lunes, 17 de junio de 2024

LOS AMIGOS

 

           Dejar el departamento, fue como un acto deliberado de rebeldía...,necesitaba tener un lugar lleno de luz, de  plantas , en una palabra quería  mi libertad. Quería aire  sin contaminación,  un aire que llenara ese espacio que no tenía en la ciudad.Además  un día me miré en el espejo y me vi realmente , como era, había llegado a pesar 95  kilos, el espejo me dejó una triste imagen de mi misma.¡Yo no era esa mujer!

           Comencé a  empacar  las pocas cosas que me interesó llevar de mi departamento, regalé todo lo que no necesitaba, ya alguien usaría todo lo que tenía talle  pequeño.Desde  hacía rato, no me movía cómoda con mi cuerpo, mis telas, mis cuadros, y con lo que ocupaban  los muebles de estilo que había comprado en ferias y compraventas.    

              Compré una casaquinta en Luján de Cuyo,con un gran jardín. ¡Pensándolo bien, compré un hermoso y amplio jardín ,con una casa! Un terreno que en  verdad estaba lleno de grandes y añosos árboles, frutales y rosales.

                 El cambio de vida me permitió pintar...y lo hice con tanta pasión , que hasta bajé de peso. ¡Era  realmente feliz, me había reencontrado a esa mujer libre y llena de tiempo , que añoraba...! Comencé a usar ropa de algodón  muy suelta y cómoda; algunas túnicas ,que traje de Egipto y un gracioso  sombrero de paja italiana .Debo haber parecido a quienes me miraban una vieja , muy extraña.

                Fue una tarde de otoño,de pronto observé  junto a mi , a un chiquilín...que tendría unos ...10 años, era bien moreno, su negro cabello mostraba su condición de coya o aimará.Su silencio me dejó consternada.Me observaba .Yo lo miraba de reojo y le sonreía , sin que supiera ¿por  qué? me había sentido cerca de ese niño taciturno .

       Al rato,sentí que una dulce voz lo llamaba y que ese extraño lenguaje nativo, que yo desconzco,tenía un mensaje diferente, por su suavidad , a como suelen llamar a sus hijos mis amigas.Salió  del jardín calladamente.Como si allí no  estuviera un chico.

Cada día sacaba mi atril ,mi vieja silla de madera rústica y medio destartalada, mis telas y mis pinturas .Sacaba  todos  los pasteles, acrílicos ,óleos,trapos para tener todo cerca y pintar tranquila...Al ratito,allí estaba él, el pequeño...mirándome hacer y rehacer mis cuadros.Al cuarto día,  trajo consigo un banquito y también un blok de hojas y unos lápices y carboncillos...;¡ah! y se puso un hermoso y gracioso sombrero de paja.Se sentó muy serio junto a mi  y sin mediar palabras  comenzó a copiar todo lo que yo hacía

¡Ni una palabra...!Yo a veces cantaba alguna canción que me acordaba y el contestaba con una canció en lo que yo, créo, era quechua o aimará.

Me atreví a dessafiarlo, y deliberadamente tomé uno de sus carboncillo y mientras hacía unos bocetos ,observé su carita para ver ¿qué hacía? .Fue muy simple tomó con toda naturalidad  mis lápices pasteles y agregó colores a su trabajo.¡Qué hermosos trazados y dibujos hacía! Cada día lo realizaba mejor; su captación del color y sus matices , la luz y las formas, eran extremadamente  bellas.

¡Un extraño escozor me invadía a decir de algun crítico, "santa envidia"  Yo no lograba a veces  esos ocres intensos ,casi dorados  que él conseguía  en los atardeceres.

Comenzó a llegar el otoño y el frío; calleron las hojas por todo el parque  ,era de una belleza indescriptible , crujientes y escurridizas con el vientito  , como la alfombra de un cuento infantil; pero yo tenía  junto a mi a ese niño mágico,que no hablaba.¡Seguro que es sordo ,pensé! Pero era tan cómoda esa amistad silenciosa.

Un día dejó de venir...y yo no me inquieté.Era el frío que ya apretaba y penetraba por todos los rincones del inmenso jardín . ¡Era ese frío que parece un espía implacable ,tenaz  y  egoista.¡Pero al no ver al niño, no oir  voces, pensé cada vez más en él.!

Me inquietaba que los postigos y ventanas de madera rústica del caserón de mis vecinos, permanecieran cerrados.Cobré coraje y tomando, mi poncho de lana y mi bastón ,eché a caminar por el sendero  hasta el portón , que mudo, me pareció de mal presagio.

Golpeé las manos ,a la vieja usansa  campesina y grité.¡Ave María Purisima·...", para mis adentros me sentí tan torpe y ridícula como  hacía mucho no me sentía! ¿Quín sabe si son cristianos? Tal vez tendría , que haber dicho" ¡Ave Pacha Mama!" y me reí  suavecito.No me recibió nadie, no tuve ninguna respuesta , ya me atreví y entré por la parte trasera de  la casa.Vino un feo y viejo perro ,sin raza ,cansino ,a recibirme...,me movió  la cola, me olfateó y se sentó tranquilo  junto a la puerta. Volví a golpear y de pronto ,salió una mujer joven ,dulce y con una mirada muy sorprendida ,me dijo   

_¡Ah, señora usted es la señora del raro sombrero, que pinta ...!

_¡Sí, soy Aurelia Landó  y vine a preguntar , por mi amigo ,el niño!

  _Perdone..hablo mal el español...Rigoberto , mi hermanito ha vuelto a enfermar y está en la ciudad con mimamá.

_¿Qué enfermedad padece,dije, con gran curiosidad? pensando en bronquitis o paperas.

_Rigoberto tiene leucemia desde chiquito...


Sentí un dolor agudo  que me penetraba  en el pecho, me apreté al bastón  y me sostuve  en la puerta.Inconcientemente me llevé la mano al corazón.La muchacha asustada ,me tomó de la mano y me introdujo en la casa.Pasé a una cocina limpia, impecable ,con un olor a pan tibio ya ajos frescos. Yo no podía pensar. Me senté silenciosa. Con mis manos temblorosas me sequé unas lágrimas inoportunas que se me escurrían por  las mejillas.

_Señora, no llore...Usted ha hecho muy feliz a mi hermanito.

De pronto , se hizo la luz en mi mente ,mis viejas neuronas respondían...¿Un implante de médula?¿Se podría hacer ?, pregunte dubitativa y sorpresivamente...!

_Podría hacérsele, pero es tan caro,tan caro,que nosotros que somos gente tan humilde ,de campo, e inmigrantes ....dificilmente se pueda hacer

Mi pecho saltaba como el parche de un tambor de guerra ...¡Yo tenía la clave!Salí casi sin saludar...saqué mi auto ,que casi ya no usaba,y partí para la ciudad.!

Llegué al taller de "Totó", mi amigo pintor y escultor, le pedíurgente ayuda.Mi idea era hacer una gran subasta de obras de arte . ¡ Y sí ,mi mundo se revolucionó  ya que llegaron amis manos obras de todos mis amados artistas.Esculturas, grabados, aguafuertes  en fin todos respondieron como yo había imaginado.

¡Llegó el gran día, la sala  estaba repleta de gente , la venta parecía una feria de fin de año! ¡Como flores aparecían en mis manos los cheques que salvarían a rigoberto de su mal!  Cuando todo terminó, tiré mi bastón y me desplomé en un sillón viejo con mi regazo saturado de esperanza.

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¡Qué hermoso día.! Los durazneros han florecido hoy y como nunca  tienen aroma y color. Voy a salir a pintar. Con mi silla a cuestas y mi insólito sombrero  me sentaré a pintar ...junto a Rigoberto Condorí ,que con su ingenua sonrisa  y con nuevas pinturas me está esperando. 

_¡Hola mi amigo!_

_¡Hola , Aurelia...comenzamos  un nuevo cuadro  hoy ¿verdad? _

En  el jardín  un trinar de pájaros  alababan  la vida.

LABERINTOS DE ESPUMA


                                         Mi duro laberinto de frondas y de lunas,

me deja desprovista de acerada armadura.

Busco entre los pasillos desdoblados de espejos

una máscara pálida de rosales de nácar y reflejos de oro.

Y lejos, en el silencio de la noche plateada, la luna

que desdibuja la angustia de amar los imposibles,

amores tempestuosos, amores sensitivos...

como aves migratorias que huyen por las dunas

entre arenas blancas, mojadas por el agua marmórea.

Y sigo solitaria. Un suave mediodía de penas inconclusas.

Se oye el canto bravío del mar contra las rocas.

Un mundo desdeñoso de oleaje y de espuma

envuelve con arena mi pobre pie desnudo.

No encuentro la salida en este laberinto.

Los espejos de nuevo me muestran la mirada

de un amor que en su escaso entregar se desvanece.

Me detengo  silenciosa e ingrávida,  frente a un nuevo abismo,

Estoy sola en la noche, abrazada a mis penas

y vuelvo la mirada buscando las estrellas.

La luna se refleja con toda su belleza y unos ojos curiosos

observan mi tristeza.

"Siempre la inteligencia fue capaz de derrotar a la fuerza"


            Sí, a la fuerza había llegado Romina a terminar el secundario. Sus padres ya cansados de profesores desde enero a marzo, pagados con esfuerzo y promesas de la jovencita de ser una excelente alumna en el próximo ciclo lectivo. Pero nada. Ella firme con su degradante falta de responsabilidad llegaba a fin de año con muchísimas materias en falta.

            Una mañana llegó al colegio el nuevo profesor de historia y apenas traspuso la secretaría del establecimiento comenzó la charla aguda y sepultante de los otros docentes sobre los malos alumnos de la escuela. Escuchó con atención y trató de memorizar los nombres...y por supuesto uno de los primeros fue el de Romina. Cuando entró en el aula de 5º un suspiro emocionado partió de los labios de las jovencitas y un "sonamos" de los muchachos. Laureano Hurtado era muy buen mozo. Parecía un galán de la tele. y las chiquilinas se prendaron inmediatamente de él. Al pasar lista fue revisando en su memoria los nombres de aquellos tan mal juzgados. Los ojos de Romina se quedaron colgados de las suaves pestañas del historiador. Ella también tenía una belleza esplendorosa, y además los dieciocho años más llenos de vida que pudiera pensarse. Allí comenzó la mutua seducción. Con inteligencia y tratando de hacer que amaran la historia contando con conocimientos y claridad logró que los chicos no estudiaran a la fuerza, como otras materias. Llegó fin de año y Laureano Hurtado entregó el diploma de bachiller a su novia y futura esposa: Romina. Toda la fuerza de los padres para que estudiara se había transformado en querer saber del "Amor".

MENDOZA EN VENDIMIA

  

            Ha llegado marzo, aún no se terminan los días de lluvia que refrescan la ciudad y que hacen tanto daño a los frutales y a la vid.

Cada vez que el contratista atisba el cielo y ve nacer una nube gris plomizo, comienzan los preparativos ancestrales para "curar" la tormenta...¡"Viene el granizo"! y el murmullo crece con sordo temor contagioso. Allá van algunos jornaleros  con la pala o la azada llena de cenizas para exorcizar a la "enemiga" entre los surcos de los parrales hinchados de zumo en granos que revientan de vendimia.

En la ciudad comienza el trajinar de la gente: oficinas, escuelas, tiendas y fábricas se encuentran en un creciente empuje para la producción y la construcción de un país grande y próspero.

Las acequias cantan sus murmullos de aguas refrescantes y vivificadoras. Jóvenes

 mozas engalanadas de "Fiesta y Carrusel", comienza a inquietar las noches de guitarra y canto de tonadas en " Vendimia ". Todo es fiesta. Una antigua y renovada " Virgen de la Carrodilla " desplaza esperanzas de un año de vino nuevo por las calles adornadas de luz y algarabía pueblera. Se agolpan en la Vía Blanca los hombres, mujeres y niños recogiendo frutos de las manos juveniles de las muchachas. El vino es otro trofeo.

Llega la gran fiesta en noche de Reinas; resuenan  como rugidos atronadores las voces de los músicos y bailan los altos chorros de agua de colores acompasadamente junto a un puñado de danzarines y artistas. Ya comienza la esperada elección entre los gritos del público que alienta a las favoritas. Unas preciosas muchachas esperan anhelantes el voto final que llega con estrepitosos fuegos de artifio. Tenemos Reina de la Vendimia y el llanto y los besos y los periodistas que se esfuerzan por ser "el primero". Por un año el sueño alentador acompañará

a un departamento que orgulloso mostrará sus logros en esa joven mujer, su reina.                    

 

REÍR A PURO DIENTE

 


Reír a gritos.

                        Reír la emplomadura. Reír los huesos.

                        Reír desde los glúteos y la glotis."

            Mi tío Universo Fernández era el hombre más jocoso que yo pude conocer. Todos los amigos lo seguían a la cancha, al club, cuando iba de pesca o de caza o a las mil rarezas que se le ocurrían. Su esposa jamás se pudo aburrir con él porque siempre tenía alguna picardía para hacerle. Hasta que un día le mandó a su cuñado "Tito" una corona para difuntos, el día de su aniversario de bodas con, según él, la mujer más fea e insoportable de este mundo y... se armó.  ¡Toda la familia se presentó en la casa del tío Universo con unas caras de velorio que desarmaban! El pobre tío los invitó a pasar y les sirvió jerez, vino tinto del bueno y algunos apresuraron un whisky, porque hay que decir la verdad, él recibía regalos de todos los amigos y empresas porque les alegraba la vida. A los pocos minutos comenzó con el chiste de los monitos, luego con los de Jaimito y cuando quisieron ver ya ni se acordaban para qué habían venido. La noche llegó entre chanzas y chistes, cuando sonó el timbre y apareció el tío Progreso, su hermano para comunicar que al "Tito" lo habían llevado preso...Sí, estaba en la comisaría porque no le creyeron que él no se había muerto y estaba fingiendo y los de la funeraria habían llevado el mejor servicio que tenían. Todavía se siguen riendo, pero el tío Universo jura y requetejura que él, en eso no tuvo nada que ver.                                



ARROYO EL INDIO MUERTO

  

            Apenas habían llegado los cosechadores al pequeño pueblo cuando el comisario Fernández, llamó a Cárdenas a su despacho. Un nuevo incendio estaba consumiendo el cuartel sur del arroyo Empedrado, que desembocaba en Indio Muerto. Nadie podía sofocar esos malditos fuegos que se llevaban todo. Los animales que podían huir, quedaban tan heridos por las espantadas, que había que sacrificarlos. De la cosecha no quedaba nada. Los hombres que mandaba el gobierno habían encontrado entre los muros quemados de un galpón el cuerpo irreconocible de... ¿quién sabe qué infeliz, que no alcanzó a escapar de las llamas? Sólo el cráneo negro y los húmeros, que apenas se tocaban se deshacían en las manos de los de “criminalística”. Ellos, los expertos, se sorprendían del estado de los restos. Nada quedaba que les ayudara a desentrañar el misterio de la identidad del desgraciado. Seguían los incendios por la zona norte. Los vientos se movían como “olas de tormenta”en el océano. Cuando abrían picadas en un lugar, ya se había desplazado el fuego hacia otro lado. Un magnífico hidroavión comenzó a despanzar agua sobre el cuartel nordeste. Fernández trataba de mantener a su gente alerta y lista. Había muchos forasteros en el pueblo.  No se conocía a toda la gente y si alguien se perdía él sería el responsable.

            Cárdenas estaba proveyendo de palas a los obreros que se acercaron para ayudar, cuando vio a Eulogio, pasar con una carretilla hacia el galpón de los herreros. Le llamó la atención el bulto que tapaba con una lona sucia. Alguien lo distrajo. Se dedicó a entregar picos a los hombres del pueblo cercano. Ellos querían evitar que el fuego les llegara. Los aviones hidrantes iban y venían desde el río al nuevo campo en llamas.

            Fernández estaba de parabienes cuando supo que se había sofocado el foco del Norte. Luego de dos días entre los árboles quemados encontraron una calavera. Otra más. Esta vez tenía el cráneo roto con un martillazo. Cárdenas llamó a su jefe y le comentó que había observado a Eulogio pasar el otro día con un extraño bulto, pero una carcajada lo dejó un instante paralizado. Eulogio les traía una de aquellas famosas cabezas que hacía de barro cocido. Desde niño las hacía. Eulogio era deficiente mental y no era capaz de matar una mosca. Sonriendo se la dejó en el umbral de la comisaría. La baba del muchacho, que ya tenía como cuarenta años; mojaba esa cabezota malformada con la que él infeliz se distraía.

            Cárdenas trató de sacarla del medió en el momento mismo que Eulogio con un martillo la empezaba a romper. La herramienta estaba muy sucia. Tenía pelos y sangre. Barro y el mango algo quemado. También vio que los brazos del lelo, tenía una seria quemadura y la ropa agujeros hechos por el fuego. Fernández le preguntó: - ¿Con qué se había hecho eso?- A lo que el muchachote contestaba sin palabras y sólo reía y reía sin dar mayor precisión. Nada sacarían de allí. Cárdenas lo tomó con algo de brusquedad y lo obligó a entrar en la comisaría. Él, Eulogio, se tiró al piso y se puso a llorar con temor. Se orinó y se secaba los mocos con la parte de su manga donde tenía la quemadura. Luego de arrastrarse y gimotear un rato, Fernández lo hizo tranquilizar. Le dio  un vaso de cola y un resto de emparedado que había en la mesa. Trató de indagar pormenores. No logró nada. Llegaron desde la zona este con la noticia que se había iniciado un nuevo incendio. Era totalmente intencional. Era imposible impedir que se apagara en forma rápida. Ambos policías despidieron al enfermo con la seguridad, ahora, que él nada tenía que ver en el asunto. Salió como disparado.

            En ese tercer fuego también encontraron un cráneo roto a martillazos. Quemado. Pero por algunas piezas de metal de la ropa, supieron que era un peón del campo donde vivía Eulogio. El padre del muchacho era uno de los que más había ayudado en la terrible tarea de apagar los fuegos. Cuando vio llegar a la autoridad salió corriendo como quien se lo lleva una tormenta. Se internó en el monte. Hasta allí llegaron más personas para buscándolo. El rastrillaje dio su resultado. Allí estaba el viejo martillando la cabezota de su pobre idiota. Comprendieron con dolor. Todos pensaban que ese juego que Eulogio tenía desde niño de armar cabezas de barro y romperlas con un martillo, había sido sólo un juego, pero en realidad el pobre “tonto” tan sólo imitaba lo que su padre hacía en cada asesinato.

                                                                      

¡OH, QUÉ PAÍS MARAVILLOSO, TAILANDIA!

 

No fue un viaje esperado. Ni programado. Fue parte del rito de “Hijo Primogénito” de mis alumnos taiwaneses. El hijo Mayor de la familia vivía en Tailandia y me quería conocer. Nos esperaban en su casa en el veintiunavo piso en un edificio en el barrio donde habitaba la hermana del “Emperador”. ¡Un lujo y servicio de inteligencia estricto! Me sentía “Gardel” (como decimos en mi país cuando es alguien importante).

Todo me llamaba la atención. Habitación privada con baño americano y privado, servicio doméstico que estaba a mi disposición, y mucho, mucho afecto.

El primer día me ofrecieron conocer el Mercado del Río en Bangkok, salir del predio fue una odisea, tenía que mostrar mi pasaporte y me fotografiaron por ser extranjera en el lugar donde vivía la hermana del emperador. Tardamos una hora cuarenta para llegar hasta el pequeño muelle. El tránsito es multitudinario y los semáforos esperan entre treinta y cuarenta minutos, para cambiar y dar paso. El río es enorme, súper congestionado y mágico. Las lanchas multicolores y mujeres con el atuendo tradicional remando por todo el cauce, vendiendo frutas, pescado, sombreros y mil artículos, porque hay que reconocer que es un país muy visitado por extranjeros.

Dos cosas me sucedieron en el “mercadillo” que voy a relatar: la primera fue en un lugar donde una graciosa niña me ofrecía en un español muy reducido pero entendible, unos preciosos “abanicos” típicos de souvenir; le pedí cinco, pensando en mis amigas y me pareció normal el precios… ¡OH, sorpresa, se enojó! ¡Yo no entendía por qué; pago en silencio y ella con un mohín muy displicente me pone siete!  Le había molestado que no le pidiera lo que vulgarmente en mi país se dice “regateo” o pelear el precio. Yo no estoy acostumbrada a “regatear” porque considero que si es más de lo que creo que vale algo, no lo compro y si es justo, lo pago. Y luego entro en otro “vaporetto” o lancha-negocio, veo que venden hermosos objetos en marfil, un grupo de jóvenes occidentales con camisetas que representaban a los defensores de los elefantes, me cierran el paso. ¡Con mucha violencia! ¡Más por curiosidad que por querer comprar, quise ingresar; me sentí muy incómoda! Amo a los Elefantes, los admiro y pienso que son seres bellos, llenos de inteligencia y memoria infinita. ¡Pero creo que nunca las tareas de defensa, deben hacerse con violencia!

Luego, pasados los días, recorrimos el Palacio del Emperador, que data de cientos de años. ¡Una maravilla! Todo cubierto de espejitos dorados y de colores, con los techos que tienen en los ángulos de las esquinas unos típicos seres mitológicos en punta. (Dicen que para espantar los malos espíritus y fantasmas). Vi el Buda de Esmeralda, que es de Jade, y que el emperador cada festival, baña y viste con ropas exquisitas. El agua, la juntan y bautizan a la gente con una flor de Loto, obvio que me empaparon y salí pensando: ¿Si soy Católica, ese bautismo me serviría de algo? ¡Pero donde Fueres haz lo que vieres, dice el viejo dicho; y yo estaba en compañía de la familia budista de mis alumnos!

Pasados los días me preguntan qué quiero conocer y les digo: un museo. Se miraron. Ellos creen que los extranjeros sólo queremos ir de compras. Tailandia es el país que tiene la mayoría de joyerías de Asia y venden piedras preciosas de Burma, Viet Nam y alrededores, hay zafiros, rubíes y diamantes. Orfebres de primera. Pero hay que tener mucho dinero para comprar alhajas. Y yo, diferente, pido ir a un museo.

El dueño de casa hace unas llamadas telefónicas y habla con la esposa. Me suben al coche y partimos hacia un lugar cerca del Palacio, que está rodeado de agua con cocodrilos y muchos soldados que cuidan las entradas y ventanales.

Llegamos a un Shopping y no entendía nada. ¿Qué podría ver en un lugar así? ¡Sorpresa, en el último piso había una exposición de China! Conocí, gracias a ellos, los Famosos soldados de terracota de la dinastía Xi’an, que encontraron en el mausoleo del Emperador Qin Shi Huang en Shaanxi; del año 210-209 A.C. en China; la mortaja de placas de jade de la emperatriz y los objetos personales que tapan los orificios de la persona muerta: una esfera redonda en la boca, dos medallones sobre los ojos, dos cilindros en los orificios nasales y uno vaginal y otro rectal. Un regalo de la Vida y de Dios, para mí, una persona que ama la historia y el arte. También se presentaban artistas plásticos y tejedores de seda en telares manuales. ¡Un lujo total para mí!

Salimos de allí y fuimos a almorzar a un restaurante Italiano; al ingresar Pavarotti cantaba “Nessuno Dorma” y nos sirvieron la pasta más exquisita que pude encontrar en Tailandia. El vino italiano tinto, como lo hacía mi abuelo, y queso “Provolone”, Dios qué bueno.

Antes de regresar a Taiwán, en la calle comí huevos duros que llevaban en unas pértigas unas mujeres del pueblo. Es muy común verlas en todos los rincones con sus palmas de ahuyentar las abejas y moscas. ¡Son hermosas!

Regresaría a ese país.

 

LA FRÍA GRAN BRETAÑA

 

Llegar una Argentina a Londres es toda una experiencia. La primera vez que fui, no había existido aun, la Guerra por las Islas del Atlántico Sur con Inglaterra. Nosotros queremos recuperar las llamadas Islas Malvinas, Georgias del Sur y Orcadas, a lo que los británicos llaman “Falkland”. Es un tema sensible para nosotros y enojoso para ellos. Sin embargo como personas de bien, fuimos a conocer esa enorme Isla Británica.

Londres es una hermosa ciudad que a pesar de los miles de bombas que la destruyó en la segunda guerra mundial, se ha levantado como Ave Fénix de sus cenizas.

Hicimos el itinerario de todo turista: Conocer el palacio Real, castillos antiguos, la Catedral donde se corona a la Reina o Rey, el maravilloso Museo en donde hay obras “prestadas” sin voluntad de ser devueltas de varios tiempos y países.

Junto al Palacio donde dicen que habita la Reina, está el museo con las joyas de la corona; luego de hacer una cola bastante larga, ingresamos y comenzamos a ver alhajas hechas en India, Pakistán, Francia, España y por supuesto América toda: Brasil, México y hasta de mi país.

Cuando en un momento me acerco a una de las vitrinas para ver mejor, me dieron un grito que me paralizó. ¡Qué atrevida esta mujer! ¿Cómo se atreve a estar tan cerca de una joya como la Corona que tiene nada menos que el famoso Diamante “Koinor” y piedras enormes engastadas en oro, platino y quién sabe qué otro metal precioso?

Aprendí, que hay que serenarse y no decir nada, pedir disculpas y seguir, no vayan a creer que soy una indígena sin educación o quiera robar la corona de la Reina

Nos mostraron en el jardín los cuervos que cuidan y alimenta una persona del palacio porque existe la leyenda que si no queda uno sólo, cae la Corona y se termina el reinado de Gran Bretaña. También, amorosos ellos, nos llevaron a ver el lugar donde el Rey Enrique VIII, hizo decapitar a varias esposas y enemigos que parece que no lo amaban mucho. ¡Dios, qué horror! También nos mostraron una pared donde según explicaba el guía, hacía muchos años, habían encontrado en un doble muro, los cuerpos de dos adolescentes, hijos de un rey que habían amurallado y desaparecido para que otro hermano o pariente tomara el trono. ¡Una belleza de familia!

Pero reconozco que la ciudad de Londres es hermosa.

La ciudad tiene un aire moderno, clásica y llena de vida. Fuimos al lugar donde en un sótano cantaron por vez primera los amados “Beatles”, hoy siguen debutando grupos de música y uno puede beber un “Ale” cerveza negra en una enorme copa de vidrio con esa espuma frágil y deliciosa para el sediento. Fuimos a “Harrods” a tomar el té. Fue un éxtasis. ¡Muy caro pero tan paquete! Luego recorrimos los pisos de la tienda más antigua y famosa, creo, de la ciudad. Allí vimos el homenaje que le han hecho a Diana la Princesa Triste y a su prometido. Nos cruzamos con numerosas mujeres musulmanas, que vestían sus túnicas negras y cubrían sus bellos rostros. Creo que eran las únicas que podían comprarse las piezas de ropa o cuero en zapatos y carteras, ya que para nosotros eran inalcanzables. ¡Es un lugar de la Mil y una Noche!

En Picadilly hicimos lo increíble, ver pasar en auto a la reina Isabel que me pareció una mujer solitaria y triste. Autos adelante con sirenas y atrás, la seguían a pasos para que nadie se acerque. ¡En verdad, me dio pena! Ha tenido una vida muy larga y difícil.

El museo Británico es una maravilla. Al ingresar está la “Piedra Roseta” que un joven de catorce años, llamado Champollion descifró los jeroglíficos egipcios. Había una multitud, por lo que seguimos a las salas donde había parte de los frontis del Partenón. ¡Justo ese día nos enteramos que en Afganistán habían dinamitado unos antiquísimos budas de piedra los Yihad! Por lo que yo pensé, por lo menos, los frisos no están perdidos ya que en Grecia, al Partenón, lo habían usado para guardar explosivos en una guerra.

Luego pasamos por varias salas de pintores famosos donde la vista se embeleza con tanto arte. Cansadas regresamos al hotel, donde como todos los días comimos pescado con papas. ¿Pensar que antes que Cristóbal Colón, llegara a las costas de América; no conocían ese tubérculo comestible y rico?

En una de las tantas excursiones nos llevan sin decir claramente qué había allí. Bajamos del vehículo y caminé por un estrecho sendero y de pronto… ¡OH, sorpresa! Mi corazón dio un salto gigante. Frente a mis ojos estaba “Stone-Age”  Stonehen el monumento paleolítico más estudiado en la escuela y estaba allí, ante mis ojos asombrados y temblaba de ternura. Es una de las situaciones más hermosas de mi existencia. Las había visto en todos los libros desde mi escuela primaria, hasta el secundario y simplemente millones de  años estaban así, como un lugar familiar en mi camino. Sólo el frío y el viento me sacudieron y caminé alrededor imaginando los seres humanos que habían levantado semejantes piedras sin herramientas modernas, sin ayuda tecnológica y eran hermosas y cumplían su espacio para recordarnos cuánto de humanos somos y cuánto le ha dado Dios a los hombres para que elevaran ese círculo mágico de enormes piedras. ¡No voy a olvidarme nunca mientras viva lo que sentí en ese momento!

Cuando partimos para Escocia, supe que iba a un país de ensueño. El sonido de las gaitas, las faldas Kil, las leyendas y cuentos de la época de los celtas, me dieron un regalo precioso. Conocí varios castillos y también viejas catedrales e iglesias que se han transformado en templos Anglicanos. Respetaron mucho, en algunos, antiguas reliquias de santos católicos y estatuas de la Virgen María. Igual Escocia es muy parecida a Irlanda. Luego conocimos Gales, es una región muy verde, con ríos y riachos por doquier, con pequeñas casas típicas en las ciudadelas y otras con techos de paja (creo yo)  que se ven en la campiña. Me quedé encantada y muy cansada físicamente en ese viaje. El clima me resultó muy duro. La gente amable y educada, nos miraba raro a veces cuando nos preguntaban de dónde veníamos y decíamos: Argentina. Muchos de ellos habían dejado algún familiar en las islas del sur.

UN EXTRAÑO AMANTE

  

             Sentado en la oficina pasaba su día tan igual a todos los días desde que entró en la compañía. Su título, le abrió enormes puertas laborales, pero su carácter ceñudo y seco, no le permitía platicar con sus colegas. Él era el nuevo jefe de construcción. Lacónico y trabajador, estricto y serio hasta lo crispante.

            Desde chico fue el punto de burla de los compañeros de la escuela. Su padre, obrero en los ferrocarriles, tenía la manía de llevarlo hasta la puerta de la escuela tomado de la mono. Eso lo hacía el típico niño o joven que servía para molestar. Lo llevó a enfrascarse en los estudios y gracias a su abuela, que era medio despistada, aprendió de libros antiguos muchos temas y escritos valiosos que le permitieron superar a la mayoría de sus compañeros. Tanto que lo pasaron de grados a puestos superiores y salió de primaria con once años.

            Ingresó con un alto puntaje en la mejor escuela de educación media de su ciudad. Allí brilló y era un alumno cuyos profesores pedían para que colaborara cuando algún muchacho se quedaba atrás.

            Sus gafas gruesas le daban un aire adusto, parecía mayor a los años que tenía. Su timidez, egregia y total, le hacía balbucear cuando una alumna de su edad se acercaba para pedirle ayuda. Evitaba salir fuera de sus tareas normales: bibliotecas, charlas de profesores eméritos y a veces, con su abuela que insistía, iba al cine o al teatro. Nunca aceptó que le encantaba.

            La música era la que lo despojaba de su mutismo interior y se encerraba en la habitación para escuchar radio o siendo más grande un tocadiscos que compró a escondidas. La muerte de la abuela, lo transformó en un ser más cerrado. Cada vez hablaba menos y los padres, comenzaron a ignorarlo al no comprenderlo.

            Una mañana conoció a una alumna de literatura inglesa, que lo dejó perplejo. Su corazón latía cuando se cruzaba en los pasillos de la facultad. Era una joven muy bella. Simpática y siempre estaba rodeada por otras chicas y jóvenes con los que hablaban de arte. Él, desde lejos, la observaba dejando su imaginación volar.

            Estaba enamorado. Nunca podría acercarse a ella. Era su secreto más doloroso y hermoso.

            A través de su curiosidad innata, logró saber el número de teléfono de ella. Conoció su nombre: Mónica Raffo. Supo que tenía veinte años y que vivía en un presumido barrio de la zona más encantadora de la ciudad. Ella manejaba una motoneta y siempre vestía un Jean con blusas de colores claros. El cabello, larguísimo, le coronaba la espalda hasta más abajo de las nalgas. Muchas veces lo tenía enroscado en una especie de pirámide sobre la cabeza, atravesada por un lápiz de grafito.

            Nunca se acercó para hablarle y permanentemente evitaba pasar a su lado. Pero… un día de tormenta, tomó el teléfono y sin decir su nombre la llamó y hablaron un largo tiempo. Supo que le gustaba la música de jazz, hacer viajes cortos a lugares inhóspitos, amaba la literatura inglesa y a  Shakespeare, al que buscaba escuchar, asistiendo cuando daban una de sus obras en el teatro de la ciudad o ciudades vecinas. Cuando colgó, ella no sabía quién le había hablado, tan entusiasmada estaba de encontrar un joven que supiera tanto de sus gustos. No tuvo miedo.

            Ingenua, esperaba sus llamadas. Él, con su persistente orden, todos los jueves a las ocho en punto le hacía un llamado. Y hablaban como viejos conocidos. Nunca se habían visto… eso creía Mónica.  Pasaron los meses y él, le dijo que se iba para tomar un trabajo en otra ciudad y que le escribiría. Así lo hizo. Largas cartas donde hablaban de mil cosas. Ella un día le pidió una cita. Él, le dio un extenso motivo por lo cual no podía momentáneamente verla. Muchas veces estaban sentados en distintas filas y butacas del teatro, pero nunca se acercaba para que lo conociera. Ella, supo que había comenzado un romance inédito. Lo amaba. Su corazón esperaba con ansiedad sus llamados o cartas.

            Pasaron cinco años. El nombramiento como gerente socio de la empresa le aseguró un lugar en la sociedad en donde los que antes lo molestaban con sus burlas; hoy le debían obedecer en las obras. Para Mónica su amado se llamaba Alfredo. En realidad se llamaba Eudoro García. Y salía en los diarios con ese nombre, ella nunca podía suponer quién era en realidad ese misterioso enamorado que no había visto nunca.

            Una amiga le presentó a un abogado simpático y charlatán que pronto la encaró con flores y besos robados. Ella extrañaba a su ignoto amante. Y aceptó salir con Lisandro Aguirre, y Eudoro los vio y se desató en ira. Corrió hasta donde la pudo alcanzar.

            Llegó hasta la casa de Mónica que  regresó sin saber su destino. De frente con un cuchillo le clavó el corazón; surgiendo la sangre como un enorme crisantemo bermejo. Con el fuego que arrasó con furia, el cuerpo crepitó la sangre, laca tórrida en un crimen de pasión, venganza y odio. Ella cayó murmurando el nombre de su adorado Alfredo.

CORTAR LAS TORMENTAS

 

            Artemio echa a andar entre los parrales de verano. Las uvas están muy verdes todavía, hay que esperar para que maduren. Va con la azada al hombro con las manos arqueadas por el polvo de la tierra agreste de las montañas. La acequia cantarina trae poca agua y los sauces se hincan para adsorber el líquido que se encapricha ser ausente.

            Un año con poca lluvia. ¡Como siempre, el Zonda, arremete con furia de fuego sobre los viñedos!

            Las alpargatas levantan un talco terroso y prieto cuando camina Artemio. El sol se va ocultando tras unas nubes negras y amenazadoras. Tormenta. El miedo se arrebata a sonidos de campanas al viento. Granizo. La mirada desesperada se entromete en el fuego del latido austero del hombre del viñedo.

            Se enjuga la frente, que copia el aullido de las ráfagas de viento. Está desesperado. Un año, carpiendo, podando, atando y ahora que el verde se entremezcla con la vida, se viene la tormenta.

            La Justina viene al trote entre los surcos, cuidando de no caerse, que pierde la oportunidad de cambiar la historia. Trae una bolsa de sal y otra de cenizas. Trae esperanza de campesina laboriosa y con antiguas costumbres de los ancestros.

            Cuando cae el primer rayo, luego se siente un trueno que moviliza la tierra. Hace tanto que no escuchan ese sonido augural de la pobreza. Los perros aúllan en el caminito que ha dejado el hombre. Deja la azada apoyada en un álamo. Saca la pala ancha para hacer el rito. Se buscan y se encuentran entre truenos y relámpagos, entre un granizo seco y pequeño que puede triturar la vida.

            Ella, la Justina hace el espacio para comenzar la ceremonia. Él, acerca las cruces que lleva en la ancha faja de su vientre exiguo y recrean las “cruces de sal y ceniza” como lo hacían los abuelos. Rezan de rodillas entre los plantíos que se van mojando poco a poco y merman los granos de hielo que se transforman en lluvia copiosa y fértil.

            La acequia comienza a crecer y ellos empapados, se abrazan por haber logrado desembarullar la tormenta y salvar los frutos.

            En un par de semanas con sol y agua, habrá un misterioso crecer de los parrales y vendrán las uvas a brillar con su color de fiesta y vino futuro.

            La usanza antigua ha dado su amor y su constancia de frutecer sin miedo. El rito antiguo de alejar las tormentas con las cruces de sal y ceniza sigue vigente en la vida de los campesinos.

UN SEGUNDO SALÉM

  

Sabía que mi pueblo era parecido a todos los pueblos. Nunca imaginé que era un segundo Salém. Lo supe una mañana. Apareció por el pueblo un predicador con un carromato. Era un vehículo antiguo, muy cuidado. Su color era llamativo. Con flores decoradas en los lados. Un altavoz, llamaba con tono meloso la atención de los pocos transeúntes y algunos habitantes que se asomaban o paraban en los portales o en las barandillas de los negocios, que miraban atónitos y curiosos.

Mi padre salió de su oficina donde agobiantes cables telegráficos le iban diciendo los precios del maíz en la Bolsa de Comercio, hora tras hora. Sus papeles cayeron del escritorio cuando con las largas piernas golpeó el frente del cajón donde apoyaba un negro cuaderno de cuentas manuscritas.

Yo salí corriendo por la vereda de mi calle, junto a otros chiquilines, para seguir al carromato. Llenos de polvo y curiosidad, caminábamos haciendo una suerte de murga para remedar los apocalípticos mensajes que voceaba el hombre. Papá llamó ahuecando las manos como una bocina manual a cada uno de los que festejábamos al predicador.

A pesar del ruido, su voz me sobresaltó y regresé junto a él. Me zamarreó y colocó su enorme mano en el hombro para que yo me alejara. Pronto se fue perdiendo el sonido y la comparsa que seguía con su jolgorio.

La mirada adusta de mi padre sorprendió a los pocos vecinos que pasaban por allí. Me dio la orden para que fuera a buscar al tío Zacarías al molino. ¡Corre me dijo, trae a tu tío que lo necesito con urgencia! Salí de prisa, haciendo gala de mis piernas juveniles. En el molino, divisé a Zacarías que rodeado de una nube blanca, probaba el nivel de refinado de la harina. Le di el mensaje y sacudiéndose la ropa, salió al trote junto a mí.

Llegamos a la oficina y papá me echó. Literalmente me dejó con la nariz pegada a la puerta con vidrios. Me dolió. Por verme afuera y por lo que me produjo el golpe. Algo verdaderamente importante debía pasar.

Hablaban como un par de amigos o de enemigos, se llegaron a tomar de los hombros, casi se trompearon... era muy extraño. Salió Zacarías, sofocado y con cara de pocos amigos. ¡A mí, me tenía que pasar algo así! Dijo entre dientes. Caminó derecho al molino. Yo regresé a casa y le relaté todo a mamá que se quedó pensando. Luego apagó el fuego, retiró las ollas de las hornallas y se cambió de ropa. Salió con el sombrero ladeado por el apuro. Los zapatos de taco que le hacían doler, eran ahora como de goma. Caminó al límite de la ciudad a una pequeña casa donde golpeó de nudillos. Apareció una joven muchacha que yo había visto algunas veces en el mercado los feriados. Hablaron un rato largo. Yo espiaba desde una esquina. ¡Me comía la curiosidad! Solo escuché bien cuando le dijo... ¡Ha vuelto y vino con un carromato diferente! ¡Cuidado! Y salió apurada en dirección a nuestra casa. ¿Qué pasaba? ¿Quién era ese que había vuelto?

Como soy terriblemente curioso, escuché cada diálogo que se refería al carromato y al hombre. Me enteré que hacía muchos años, como diez, que había llegado otro carromato como ese, más disparatado, alegre y simpático. Pero supe que enamoró a una niña muy joven (creo que es la que mamá visitó) y se la llevó, dejándola embarazada y sola en el extremo del país y que el tío Zacarías tuvo que ir a buscarla, porque era su hijastra. Después de eso de la pena se enfermó Catalina su esposa y madre de la susodicha. Murió y él, quedó a cargo de la muchacha.

El pueblo era un aquelarre de dimes y diretes, como dice mi abuela, Un asco de habladurías y si hubiera un inquisidor; como dice el cura, la hubieran quemado en la plaza del pueblo. ¡Las viejas arpías son unas brujas! Eso pienso yo, cuando salen a las puertas de sus casas a pelearnos porque jugamos a la pelota en la vereda o corremos en bicicleta por la calle con gritos y risas.

La pobre muchacha, perdió a su bebé. La hicieron sufrir tanto que ya no salió más de su pequeña casa de las afueras. No tenía amigas y sólo iba al templo cuando sabía que no asistiría mucha gente.

La abuela me contó la historia de las Brujas de Salém que las quemaron vivas por una mentira y acá, aunque fue verdad, la chica no era mala y no lo es ahora, casi digo yo, es medio un ángel solitario.

El comisario del pueblo se apersonó al carromato y le exigió que se fuera, no le dio ni horas para salir de mi caserío. Y yo vi que la muchacha, se escondía detrás de las persianas para espiar al hombre que pasó cerca de su casa. Yo me pregunto... ¿Ella aun lo ama? pero mejor me cuido, si hago cualquier cosa que no le guste a las poblanas... capaz que me tenga que ir del pueblo.

martes, 11 de junio de 2024

¡CHUPATE ESA MANDARINA!

 

Entró la supervisora a la escuela con dos o tres docentes que la acompañaban. Parecía una reina con su séquito. Pasó derechito a la dirección. Se sentó en el escritorio principal y desplegó papeles.

Yo la miraba sorprendida y con cierto temor. No siempre vienen a felicitarte por haber solucionado la vida de un niño maltratado o una cloaca colapsada, no, vienen a pelearte porque un padre o una madre se queja por una nota que según ellos, los niños no merecen, o vienen a recriminarte porque creen que se ha “Discriminado a un alumno que llegó drogado o alcoholizado” y vos tuviste que llamar a un médico del centro de salud. Pero esta vez, no, vino con órdenes de la superioridad: “Los niños tienen que tener un Televisor en cada aula o en el salón de uso múltiple para ver el Mundial”. ¡”Chupate esa mandarina, pens锡 ¿De dónde saco un televisor para cada aula y el único que hay lo trajo Colón cuando llegó a la Antillas?

La orden viene de arriba y hay que cumplirla.- dijo con aire autoritario. Y yo no supe si reírme o llorar. –Señora no tengo un buen televisor. – y esperé una respuesta que me dijera que bueno, que el gobierno me daría uno o varios; pero no. Arréglese como usted sabe, para eso está nombrada como directora titular.

Se levantó manoteó los papeles, su cartera y salió con las mujeres que la habían acompañado. Me quedé entre lívida y furiosa. Tenía ganas de ahorcar a alguien y di gracias a los consejos de mi abuela que decía: “Frente a un dilema, calma, piensa, cuenta hasta diez y luego actúa”. ¿Qué podía hacer? Si traía el de casa, mi familia me ejecutaba en medio del living. ¡Comprar uno! ¿Con qué si nadie paga la cooperadora? Hacer una rifa… ¿Otra vez señora una rifa? Si nadie compra y tenemos que terminar comprando nosotras que apenas llegamos a fin de mes. Me quedé allí, quieta y muda.

Cuando entró el celador, con una taza de café, y me vio tan alterada, me preguntó qué pasaba. Me puse a llorar. Él, hombre grande y con mucha experiencia, se acercó y me dejó que me calmara; luego me inquirió: ¿Señora qué le pasa?

-Necesito un televisor nuevo o varios por orden de la superioridad y ¿de dónde saco el dinero? – seguí secando lágrimas incontenibles que caían por mi cara.

- Mire mi experiencia dice que si usted les dice grado por grado a los chicos para qué quiere la plata, le llueven billetes. No se olvide que está en un país futbolero. Acá se da la vida por un partido y si es un mundial… cualquier cosa. ¡Se arrancan un riñón, una mano, venden a la abuela…!

Le hice caso. Primero fui aula por aula, después cayeron los padres y al final llegó un camión de una empresa conocida con siete, sí, siete televisores nuevos y todas las aulas vieron el Mundial. ¿Alguien me puede explicar cómo puede ser tan penoso un país, que sólo tiene billetes para el fútbol?

¡AY, EL FÚTBOL!

 

Mi padre era de esos hombres del siglo pasado que tenía cada día organizado minuciosamente. Se levantaba temprano y salía a cumplir con sus tareas de bancos, oficinas y luego al regresar entraba al consultorio que estaba en el frente de la casa y se vestía como lo que era un odontólogo impecable.

Tenía los turnos escritos en un carnet y como sus clientes lo conocían y sabían que nunca los hacía esperar, llegaban a horario.

Cuando abría la puerta que separaba la sala de espera al espacio donde brillaba su equipo, comenzaba la danza. Había clientes valientes, otros miedosos y otros aterrorizados. Tengo que aceptar que en esa época el ruido del torno era horrible. Yo odiaba cuando papá nos hacía entrar para revisarnos. Temblaba.

Todo era normal durante la semana, pero cuando llegaba el domingo…mi padre se transformaba. Lo primero nos llevaba a misa de la mañana o a las diez o a las once, luego nos sentaba a comer los “tallarines” caseros que amasaba mamá con tuco de pollo casero también que religiosamente nos regalaba nuestra abuela paterna los sábados y luego sentado junto a la “radio” de madera lustrada con diales de baquelita, comenzaba el:” Partido”.

Había que hacer silencio. Nosotras tres hijas mujeres y mamá, a leer o a bordar cerca de él, en silencio. Yo, me abstraía y volaba con mis libros de cuentos de la colección “Robin Hood” y mi hermana mayor dibujaba con tinta china y plumín cucharita, en papel bellísimos trazos de flores y paisajes. Mi hermana del medio, era la más rebelde, recortaba de la revista “Para Ti” fotos de artistas de cine.

Papá se transformaba. Se paraba, se sentaba, bufaba, según fuera lo que relataba el locutor. El grito de Goooolllll solía asustarnos un poco. ¡Nunca lo escuché, eso sí, decir una mala palabra! Pero a veces cuando el partido era peliagudo y ganaba su equipo favorito, se paraba y abrazaba a mi mamá y nos daba un beso a nosotras, que no entendíamos nada.

Una vez, me llevó a la cancha. Era en el parque General San Martín; el club Gimnasia y Esgrima, y me sentó en un asiento que llevaba su nombre y apellido. Miró un partido de los chicos que recién empezaban a patear el balón. Yo me distraía y él, pobre, trataba que me interesara lo que pasaba. ¡Dios no le dio un hijo varón y yo ni entendía ni me gustaba ver a ese montón de muchachitos peleando detrás de una pelota! ¡Pobre papá!

Salió dándome la mano y eso me gustó tanto que le pedí que me llevara cuando quisiera. No pudo ser muy seguido, pues él, era un profesional muy requerido.

Pasó el tiempo y cuando justo apareció la Televisión en blanco y negro, se enfermó y al poco tiempo falleció.

Lo lloraron su amigos, sus clientes y nosotros quedamos desoladas y sin tener casi sin qué comer. Mamá hizo malabarismos para terminar de educarnos y criarnos y el sábado, aunque no nos gustara el fútbol, mamá se sentaba junto al aparato de televisión y miraba un partido en su nombre. ¡Nunca me voy a olvidar cuando llegó el televisor a color para el Mundial de 78!  Por primera vez, nos sentamos todas y lloramos la ausencia de papá, ¿Él estaría entre esa multitud ruidosa mirando un partido? ¡Vaya uno a saber!

 

 

LULÚ...LA MÁS HERMOSA

 


                        Se debatía entre la vida y la muerte, con esa necesidad de no abandonar el rincón donde estaba desde hacía un millón o más, de años. La habitación era de ese tono rosa dulzón de las viejas románticas, casi de otro siglo. Su humanidad de ciento veinte kilos la hacía imposible para las pocas personas que la ayudaban aún. Era como una esfingie de granito...nó, era más como un enorme y blando bloque de ser vivo. Una araña de bronce y cristales daban una luz difusa y cálida al lecho con docel y almohadones de encaje en el que agonizaba "Lulú" la que otrora atrapara el amor y el deseo de hombres inimaginables. Había conservado el límpido color de sus ojos que se escondían en la piel laxa y flácida de su ahora cara redonda. En su preciosa cómoda de ébano y nácar, un retrato de su juventud la mostraba con toda su impertinente belleza de mujer hermosa. Labios carnosos y cabellera de un rubio ceniciento la habían centrado en el corazón de jóvenes y hombres adultos que se desquitaban sus sonrisas, sus bailes y sus favores.

            Así lo poseyó todo y lo fue perdiendo todo...se quedó sola con sus recuerdos. Como pasaba el tiempo y no lograba un compañero para `toda´la vida se fue transformando en la amante de los hombres más ricos, que la llenaron de joyas y ropas traídas de Francia o Italia en barcos. Una hermosa propiedad la hizo dueña del salón más frecuentado por artistas y personajes famosos. Su vida era la envidia de mujeres casadas y madres de proles enormes. En su casa se leía lo más nuevo y se discutían temas de política que reflejaba la osadía de los amigos de Lulú.

            Ya era tarde para decirle la verdad. Nada le quedaba en realidad. Su habitación era lo intacto gracias a un pacto de amor hecho por gente que ella  ayudara en su momento de riqueza. Los inmensos salones desmoblados, sin alfombras ni adornos de cristal y porcelanas antiguas parecían el esqueleto de un fantasma épico, y ni hablar de los jardines que había creado el famoso Prince Adams, el mejor paisajista de Nueva Inglaterra, esos eran una maraña de hierbajos y troncos podridos llenos de musgo y hongos. Nada le quedaba, sólo lo que se veía desde su ventanal. Eran las cinco de la tarde y su pecho subía y bajaba con dificultad en cada respiración. Un sudor frío recorría su frente y mojaba su cabellera pulcramente cuidada. Las jóvenes que ella había recogido como camareras, salían del nido de amor casi como fantasmas. Ella debía creer que aún la servían. Sus ojillos suspicaces, observaban silenciosamente sus caras y sus modales...se encaramó sobre las almohadas y dando un suave suspiro llamó a cada una para darles las gracias y su bendición mientras les decía en los oídos unas palabras suavemente susurradas..." Vendan todo lo que queda y no trabajen más con sus cuerpos...se irán de este mundo como yo, solas y desfiguradas". Aunque todas habían tratado de no demostrar que en un rincón de la casona aún había un lupanar, la astuta Lulú sabía...

            Murió sonriendo entre los sollosos de sus muchachas que la habían amado.  

LING TAI YU...

 


                        Era de ladrillo cocido, esmaltada en algunas de las figuras del león vigilante de los demonios caseros. Era la casa donde ella, ahora era la “primera”...

                        La belleza nívea de la rala cabellera transpiraba noches de luna insomne. Pequeñita, torpe en su desplazarse entre el crujiente sillón de madera y mármol, que refrescaba su escaso puñado de músculos masilentos. Sus pies hinchados y deformados la hacían arrastrarse para llegar hasta el altar familiar abrazado de incienso volatil. El rojo tapado de seda abarcaba su cuerpecito menudo y tieso. En sus ojos cenicientos nadaban los miles de plantitas de arróz que plantó en su juventud , agachando el deseo de estirar un suspiro en su espalda corva. Miles de siglos apretados en su espalda de campesina. Sus manos de piel morena, dedos deformes y aguzados como azuelas acariciaban una pequeña bolsa displicente en su regazo. Picardía en el sobar las fruslerías de jade y oro que contenía su faltriquera antigua, recuerdos obscenos de la época anterior a la muerte de la primer esposa y de la segunda. Se sentó extasiada bajo el cerezo florecido esa mañana. Un mar de rosados pétalos atrapaban las abejas y abejorros que extraían el néctar para polenizar otros árboles de la ciudad en flor. Una sombra azulada se perfiló en su rostro cuando una jovencita se acercó a lavarle los pies y las manos. Era la hora de sol rotundo, cuando caen guijarros de fuego húmedo sobre la techumbre de viejas tejas musgosas. Era esa, la nueva esposa de su hijo mayor y ella la odiaba. Su sonrisa desdentada horadó su memoria...Activó la  imagen de la primer esposa de su amado. Esa que la hizo hincarse para limpiar su sangre y el tibio semen después de copular toda la noche. El odio ensombreció la mirada astuta y petrificó aún más su corazón partido en mil esquirlas aguijadas. Zumbó su voz  el vapuleado azote verbal a la nueva muchacha que penetraba en su mundo petrificado de silencios. ¡No me toque , dijo en un zollipar inescuchado! Y la  tercer esposa del primogénito, siguió abrebando el tibio líquido sobre la piel escamada, a causa de largas temporadas pisoteando en el fango, cosechando o plantando arróz para su esposo. La había comprado por monedas a su padre que la odiaba porque era mujer y había nacido antes que el varón tan esperado. Otra muchacha , casi una niña, le acercó un bol con una papilla tibia con verduras y pescado finamente desmenuzado. Comió con la pequeña mano, ya no podía sostener los palillos por el dolor afilado que le deformaba los nudillos. Bebió el té verde, que se deslizó por su barbilla que descargaba en el ahuecado pecho la mitad del contenido del mínimo vaso de porcelana. Se durmió entre sorbo y sorbo, pero soñó con las caricias de su dueño caprichoso en tardes de primavera. Sus muertos senos eran como talegas de duraznos maduros y perfumados entre los dedos expertos de aquel hombre que había deseado tanto...otrora. La muerte atisbaba lujuriosa entre los cerezos. Ella abrió los nublados ojillos medio adormecidos y vio acercarse a la esposa primera, aquella que le había robado la pasión de su amo y esposo. Venía a buscarla desde la otra vida. Tomó un bambú que le servía de apoyo y descargó un tremendo golpe a la maldita. Otro golpe y otro. Inesperadamente la tercer esposa de su hijo cayó. La cabeza estrellada a palos en un charco de sangre sobre el pavimento del patio interior. La negra cabellera juvenil teñida de fiesta, pensó...¡ Resonó como el tambor del templo !

 Acudieron las otras mujeres para auxiliarla...era demasiado tarde. La muerte jugó con el destino pero se llevó la vida joven. Inocente la muchacha yacía en las piedras pulidas por el uso. Victoriosa la anciana juzgó que debía dormir una siesta. No vestirían de blanco por lo sucedido. El rojo seguiría siendo el color de la casa.

TAWFIQ el pequeño guardián

 


            He nacido varón, sí, hombre. ¡Gracias a Alá el Todopoderoso, el Magnífico y el Salvador! Siento cierta dificultad para sostener esta maravilla que me dio el primo Shiahiuf. Con dificultad busco apoyo en el viejo olivo; sin hojas, ni frutos, ni sombra. Pienso con verguenza en quienes quedaron en la aldea, en especial en la mujer que me dio la vida y que el anciano "imán" dice que no puedo nombrar para no ofender el nombre del Profeta. La noche se acerca y siento mucho frío. Me arropo con las gastadas prendas que me dio mi hermana Merien y las rotas sandalias de quien fue mi padre. Él, fue encontrado cerca del pueblo fantasma de Had Chekala después de la gran matanza en el tiempo del Sagrado Ramadán. Aún me parece percibir el olor de los cadáveres a la distancia. Acá todo parece estar tranquilo. Creo que esta noche podré dormir unos pocos minutos. Hoy el sol me pareció más rojo y quemaba, pero en realidad lo que me quemaba, eran estas granadas rusas que me han colgado en todo el cuerpo debajo de la raída abba mugrienta. Tengo hambre y frío. Tengo sueño, pero todo sea por Él, el Misericordioso, el que me hizo "hombre". Si pudiera, fumaría uno de esos cigarrillos turcos que trae a la aldea, desde Ramka, el jefe  Muqaddam Azzadine, pero hace una semana que están cortadas todas las comunicaciones con  Tabainet y nadie pudo ir hasta allí a buscar noticias. Tengo miedo. Tengo hambre. A pesar que soy un hombre, ya no tengo fuerzas para sostener el fusil que me ha hecho una fuerte herida en el hombro. Me sangra mucho. Duele.

                        Miro, en la oscuridad, hacia el hoyo donde se esconde el primo Sharuf. Veo su cabeza quieta reposando sobre sus brazos que han quedado muy delgados después del ayuno de Ramadán. Nada se mueve en la oscura noche. El silencio me ha hecho perder el sentido del tiempo. No se si falta mucho para el amanecer. Me sorprende el silencio, ya no aullan los desdentados perros del almuédano.

 ¡Hoy no llamó a la oración desde los escombros del alminar! El sueño me está venciendo. Me pesa cada vez más el fusil. Miro mi cuerpo y veo un río tibio que avanza entre las brillantes granadas que tengo atadas. La sangre fluye desde mi garganta seccionada por un filoso cuchillo. Me han separado, prácticamente, la cabeza del cuello. Pienso en mi madre y en "Alá" el Todopoderoso, el Omnisciente... que me está esperando en el Paraíso. ¡ Lamento... que no voy a poder peregrinar a La Meca para cumplir con mi destino! Dentro de diez días tendré once años y sé que "Alá" el Misericordioso, el Todopoderoso, tendrá para mí un lugar en su Ciudad Celestial. Me estoy alejando en la neblina del amanecer. Ya no veo luz ni sombras, sólo sangre. ¡Bendito sea... Alá...el Miseric...!    

 

Argel. Un grupo de la Media Luna Verde encontró degollado a todos los habitantes de un "pequeño pueblo" cerca de Medera la provincia del oeste de Argelia. Fueron asesinados por un grupo integrista guerrillero musulmán. Los guardianes del pueblo apenas tenían entre diez y catorce años; fueron decapitados y sus víceras expuestas como alimento de los buitres y perros salvajes. Diario Ámbito Financiero.    

           

                        " Mi Homenaje a Los Niños usados en las guerra" -

LA JUANA


            Le faltaba un año para ser profesora de gimnasia. Era delgada y ágil. Su perfil era semejante al de una bailarina de ballet. Sus padres le daban el dinero para su escuela y su comida, de noche trabajaba en un geriátrico cuidando ancianos. Así pagaba su habitación compartida en una pensión de mala muerte. Su compañera estudiaba teatro, era morocha y delgada, sus formas no le ayudaban para conquistar a un actor consagrado para que la mantuviera. Juana, le dejaba siempre algo de comida sobre la mesita que servía de escritorio y apoyo.

            Un día la encontró tiritando en la cama. Tenía fiebre y le pidió ayuda: un remedio que hiciera pronto efecto, tenía una prueba en pocos días en el teatro Odeón. Salió a la calle y encontró todo cerrado. Una luz lejana le advirtió que ahí había una farmacia, caminó y llegó justo cuando el boticario estaba por cerrar. Le compró un remedio, que según el hombre, era mágico. Así llegó a la pensión seguida por un perro y un tipo que la miraba con sorna.

            Apenas entró, le dio a beber la medicina a Reina, que se adormeció. Al día siguiente ya no tenía fiebre.

            Cuando regresó del gimnasio, la encontró envuelta en una bata y llorando. -¿Qué tienes ahora?-  Necesitan una joven de cabello rubio y no tengo vestido verde que es el color que me piden. Bueno, yo le pido a la patrona de la pensión tita y te la pongo en el pelo como ella. Y yo tengo un vestido verde. ¡Tranquila!

            Pasó el día y cuando regresó de su trabajo, reina era rubia y super hermosa. ¡Vaya con la muchacha llorosa y afiebrada! Me encanta verte así. Tendrás el papel, dijo Juana optimista. ¿Y has visto quien es tu actor de reparto? – Si. Un conocido actor de unos cuarenta años.

            -Bueno, bueno tal vez todo esto te traiga suerte. Y cuida que no se den cuenta que el vestido te queda lago apretado. ¿Quieres mis zapatos de tacones negros?- ¡Claro! No me atrevía a pedírtelos.- Tómalos.

            Tres semanas después Reina, era la estrella de teatro y cine. El galán le había regalado un vestido nuevo, zapatos de charol de aguja y un bolso haciendo juego.

            -Mira Juana, gracias a ti, hoy soy quien soy, por lo que lo que necesites, estaré muy feliz de darte. Sabés mi jefe es muy generoso. Creo que hasta demasiado. Me llevó a comer al “Paradisse” y me hizo probar champagne.

            -Reina ten cuidado…! Puede que te enrosques en un lío. Los hombres  a veces son muy taimados, eso dice mi padre. Pasaron varios meses y el jefe, le presentó a un gerente del banco nacional. La venía a buscar un chofer con uniforme. Juana apenas lo miraba. Tenía miedo por Reina. Un día llegó feliz, su nuevo amor, le había pedido que se casaran.

            Un año después Reina, la famosa actriz, apareció ahogada en el lago del parque junto a un joven actor de cine. Juana lloró pensando que ella se había arriesgado mucho jugando un papel doble. Nadie investigó la muerte de los artistas, porque eso suele pasar en la farándula, decían los pasquines. 

EL DESEO DE UNA SOMBRA


            Llegué de la ciudad para trabajar sin que nadie me molestara. Pronto vendría  Javier con carpetas y otros elementos para consultar. Mi prima Catia encantada, me dio las llaves de la vieja casona que era de todos y de nadie en particular dentro de la familia. Estaba sentado frente a la chimenea, afuera hacía muchísimo frío y mi amigo y compañero aún no había llegado con el resto de trabajo que teníamos que realizar. Me extasiaba el crepitar de fuego entre las viejas piedras, que desprendían un exquisito perfume de pino y desde donde saltaban pequeñas chispas que explotaban en una ronda alegre y alocada. Yo me arropé con la manta que había tejido la tía Eleonora, antes de morir, allí en la casa. ¡Qué satisfecho me sentía! Me levanté y observé por la ventana. Ya comenzaba a nevar nuevamente, me encaminé al mueble donde las tías habían dejado sus ricos licores caseros, me serví en una copa de cristal color rubí y me volví a sentar. Observé el licor y a través de su colorido cristal miré el retrato de la chimenea. Era una mujer pintada quién sabe cuándo y dónde, que me miraba y en realidad tenía un defecto en los ojos y sólo me miraba con un solo ojo. Era horrible nunca le había puesto mucha atención. ¡Qué fea era! Hasta tenía una suave pelusa sobre los labios. ¡Pero tenía el mejor cuerpo que había visto en años! ¿Quién habrá sido?- me dije sonriendo. Ya les preguntaré a las mujeres por qué aun está allí. Mañana lo voy a sacar, pensé y continué revisando mis papeles. La pondré en la mansarda donde había un sin fin de cosas arrumbadas. El sopor del licor y el calor me hicieron dormir. Desperté con un fuerte golpe en la puerta. Había llegado Javier muerto de frío y su auto cubierto de nieve. Bajamos computadoras y cajas. Abrí la cochera y guardó el auto. Luego nos enfrascamos en nuestra charla y trabajo. Cuando se hicieron las dos de la madrugada nos dio hambre, nos hicimos comida. Fuimos a dormir cansadísimos deseando que parara de nevar pues de no ser así, tendríamos mucho trabajo para despejar la nieve.

                        Cuando me acosté y apagué la luz un suave resplandor asomó tímidamente entre los pesados cortinados y un crujido suave atrapó mi espíritu somnoliento atisbé en el cuarto pero por supuesto no vi nada extraño y me dormí. En la otra habitación Javier roncaba sin pausa.¡Gracias a Dios no había traído consigo a su joven esposa con el bebé! Yo después de mi separación  no estaba para problemas domésticos. No recuerdo qué pasó, pero me desperté sobresaltado al alba, con un suave murmullo de gente que hablaba muy quedo, presté atención y con pocas ganas bajé los escalones para mirar de dónde provenía esa charla, pero no había nadie. Un frío me recorrió la espalda. ¡Yo era un hombre moderno, agnóstico y positivo! Acá no hay nada  y subí a mi alcoba donde me acosté para recuperar el calor y la calma. ¿Había sentido miedo? No era tan sólo mucho frío. Javier era una orquesta sinfónica de ronquidos, dichoso de él que ignoraría la inoportuna visita fantasmal.

                        - ¡Despertate, Carlos, que tenemos que trabajar, hoy hay que terminar con todo¡- dijo Javier sacudiéndome con colcha y sábanas mientras pasaba por mi nariz una tostada caliente con manteca y mermelada- hice café y ya podemos desayunar, gracias a Dios dejó de nevar y salió el sol, hay barro por todos lados; y bajó las escaleras  cantando.

                        Yo me disponía a desvestirme para darme una ducha caliente cuando frente a mí se planta una vigorosa mujer extrañamente trajeada que me miraba descaradamente. Mi instinto me hizo tapar como podía, y, ¡oh! sorpresa descubro que era la mujer del retrato en la chimenea. ¡No puede ser!- me dije. Traté  de entrar rápido a la ducha pero el espectro me seguía mirando encantada de mi desnudez. Le hice señas y la eché con palabras non santas pero ella allí firme mirando mis intimidades. De pronto desapareció por el espejo del baño y yo suspiré encolerizado conmigo mismo. No me animé a decirle nada a Javier porque pensaría que estaba de chanzas. Bajé y me acerqué al cuadro, pero había desaparecido. Le pregunté a mi amigo si él lo había sacado y me miró extrañado: ¿de qué cuadro me estás hablando si yo no vi ninguno? Y, ¿yo comencé a preocuparme...me estaría enfermando o sería algún problema psíquico?

                        Comenzamos a trabajar y enfrascados por tanta tarea no advertimos que en la mesa las tasas del café se habían alejado y estaban al borde y que bailoteaban en sus platillos. Ahí fue cuando Javier me increpó con severidad:- ¡Carlos me estás tomando el pelo?, no te hagas el mago conmigo que yo soy muy impresionable!- para qué dijo eso, allí fue cuando comenzaron nuestros pesares...verdaderamente esas fueron cosas muy locas. ¡Nunca imaginamos que a un par de oficinistas de ciudad, encontraríamos una casa llenita de fantasmas!, y digo, llena porque comenzaron a aparecer unas jóvenes llenas de veladas que nos acariciaban, nos tocaban y no nos permitían terminar con nuestra labor. Al principio nos dio miedo y no nos podíamos mover, pero fue demasiado y comenzamos a defendernos. Yo las increpé, les expliqué que teníamos que completar los trabajos y se fueron riendo escaleras arriba mostrando larguísimas cabelleras de mujeres jóvenes y cuerpos muy tentadores. Se apagó la luz bajamos al sótano y allí encontramos en un destartalado sillón un grupo de viejos seres que parecían esperar a alguien, en realidad eran señorones con unas manifiestas calvas y relojes de gruesas cadenas de oro que aguardaban a alguien. Ni nos miraron cuando con nuestras linternas intentábamos arreglar los fusibles, así comprendimos nuestra situación. Estábamos en una casa extrañísima. Ya habíamos conseguido arreglar el desperfecto cuando nos sobresaltó el ruido estruendoso de la planta alta, donde algo había caído estrepitosamente. Javier se negó a acompañarme pero no aceptó quedarse solo en el salón. Subimos y encontramos todo en su lugar excepto nuestras ropas repartidas por todos lados y en especial nuestra ropa interior que colgaba de las añosas arañas de cristal.

                        Comenzó a sonar insistentemente el teléfono de Javier, atendió y suspiró tranquilizándose cuando escuchó la voz de su adorada Erica, que le preguntaba por su vida, ya que con tanta confusión y trabajo fantasmagórico había olvidado llamarle. ¡Pero no pudo decirle que estaba en esos raros trances ya que nadie le creería! ¡Ah mientras hablaba una figura exquisita le acariciaba las entrepiernas! Claro que era un ser transparente y muy inestable pues aparecía y desaparecía.

                        Yo aproveché para llamar a mi prima Catia que no se sorprendió, sólo se reía a más no poder de nosotros...-Yo me olvidé de contarte que en esa casa  vivió la amante de nuestro tatarabuelo que se llamaba Irinalda del Mar era una famosa bailarina de teatro y el abuelo le permitía tener discípulas que esperaban a los amigos del viejo pícaro, hay por allí un retrato de la mujer  y cuando le gusta un hombre, lo vuelve loco como al  desvergonzado abuelo.- Yo no podía creer lo que escuchaba, así me enteré algunas verdades de mi preciosa familia. ¡Pensar que ahora eran pura sacristía y beneficios parroquiales! Así, como pudimos, terminamos de hacer nuestro trabajo para huir de la casa  de fantasmas  del lupanar.

                        Cuando cerré la puerta sentimos las carcajadas de las muy bribonas que quedaban de gran jolgorio con sus viejos espectros. Les aseguro que no vuelvo nunca más.

Vino Viejo


Ercilia se secó las manos mojadas en el delantal mugriento ,lleno de grasa, tierra, harina y sustancias  pringosas ,de infinita desconfianza hogareña.Salió al patio, con un rítmico chancleteo

de zapatillas viejas ,roñosas y rotas.Las gallinas salieron aleteando asustadas.El gallo erizó las plumas tornasoladas del cogote y presentó pelea a las chancletas de la Ercilia, que por lo bajo,lo insultó.

- ¡ Carajo, con este gallo de porquería, no me conoce todavía...,ya te voy a meter en una cacerola!-dijo mientras buscaba al Chicho, entre los parrales.

-Chichooo.¡Chichoooo!-gritó ahuecando las toscas manos contra la dura boca, para que la oyera. La cabeza, pelada y roja, quemada por el sol calcinante, apareció de golpe detrás de un peral.

-¡Qué  te pasa Negra, ¿ qué querís?-dijo disgustado el Chicho, mientras se secaba el sudor del cuello, la cara y las manos ,con el pañuelo  sucio.

-Vení ,che, vos ,viejo remolón, necesito que me arreglís  en el lagarcito, el mortero del abuelo, que sia rompido ,sinó no viapodir hacer el aceite de oliva.

-¡Ay, mujer,no tengo tiempo, no mi jodás!- con todo lo que me queda para hacer, ésta jodiendo con el cachivache viejo...,lo qué me faltaba.Pensó mientras se iba perdiendo entre los árboles.

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Los ladridos de los chocos hicieron que todo se volviera un loquero.Un hombrecito desarrapado, escuálido y sucio ,entró por el portón,con unas herrramientas miserables, por pocas y viejas.Dejó que Ercilia sostuviera  a los perros y se paró frente a la mujer ,que lo miraba desconfiada, y que tenía trazas de ama domesticada por las tareas del campo, la rústica faena cotidiana marcada en las mil arrugas de la cara.

-¿Usté e la patroncita?Soy el Faustino Ojeda, vengo a por el morterito del lagarcito,¨ñá,que tengo toito pa´reglarle -

-Dentrá por atrás, y al lado del galponcito, vay encontrarlo.

El hombrecito casi se precipitó en el lugar.Comenzó a trajinar, hacía mucho que no tenía una changa.

-Esto está choto como io.¿Pa que lo querrá la patrona?-pensó.De pronto vio unas botellas de vino, que brillaron entre las telas de araña y los trebejos.Dejó la herramienta que tenía en las manos ,que le temblequeaban de deseo.Desgolletó una con un golpe en la muela de piedra...,bebió hábido , bebió con el placer de la vida y de la muerte...,¡sabía a gloria...! el olor primordial de la uva, el color vigoroso y encarnado ,como la sangre, que se le fue colando  por las desesperadas comisuras de los toscos labios .-¡Ah, el placer bravío de la bebida...-pensó -¡Vino macho...,vino amigo...!

Tomó una tras otra las botellas ,que rodaban por el rústico pavimento de ladrillones antiguos del lagar.

Entró el sol por la última rendija del lugar, como despidiéndose de "safio", que babeaba,semi inconciente apretando en un puño sanguinolento, un trozo del gollete de una botella rota.¡ Se asomó el Chicho y pegó un grito..., que retumbó en la tarde, creando una baraúnda infernal, entre los perros, las gallinas y el chancleteo de la Ercilia, que corrió al instante...!

-¡Mierda, cómo se mamó el negro, que tipo de la p...!y mientras  ........... 

RÍO ESCARLATA

 

Plantaré un ceibo que arrulle al río en su violencia roja

 

El lago se teñirá de granate con las flores cuando el viento azote

 

Entonces no será espejo, ni lago, ni río. Una ciénaga.

 

Agitaré un pañuelo en la orilla para llorar  la ausencia

 

Luego agitaré los vientos y las aguas. Los peces huirán sedientos de sol

 

Cuando esté todo hecho, recordaré el rostro del amor.

 

Un amor que nunca pudo ser ni fue. Las flores flotarán río abajo

 

Ruborizando el agua en remolinos. Rojos y escarlatas y encarnados.

 

Fuego perenne en el silencio del agua que galonea el ceibo.

 

Estaré parada, sola y recogiendo latidos, uno a uno, latidos

 

Que reconfortarán el silencio de la orilla