Mi participación en el Tercer Congreso Internacional de Literatura por la Identidad de los pueblos y la Paz. ciudad de la Flores, Medellín Colombia en febrero de 2016
miércoles, 30 de marzo de 2016
Trasegando Historias en Ritmo de Vino
Con un estilo directo no rehúye de la belleza de lo cotidiano con un estilo directo o toca temas extremos como cotidianos, humanos y se interna en esos laberintos ordenados y lógicamente sin por ello desestimar el factor sorpresa, el humor y la fluida y clara narración.
Beatriz Boudizzone
Socióloga y escritora de Mendoza
ilustró:
Catalina Raia de Cunietti
Comienzo del Final
Libro de Poesía en el que confirma la estatura lírica de Graciela Vespa con un tallado de esencias, universo con sinónimos de belleza en si delicia existencial.
Es diseñadora de la palabra y su contenido sus latidos nos traen cortezas de secretos interiores. Todos este espejo....es para los lectores.
María Estela Arnoriaga
Escritora y artista plástica
ilustró: Elba Rosa Narhiñak
Gaitas en la Memoria
GAITAS EN LA MEMORIA.
Orieta se despertó con un sudor que empapaba la almohada y el camisón.
No hacía ni frío ni calor. La primavera se había presentado diferente a otros
años. Con el control remoto abrió la cortina que oscurecía la habitación. ¿Había
soñado o vivido una experiencia notable?
Nació en una ciudad mediterránea de
argentina. Sus padres y abuelos eran italianos y no tenía ningún antepasado
galés, escocés o gallego; sin embargo siempre tenía ese sueño recurrente. Las
gaitas llegaban de lejos con su sonido agridulce. Agudo y melancólico. Ella
sentía que paseaba descalza sobre un prado de trébol verde, entre robles
antiguos, fuertes y poblados de pájaros desconocidos.
Se veía a sí misma vestida con una
túnica de lino fino, el cabello suelto hasta la cintura y sus manos como
cuellos de gansos de plumón se movían al ritmo de dichas melodías. Nunca se
animó a confiarle a su madre ni a Enrique su experiencia.
Debe ser una vida anterior, le dijo
una compañera de la facultad que amaba el ocultismo y la
New Age. ¡En vidas pasadas has vivido en el
país Celta, en Dublin o en Gales! Yo me reí a carcajadas.
¡Soy más “tana” que la tarantela y
la pizza…! Pero me dejó pensando. Desde los cinco años o antes yo sentía esa
música y me perturbaba.
Comencé a investigar. Fui a la
escuela de música y me mandaron a una biblioteca enorme. Cuando entré, los allí
presentes me miraron sorprendidos.
¡Yanneth Jones, cuándo regresaste? ¿No
era que no reemprenderías nunca la vuelta a este país que fue tan agreste para
tu música?
Yo los quedé mirando estupefacta. Me
llamo Orieta Strucchi y siempre viví en este lugar. Jamás me fui y he venido a
investigar por una melodía que me tiene asombrada. Sueño siempre con gaitas y…
relaté por primera vez, sin vergüenza mis visiones nocturnas.
Se había hecho un silencio
mayúsculo. Me miraban con temor y curiosidad. Un joven músico, con seguridad,
se acercó y me dijo: - Mira, no se si lo
que te voy a decir puede servirte de algo…, acá vino hace unos años, una
becaria que tocaba la gaita muy, muy bien. Era la profesora más querida de la
academia. Delgada, de largo cabello rojo que coronaba su cadera, siempre
vestida con una túnica de lino suave de color claro… y un día, se enamoró del
profesor Cándido Cazares. Él, era un hombre mayor. Violinista. Soltero. Creo
que el amor fue mutuo, pero… esta historia no podía terminar como en las
películas. ¿Sabes? Una mañana viniendo para las cátedras lo atropelló un coche
y quedó en coma. Cuando despertó estaba totalmente amnésico. Aun vive en un geriátrico
del estado. No conoce a ningún alumno ni a profesores y a ella, la echó del
nosocomio. Sólo, nadie supo por qué la reconoció, antes que ella se alejara le suplicó tocara
una antigua partitura con la gaita. Ese sonido quedó en la memoria colectiva de
la academia. Dicen los que cuidan de él y acá en las salas, en ciertas noches,
se escucha la gaita de Yanneth Jones con su clara música de gaita.
Salí desconcertada, peor que cuando
entré. Sigo en algunas noches, soñando con esa estridente música celta de
gaita.
ADÓNDE PERDÍ EL PARAÍSO
ADÓNDE PERDÍ EL PARAÍSO
La punta de mi párpado oculta la sed de la arena.
Desnuda hinco una astilla de dolor fingiendo no mirar
el paraíso
inalcanzable, abisal, adormecido
misterioso revivir de los rumores en la profunda colmena
de recuerdos antiguos
me acechan palabras temblorosas
dulce amiga del fuego, triste amiga.
La marejada de besos clandestinos, sólo fueron mentira.
Es ahora mi ojo desolado el que entreabre una hendija
para espiar la penitencia en pedazos de carne, de piel.
Perdí el Edén bajo la alfombra de mi cuarto.
Oculté la soberbia al regresar del desierto
cargada de presagios, malherida.
Opaco el ventanal evita el sol amanecido
la vieja luna ensañada despilfarra espejos blancos,
amarillos, dorados, imposibles.
¡Adónde perdí mi paraíso?
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