina; y poder extraer dinero del país, luego ingresar a
conocer
Dicha antigua construcción es muy bella, el altar hecho por nativos, de
plata taraceada a cincel, y tallas en maderas de los antiguos bosques de la
región. Una hermosura. Al costado de
Más tarde y luego de tomar algunos alimentos en un bar al paso, nos
concentramos en una plaza donde mujeres tejían el “Ñandutí”, una suerte de
encaje hecho con hilos muy finitos y que parecen las telas de arañas en la
selva. Pero en su trabajo, ponen tanto amor y exquisitez que las mantillas,
vestidos y manteles parecen fabricados por hadas.
¡De poder me hubiera quedado con todo! Pero debíamos regresar a nuestro
país y salimos casi en esa hora que todo se cubre de sombras y se siente el
canto de los pájaros que llaman a sus nidos y los gritos de los macacos de
árbol en árbol, que se van a cobijar por la noche.
Fueron unas pocas horas, pero Paraguay es muy hermoso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario