martes, 19 de abril de 2016

SUEÑO QUE SUEÑO

SUEÑO QUE SUEÑA

            Sheyla descendió junto a Miranda Dronne del piso 45 donde eran gerentes de “Tyguert &  Louje  S.R. Cansadas y discurriendo en las operaciones financieras hechas.
            Se saludaron en 6° y  47°, tomando un taxi bajo la fuerte lluvia que sometía a New York. Sheyla, bajó en el portal de su edificio de apartamento. Recogió correspondencia y un bolso con alimentos que comprara “Charito” su ayudante del hogar esa mañana. Los 72 pisos le resultaron eternos. Su bolso con las llaves era un caos, dejó éste en el suelo y buscó revolviendo el llavero enorme como todos los días. Ya era un rito.
            Luego de la ducha y de ordenar, comió el pastel que dejara la ecuatoriana en el hornillo. Se  tiró en el lecho y prendió el Led. ¡No había nada! Pasó por todos los canales que solía ver y apagó esa fuerte luz. Se durmió. Soñó toda la noche con su infancia en la graja de los abuelos allá en Utah.
            Un rumor suave, velloso y húmedo se deslizó por su rostro  adormilado. De pronto se despertó, irguiéndose encontró unos belfos rosados, calientes y con enormes dientes que la observaban desde una considerable altura. Un Zaino Colorado, apacible  arrimaba su cabezota y la miraba. Sonrió y se tapó el pecho con las sábanas.
            Instintivo el animal, agachó la testa y con la mano derecha hizo una pequeña inclinación. Sheyla pegó un salto y salió del lecho. ¡Cómo hizo o hicieron para entrar ese bello caballo en el departamento? ¡Está prohibido terminantemente tener animales en el edificio! Pensó ¿quién sería el atrevido que lo ingresó? ¿Cómo lo saco sin pasar por delante de portería y los hombres de vigilancia? Mil preguntas pasaban raudas por su mente.
            Yo soy una persona normal, debo estar soñando. Caminó en el amplio estar de su habitación seguida por el dócil zaino y hasta imaginó tirarlo por el altísimo balcón. Sería un insulto al pobre potro. Revisó puertas y ventanas. Todo estaba en orden. Su cabeza era una tropilla de ideas que recorrían desde degollarlo hasta transformarlo en mascota. ¡Estoy soñando!

            El noble bruto, se hincó y con la mano señaló el rellano de la ventana, ella abrió y el aire de Manhathan la golpeó, pero el animal colocó su cola hacia fuera y orinó y algo más. Sheyla se preparó un café, sacó varias zanahorias y se las dejó junto a la mesada de la ínfima cocina. ¡Ya veré qué hago, se dijo! Y sacando un cigarrillo siguió tomando el café frente a su nuevo comensal.

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