OTRO MUNDO MÁGICO
La tarde le ponía una
letanía de estrellas al parque de los Urbina. La anciana sentada en su hamaca
desmadejaba recuerdos. Tiziana, su nieta, a sus pies jugaba con una antigua
cajita de música. Apenas hablaban. La muchacha era su compañía. Pequeña menuda
y risueña, escuchaba el susurro de los árboles del jardín. Unos pájaros
bullangueros dispersaban sonrisas. De pronto elevando la carita pecosa hacía la
mirada amorosa de la abuela, clavó los ojos de agua clara en la piel antigua. Luego
cerró los ojos y coronó con un suspiro el comentario. Pareces una peonía dijo
la anciana seria. Abrió grandes los
pozos de estrellas matutinas y regaló una risa de cascabel, de esperanza,
entre los labios pequeños, con profunda mirada ingenua. Trató luego, de
ingresar sus pupilas creando un túnel de pétalos celestes en la mirada de la
abuela. Comenzó a canturrear. De repente…
- Abuela…¿de qué color es
la letra a?- preguntó inquieta.
- Del color del amor,
creo. Un color de caricias de terciopelo, del color de los pétalos de azucenas que tienen en su altar la “dama” con
su niño…
- ¿Has visto al amor? Acaso
alguna vez vino a visitarte… dijo la niña.
- El amor, mi pequeña Tiziana,
ha venido mil veces. A mi corazón, a mi ventana. Se llamaba mamá, se llamaba José,
mi padre. Un día vino en un alto y hermoso hombre. Lo amé con mucha ternura fue
tu abuelo Fernando. Después vino con rostro de niña. Esmeralda, tu mami .vino como
un varón, tu tío Pedro...como vez, amor tiene el color del recuerdo, puede ser
transparente, blanco, verde ...celeste como tus ojos.
- !Ay, abuelita...¿qué
hermoso debe ser mirar con tus ojos..., acaso me ves con el color del amor? ¿Conmigo
que color tiene?
- Contigo, mi pequeña...
tiene un tono rosado. Piel de caracol marino; tiene color de luna...pero tibia
y dulce.
- Entonces sabés tantas
cosas... ¿Qué sabor tiene el otoño?- dice la
nieta empinada para sacar una
hoja seca del cabello blanco, que transforma a la abuela en un ángel.
- El otoño... tiene sabor
a setas...: pequeñitas, doradas y perfumadas. A las hojas que crujen, que
protestan porque se han olvidado de ser verdes.
- ¡Abuela: declaro que te
quiero por eso! Porque sólo tú me escuchas. Juegas. Conversas. ¡A mamá y a papá
los veo tan poco... siempre están ocupados!
- Para eso estamos nosotras... las abuelas. Amigas de las hadas.
Con ángeles que juegan a la mancha y traviesas brujitas, que te aclaro, no son
malas.
- ¡Me las muestras?- dice
la niña
trepándole por las piernas.
- En las noches de luna,
tal vez podamos verlas.
- ¿Y ahora... me puedes
contestar otra pregunta que me interesa...?
- ¡Por suerte tengo todo
el tiempo que juntan los relojes del mundo!- Ven Tiziana, que vengan tus preguntas...y
la vieja sonríe. Se ve el interés de conocer el misterio grandioso que rodea a
la niña.
- ¡Qué olor tiene la calesita...?-
Ay, tiene olor a “pororó”, a manzanita dulce, a “praliné”, tiene olor a infancia. Tiene metido
adentro caminos interminables que el caballito blanco, con arreos dorados,
recorre hasta el cansancio.
-¡A dónde va abuela?-
dice mirando con asombro la cara tierna de la mujer.
-¡Ay mi niñita de mirada
de caramelo...; recorre países de ensueño. Reflejado en los espejos estarán las
princesas de los cuentos; las pequeñas luciérnagas que son farolitos tenues que
señalan castillos habitados por príncipes azules; y allá van trotando los
caballitos de color canela, negros como la
noche...¿te has dormido?- la pequeña apoyada en sus piernas sueña...¿A
qué mundo de magia ha ingresado Tiziana?
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