"Amar y ser amado, es el privilegio de los dioses."
Leonardo
estaba solo en la fábrica cuando un compañero cayó sobre el frío cemento. La
máquina seguía machacando el metal. El capataz corrió y un compañero llamó del
celular a la ambulancia.
Rápidamente
lo entubaron y lo sacaron del taller. Otro operario lo remplazó y todo parecía
que seguía igual, pero el corazón de Leonardo palpitaba con angustia. Conocía
al hombre. Era entrado en años y le faltaban unos meses para jubilarse. Tenía a
su cargo a su esposa, una hija con un niño y al vecino que no tenía familiares.
¡Demasiado
trabajo! ¡Está agotado! Ayer hizo diez horas y se fue agitado. ¿Y alguien se
hará cargo de ir a ver qué le pasó? Esas eran las palabras de los que seguían frente
a las máquinas. Todos preocupados por el compañero.
Don
Jiménez, el patrón, se acercó a decirles que había sido un susto. ¡Gracias a
Dios, Elías está bien, ya lo llevaron a la casa! Su familia lo cuidará hasta
que pueda volver. Su puesto está seguro. Y saludando amable salió del taller.
Esa tarde
al salir de la fábrica, Leonardo lejos de regresar a su departamentito, tomó el
tren y se fue a la zona donde vivía Elías, su buen compañero. Golpeó las manos
en la orilla de la vereda. Salió el nieto. Era un niño de alrededor de ocho
años. Delgado, de ojos vivaces y una sonrisa algo desdentada. ¡Hola? Vení mi
abuelo te espera... hace días que te espera.
Leonardo
ingresó a la casa que desde el frente parecía una vivienda insignificante.
Cuando cruzó el umbral sus ojos no podían creer lo que veía. Era una belleza.
Pintada de colores claros, con muebles sobrios pero limpios y bellos.
Ventanales de cuyos vidrios ingresaba una luz intensa y amable.
Por los
pasillos, todo brillaba. Parecía el hogar de un acaudalado, no por el lujo,
sino por la pulcritud y armonía. Entró al dormitorio, donde Elías en su lecho
estaba descansando. La esposa, se acercó tendiéndole la mano.- ¡Lo esperaba mi
marido, señor Leonardo! Quiere darle las gracias y pedirle algo. Yo me retiro así
ustedes pueden hablar tranquilos, dijo la señora.
Él, se
acercó una silla. Sentado junto a la espaciosa cama. Sábanas blancas como la
nieve con unas iniciales bordadas en las orillas de la funda de la almohada.
Una hermosa colcha de hilo hecha a la aguja por una mano hacendosa y perfume a
lavanda que en un florero, irradiaba su aroma en toda la estancia. Elías,
sonreía. - ¡Creo, Leonardo, que nunca se imaginó como vivíamos! Ser pobres no
significa vivir mal, depende de la compañera y de los que te rodean, ah, y de
ser muy trabajador.
- En verdad
nunca imaginé que usted era tan prolijo, aunque en la fábrica si se notaba su
empeño. Es diferente a alguno de los muchachos, que dejan todo tirado y sucio.
- Bueno
amigo, yo quiero pedirle un gran favor. Si pudiera, lleve a mi nieto este fin
de semana al partido de su equipo favorito. Yo lo suelo llevar. Tengo las
entradas compradas y él, tiene el sueño de ver jugar a un muchacho que salió
del barrio y llegó a primera.
- ¡Pero sí,
con mucho gusto! Dígame a qué hora quiere que lo busque. Yo no soy de ir a la
cancha pero por un amigo en apuro lo hago con mucho placer.
- Será el
sábado a las diecisiete treinta. Él lo esperará junto a su madre, en la parada
del autobús. Y ahora cuénteme como está todo allá en la fábrica.
- Las cosas
están bien, nada de volverse locos, pero encontraron un aspirante a metalúrgico
de una escuela industrial, que lo remplaza por unos días.
- ¡Menos
mal! Estaba preocupado, no podemos perder el contrato de la empresa Ramos. De
eso, me dijo el gerente depende mucho el caudal de obreros que puedan
sustentar.
- Hábleme
de su problema, los médicos... ¿qué le han dicho?
- Por ahora
tengo que medicarme y hacer reposo. Demasiado trabajo. Pinté toda la casa con
ayuda de mi mujer y mi hija. Además, el jardín hay que cuidarlo y la chacra que
nos aliviana el presupuesto.
En ese
mismo momento entra la esposa con una limonada y le ofrece unas pastillas.
Ella, se nota preocupada. Pero atenta y cariñosa, le acomoda la cama y las
almohadas.
- Bueno voy
saliendo amigo, se hace tarde y usted debe descansar. Cuente conmigo para lo
que necesite y el sábado me llevo al "pibe" a la cancha. - al salir
se cruza con la hija del enfermo y su corazón da un golpe imperceptible, su
rostro se sonroja. Esa muchacha es hermosa y él, tan solo. Ella lo mira y le
sonríe.
- Leonardo,
mi papá me ha hablado mucho de usted. Le doy las gracias por lo que hace por mi
niño, su papá falleció cuando tenía tres años en un choque del ferrocarril. Y
su abuelo es la única figura paterna que tiene.
- Gracias a
usted... y le tiende la mano. -tiemblan ambos.
- Me llamo Mariana.
Y le ruego que venga a casa cuando quiera, le hace muy bien a papá y seguro a
mi niño. - su rostro expresa dulzura.
Leonardo
sale con el corazón con timbales sonoros... esa mujer es una maravilla y siente
que puede tener un sueño de amor.
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