miércoles, 30 de noviembre de 2016

POEMA 095

Y un día, un día como hoy
atravesaré la calle como el duende curioso
como la lluvia fina que desgrana lamentos y
un perro solitario detendrá la pisada gótica del viento
Arrancaré una espina
caerá una rosa con pétalos mojados
sobre las pulcras piedras de la esquina
nuestra esquina donde los augures
transformarán una vez sola en marejada de escombros
el espectral camino de mi talle perdido
solar vegetal de tu mirada
remanso cauteloso de los ojos  que dormitan.

Una aventurada marcha hacia mi trenza de hieba
besando el polvo de la calle despierta como un alce
con los cuernos atrapados en las ramas del destino.
y una grutas profundas colmarán mi cintura
con caricias de estrellas o rasguños de tigres
dejando que los pétalos de las rosas me cubran en el lecho
y los escombros gritarán tus palabras prohibidas.
Déjame dormir en silencio de huesos olvidados
para calmar mi apetito de solidario encuentro con mi Dios
escondido en las tinieblas del cielo. Quiero dormir ahora.



POEMA PARA GABRIELA MISTRAL

“Y el amor como el espino nos traspasó de fragancia”
                                               Dios lo quiere. Gabriela Mistral

Lucila con tus rodillas rotas y la mano desolada
Cuando una gruta profunda de besos llene tu alma
Se pintarán de gotas de azahares tus miradas
Y la tierra en sus entrañas murmurará una palabra
No te duermas mi Lucila que con misterios te apañas
Y transformada en Gabriela soñarás sueños de algas.

Las nubes esconderán tus penas y tus risas en el pecho
Resonaran en campanas con temblores de bronce
Que galoparán en el valle, allí donde te quedaste, amor
Que nadie lo extrañe. Tu nombre hermosa doncella
Quedó grabado en la arena y la espuma no lo borra
Quedará hasta que el mundo se acabe.



MI JARDÍN EN FLOR


ROSAS EN MI JARDÍN DE LA MONTAÑA
EL ROSAL MARÍA CALLAS EN PLENA FLORACIÓN Y PEONÍAS BLANCAS QUE HEREDÉ DE MI ABUELO ÁNGEL VESPA.

ESTA PEONÍA LA CONSEGUÍ EN UN VIVERO DE MENDOZA POR CASUALIDAD... ES DE UN BELLO COLOR OBISPO.

POEMA 062

POR CIERTO


Por tu rostro y mi pecho, por las calles y el viento
va la lluvia. Recuérdame tu nombre.
Así se aposenta tu máscara de carmín celestial.
Una lámpara flota entre los latidos tenues de la noche
en donde dormita el calor entre frágiles manos conmovidas.

Allí flotan las caricias como plumas de aves
Duendes amarillos juegan en la orilla espumosa del río
Y los sauces se hamacan entre las aguas claras que corren río abajo.
Encuentro en la arena escrito con perfil de flores.
El nombre del Amor que duerme la siesta junto a ti,
y me detengo para tocar el aire, el rocío en las hojas.
Un espejo me muestra el rostro tibio del amigo del tiempo.
¿Por…
cierto es que me esperan en un horizonte soleado,
cierto es que me arrullará un zorzal de alas blancas,
cierto que me abrigarán los vellones del cordero blanco.

UN CASO DE:¿LOCURA?

ÉSTO DE HABLAR DE LO PROHIBIDO¡

-          Quiero a mis hijos.- dijo con voz casi inaudible, mientras forcejeaba con las hilas.
-         Están bien cuidados.- fríamente, el médico le señaló una especie de pecera con los seres en movimiento perezoso.
-         ¿Cómo haremos, si en cada herida hay una infección, doctor? Dígame, ¿Se podrá mejorar o curar?- nerviosa y esquiva la mujer de alrededor de 45 años, se mueve con insistencia, tratando de no tocar a la joven muchacha, que yace en el lecho totalmente dopada.
-      Señora, su hija está ahora en una etapa muy delicada. Se la encontró totalmente abandonada en una calle donde viven un sin fin de desocupados y menesterosos. Hay que reconocer que fueron ellos los que la ayudaron.
-     Mamá te odio, devuélveme a mis hijos- dice con voz destemplada la joven.- A Usted también lo odio, me han quitado a mis hijos.- vuelve a repetir como un latiguillo la enferma.
-       Llamaremos a psiquiatría y a otro especialista. Igual, creemos que por lo menos estará internada entre cinco y seis meses. De ella depende. Nosotros ahora trataremos de curar las infecciones.- expresa con más interés el doctor.
-          Mamá devuélveme a mis hijos. Sólo tú, me pudiste robar a mis hijos y este cabrón hijo de puta, que ahora quiere dejar a mis otros hijos allí en esa heladera de vidrio. La Rosarito estaba a punto de poner huevos. Y el Hilarión estaba muy viejo para subir y bajar buscando comida. Devuélvanme a mis hijos.- la muchacha se revuelve frenética , alargando las manos hacia la pecera instalada cerca del lecho. – las enfermeras entran y salen asqueadas, pero saben que deben esperar a los psiquiatras para hacer algo.
-        Señora, este Síndrome, llamado del “Canguro” es frecuente en gente que sufrido grandes pérdidas. Es explicable en el caso de esta muchacha. ¿Quién le quitó a los verdaderos hijos? ¿Qué edad tenía?-  el facultativo escribe en la historia clínica cada dato detallando las palabras con líneas oscuras.
-          El primero fue a los doce años. – respira profundamente la madre y continúa.- llegó de la escuela descompuesta y cuando le pregunté comenzó a ensoñar con el relato de los “favores” que le había regalado un galán del curso.
-          No mamá, mentira, yo me enamoré y le pedí que me alejara de esa casa de brujas, donde vivía tu mamá y tus hermanas. Vos me arrastraste hasta la atroz choza de la “médica”, la curandera y me sacaste mi primer hijo. Era muy pequeñito.- suena como un silbido la voz siseante de la enferma.
-          Claro, qué íbamos a hacer, en el pueblo, con una nena de doce años embarazada de un desconocido. Expresa apenas audible la voz de la mujer, que nerviosa se revuelve en su lugar como una lagartija desesperada.
-          Bueno, con eso se explica en algo todo esto. – un suspiro sale entrecortado de la boca del galeno.
-          Mentira, mentira.... – canta la muchacha que se va poniendo cada vez más nerviosa.- ¿Y el segundo? Me lo sacaron atada como estoy ahora, porque él y yo llorábamos suplicando.-
-      Tenías apenas trece años. ¿Cómo lo iban a cuidar, si ni siquiera tenían la secundaria aprobada?- dice la mujer.
-          Mamá y ¿mi tercer hijo? Yo escondí durante cuatro meses mi embarazo, y la desgraciada de tu madre, que esté bien quieta en el infierno, me descubrió y me arrastraste al inmundo lugar donde me sacaron mi bebé. Era un varón dijo la bruja. Y él, mi amor, corrió y lo encontraron colgando de los hierros del puente. -  grita histérica, la joven.
-          Ese infame, sólo quería tu apellido y tu herencia. Los campos de tu abuela y las joyas de la familia. Seguro que luego te dejaría llena de hijos y en la calle.- estalla la mujer.
-      Señora, hace tiempo que su hija vive en la calle y no quiere que la lleven a su casa. Asegura interviniendo el médico. El síndrome del "Canguro", es una enfermedad propia de personas que se han sentido muy agredidas... y.... los sollozos suenan lúgubres en la pequeña sala del hospital.
-          Pero... pero ella es menor. No podía quedar en boca de todo el pueblo el buen nombre de la familia, una familia llena de heroicidad y honor. Su abuelo fue gobernador y su padre...- queda con las palabras jugueteando en la boca.
-      Ese otro, flor de hijo de mil putas, robó, se cogió a medio pueblo y encima trató de violarme desde que tenía seis años. El señor Abogado más prestigioso del pueblo, hizo bien en pegarse un tiro. Yo se lo hubiera dado, sin más ni más. Exijo a mis bebés ya mismo.- expresa revolviéndose en la cama la muchacha, mirando los gusanos y las cucarachas que pugnan por escapar.
-      Tranquila, tus cucarachas y tus gusanos están mejor ahora que en tus heridas, que se habían colmado de larvas y estaban llenas de pus. – Le cuenta el médico.- Se iban a contaminar con tus infecciones. – la explicación trata de calmar a la joven enferma.- Si las querés,  tenés que ayudarte y así ellas estarán mejor.
-     Quiero a mis hijos, quiero a mis hijas, quiero a mis hijos, quiero a mis hijas... -y el ronroneo, es una oración ininteligible  que se escucha apenas.- Mamá... morite, hacé algo por la humanidad... suicidate.-Le escupe la cara a la madre que llora...  Salen todos e ingresa el psiquiatra.
-      Hola, me llamo Hugo y me imagino que no querés hablar conmigo. Soy tu médico de cabecera y trataremos juntos de ver porqué te producís esas heridas en la piel y guardás cucarachas en ellas, ah, y gusanos, que me contaron que son tus hijos. – dice muy abierto el hombre.

-          Sí, son mis hijos y cada una tiene un nombre. Se aman y me aman, no como la malvada que acaba de salir. – baja la voz- Ella me mató a mis tres primeros hijos. Eran dos nenas y un varón. No le cuentes a nadie. Ella es de la cofradía de la catedral y reza raras oraciones por día. Mi amor, Ernesto, se ahorcó por su culpa. El demonio vive en su casa. Es mala y su madre y hermanas también. Quiero que me devuelvan a mis hijitos e hijitas, ellas no van a morir en manos de una curandera. Y sigue hablando y hablando hasta que se queda dormida. La alienada, sólo cree que sus gusanos y cucarachas, estarán vivas debajo de su piel, abierta con hojas afiladas de cuchillos.

viernes, 25 de noviembre de 2016

EL MUNDO MÁGICO QUE CONOCÍ...


LOS EVERGLADES EN MIAMI


LA VIDA EN EL LAGO DE MICHIGAN EN GRAND AVE

EN LA CASCADA DEL HOTEL DE GRAND RAPID

POEMA.......27

.........................27


Manos grises
alas de gaviotas heridas
que arrastran sobre el arrecife
un manto de algas impregnadas de cielo.
La profundidad en el agua inquieta de mareas
azules mórbidos del mar.


Manos quietas
socavando el páramo de cieno
con perfume de alambiques rojos
unicornios grimosos.
Hembras inmóviles con rostro de vampiresas. Miran
el cuerpo desnudo de la vida en el pecho.


Manos metálicas
penetrando la lava azul en tiniebla de sueño
desespigando trigales con esferas de hielo o
con tormenta de trombones mágicos
domando         truenos        relámpagos      lluvia.
Ellos haciendo el sonido del viento.


Otras manos muertas    silencio
un sonido de  antaño que en el eco murmura sibilante
el dolor de la ausencia
ojos vacíos en cuencas de piedra.
Hambre de niños que se sientan en la calle solitaria entre los escalones

de piedra esperando una palabra de olor a pan nuevo.

CUENTO CORTO

LA VOZ DE  JOAQUINA.

            Imagínate ver a la Joaquina en los corrales con las chivas mansas, ordeñando sus ubres rebosantes de caliente leche espumosa. Cantando coplas, mientras las manos diestras aprietan las tetillas y cae el dulce jugo en un balde para hacer quesillo. Imagínate, Ramiro, el balido urgente de tanta cría hambrienta. La Joaquina conoce a cada cabra por su nombre y a sus crías las va bautizando cuando nacen y ella les corta el cordón ayudando a la hembra en parición. Es hermoso ver el techo del rancho con la cumbrera a pleno de pértigas donde cuelgan las pequeñas formas de queso de color ámbar que se desembarazan de la grasa fina. Es un lujo del campo, Ramiro, acercarse y oler ese aroma a vida. Hay horas en el día que se penetra de aromas ancestrales. Algunas veces la Joaquina canta o llama con un silbido a las cabras que vienen a su lado. ¡Claro que la reconocen! Si es como su familia ese puñado de pequeñas bestias cálidas y de piel suave, con pellejas de variados tonos del blanco al marrón oscuro o negro. Ella, la pastora, nunca tuvo hijos. Pero vos Ramiro verás cuando llegues que ellas son sus hijas. Nunca ha venido a la ciudad, la Joaquina nunca salió de su rancho. Mañana cuando vayas, y le digas..., si no se muere, quedará violeta del asombro. Estará inmóvil del espanto. Sé dulce y tierno cuando se lo digas. Nunca salió del rancho, nunca vino a la ciudad y no sabe cómo es la vida fuera de ese allí. Venir a morirse ahora el patrón Don Braulio. Los hijastros vender el campo, ¿qué vamos  a hacer con ella? Morirá de pena.
            El ruido del auto de Ramiro despierta el balido de las cabras. Sale Joaquina a recibir al primo que viene de la ciudad. Él nunca se imaginó encontrar a tan hermosa mujer en medio de la tierra árida e inhóspita de la sierra. No la conoce. Es tan bella y tan ingenua como las flores del cardón que aprieta en su rústico vestido. Su cabello largo, suelto al viento, la envuelve como una mata de “barba del diablo” de color del trigo. El calor la apura y encierra rápido los animales entre los palos corraleros y las pircas que aun sobreviven a los viejos nativos de la zona. Prende un farol de vieja data y se entretiene en el fogón con un puchero. Saca una botella de leche fresca y corta rodajas de pan casero, jamón y choclos hervidos, que son el alimento, comen con el zumbido de los jejenes y las chicharras, cantando junto a los grillos entre los jarillales del patio. Apenas hablan. Ella llora en silencio. ¿Qué hará con la “Preciosa”, la “Blanquita”, la “Rubia” y la... una a una va nombrando sus cabras. Se desparrama un poncho de tristeza junto con el sol que dormita entre los quebrachales.
            Amanece calmo. Joaquina está lista. Abre los corrales para que las amigas pasten por su cuenta. Ya vendrán los nuevos dueños. Se lleva varios quesos y muy poco de sus pertenencias. ¡Tiene tan poquito y necesita tan poco! Sus ponchos hilados con la lana de la“Redondita” y del “Terco”. Sube muda, al coche, y van dejando huella de polvo seco y blanquecino mientras se alejan del rancho.
            Llegan a la casa del centro. Le aturden los ruidos y el movimiento histérico de toda esa gente que va y viene sin rumbo seguro. La dejan en su cuarto. Se mira por verse en un espejo y descubre que ha envejecido diez años en un solo día. Llora la Joaquina.

            Pasan unos días. No va a ningún lado atolondrada por las estridencias que siente a través de los muros. Una mañana cuando Ramiro, Jimena y el niño, comen en la cocina sienten un extraño ruido. ¡Sorpresa! La buena muchacha en su angustia ha roto el tabique con lo que encontró a mano, un viejo tenedor de alpaca. Quiere buscar del otro lado los rostros amigos, su nueva familia, que asombrada la observa y comprende.   Jimena se incorpora y la abraza. No es fácil consolar a Joaquina, pero su cariño alimentará la certeza de que no está en el mismo infierno como ella cree. 

POEMA XXXI

No hay futuro me dijo
un pájaro agorero con mirada de arpía y
yo metí las manos
en el agua sonriente del río de la vida.
Olor de incienso me transmitía tu mirada.

Allí te encontré
pintado el rostro con ceniza
te miré en el espejo
detrás, donde el candado escondió las respuestas y
recordé tu nombre             tu zodíaco pétreo
que agoniza en silencio con el pueblo olvidado.


Un planeta de espanto me sumergió
en la furia de un macho cabrío que alargó su testuz
llegando a la orilla del abismo
conteniendo el aliento
encontramos
sólo signos
incógnitas sin nombres
laberintos. Y
entonces
huyó con alas de lodo
mi materia de sueños.



UN RINCÓN DE MI ADMIRADA IRLANDA EN MICHIGAN


LOS SÍMBOLOS DE LOS IRLANDESES... CASI UN LUGAR MÁGICO.

NUNCA PENSÉ QUE ENCOTRARÍA UN RINCÓN DE IRLANDA A LA ORILLA DEL LAGO EN MICHIGAN.

POEMA 019

una mañana clara despertamos con urgencia
de besos
y en mi cuerpo dormido se engendró un ovillo
de mariposas que abrieron destellos
de azabache
tu cuerpo erguido en simiente de mandrágora
penetró la penumbra de mi cuerpo

cayó un lago de chispas
quedamos flotando a la deriva
tras la corriente del río de los sueños
que llevan al mar bravío.


Fue una historia distinta

CASI ENFRENTADO





            Galopa en el páramo acercándose al otero para divisar la yegüada. El viento atraviesa la fibra abatanada del poncho helando y la osamenta de Dióscoro Tortajada. La niebla se va abriendo para señalar la tropilla con la madrina al frente. Las pezuñas del “Toruno” quiebran el hielo en los charcos que con la helada se han formado en la madrugada. Está cansado y dolorido. Ha llegado a comer charque con gusanos esa invernada. Logró esconder los animales del ojo inquisidor de los cuatreros, de la requisa y de los maulas. Los indios que merodean saben a dónde ir a buscar. Las patrullas no.
            El hombre tiene que madrugar las ideas de tanto miliquito afiebrado que sigue al Tigre. Se sienten impunes a las lanzas y boleadoras del gauchaje y de los castellanos que aún creen en el rey de España.
Dióscoro Tortajada es hijo natural, su madre es una española maloqueada por  un indio ranquel de la zona de Río Cuarto. Huyó ella de los toldos y cuando la vieron las beatas y su padre, embarazada de indio, la echó como a un perro rabioso. Un jesuita le proveyó asilo en un rancho de la zona del Quinto. Allí vivió evitando los malones y las levas con otras mujeres despojadas y desechadas como animales sarnosos.
Lo bautizaron con el nombre de su abuelo español Dióscoro Tomás. Castellano y de prosapia, pero sin una moneda de oro. El apellido Tortajada se lo dio la abuela materna a quien nunca conoció, porque jamás vino a las Américas. Y se fue del Quinto hacia la tierra del norte. Allí encontró una anciana viuda y sola que le dio trabajo, el cuidado de su casa y su hacienda. Ahora el hijo, con piel clara y fuerza de jaguar, por la mezcla de sangres, se había puesto al frente. Arreaba majadas de chivos y corderos, atendía pariciones y marcaba a fuego en las orejas o en las ancas a los bichos que alimentaba entre los llanos y las aguadas.
De poco hablar y seco; su mirada era profunda y azulada como la del abuelo materno. El odio metía un hierro candente en su pecho y juraba no dejar semilla humana en esta tierra.
La tropa pasaba siempre, y él, lograba esconderse para no ser arrastrado a esa guerra inútil entre criollos, indios y españoles. Veía a su madre secarse como las pencas de los tunales. Se detuvo el pingo cuando una yarará se enroscó en la pata y el muchacho con el puñal la cortó en dos, sin antes poder evitar que los colmillos se hincaran en el músculo del potro. Cayó este, justo cuando la bífida se retorcía en la arena. Los últimos estertores, de los belfos espumosos, se acompasaron con los golpes de la cola de la venenosa. Apeado y silencioso, remató a ambos animales sin olvidar la diferencia. Su caballo era de Dios y la bicha del demonio. La agarró con fuerza y como si fuera un lazo, revoloteó el cuerpo frío en el páramo y con un silbo afilado, se alejó hasta perderse entre las piedras. Al  Toruno, lo tapó con piedras, tardó como dos horas en cubrirlo, como había visto en el corral de los Zúñiga al morir el Zaino. Así lo hacen los indios, sólo que ellos le quitan el cuero, la lengua y algunas partes, para llevar a los toldos” le había dicho el capataz de los Zúñiga. Viejo artero y sabio. Hijo de un capitanejo y una morena, se había acercado a esa familia noble y envejecía con ellos.
Caminó con cuidado, donde hay una yarará está su pareja. Debajo de un tala, allí estaba espiando con sus ojos verdes y su cabeza presta. De un mazazo con una enorme piedra la dejó reventada en la arenisca.
La yegüa madrina medio espantada coceaba cerca. El olor a sangre atraería a los pumas que merodeaban la tropilla. Prendió un fuego y mientras pitaba un cigarro, tomó caña de la bota que le quitara del morral al pingo muerto. Se acercó a un potrillo ruano. Lo observó y sopesó si aguantaría su peso. El era alto y magro. Pero de músculos fuertes y secos. El animal bastante manso se puso junto a él, invitándolo a domarlo. No fue difícil.
Se venía el día y el sol dejaría ver a cualquiera que se acercara, y todos codiciaban los animales. Se alistó para llevar la caballada del hueco donde pastaba. Su poncho ya era una brasa humeante sobre los hombros. Lo apartó. Mató el fuego con arena y comenzó el camino hacia la casa.
El polvo que levantaban las pezuñas lo delatarían si no les envolvía las patas con arpillera. Las patadas y coz arreciaban, ningún animal aceptaba el traperío bochornoso.
Igual las ató. Arrastró la tropilla desde el páramo al potrero de junto al río. Allí, lo esperaba una negra con mates y tortas calientes de chicharrones recién cocinados.
En ningún momento le dijo gracias. Era normal su mal carácter. Las muchachitas se agitaban a su alrededor y no las miraba siquiera, era medio indio y tenía piel blanca y ojos azules como el abuelo. Lo distinguía el pelo negro azabache y su nariz de ranquel. Su madre empeoraba y no había caso, el único médico había seguido a las tropas de regulares del ejército.
Taciturno, le pidió a una mayora, negra vieja y cumplida, que le preparara un baño en la habitación de arriba. Allí se adormeció. Soñó con ser español entero. Pero dentro de su alma clamaba por la libertad propia de los nativos. El era libre como el viento sur que azotaba los montes, era como los pumas y las liebres. Su parte ranquel pesaba.

Me quedo allí, perdida en la imagen como si se esfumara mi cuento. Recordaba los relatos de Dulce Amor, mi nana vieja y los libros que me leía tía Leticia. Ahora no hay malones, hay asaltos por pandillas, tiroteos por carteles de drogas, matanzas políticas. En una palabra como entonces se trata de silenciar a los periodistas y a los ciudadanos nobles que buscan la verdad.
Llegó Armando, tiene  frío y me pide unos mates bien calientes como a él sólo, le gustan. Trae de la calle malas noticias. Un piquete de un grupo radicalizado que con los rostros cubiertos y largos caños metálicos, han roto vidrieras y autos en el centro. Así nunca se podrá lograr paz en nuestro territorio. Es igual a aquel tiempo de 1835. Pero diferente.
No imagino a la gente caminar por calles de barro, con esos largos vestidos las mujeres y a los hombres con ponchos y botas de potro. El olor a estiércol nos penetra después de las seis o siete de la tarde cuando los cartoneros rompen las bolsas de residuos para robarle al hambre algo que sirva. Hay quien dice que sirve para la ecología. Yo siento que tan sólo es Pobreza y de la peor. La miseria de la ignorancia y abandono de quienes tenemos la obligación de educar. Los mates están languideciendo. En la tele, busco algo mejor que ver y me encuentro con el opio generalizado de fútbol. En cada canal, en cada espacio hay un partido o un comentarista hablando de tal o cual jugador o equipo. Todos ganan millones de euros o dólares, pero el país está cada vez más empobrecido. Quiero olvidarme del hoy y regresar a mi computadora para desdoblarme en el ayer y en otra. Quisiera saber si fue mejor el “antes” o el ahora.
Armando se ríe, me sermonea porque dice que siempre fue igual. El poder pudre mi querida y nunca hubo guerras o luchas, sino por dinero que es según algunos vil metal, pero que todos quieren poseer. Suena el timbre. ¡Cuidado! No se puede abrir sin constatar muy bien quién llega.



             



            

A CHARLES BOUDELAIRE

  
Caen magnolias sobre las sábanas marchitas
Suave y desganada una mano yace como grulla perdida
El poeta bebe un vino desflorado entre espinas
muy rojo y perfumado, entintado y promiscuo.
Un seno marmóreo atisba el lecho descubierto
con susurro de aves emplumadas de pétalos albos
hay peces de colores merodeando en la estancia
en penumbra con murmullos y suspiros.
Huyen unos ángeles al inquieto espacio azul.
Otra noche perdida en el infierno.
Late un armonio en melodía de encanto
Y el agua de la cascada
esparce el nombre de Venus
que prometida a la luna se convirtió
en esa Venus incestuosa de enero.
La sábana se arremolina en el lecho despierto.
Rueda la copa sobre la piel sudorosa, afiebrada
mientras el poeta besa el vientre de la luna.
Seda blanca y encaje atrapa una pierna desnuda
sedienta de lisonjas, cascabeles de vidrio,
caricias sin palabras del poeta silencioso en la noche.
Comunica plañidera la aurora un tiempo de relojes

que armoniza en el lecho cuajado de magnolias. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

MES DE LAS ARTES EN GRAND RAPID- MICHIGAN


UNA MARAVILLA PENSADA EN CRISTAL, COMO GOTAS DE LLUVIA CAEN FORMANDO CUERPOS DE ANIMALES.

UN VITRAL PENSADO PARA DISFRUTAR DE LA BELLEZA DE LA NATURALEZA, EN EL HOTEL DE LA CIUDAD DE GRAND RAPID- MICHIGAN. ¡UN DISFRUTE MÁS!

UN CUENTO ECOLÓGICO


HAN LLEGADO.
             Las “ursutas” tejen huellas fatigadas en la holladura. Un silbido desaguado escapa por la mandíbula desdentada del pequeño hombre que corre hacia su aldea. Su mente está nublada por la falta de oxígeno. No alcanza con su “cuyico”, agrega hojas de coca a las que se maceran en su boca. Un hilito verdoso escapa por sus labios agitados. Ásperas, sus manos, tratan de guardar en la “guayaca” el papel que recogió en el mercado. Ya está a la vista del caserío. Los adobes fuertes resisten el frío y el calor de la puna. Sangran sus pies cinabrios. Su piel y su rancho son iguales. Fuertes y toscos como la tierra que los “gringos” quieren quitarles.
            Kispe Mamaní, ha visto a lo lejos ya, la columna de humo. Los rumores de las máquinas que fueron a espiar los iniciados, cada amanecer los ruidos son más furibundos. Se acerca a la casa del Bacilio Condorí. El anciano, tenido por jefe, lo espera con su ceguera prudente junto a la pirca que separa cada casa habitación. Una turbamulta de perros hambrientos y ladradores, lo secundan. En la mano un cigarrillo de tabaco fibroso armado con miel, hace su intento de transmitir una fingida serenidad que escapa de sus humores de jauría arisca. Ni una mujer está por ahí, todas han bajado a los mercados para diligenciar sus tejidos y arropes de tuna, los quesos de cabra y el patay sabroso. No son buenos los tiempos. Un asesor del gobierno vino, hace como seis meses a convencerlos que las nuevas tierras que ofrece el gobierno son mejores que éstas. Pero ellos, hace muchos siglos que habitan esa zona austera del altiplano. Sus antepasados aimará y coya, cazaron y plantaron en la aridez de los valles y los huincas, los fueron corriendo hacia el alto. ¡ Otra vez no! Nadie quiere moverse, pero el humo es cada vez más denso y pasan por la carretera, vieja huella inca, un arrastre de camiones y grúas, con gringos rudos que hablan difícil. Ni Kispe ni Bacilio les entienden. Vinieron a comprar gallinas y ponchos de vicuña. Nada se llevaron. Las mujeres escondieron todo y se fueron cabreados como bribones greñudos.
            Kispe se sienta en la costra noble del terreno que sostiene a Bacilio Condorí. –Han llegado.- y en sus ojos abatidos una luz de odio destella empeños.
-                     ¿Qué manda, Bacilio? Lo que encomiende haremos.- y un distintivo de sugerente actividad clausura cualquier diálogo de paz.
-                     ¿Cuántos son? ¿Quién los acompaña? ¿Hay gendarmes o la polecía? Diga, hombre- satura el humo del cigarro casero la voz carcomida por la vida.
-          Son muchos y armados como el mesmo diablo. – y se seca el sudor que ultraja las carcomidas grietas de la piel oscura. –Los gringos son como cuarenta y tienen rifles.
-          Entonces no se hace nada, como siempre nos sacarán en caravana de cadáveres hasta el camposanto de los crestianos. No dejaremos que ganen con sus mañas. Un coya más o menos al gobernio no le hace. Haiga que contemplar como talan para hacer papeles. Mesmo como para plantar los granos. Nuestros padres incas llorarán su selva y nojotros que ni de letras ni de papeles conocemos, poco a poco nos enquedamos sin selva.
-          Bacilio y si se va con los señores del pueblo y les pide... , tal vez se apiaden, la selva también es dellos. La Pacha Mama, ahorita debe estar muy cabriada. –el silencio montaraz se aproxima a los hombres.
-          Ajá, tal vez. – las hilachas de luz cobijan los cuerpos mientras el humo penetra con su ardiente olor agrio los pulmones.
Los resplandores rojianaranjados derraman fatídicos las alas sobre la tierra. Arden los antiguos bosques de quebracho y van desbastando la otrora fauna y flora del noroeste puneño. ¿Allí sembrarán los gringos? Sólo muerte, sólo muerte.
Kispe Mamaní, pertrecha su mula para bajar al poblado. Una amontonamiento de viejos papeles envueltos en tela hilada en fina trama de vicuña, es el tesoro que guarda entre su saco de industria China. Se lo compró la Doralisa en el mercado. Allí estará el maistro para que lo acompañe. El es el que escribe lo que los hombres piensan en papeles con figuritas de colores que adornan las palabras. Con desenvoltura el maistro le habla a los jefes del gobierno. ¡Tal vez logre que lo escuchen!
Muy  a la hora de los insolentes colores del alba, cuando apenas se mueven las aves pregonando a Inti, sale con su carguero. Fluye por el risco cerca del río que de grana va tiñendo el agua. -“Si su Merced quiere dilatar al gringo que manda a quemar el bosque, si su Merced se apiada de los animales que se están cremando, si su Merced tiene misericordia con el pueblo coya... otros niños, más tiempo en el tiempo, lograrán ser grandes”- divaga en la quietud  del amanecer. El humo ha cambiado el color y es agrio y sombrío. Crepita en el silencio de los matorrales. El Kispe Mamaní recibe un balazo en la espalda. No cae, se arrastra. La mula se detiene y rebuzna. Aprieta los papeles que esconde entre su carne herida y sangrante. Sale de entre la maleza un sucio operario, lo sube al mular y le pega un chasquido con chicote de cuero trenzado. Corre el animal, herido su costado, llevando la fúnebre carga.
                        Casi al mediodía, en la plaza se arremolinan los hombres junto al animal que ha acercado su carga. En el atrio de la gobernación, el maestro extrae del cuerpo frío los papeles. Escrito con tinta muy negra, rubrica su Merced: -“Estos hombres libres son dueños de todo el valle”- Manchados de sangre están los sellos que tienen más de cuatrocientos años.
                        De un camión sale un hombre extraño cargando unas armas muy fieras. La gente retrocede y esconde, el miedo les inmoviliza y la pobreza es invariable.

                         En la República Argentina, Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador se queman diariamente ciento de bosques para plantar soja y otros cereales. Los viejos habitantes de la zona cercados por la codicia van entregando en silencio sus tierras milenarias. Queman los leños sin piedad, siendo necesarios para los poblanos. Ni siquiera se usa para fabricar papel. Desde los aviones se pueden observar los grandes círculos de fuego que avanzan y el humo contaminante. La capa de Ozono, es cada día más débil.
             VOCABULARIO:
Ursutas: ojotas de cuero trenzado, calzado típico de los aimará y coyas de Noroeste de América del Sur.
Cuyico: hojas de planta de “Coca” que mastican permanentemente para soportar el Hambre y las alturas en la misma zona.
Guayaca: bolsa o monedero hecho con fibras vegetales, que usan los nativos, para guardar objetos.
Patay: torta que se hace con las semillas del algarrobo, árbol de América. Dulce y muy nutritiva.
Huincas: palabra “mapuche” que se usa para nombrar al hombre blanco.
Mesmo, gobernio, haiga, nojotros, enquedamos, dellos, cabriadas, maistro,: son  el sociolecto de los nativos que no hablan bien castellano-español.
Pacha Mama: madre Tierra. Venerada por los indíginas desde los principios de la historia.
Inti: Dios Sol de los Incas y Aimará.
Puneño: habitante de la Puna de Atacama.
Pirca. Paredes de piedras armadas con exactitud, para separar los corrales, las casas y para evitar que los guanacos, vicuñas y alpacas, como luego vacunos y equinos, se dispersaran por las laderas de la montaña.


GRAND RAPID- MICHIGAN


 ARTISTAS PLÁSTICOS CREARON UNOS BELLOS CUADROS CON CORCHOS EN UNA BODEGA
NO HAY LÍMITE PARA LA CREACIÓN. CUADRO HECHO CON CORCHOS.

ALQUILER DE VIENTRE


Cinthya Mac Rowells después de la operación supo que nunca quedaría embarazada. ¡Cosas del destino! Su fortuna era voluminosa en bancos de su país y del extranjero, pero supo también que para Patrick, su prometido era imprescindible tener un descendiente y si era varón mejor. ¿Qué podía decirle, la verdad? La abandonaría por esa fila enorme de muchachas casaderas de Danbury.
Tomó la determinación de mentir. Escandalosamente y tenaz aparentó estar embarazada para que Patrick le pusiera el codiciado anillo en el anular y la llevara al altar.
Estaba hermosa y el hombre se obnubiló viendo a la graciosa mujer que esperaba su hijo. El padre O’Cannohill quiso intervenir para aclarar ciertas cosas, pero fue imposible acercarse a los Clark, todos eufóricos con el acontecimiento.
En el viaje de bodas, Cinthya sorprendió a su joven esposo con descomposturas y teatralizó hasta el día que se indispuso y una hemorragia poco convincente no la quiso delatar. Ella lloró la pérdida del bebé. Regresaron a Danbury y comenzó la extraña vida de la pareja.
Una mañana la joven esposa sacó su BMW y se metió en una barriada oscura. Paró en el 9014 de la calle Nolan y descendió directamente a una casucha humilde donde la esperaban. Allí contrató el vientre de una inmigrante ilegal, que no salía a la calle por miedo a los inspectores de Aduana que deportan a cada indocumentado que encuentran. Era una joven blanca, de origen latino pero con ascendencia europea. Ojos grises como los de Patrick y cabello castaño claro como el suyo. Pagó cinco mil dólares por adelantado, al nacer el niño, pagaría diez mil más y todos los gastos de medicinas, vitaminas y hospital, que debería ser privado para poder quedarse con el niño.
Dos días después trajo en un condón herméticamente cerrado la semilla de Patrick. Pasó un par de meses y el embarazo estaba plenamente monitoreado. Eran tres bebés, dos varones y una niña. Mientras tanto Cinthya, aparentaba estar nuevamente encinta. Pero disimular tres era demasiado. Con absoluta frialdad le ordenó a la mujer que abortara.
Ésta se negó y amenazó con hablar a la familia Clark. Cerca de la fecha de parto, en medio de un gigantesco lío, tuvo que decirle a Patrick la verdad. Él en silencio, la siguió hasta la casa de la sustituta, y de dos balazos mató frente a la mujer a una Cinthya, que no supo nunca el por qué. Cuando llegaron los policías, Patrick con la futura madre de sus hijos, había desaparecido.



CARETAS EN EL MUNDO ACTUAL

DETRÁS DE LA CARETA.


Me invitaste a acicalarnos como simios.
Roturamos la mesa con charla de café
detrás de la sonrisa
escondida,
un áspid ronroneaba
se babeaba un monstruo
siseaba el engaño.

El carnaval devora la risa.
Tras esa extraña careta que usas
se desdibuja el rostro y

hay una espina
una garra
un engendro
la piel desgarrada  con hilos de tósigo verde
mecen en la cuna un demontre.
Tus ojos sonrientes crispan al miedo.
mercando
una máscara blanca   una máscara negra.
¿Dónde está la amiga? ¿Dónde?
Mientes. Finges. Engañas…
te observan los ángeles
yo también  te observo
Quiero que el mundo entero conozca tu afrenta
eres disparate. Un fraude. Una necia.
Caretas. Caretas. Caretas.



ROSAS BLANCAS

Destino de una rosa blanca… un destino inescrutable.
                                                          

         Cayó un árbol robusto donde anidaban zorzales
         Ha dejado una estela de silencio y lágrimas

Donde la piedad esgrime su sutileza de árbol,
tan sólo resta un muro señalando la huella.

Un camino, con una marca oblicua de la pisada ajena.
Un desierto de sueños  para el retoño, que ha quedado
con los brazos abiertos, reseca la garganta.

Escapa un reflejo de su labio marchito.
La sonrisa olvidada en tiempo de alelíes;
en tiempo de cometa.

Una rosa blanca marchita en su mano yerta.
Los párpados de alabastro dormido
mirarán otro sitio de azul pradera añeja.

Una rosa de agua se aleja por el río.
La palabra redonda gira
en el silencio del misterio calcáreo de la muerte.

Recuerda,
que los pájaros no vuelven,
la mirada tampoco.


PARA LOS MIL POEMAS ...


A MARIO BENEDETTI

                                               “Vuelvo/quiero creer que estoy volviendo con mi peor y mi mejor historia…”

La nostalgia de una patria tan cercana y tan lejana

estremecen al poeta que duerme solo en la noche

con sus viejos recuerdos de “botija” inocente.

Militante de sueños y de búsqueda clara,

 delirante,  esperanzado, atrevido y sofocado.

 Y aunque nadie lo mate, se siente muerto.

Va codo a codo por el mundo con estandartes de piedra,

Va llevando una contienda entre carteles de ira

Va cabalgando en las plazas con una flor en la boca

parecida a una centena de metrallas vengadoras.

Se desvela en la contienda de buscar al compañero,

en una esquina lo encuentra, perdiéndolo, en una calle cualquiera.

Así conoce la vida y reconoce la muerte.

Regresa con sus historias de poeta malherido

Como un migrante de sueños, como un luchador querido.

Su patria lo reencuentra en un perfume de tinta

retrata su diligencia con clamor inevitable de poeta

tan amante de la vida y de gente luchadora

 por la sangre de la estirpe de su pueblo liberado.

Igual estará sorprendido. En plena risa y euforia.

Regresará con lo mejor y lo peor de su historia.



                                           

miércoles, 16 de noviembre de 2016

CUENTO 2ª parte " LA ROCA Y LA CASACDA"

El ruido de las bocinas aplacaba el sonido de las voces dentro del museo. La joven guía suplicaba con amables gestos un silencio necesario para hacerse oír. De frente a una enorme vitrina, la bulliciosa concurrencia se quedó sosegada. ¡Un suspiro general recorrió las gargantas secas!
            - Acá está el nuevo descubrimiento del conocido Alan Ochoa Harvey, el antropólogo. Él, los descubrió en la zona de Santa Marta, en una región algo escondida por un terremoto antiguo. Este grupo es de la época Chibcha- Muisca, aproximadamente. Lo sorprendente es que las momias encontradas, son de un español y de una indígena. De acuerdo al carbono 14, son muy antiguas. Murieron en un suceso incomprensible. Juntos se conservaron intactos, gracias a las cenizas volcánicas de una erupción del volcán Vallepudar, hoy dormido. Si observan el cuerpo de la joven, una serpiente se ha clavado en su pequeño seno izquierdo. Allí donde se encuentra la gran esmeralda "Quimbaya". En la espalda se encontró un fardo entretejido de Yuca con los ornamentos más importantes en oro que nos han llegado. Los aros y el collar tienen dioses zoomorfos. Si observan el penacho sobre el casquete de oro, muestra plumas de quetzal y aves del Paraíso, con adornos en madreperla. El español, era un empobrecido hidalgo, que llegó hasta aquí, sin saber que quedaría como muestra de la invasión bárbara a unas magníficas civilizaciones amerindias.
            Los " flash " de un sinnúmero de cámaras fotográficas inundó un instante el cálido sitio. Un sonido agudo producido por un joven estudiante colombiano, interrumpió el desprejuicio de los turistas. Aquí parece que los carteles con " Prohibido sacar fotos" no son impedimento para el cúmulo de curiosos.

            ¡Grande fue la sorpresa de algunos turistas al revelar las fotografías y ver que las momias tenían el aspecto de "seres" vivos! Y que tras el vidrio que las contenía una luz de intenso color azul-verdoso desdibujaba el rictus de dolor de ambos personajes.

                        

MI TIERRA

A  MENDOZA


Camino, en un destino involuntario,
apenas sol ,apenas hálito de vida,
y queda atrás , en la esperanza,
un Mendoza, de verdes y calurosos días.

¡Llenándome ...el quizás, tal vez, mañana...
de acequias rumorosas y sombrías!
Los álamos , frutales y viñedos , verdes, esmeraldinos,
y   un perfume dulzón de mosto y de duraznos...,
y una vendimia  ansiada, y el odiado granizo.
¡Mendoza , terruño amado, a todo eso,
y a tus colores , yo aspiro !


¡Por tí ,Mendoza, yo ansío  ,
escuchar en el crepúsculo  voces de tu gente bravía!

¡Escucha !  Oasis mío. Estoy viva y quiero,
gritar mi fe, en ti , y someterme, al silencio de tu suelo.
Para abrasada, a un rugoso y gris olivo,
inmolada en su fuego, volver , en su fruto gris-verdoso,
victoriosa. Ser única, indescriptible, como un profeta.

Mendoza , luchadora, amiga altiva.
Quiero participar de tu destino.
¡Déjame vivir   tu verde suelo,
hechos de espaldas gachas, de manos duras,
de campesinos pobres y esperanzados!
Soy parte de tus raíces.
Mendoza  amiga  ,no rechaces mi mano,
que beberé tus cálices con vino,
que cantaré tus vientos infernales ,
y volveré a buscar entre tus  viñas...
la esencia de mi ser ,de mendocina.



CUENTO 1ª parte "LA ROCA Y LA CASCADA"

El paso imperceptible de su pie transformaba levemente la selva. En la espesura verde, nada estaba inmóvil, excepto su cuerpo frágil. Tenía que llegar pronto. Un príncipe esperaba sus adornos divinos. Ella era la mensajera que transportaba el collar y la diadema recién terminada por los sacerdotes. El templo casi despoblado estaba en medio de la enmarañada fronda húmeda. La larga fila de servidores llevaban a su "dios humano" sobre los hombros. El joven tenía que cumplir con el rito sagrado. Ella era la servidora. Hacía tres lunas que después de su primer sangrado la había separado el Chamán para su consagración definitiva. Su largo cabello se enredaba en las ramas bajas de los ficus gigantes. Arrancaba su manojo de pelo y continuaba ágil por la tierra mojada. El perfume de hongos y musgo le advertía la presencia de alguna alimaña escondida. Se detuvo un instante a contemplar una magnífica cascada que desgajaba una miríada de gotas de agua. Estaba espejada en ese arco iris húmedo. Las rocas eran negras entintadas de vetas rojas y esmeraldas. ¡Ya se acercaba al final del recorrido! Su cuerpo desnudo, sólo cubierto por pequeñas plumas blancas que tenía adherida con la sabia de los ficus y otras plantas, le daba un aspecto de ave. Su mórbida piel morena y fresca, parecía cubierta de cristal. Una fina película de aceites vegetales le rociaban de pequeñísimas gotas de sudor. Su olor se mezclaba con el de las plantas. Qhlextal caminó rápido. Recordó las palabras del anciano Yuxtlok... - ¡Pequeña hay en el valle, al pie de las cascadas unos extraños seres-demonios, de piel clara como la espuma y pelo rojo o amarillo como el sol del mediodía...! Los porteadores de sal, cuentan terribles historias de ellos. Matan con lanzas de fuego a quien no le entrega sus petos y sus tiaras. Sólo buscan el metal de los dioses. No respetan al enemigo cortándole la lengua y luego la cabeza para los dioses... Debes llevar sin ser vista por ellos, los adornos reales. Tú eres la elegida.- Así repetía la fugaz orden la niña. Su rey estaría en breve, listo para cubrir su bello cuerpo con oro y en la almadía del "dios sol", ingresar al lago donde se ofrendaba con doncellas, guerreros y una interminable carga de objetos rituales del metal de los dioses, representando la vida.
            Sus pies parecían alas. Su cabeza era una gran águila, intentando rodear la zona abierta del terreno. Sintió frío. Un sudor acre le devolvió la sensación de estar viva. ¡No era un sueño!
            El olor de una hoguera la hizo detener. Se escondió en la espesa vegetación. Subió a una rama alta de un "canjerana" gigante y comenzó a mirar detenidamente a su alrededor. Avistó cerca de unas caobas y palmeras  un grupo de animales brillantes, que gesticulaban y proferían ruidos desagradables. Parecían hombres. Llevaban unos ornamentos de piel y terribles bestias de cuatro patas. Se deslizó sin hacer ningún ruido. Sus pies parecían alas de mariposa. No hizo ningún sonido que atrajera la atención de las alimañas barbadas. ¡Esos deben ser los demonios de las regiones del volcán!
            Siguió su camino serpenteando el río. Evitó la zona peligrosa. El sol, ese dios amigo, se elevaba entre los helechos enormes. Las orquídeas y bromelias abrían sus magníficas flores para seducir a los insectos y aves que las polinizarían. El mundo continuaba en su rueda infinita.
            De pronto un olor agrio le advirtió una presencia. Se detuvo conteniendo la respiración. Ella había sido entrenada para no hacer ruido. Una bandada de aníes volaron hacia la laguna sagrada, haciendo del cielo un arco iris azulado. Su grito la sobrecogió. Sintió miedo. ¡Terror en realidad, cuando advirtió a ese extraño, casi a sus pies! Estaba echado, agonizaba por la mordedura de una serpiente "saltadora". Su color verde esmeralda la había hecho invisible al demonio de ojos plateados. Se paralizó. Los ojos estrábicos por el veneno la observaban, ya ciegos. La erizada mano morada le tomó el tobillo. Susurraba algo. Ella quedó petrificada. Rápida la serpiente se deslizó por el cuerpo inerte y comenzó a subir por su costado palpitante. Sobre su piel morena, la sierpe, parecía un vástago vegetal  boquí frutada. Una lágrima se deslizó por su rostro. Ya no alcanzaría a cumplir su misión.
            Un sol débil se agazapaba entre las frondas. ¡Ya no llegaría! Su muerte estaba anunciada en la vieja tradición Tarona- Quimbaya. Cerró los ojos y apretó el cuerpo de la "verde amiga" que clavó sus dientes ávidos en sus carnes juveniles. La rápida ponzoña penetró en su cuerpo y se afirmó en  un árbol viejo. Su tronco le dio reparo y suspiró. Moría en el silencio ruidoso de la selva. Junto a sí, el extranjero pálido, seguía aferrado a su pie.