martes, 26 de abril de 2016

HOMENAJE A ALFONSINA STORNI (ISLA NEGRA) MIL POEMAS PARA ALFONSINA


 

Para Alfonsina Storni

 

Una playa sedienta y solitaria

con revuelo de gaviotas

girasoles negros y blancos que giran

sobre la triste loba que reposa

Un misterio de útero afiebrado

con cien manos apretando el amor

Una sirena militando entre las olas

espera el regalo de una estrella.

 

Alfonsina serena en el arrebol marino

Con un grito salobre y pertinaz observa

satisfecha, olfateando al que puede llegar

pero aun no llega. Y es tal vez

el hombre que camina entre las dunas

con el pecho dorado como un dios perdido

el que Alfonsina guarda en un poema.

 

Está sola y su canto es peregrino

Su voz cascada por las rocas y el dolor

porfiado, que la hace estrellar contra la muerte

que ronda miserable hurtando sueños.

Alfonsina se va caminando despacio al horizonte

Alfonsina no quiere regresar a pesar del amor

de un hijo que la busca y espera.

ROMANCE DE ANTAÑO


ROMANCE DE ANTAÑO

 

            La calesa transportaba todo el equipaje que le permitía ingresar el Instituto. Lloró porque dejaba a su madre enferma en la estancia. El padre austero y serio trató de mostrar su tristeza. Escondió la pena y alguna lágrima que secó mirando para la arboleda. María del Pilar, comenzaba la escuela lejos del hogar. Sus padres querían la mejor educación y estaba centrada en un sobrio colegio dirigido por holandesas que no eran católicas, pero que se habían comprometido en no educarla en la “Reforma”.

            Cuando pasadas las trece horas, vieron el tejar de la edificación escolar, ya María del Pilar no lloraba, dormía en el regazo de su padre. El chaleco de terciopelo verde oscuro estaba húmedo por el llanto que se despeñaba por las flacas mejillas del hombre.

            Al entrar el coche a la explanada frontal de la residencia, una campanilla sorprendió a la portera que corrió a llamar a la Señora UmaVan Kessel. Su personalidad estaba impresa en la ropa puritana de color ratón. Un cuello de encaje blanco envolvía su cuello de gallina vieja. Un rodete coronaba la cabeza con la trenza otrora rubia y hoy cenicienta. No usaba adorno alguno. Un reloj de oro colgaba de su pechera con una traba o alfiler del mismo metal. Era su único distintivo, que la hacía más femenina. Los zapatos abotinados de cuero negro, muy gastados, tenían un tacón pequeño.

            La secretaria era joven. Risueña y con mirada suave y dulce. El uniforme sobrio pero con un toque femenino, la acercaba a las niñas pupilas que observaban desde la balaustrada a la recién llegada.

            Kateryn, la joven ayudante, acompañó a la niña que no podía con su baúl. El padre intentó ayudarla pero una dura mirada de la directora lo detuvo. La habitación era para seis niñas. Cada una poseía un armario de tamaño reducido y la cama con una colcha de color ocre, sin adornos ni espejos en las paredes.

            Un abrazo paternal y un adiós doloroso, separó al padre de la muchacha que apenas tenía ocho años. Cuando éste se retiró, comenzaron a hablarle en francés, idioma que ella conocía por su querida madre. Algunas palabras le eran desconocidas pero pronto las aprendería.

            Una campana llamó al comedor. Todas las niñas en fila según la edad, atravesaron largos pasillos hasta un salón severo donde en una mesa de madera estaban distribuidos los platos, los jarros y cubiertos. A medida que ingresaban una dama regordeta y amable les entregaba una suerte de faldar de color blanco, con breteles en forma de cruz que se atravesaban la espalda. Su grupo era tan silencioso, que la niña sintió una punzada en el pecho. Nadie me habla… y nadie sonríe. Excepto la dama del delantal. Siguió como autómata a sus compañeras. Vio que cada joven se paraba frente a un escaño sin espaldar. Al sonar una campanilla, se sentaron y se inclinaron para rezar. Ella desconocía esas oraciones y sólo logró decir muy suavemente el Padre Nuestro. Así comió durante cinco largos años. Sin hablar escuchando a una monótona señora van Kessel, leyendo a Ovidio, a Dante Aligieri, a Esopo y otros entre antiguos y modernos escritores permitidos por el profesor de letras.

            En invierno de 1903, su padre envió al tío Leonard a buscarla. Venía en un auto muy ruidoso y extraño que compró en Londres. Viajaron en una nube de tierra hasta la estancia y al entrever los techos ya sintió que un vuelco le trastornaba el corazón. Abrazó al tío con lágrimas en los ojos, ya era casi una señorita y vestía el horrible uniforme que odiaba y amaba por igual.

            En el asiento había una serie de revistas y periódicos. Los tomó junto a su poca ropa y salió corriendo a besar a su padre. La madre había muerto dos años atrás y ella sólo pudo llegar a su sepultura cuando no le alcanzó a dar ni siquiera un beso en la frente. Una doncella le contó que su padre le había puesto el traje de novia con el velo y azahares en un ramillete en las pálidas manos. Así había bajado al mundo fangoso del cementerio de la capilla de la estancia. Una estatua de mármol de Carrara que compró el tío Leonard en Roma se enterraba de lado sobre el breve espacio de pasto que la sostenía. ¡Era una enorme tristeza ver esa tumbas! Ella la llenaba de flores. Silvestres las más y algunas rosas que salvó el cochero del jardín materno.

            En la sala quedaron sus maletas y los magacines. Cuando regresó a su habitación comenzó a leer ávida los artículos. En una revista se enfrentó a la foto de un hombre extraordinario. Un deportista que había ganado varios premios. Se quedó muda. Temblaba y su piel erizada se transformó en piel de gallina. ¡Este será mi esposo! Y recortó la foto y la guardó en un libro de historia antigua.

            Pasó una temporada maravillosa, cabalgó, jugó al cricket y nadó en la pequeña laguna del oeste. Soñaba con el hermoso deportista. ¡Nunca estará a mi alcance pero será mi marido!

            El tío Leonard, la encontró embobada con la foto y las carcajadas retumbaron en la sala cuando ella le dijo desafiante: ¡Ya verás, me casaré con él!

            Su piel delicada estaba destruida por el fuerte sol a pesar de las sombrillas que usaba cada vez que salía al campo. El cabello rubio, herencia de su madre galesa, tenía una hebras de color blanco y sus trenzas otrora tan largas, solían caer por su espalda en una cascada dorada que sobresalía del terciopelo rojo o azul del traje de montar.

            Su padre la adoraba y sonreía al verla tan predispuesta a ser ella misma. El hermano más delicado de salud no podía seguirle el tren de juegos y charadas.

            Le encantaba comer el soufflé de verduras y los huevos que ella misma sacaba temprano de los nidos. La anciana cocinera la mimaba y le preparaba todos los platillos que en el internado no le daban. Había cumplido quince años y ese era el último que le quedaba antes de ir a la universidad en la capital.

            Regresar al Instituto fue un placer y un dolor. Allí había creado vínculos y amistad con varias compañeras con quienes tenía muy buen trato. Estudiaban en francés e inglés todo el material que Uma Van Kessel había traído de las novedosas instituciones europeas. Ya dominaban el latín y la filosofía. Pintaban bellas acuarelas y cada una había adquirido la habilidad de interpretar un instrumento musical. Eran la “élite” de estudiantes de la región. En una charla de amigas, María del Pilar les mostró la foto recortada del joven apuesto. La curiosidad hizo que se juntaran varias cabezas y Kateryn observó al grupo. Les llamó la atención y le retiró el porta retrato pequeño con discreción.

            Van Kessel la llamó al despacho para interrogarla. Ella totalmente arrebolada le dijo que tan sólo era un juego un poco torpe y que no lo mostraría más. La mujer, siempre estricta disimuló la ingenuidad de la alumna, despidiéndola.

            Cuando llegó a la sala una de las muchachas le dijo: Yo lo conozco. Se llama… Richard Kenneth y vive en Liberpool. Es jinete del ejército de Su Majestad y corre carreras en pistas especialmente diseñadas para ganar trofeos como el que trajo este verano. Si quieres yo te invito a mi casa este fin de semana y te lo presento junto con mis primos y hermanos.

            El corazón dio un salto atlético. ¡Si, por favor! Lléveme contigo, quiero conocerlo. Mira que es mucho mayor que nosotros tiene treinta y dos años y tu…. Quince. ¡No importa, yo lo quiero conocer!

            Así, ese fin de semana salieron en tren hasta el pequeño condado de Whells. Allí vivía la familia de Lenny y su casa era el centro de atención de todo un grupo de gente alegre y llena de vida. Sus hermanos eran tenientes de la guardia Real y sus primos unos estudiaban y otros viajaban por el mundo dilapidando la fortuna de sus mayores.

 

            Alrededor de las diecisiete, a la hora del té, llegó junto a dos cadetes con sus uniformes endiabladamente desarrapados. Pero él, sin ropa del ejército, sino con ropa de montar, parecía un dios griego. Su cabello negro brillaba contra su piel tostada por el pálido sol de la campiña al que vivía expuesto. Los finos bigotes engominados y unos enormes ojos celeste que perlados por pestañas oscuras la hicieron soñar con el océano bravío en tormenta.

            Él, a penas ingresó la quedó mirando y sin ningún pudor se acercó y le besó la mano. Casi se cae desmayada. ¡Era él! Y la flecha había dado justo en el centro del corazón palpitante de quiceañera.

            Charlaron todos al mismo tiempo, rieron, bailaron unas danzas del lugar y luego salieron al jardín para charlar. Él, la siguió y le pidió que le escribiera cartas al cuartel.

            Ella, la muy pícara, ya había enviado varias sin firma escritas con tinta de color violeta y en sobres con aroma a lilas. Él, no sabía ¿de quién eran? y le comentó con franqueza que estaba muy intrigado. Ella no le dijo nunca que eran suyas.

            Cuando terminó el año, las campanas de la capilla de la estancia repicaron a vuelo. En un coche bordeado de flores, con su velo de tul níveo y su hermoso vestido entró a buscar a su hombre soñado.

            Una mañana de Julio, pasado varios años, se enteró por un cochero de posta que había muerto en un accidente en un salto en la carrera de la Real casa esa mañana. Aún ama su hermoso pañuelo de cuello del que nunca se desprendió ni se desprenderá hasta que como su madre entre en la noche del cieno junto a sus padres en la vieja estancia. Dos hijos parecidos al padre son su único bien más preciado, no le permitió ser jinetes de la casa Real.           

           

Escritoras de Colombia : Hermilda Chavarría Londoño y Georgina Cuartas

 
POETA EMÉRITA DE MEDELLÍN COLOMBIA : GEORGINA CUARTAS CADAVID, EN UN SALÓN DEL ENCUENTRO DE "DIANA MORÁN"
 

POETA DISTINGUIDA POR SUS TRABAJOS EN POESÍA, CUIDADOSAMENTE TRABAJADOS: MARÍA HERMILDA CHAVARRÍA LONDOÑO EN ENCUENTR LITERARIO DE PANAMÁ.

lunes, 25 de abril de 2016

ENCUENTRO DE ESCRITORES EN SAN MARTÍN. MENDOZA.

 EN EL PARQUE AGNESSI DE SAN MARTÍN MENDOZA, REPRESENTANDO A S.A.D.E. FILIAL MENDOZA, ASINTIMOS UN GRUPO DE ESCRITORAS DE CIUDAD. EN PRIMER PLANO MARÍA TERESA CAGLIONI Y UN ESCRITOR DEL LUGAR. HUBO LECTURA DE POESÍA Y NARRATIVA, BAILES FOLCLÓRICOS, TEATRO, ESCULTURAS , PINTURAS Y FINALIZÓ CON UN COPETÍN CON VINO "BONARDA" EXQUISITO.

VILMA VEGA -HOMENAJE EN CENTRO DE CULTURA DE CAPITAL

FUE UNA VERDADERA FIESTA, NUESTRA POETA VILMA VEGA, RODEADA DEL CARIÑO DE SUS ALUMNOS Y SEGUIDORES. CANTÓ Y EJECUTÓ LA GUITARRA EL MAESTRO TALQUENCA, HABLÓ EL SECRETARIO DE CULTURA AGRADECIENDO SU TRABAJO PERMANENTE EN LA CULTURA DE MENDOZA. MAESTRA DE GUIÓN Y CREACIÓN DE VENDIMIA. PERSONA ILUSTRE Y GANADORA DEL HOMENAJE SANMARTINIANO. BAILÓ EL GRUPO JUVENIL DE FOLCLORE DE MUNICIPALIDAD DE CAPITAL. ¡UN LUJO QUE DISFRUTAMOS TODOS SUS ALUMNOS Y AMIGOS!

FERIA DEL LIBRO BS.AS.


PRESENTACIÓN DEL LIBRO "TRASEGANDO HISTORIAS EN RITMO DE VINO" EN LA FERIA DEL LIBRO DE BS.AS. EN 2011. LA POETA MARÍA CRISTINA VESPA, HIZO UN DETALLADO ESTUDIO DEL TRABAJO LITERARIO. ASISTIÓ AL STAND DE MENDOZA UN GRUPO DE AMIGOS Y CONOCIDOS COMO PÚBLICO EN GENERAL. MENDOZA TENÍA UN HERMOSO Y COQUETO STAND. SE SIRVIÓ VINO AL FINALIZAR.

BESOS FATALES


BESOS FATALES

                              

 

                                               En un beso, sabrás todo lo que he callado. Pablo Neruda

 

 

                La habitación cerrada permite ver una línea de luz por debajo de la puerta. El murmullo escapa por el aire que penetra por la ventana y sale por esa mínima hendidura entre la alfombra y la madera.

            La música repta por la pared cubierta con seda que amortigua el bullicio del fonógrafo. La púa rasca con dulzura el disco de Gilma Freitas, la cantante de moda. Dentro de la alcoba el perfume del tabaco turco invade y se desliza por toda la planta alta de la casa. El Coronel Gustavo Oricchio ha trepado cada escalón de tres en tres para llegar y apresar la cintura de Saraí. La frágil muchacha tortura la mente del hombre que busca su carne tibia y voluptuosa.

            Una sombra atraviesa la balaustrada y el ventanal del sur, palpita con el fresco de la noche. La luna se oculta detrás de los eucaliptos. Los cortinados se mecen con la brisa y el ingreso del curioso. Un mastín trata con bondadosa algarabía al misterioso invasor. Él lo acalla y queda jadeante tras las botas de cuero lustroso.

            La música se hace más serena y se abre la puerta mostrando la figura desnuda de Saraí. El Coronel cae de frente en brazos de la mujer. Los ojos vidriosos le hablan y la boca calla secretos inexpugnables. 

            El marido, le quita la daga de la espalda y arrastra el cuerpo hasta el cofre que espera con la tapa abierta en un costado. La música comienza a sonar más fuerte y la mujer baila distraída mientras él, cierra la puerta con varias llaves después de sacar el arcón. ¡Otro más!

            Hace subir a dos operarios del cafetal para bajar por las escaleras el pesado bulto. Leite ¿Cuándo conoció este hombre a mi mujer? En primavera patrón, fue cuando ella escapó para la fiesta de la Coronación de Stella Maris.

            Oricchio había llegado de la capital y ella lo contagió de brujería. Bueno déjenla que siga bailando. Nadie debe saber que Saraí está así desde que perdió los embarazos. Ella cree que si está con un hombre podrá tener un hijo. Nunca lo logrará, dijo el médico de Río de los Álamos.  Cuidado que no vuelva a escapar pronto es la fiesta de la Madre de la Purificación.

            No patrón es brujería nomás. Ya va por el sexto que despacha.

EL TITIRITERO


El titiritero:


 

Llegó a la escuela trasladada de una escuelita de frontera. Llegó así de pronto, con sus ojos azules, profundos y bellos, el cabello canoso y rizado. Callada, tenue y bondadosa.

Nadie se atrevía a calcular su edad. La piel quemada por los fuertes soles y vientos arrachados de la montaña, no nos permitía imaginar cuántos años había pasado allá, entre los criadores de cabras.

Cuando acariciaba a un niño, con sus manos callosas y arrugadas, parecía que regalaba pétalos de flores silvestres.

Se llamaba Justina. Su nombre hacía mérito a su bondad y dulzura, ya que siempre tenía una palabra amable y una sonrisa en los labios, para todos. Era soltera y estaba sola.

Cuando alguien no sabía realizar alguna tarea de cualquier tipo, ella calladamente se ofrecía para hacerla en su lugar.

Era "la maestra"; la madre; la amiga; pero, ¡estaba tan sola! Cuando terminaba la jornada, tomaba su portafolio y con pasos lentos salía de la escuela, sin apuro, hacia el oeste.

Vivía sola. Ahora, ¡imagino su habitación, que debía oler a espliego y colonia fresca!  Prolija, ordenada, limpia y tal como era ella, una dama a la antigua.

Un día llegó a la escuela un hombre calvo, delgadísimo, que transportaba, una  vieja y gastada valija de cartón. ¡Oh, maravilla, había llegado el "titiritero", con la magia de sus muñecos de pasta, madera y trapos coloridos!

Cuando vio a Justina, parada en el patio; rodeada por los niños que gritaban y corrían en el recreo; tembló como un muchacho joven y se quedó parado, clavado en el piso, tal si nunca fuese a despertar de ese sueño increíble.

¡Hacía más de treinta y cinco años, que buscaba a esa mujer...! Pálido y presuroso, a grandes pasos se plantó frente a ella. Mudos, ambos, se contemplaron.

Unas lágrimas suaves comenzaron a recorrer las mejillas de esa adorada mujer y del cansado "titiritero".

La escuela siempre bulliciosa, de golpe se quedó silenciosa, todos intuían un gran acontecimiento; los niños como pájaros callados, los rodearon, los miraban y esperaban ansiosos algún suceso, que creyeron estaba ahí, ante sus ojos.

Las manos avejentadas, tendidas y trémulas, apenas trataban de tocarse; pero no se atrevían, no lo hacían, para no romper el hechizo. Era un éxtasis tal, que apenas parecía que los corazones se oían al unísono.

Caminaron hasta la calle, juntos, y salieron, sin decir nada.

Todos nos quedamos callados y volvimos a nuestras tareas, con una rara sensación de sorpresa.

Al día siguiente, volvió Justina a la escuela muy alegre, feliz, pero silenciosa. Como siempre. Nadie se atrevía a preguntarle nada, sobre lo acontecido. A la hora del té ,las maestras la rodearon expectantes, ella sonrió y comenzó  a decir... -El, se llama Nicolás y fue mi primer y único novio, allá por mil novecientos cincuenta y siete, pero mi padre, que era muy severo, me prohibió verlo, me llevó muy lejos, a vivir en el campo y no lo vi más.  ¡Nunca supe la causa!- dijo mientras revolvía su té frío. -Ayer cuando lo miré, mi corazón casi se detuvo. No podía creer lo que veía! Él, también me buscó durante todos estos años, como yo lo esperaba .Dejó su carrera de profesor y se dedicó a esta vida trashumante, buscándome. ¡Nunca se casó y me encontró después que hemos sufrido mucho! -se quedó callada y respetamos su silencio.

Pasaron los días y vimos como se transformaba. Estaba alegre, cantaba. Usaba ropa clara y fresca; hasta parecía mas joven.

Llegó el otoño, y una tarde entró un policía al colegio, buscándola. El revuelo fue tal, que hizo que todas las maestras saliéramos al patio.

 

- Un accidente, un micro había atropellado al "titiritero"- habían encontrado en su vieja y destartalada valija, cartas, fotografías y sus muñecos, como mudos testigos del amor y fidelidad infinita, junto a la libreta de casamiento de Justina y Nicolás.

Justina no volvió a la escuela. Tratamos de acompañarla en su dolor y soledad pero ella se resistía.

Hace unos días, un alumno de mi grado, que es muy andariego, me dijo.-Señorita Rosalía, sabe, vi a la maestra Justina, dándole de comer a las palomas en la plaza de Godoy Cruz, toda vestida de negro, yo me acerqué a saludarla, pero no me reconoció y me preguntó si yo no había visto a Nicolás, el "titiritero" - y a todos los que pasaban les regalaba una flor.-

 

                                Tolón- Tolón; Tilín, tilín, este triste cuento llegó a su fin.

 

ÑAMANDÚ


ÑAMANDÚ

 

                    Apoyado en un ceibo Justino Leiva secaba el filo de la faca. Miró el cielo que a su entender se pavoneaba en colorinche rojizo. Marcó en la corteza una raya. Ya había siete. Le quedaban cinco por marcar. Tapó con tierra la sangre. Los despojos serían alimento para las bestias salvajes.

                    Montó en el “Manchado” y siguió por la orilla de los “tacuruzales” perdiéndose en la noche. Había culminado una más de las promesas.

                    Llegó a Timbó Porá, silbando la canción que le traía a la memoria al sargento Rosendo Robles.  Sacudió el polvo de la bombacha con presteza y apeándose sobre el pelo sudado de la cabalgadura acarició la testuz. Dio unos pocos pasos y sorprendido, vio la figura de un hombre apenas iluminado por la luna que se deslizaba en la oscuridad. A traición. El brillo del facón le dio tiempo para aceptar que le quedaban cinco marcas sin hacer en el tronco. El muy ladino del cabo Bermejillo lo había seguido a corta distancia.

                    No tuvo tiempo de defenderse. De un salto le incrustó en el ojo el cuchillo. Quedó boqueando en la tierra. La sangre de los traidores no será la que lave el recuerdo de aquella noche en “Mbiguá Punta” cuando mataron por la espalda al sargento Robles. El grito arrancó el vuelo de ciento de aves nocturnas. El chillido de los macacos llamaría a los evadidos de la ley y con el olor a sangre, a los yaguaretés para cebarse con la carne de ambos.

                    Justino Leiva soñó que marcaba una raya en el ceibo con el nombre de otro desertor infiel a la ley del gauchaje. “Manchado” se desdibujó entre la maleza que llevaba al río Bermejo por una senda vieja. La luna iluminó a dos espectros inmóviles clavados por la venganza, aferrados a la tierra de Timbó Porá.

                    Un “urutaú” lloró en la ramada del rancho solitario. Ñamandú los vio y también lloró diciendo: “Se termina la estirpe de los guerreros de Mbiguá Punta. Ya nada queda de los valientes de aquella guerra entre gauchos”

TANGO Y PUNTO


TANGO Y PUNTO.

 

Tengo un pedacito de estrella en el bolsillo

como duende

camino por el cordón de la vereda apretando en la mano su brillo pertinaz.

Me agrede.

Salpico las hojas con barniz de niebla

                   humo

                                  llovizna           entonces

acaricio el agua de la charca donde se inaugura la luna.

 

Una noche de tango y de faroles.

cae un gorrión herido

muriendo al compás del organito

Rayuela

                   trompo...calesita...grillos.

La tiniebla tararea un sueño de barco de papel madera.

Taconea el tren ( triste) sobre la falda corta de la calle.

Nadie atiende los timbres somnolientos.

 

Se me escapa un suspiro del bolsillo.

Una estrella restaurada estornuda poesías de Borges. ¡Esos compadritos!

El Riachuelo amorfo lo estropea todo. Llora en Balvanera una vieja calesita.

Caballitos de ojos despintados. Vuela la luna que espeja una nube anaranjada.

Y...yo, siento en la boca aviesas cuchilladas.

Un tigre observa insidioso el rostro de Gardel.

El cartel de Diagonal Norte sonríe sin prejuicio.

Gira en la vitrola Goyeneche.

Un tango y punto.

HOMENAJE A EMILIO FERNÁNDEZ CORDÓN

 EL MAESTRO EMILIO FERNÁNDEZ CORDÓN, CON QUIEN APRENDÍ MUCHO DE NARRATIVA, YA NO ESTÁ ENTRE NOSOTROS. SUS ALUMNOS LO VAMOS A EXTRAÑAR MUCHO. SUS CUENTOS CORTOS QUE SIEMPRE ENVIABA POR E MAIL SON UN GRATO RECUERDO EN NUETROS CORAZONES. HASTA PRONTO TU AMIGA Y ALUMNA. GRACIAS.

GRUPO DE TEATRO DE PAMI. BS.AS.


INVITADA POR ROSA DEL CARMEN BRUNETTI, TRABAJAMOS UNA OBRA DE TEATRO EN SU GRUPO DE MAYORES. LA PROFESORA SENTADA JUNTO A UN ALUMNA A SU DERECHA Y ATRÁS LOS ACTORES Y ACTRICES, CON MI PERSONA. UNA HERMOSA EXPERIENCIA.

martes, 19 de abril de 2016

V ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ESCRITORES Y REGIONAL DEL MERCOSUR 2013



MESA ACADÉMICA DEL ENCUENTRO INTERNACIONAL Y REGIONAL DEL MERCOSUR EN GUALEGUAYCHÚ EN SETIEMBRE DE 2013. LA PRESIDENTE ZULMA NICOLINI Y UNA ESCRITORA URUGUAYA JUNTO A MÍ.

MADRE TERESA DE CALCUTA

A TI MADRE TERESA

Una hilacha de algodón blanco y azul
abraza el cuerpo inerte de un doliente
manos rugosas con venas de amor y  de ternura
acicalan la deforme piel que envuelve un niño moribundo.
Nada te amenaza, ni el hedor ni los gusanos. La lepra no te asusta
Santa Madre Teresa allí en Calcuta, lejos de tu hogar y de tu gente.
Son tus hermanos que no tienen Nada, nada de nada y tu le entregas todo.
Tu alma tu cuerpo, tu débil fortaleza, tu Fe y tu amor…
Casi descalza desandas las “chabolas”, casi desnuda caminas junto al Ganges
para ayudar aquellos que dan su último suspiro.
Muchos te aman, todos te respetan y ¡Eres tan grande y tan pequeña!

Pronto se acercan otras mujeres a entregarte su destino. Te siguen
en la búsqueda de un mundo de justicia y hermandad cristiana.
Ahora en los rincones más pobres de la tierra… van caminando
con los “saris” blancos y azules aquellas que te acompañan en amor fecundo.
Es un hábito que lleva esperanza a quien precisa unos brazos fraternos
Es tan sólo el reflejo del Amor de Teresa repetido mil veces…
Dios proteja su lucha y su agonía. Cuídalas señor del atropello
de los que no creen en la Palabra de Cristo.
                                                ¡Amen hasta que Duela!


                                               Graciela Elda Vespa. Mendoza Argentina.




TERESA SANTA DE LOS POBRES

Puedes darme tus manos laboriosas y grises
Necesito me enseñes adentrarme en la vida
seco  tu rostro con fuertes cicatrices
que aumentan la sombra del dolor que reviertes.

Cuánta fuerza lograste con tu bondad Santa
Siendo tan pequeñita, tan austera y mordaz.
Es preciso  me enseñes a despojarme de objetos
que no son ni valiosos, necesarios o urgentes.

Tu vida toda en la extrema pobreza
abrazando los cuerpos moribundos y enfermos,
es preciso que aprenda a orar con los hechos,
mis manos lavando los pies de todos mis hermanos.

Socorriste a los débiles, los más pobres y solos
sin esperar que el mundo te llenara de oro
Apenas alimentabas  tu cuerpo pequeño
compartías los peces, multiplicabas panes y amor…
Ese fue tu sueño Santa Madre Teresa


GOLDI 1954 2° parte --BERTHE 1954

BERTHE 1954

            De pequeña era muy rubia, ojos marrones y de huesos fuertes. Mis ancestros fueron, seguro, alemanes de las zonas del interior. Granjeros u obreros. Mi voz era muy bella y cantaba cuando escuchaba en la radio que tenía Felipe, el compañero de mi madre.
            Nací con suerte. Sí, es raro que lo diga porque mamá me odió siempre pero Felipe su compañero, me mimaba y siempre me traía caramelos y juguetes que fabricaba en el taller donde trabajaba. Era un español agradable. Gordo y alegre. Le encantaba ir al mercado con nosotras y comprar pescado y mariscos. Mamá nunca le dijo que era judía por temor a que la echara. Ella no podía comer mariscos le dijo un día, y él, encogiéndose de hombros, le dio un zamarrón sin maldad y le dijo:” Tú te lo pierdes, guapa”. Yo comía lo que me hacía él en una sartén enorme y perfumada. Me mandaba a la escuela y aprendí a leer y escribir muy pronto. Eso ayudó a mi madre y a Felipe, que era analfabeto. Supe eso cuando traje el primer boletín con notas.
            Fueron al gallego del almacén y le pidieron que les explicara qué decía ese cartón. El hombrote se murió de risa y le dijo: “Vete a la escuela flor de asno”. Aprende y tu vida cambiará. Pero la que se empeñó en ir a aprender fue mamá. Lástima que la única escuela que aceptaban adultos era de monjas católicas y Goldi no se animaba a decir que ella no sabía nada de ese tal Jesús.
            No sólo aprendió a leer y escribir, sino que le enseñaron labores de aguja y a tejer y cocinar. Ella se fue acostumbrando a vivir así.
            Un día la vi que lloraba como una perturbada. Discutió con Felipe a los gritos. Estaba “preñada” y no quería otro hijo. Felipe no le hablaba. Él, si lo quería. Pasó el verano y la panza se hinchó. Y una noche de lluvia torrencial, salieron en un taxi al hospital. Esa madrugada nació Lucía Goldi. Era mi hermana, bueno medio hermana.
            De pelo renegrido, ojos celestes como los de Felipe y según me confesó mamá su madre los tenía igual. Era muy frágil, lloraba y los médicos no le dieron muchas esperanzas de que sobreviviera. Los tiempos pasados en la guerra habían diezmado el  cuerpo de mi mamá. Su alma estaba marchita. Puedo decir que Lucía Goldi, fue más mi muñeca que mi hermana. Yo, con 12 años, la cambiaba, le preparaba los biberones y le cantaba los tangos de Azucena Maizani. Mamá la odió hasta los tuétanos, no la quería tocar. No la amamantó y ni le hablaba. Se crió como una huérfana sin madre.
            Una mañana Felipe amaneció frío, con los labios morados y los ojos en blanco. Vino la ambulancia y lo dieron por muerto. Era un infarto. Nos dejó sin decir ni una palabra. Pero nadie nos quitó la casita que él había levantado con sus manos y nuestra ayuda, entre feriados, sábados y domingos. Mamá sólo me dijo: “Recuerda que éste fue tu padre, porque siempre te cuidó y te dio lo que nadie te pudo dar” ¡Poco le entendí! Pero juro que lo lloré por siempre.
            Mi pobre Lucía Goldi, esa sí que no tuvo el amor de nadie, solamente el mío. Crecimos, yo en la escuela lo conocí a Roberto, el padre era talabartero y la madre una mujer pequeña; callada y sonriente que me quiso como a una hija del alma. Me casé y me fui de a un barrio en Berazategui. Mamá no venía muy seguido a verme y supe por Lucía, que había comenzado a buscar una sinagoga y a estudiar los libros de su religión en escondidas de los vecinos. Yo me reía, ¡Si en este país nadie tiene problemas con los de otra religión! Ella tenía incrustada la vida que pasó en los campos de exterminio. Un día nació mi primer hija. Le dije que la iba a bautizar cristiana y me maldijo. Prometió que nunca volvería a nuestra casa. Pero le falló todo porque me enfermé y vino a ayudarle a mi suegra.
            Después amó a todos mis hijos. Tuve siete uno más lindo que otro, pero eran tan diferentes, tenían pinta de europeos. Alemanes, me dijo un día mi suegro. ¡No se equivocaba! Mi mamá nunca les relató como fue mi concepción, le daba vergüenza y rabia. Entiendo el odio que le tiene a los alemanes, pero yo me he leído todo lo que estuvo a mi alcance para entenderlos. ¿Cómo un pueblo que fue capaz de tener un Wagner, un Bach, un Beethoven, un sinfín de artistas, escritores y músicos maravillosos, pudo tener gente tan perversa? Nunca me lo podré explicar.

            Mamá vivía con mi adorada hermana. La maltrataba y no la dejaba estudiar ni salir a ningún lado. Un día, Lucía me confesó que jamás la tocó y apenas le hablaba. Era como una paria y eso no lo entiendo porque Felipe, el papá nos dio amor a montones. Nos cobijó en su casa que arregló para darnos la dignidad que merecíamos como humanos. A Roberto lo mandaron a trabajar muy lejos, a Río Gallego, a una estancia cerca de la montaña y así me alejé por años de mi familia. Lucía me mandaba como podía cartas con una letra difícil de entender, ya que aprendió sola a leer y escribir, mientras trabajaba cama adentro en la casa de una familia de Barrio Norte. 

TALLER DE GLICINA FERCA CON MARÍA INÉS CICHITTI


EL TALLER CON LA GRAN EXIMIA ESCRITORA MARÍA INÉS CICHITTI,

PLAZA LECTORA EN PLAZA ESPAÑA EN MENDOZA


TODOS LOS SÁBADOS A LA MAÑANA NOS REUNIMOS EN PLAZA ESPAÑA LOS ESCRITORES A LEER POESÍA O NARRATIVA. HACEMOS MÚSICA Y DISFRUTAMOS DEL ARTE.

ENCUENTRO E.I.D.E EN BRASILIA


Un grupo de las asistentes al encuentro en 2014 en Brasilia. 

GOLDI-1945 1° PARTE

GOLDI, 1945


            Comprendí que debía entregarme. Me arranqué el corazón con la marca amarilla del chaquetón que arrebaté a mi madre mientras agonizaba. Lloré dos o tres minutos. Tal vez menos, el tiempo es un ardid en la vida, no tenía instantes para perder. El sol comenzaba a extinguirse y cubría los cuerpos acribillados. Comenzaban a ponerse rígidos, los que estaban sobre mí, aun tenían alguna extraña tibieza. Me encogí en el momento en que las balas atravesaban como a fardos a las mujeres. Quedé milagrosamente debajo y apenas me rozaron unas esquirlas. Cuando oscureció, me fui deslizando por la tierra sucia de limo y sangre turbia. Mis manos estaban untadas de excremento ensangrentado y vómitos. También de esperma de los hombres que nos violaron. Una a una. Viejas, jóvenes, maduras, feas, lindas, moribundas y enfurecidas, todas fuimos violadas por ellos. Luego vino la lluvia de metralla. Bajo los cuerpos inertes escuché las risotadas y los gritos de triunfo de los soldados.
            Tenía catorce años. Quería vivir. Me incorporé y huí hacia el bosque; y allí permanecí días y noches imborrables. Comí corteza de árboles, raíces y bayas. Alguna seta y hasta gusanos de un arbusto podrido. El olor nauseabundo de los cuerpos había invadido la tierra. Caminé. Alejada de los caminos, abrumada por el odio y la necesidad. Con sed y dolor; ya no sentía hambre. Hasta había olvidado qué sabor tenía el pan.
            Espié una granja. Parecía que vivía sólo una anciana. Pero oculta entre la maleza, aceché los movimientos de la granjera. Iba y venía desde la casucha hasta un galpón. Sacaba agua de un pozo. En la profundidad de la noche, me acerqué silenciosa. Un ladrido agudo me hizo huir y esconderme. Salió la mujer con un fusil. Tiró a ciegas entre los árboles. Luego apagó la lámpara, vi que se movían más figuras. Eran niños. Se acercaron silenciosos al galpón y sacaron apresurados varios costales con “algo”. Seguro era comida almacenada. Fui acercándome dando el frente a la ventana que ocultaban de la luna. Una rústica linterna, seguramente robada a algún soldado muerto me iluminó. Vieron mi figura inerte, parada sobre los botines que pude sacar a una muerta en aquel infierno vivido.
            Estiró una horquilla de metal y me atrajo como al espantapájaros más burdo. Adentro la oscuridad era total. Me sentaron en la tierra de una habitación acondicionada para vivir. Sobrevivir, diría yo. No entendí lo que me dijo la matrona. Hablaba un idioma que yo había escuchado hace mucho tiempo en el campo de Polonia.
            Era una mujer sin edad, delgada como un alambre, su ralo cabello cubierto con trapos oscuros le tapaban el rostro. Sus dedos afilados por el hambre y el trabajo me palparon la cara, los brazos y mis senos pequeños que pujaban por aparecer. Trajo un cacharro con agua y me indicó que me lavara. Entonces los ojos se me habían acomodado y podía ver las siluetas de los otros moradores. Eran dos niñas vestidas como varones y un muchacho de unos doce años. Todos famélicos. Calvos y ateridos.
            Les dije mi nombre: Goldi. Dieron un salto hacia atrás. Yo era “judía” un peligro para ellos. Rosa, te llamas Rosa. Rosa, Rosa, Rosa, Rosa, repitieron todos en media voz.
            Desde ese día me llamé Rosa. Goldi, quedó en el espacio del tiempo de la muerte.
            Pasó un par de semanas en que ayudaba como todos en las noches y el amanecer. Partíamos la tierra y usábamos las semillas que nos daba Anna, la Mayor. Arrancábamos leña, estiércol seco y setas del bosque. Pasaron dos o tres veces, camiones del ejército alemán, silenciosos y mal entrazados. Los soldados ya no se reían ni gritaban. Era el tiempo de la derrota. Llegaron después otros soldados. Ingleses. Rusos. Americanos. Algunos eran limpios y se acercaron ofreciendo harina, leche y carne enlatada. Comimos de pequeñas cantidades. El cuerpo se había desacostumbrado a la verdadera comida.
            Supe por Anna, que yo estaba embarazada. Los vómitos eran cotidianos y mi odio mayúsculo. En círculo hablamos de matar al niño en mis entrañas, pero el inocente no tenía la culpa. Tomé la más dura decisión, tener ese hijo.
            En primavera, nació una niña a la que llamé Berthe, como mi abuela. Era larga, robusta a pesar de la hambruna y tenía ojos color chocolate. ¿De cuál de los brutos que me violó sería hija? ¡Nunca lo sabré! Él tampoco.
            Un oficial inglés ofreció llevarme al puerto para regresar a mi pueblo. Yo acepté. Abracé a esa gente maravillosa que me ayudó y partí. Nunca quise llegar a mi comarca. Le pedí a una mujer de la Cruz Roja que me mandara a América y así con nada y una hija, llegué a Buenos Aires. Ni sabía que lugar era ese, ni entendía lo que hablaban. Me colocaron en una casa de una familia judía como sirvienta. No me dieron casi nada. Comía poco y pronto me escapé. Volví a ser Goldi.


            Poco a poco fui aprendiendo el idioma. En la fábrica en la que me emplearon, se reían de mí. Yo también me reía, pero de haberle ganado a la muerte. Dormí mucho en la calle. Comí de los tachos de basura, que en ese país están repletos de alimentos buenos y luego, un hombre me ofreció su piecita y su apoyo. Me fui a vivir con él.

SANTIAGO



SANTIAGO

Barriletes de estrellas son sus ojos azules
Espumita de plata su sonrisa infantil
Pedacitos de greda- alfarera sus manos
Y un risueño gorjeo su palabra sin fin
Cada gota de sueño es un beso de nube
Nada escapa a su gozo de inocente perfil
Duerme, duerme pequeño en los brazos maternos
Que los ángeles juegan a tu lado, felices
Completando tu mundo de precioso candor.

Cuando seas un niño correteando en la casa
La pelota, el trencito, una caja, un tambor
En tu mundo de estrellas aparecerá sigilosa
La esperanza escondida de los ojos de Dios.
Barriletes azules brillarán en tus ojos
mirarás sorprendido los labios del amor
en los brazos sedosos del calor y ternura
de quien busca belleza en tu vida futura

y serás un arrullo en la boca de Dios.

SUEÑO QUE SUEÑO

SUEÑO QUE SUEÑA

            Sheyla descendió junto a Miranda Dronne del piso 45 donde eran gerentes de “Tyguert &  Louje  S.R. Cansadas y discurriendo en las operaciones financieras hechas.
            Se saludaron en 6° y  47°, tomando un taxi bajo la fuerte lluvia que sometía a New York. Sheyla, bajó en el portal de su edificio de apartamento. Recogió correspondencia y un bolso con alimentos que comprara “Charito” su ayudante del hogar esa mañana. Los 72 pisos le resultaron eternos. Su bolso con las llaves era un caos, dejó éste en el suelo y buscó revolviendo el llavero enorme como todos los días. Ya era un rito.
            Luego de la ducha y de ordenar, comió el pastel que dejara la ecuatoriana en el hornillo. Se  tiró en el lecho y prendió el Led. ¡No había nada! Pasó por todos los canales que solía ver y apagó esa fuerte luz. Se durmió. Soñó toda la noche con su infancia en la graja de los abuelos allá en Utah.
            Un rumor suave, velloso y húmedo se deslizó por su rostro  adormilado. De pronto se despertó, irguiéndose encontró unos belfos rosados, calientes y con enormes dientes que la observaban desde una considerable altura. Un Zaino Colorado, apacible  arrimaba su cabezota y la miraba. Sonrió y se tapó el pecho con las sábanas.
            Instintivo el animal, agachó la testa y con la mano derecha hizo una pequeña inclinación. Sheyla pegó un salto y salió del lecho. ¡Cómo hizo o hicieron para entrar ese bello caballo en el departamento? ¡Está prohibido terminantemente tener animales en el edificio! Pensó ¿quién sería el atrevido que lo ingresó? ¿Cómo lo saco sin pasar por delante de portería y los hombres de vigilancia? Mil preguntas pasaban raudas por su mente.
            Yo soy una persona normal, debo estar soñando. Caminó en el amplio estar de su habitación seguida por el dócil zaino y hasta imaginó tirarlo por el altísimo balcón. Sería un insulto al pobre potro. Revisó puertas y ventanas. Todo estaba en orden. Su cabeza era una tropilla de ideas que recorrían desde degollarlo hasta transformarlo en mascota. ¡Estoy soñando!

            El noble bruto, se hincó y con la mano señaló el rellano de la ventana, ella abrió y el aire de Manhathan la golpeó, pero el animal colocó su cola hacia fuera y orinó y algo más. Sheyla se preparó un café, sacó varias zanahorias y se las dejó junto a la mesada de la ínfima cocina. ¡Ya veré qué hago, se dijo! Y sacando un cigarrillo siguió tomando el café frente a su nuevo comensal.

VALENTÍN


VALENTÍN

 

Nada escapa a tu fuerza de pequeño gigante

Eres fuerza que empuja alegría y color

Juegan ráfagas de arcángeles junto a ti en inquieto

Movimiento perpetuo de coraje y amor.

 

Como alegre soldado de papel y arcoiris

Arremetes corriendo por la senda del sol

Como un motor sediento de armonía y ternura

Juegas junto a la plaza, caramelos y rumor.

 

Nada puede pararte con tu alegre sonrisa

Eres como un retazo de una nube cambiante

Que se mueve atrapando la quimera de cielo

Combinando los sueños con pequeños diamantes

De la risa gozosa de los ojos sedientos de tu padre

Que busca tu futuro mejor y tu madre sonríe

Mirando en un espejo el reflejo de los besos de Dios.

lunes, 18 de abril de 2016

TUNUYÁN MANANTIAL DE CULTURA


En Tunuyàn Manantial de Cultura, recibiendo el Iª Premio de poesía de manos del Intendente. 

XI Encuentro Internacional de Escritoras (EIDE) 2014


Entrega de Premios en Consejo Profesionales de Ciencias Económicas, Mendoza 2002



El querido Maestro Panero, poeta que hoy vive en Tucumán, entregando los premios del Concurso Palma de Plata 2002.

NUDO. Cuento corto

NUDO

Quería escribir el cuento más corto posible. Sólo tenía el nudo. Ella estaba sobre la almohada con el nudo en el cuello. Él apretó, apretó y logrò el final de su cuento.

Caminando. (cuento corto)

CAMINANDO

Por la calle siguió lentamente caminando. Se detuvo en el medio del puente. Miró el correr del agua del río. Vio que su cuerpo pasaba lentamente enrojeciendo las aguas, rumbo al mar.

LA FLORISTA

LA FLORISTA

La Fidela Quispe tiene un puesto de flores junto al monumento de Fray Luis Beltrán. El Tajamar está siempre lleno de agua color café con leche y ella, se agacha para rociar las flores con el agua musical. Con su pollera multicolor desparrama alegría. Junto a su puesto de flores, hay uno de un tal "Mismicho Cosque". El hombre es silencioso y de muy mal carácter. Siempre pelea por todo y en especial desprecia a las mujeres. La Fidela ni le habla y eso lo saca de quicio al hombre. Además su kiosco está siempre lleno de clientas que compran en el mercado"La Pirámide" y luego pasan a su pequeño rincón a charlar. Vende mucho y lleva buen dinero a su casa. Una tarde de Zonda, la Fidela, para sacarle las espinas a unas rosas se provoca un tremendo corte con el filo de una herramienta casera, en la mano derecha. Cuando va a meter la herida en la acequia, para lavarse la sangre, el hombre se arrodilla y fiereza lo impide. La mujer asombrada no sabe qué decirle. Calla. Él, corre a su chata y la empuja para que suba. La lleva al hospital donde le ponen varios puntos. ahora el puesto de flores es el doble de tamaño y luce en su espalda, la Fidela, un niño igualito a Mismicho Cosque.

Bello, ciudad de la Cultura. Presentación de la novela "Tango Rojo". 2016



Medellìn: "Tango Rojo"; presentando la novela junto a las organizadoras del Encuentro: Georgina Cuartas, Hermilda Hecheberrìa Londoño , Betty Rodrìguez, y Luz Elena Sepùlveda y colegas poetas de Ecuador .

Encuentro de poetas en Medellìn, febrero de 2016.


Hotel de Cacheuta 17/04/16.



En el Encuentro de Escritores en el Hotel de Cacheuta ayer 17 de Abril, junto a un nutrido grupo de poetas, narradores y artistas plásticos,;leyendo un poema de mi libro "Tiempo de Libertad". 

Presentaciòn de la Novela "Tango Rojo" en Biblioteca Manuel Belgrano


viernes, 15 de abril de 2016

CONCURSO "PALMA DE PLATA" 2001



En el "Consejo de Profesionales de Ciencias Económica" en el año 2001, con un jurado de excelencia, se entregan las Palmas de Plata en el Concurso para Jóvenes y adolescentes de Escuelas de Mendoza. Fui seleccionada entre los socios de S.A.D.E. para hacer la alocución de dicho acontecimiento que se producía todos los años en Nuestra Provincia.

martes, 12 de abril de 2016

ENCUENTRO INTERNACIONAL "MATILDE ESPINOSA" EN BOGOTÀ COLOMBIA


ENCUENTRO INTERNACIONAL "MATILDE ESPINOSA" EN BOGOTÀ COLOMBIA

POR UN MUNDO MELHOR




Edición de trabajos míos en Brasilia. En 2015. Invitada por las Sras. Nazareth Tunholi y Meireluce Fernandes, directoras de la Academia Internacional de Cultura- AIC de Brasilia Repùblica Federativa de Brasil.
Una experiencia que me honra.