Clarice había salido de un hogar profundamente estricto. Su madre era de una seriedad masculina y su padre... era un ser que asomaba cuando quería en aquella casa de habitaciones enormes y lujosas. Era alta y delgada. Sus ojos oscuros se escondían bajo unas pestañas gruesas y oscuras. Le decían... eres una mujer hermosa, mora por tu imagen y tu sonrisa.
Su abuela le había enseñado todo lo que una mujer puede
saber sin asistir a una escuela. Leía ávida cuanto libro caía en sus manos.
Algunos s e los traía su padre del exterior, otros le llegaban por correo
comprados en las buenas librerías del país. Su casa tenía un jardín lleno de
magnolias y rosales. El jardinero enamorado de Clarice, la envolvió con una
cháchara espectacular. Le regalaba "chucherías" que alegraban la
soledad y el silencio de la muchacha. Sólo tenía una amiga, que se había casado
con un estanciero de
Un día escapó de la casa con Ezequiel, el jardinero. Ella se había llevado su ropa y sus libros tan amados. La madre indignada, dijo no perdonarla y nunca más preguntó por ella. La abuela desesperada le escribió a La miga de Clarice y le dio algunas pistas que tenía donde podía estar. Así, la buscaron por muchos meses.
Una tarde de agosto, cuando el viento azotaba las persianas de la casa, sonó el timbre. Era Lilia, la amiga que venía a buscar a la anciana. La madre la interrogó sobre qué quería hablar con la madre y con dificultad le relató lo que un trasnochado amigo de su marido había encontrado.
Fermín, encontró a Clarice. Ella ha cambiado de vida. Pero no quiero que se enoje conmigo. Él me describió cómo la encontró. El burdel se llama "Gasparín" y queda en un barrio bravo del sur. Cerca de Quilmes.
Describió a Clarice así: En un lecho caían magnolias sobre
las sábanas, marchitas las flores y marchita ella. Bebía vino con el cliente de
turno, un vino áspero, desflorado de quién sabe que barril viejo. Ella parecía
apoyada en espinas. Sus senos marmolados, atisbaban el lecho descubierto y
maltrecho. Parecía que en su mirada, huían los ángeles al inquieto espacio de
la habitación umbrosa y húmeda. La noche perdida en el infierno... repetía
mientras Fermín la acariciaba. Latía el corazón enloquecido, controlaba, ella,
la ira y se entregaba sin pudor. Abajo una música de armonio en una melodía de
espanto... Una cascada artificial esparcía agua perfumada a magnolias. Ella
parecía una Venus prometida a
La abuela, se apretaba el corazón y su madre por primera vez lloró. ¿Quién podía tener culpa de la loca historia que llevó a la hermosa joven a esa vida?
Aun la busca en los burdeles la policía. Ahora después de varios años, se ha investigado la trata de mujeres que como Clarice, caen en las manos de mafiosos que seducen a las novatas y les arruinan la vida. ¿La encontrarán algún día? ¿Cómo estará?
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