lunes, 25 de diciembre de 2017

LA ADELAIDA

Planchadora buena, sí, la Adelaida, y excelente almidonando. Sus labios gruesos merodean los azulados dedos que chasquean de saliva la plancha negra y pesada. Una palma rosada anida besos que rebotan en las puntillas hechas a mano para su niña. La cadera gruesa y firme ayuda empujando en la empinada calle con su cesta llena, sobre la cabeza. Lleva ropa blanca que lava y plancha, sobre un rosquete de lino. Los ojos mirones atrapan su sombra en la calle que destierra esperanza. Silban otros labios mestizos y fuertes con aliento de ajo. Ella sigue opulenta hasta el mismo núcleo de casas donde el poder esconde ambiciones y odios, ella es una reina sin poder ni trono.
            En una puerta enorme toca. Sale un hombre moreno con sonrisa alegre. Ella casi sin mirarlo empuja y le pasa la cesta. Entre sus blancas polleras se abraza una niña de rostros de ángel. Es su niña linda, es su mimosa que le trae su mascota en brazos. Besa las manitos que se pierden en sus senos rebosantes de leche y medio sentada en el pórtico le entrega su bebida santa.
            Desde la escalera la observa la madre de la niña. Con una sonrisa cómplice le hace una seña y luego que la niña abandona su pecho, se acerca y le deja en la mano monedas de plata.

            Adelaida se agacha, abraza a su muñeca de cabellos rubios y recibe la cesta con ropita nueva. Mañana regresará con sus dos bondades.

ESPERA

La jarilla derrama flores
de amarillos soles quietos.
Entre las setas y los hongos que afloran entre los cielos
el agua pura del cielo, regala viñas de ensueño.

No habrá trigo con luna llena cuando mires el viento

el árbol que se aquieta en la frontera de invierno

llenará de verde y flores, al llegar la primavera.

Hoy los rosales perfuman la memoria de febrero

Y un pedacito de estrella caerá sobre mi cuerpo.

Ven, no reniegues tanto. Las jarillas florecieron

Igual que el año pasado cuando te fuiste sin besos.

Tu estampa se vuelve lluvia cuando miro mi silencio.

Tu piel se nutre de frutos cuando sueño con tenerte

Entre los brazos cansados de sostener el aire quieto.


La jarilla derrama flores de amarillos soles quietos.

CUENTO CORTO

INVIERNO EN LA MONTAÑA
             Miró hacia la montaña y reconoció que la tormenta se avecinaba,  perturbada tomó su poncho mapuche, ese que la acompañaba desde que Horacio había partido la primera vez hacia la frontera. Negros nubarrones cargados de nieve pesaban en las laderas. Bajaban los grises sobre los riscos.
             Comió un buen trozo de pastel, un trago de “chicha” y se enfundó la mochila a modo de refuerzo, llena de jamón, queso de cabra y agua, para llevarle apoyo al hombre. Él, la esperaría en el viejo puente junto a los abrevaderos. Las llamas y las guanacas estaban en tiempo de parición y no podían dejarlas solas. El comprador europeo, llegaría en verano para pasada la esquila, llevarse los vellones de mejor calidad a Milán.
            El año anterior, habían sacado un muy buen precio y las colecciones de moda en Italia, se regocijaban con la novedad de esa lana fina y natural americana. La tormenta, con sus ráfagas de viento helado, la tiraba sobre la agresiva senda. Siguió un trecho pero un tapiz de nieve se iba acumulando. El frío le impedía continuar. Decidió regresar a la cabaña. Horacio la estaría esperando ansioso. Era imprescindible que se abrigara. El calor de la chimenea era una fuerte tentación. Pero... debía volver a salir hacia ese destino previsto.
            Ella era tan perseverante, que a pesar del peligro, se calzó las botas largas, una vez más. Seguro que en el refugio, aunque lejos, su hombre otearía el paisaje en la espera. Nunca lo dejaría solo allí. En la nieve las huellas le advirtieron la presencia de un puma, pero siguió hasta que avistó el humo de la chimenea. Los perros ladraban con regocijo, el corazón le golpeaba el pecho como un tambor de carnaval.
            Pero cuando llegó alrededor de la cabaña, no encontró a Horacio. Tendría que esperar. ¡Adónde estaría el hombre?  El aullido de un lobo la despertó, se había quedado dormida y ahí de pie Horacio la contemplaba con la pipa en la mano, que entinta en sangre le advirtió que había tenido una pelea con la fiera. Pasarían otro invierno más.


MUSEO DE ARTE DE NEW YORK

 BELLO CUADRO DE UN IMPRESIONISTA
 TÍPICA BAILARINAS DE LA ÉPOCA IMPRESIONISTA
FLORES DE UN GRANDE... ¿LAS RECONOCEN? DISFRUTEN LA BELLEZA.

HOY, UN PERIODISTA

Se llama Aarón Bermúdez. Tiene nombre de pastor televisivo, pero es un recalcitrante agnóstico de palabra y acción. Nadie lo quiere, ni en el diario, ni en la radio y menos en el café. Lo conocí en un reportaje que me mandaron a hacer en el Huentala a un personaje ignoto. Bueno después descubrí que era un espía israelí. Allí fue como quedé enganchada con el gran Aarón Bermúdez.
            Esa mañana había una fuerte tormenta de aire helado proveniente de la cordillera, cuatro grados bajo cero, decía la locutora de Cadena tres, eso en Córdoba en Mendoza menos cinco. Una cebolla en lana y piel me cubría, un taxi me tomó a contramano y el café de mi mano voló en busca del cordón de la vereda. Ya sé, no debo ensuciar mi ciudad, pero está tan sucia con cada personaje que la transita, que ni en Nepal, se podría encontrar quien la limpie. Así llegué a destino y él, estaba allí.
            Su barba renegrida abrazaba las palabras engreídas, su boca masticaba desconcierto en un inglés deformado. Aprendí codo a codo su innegable testarudez. El tal israelí, no era lo que aparentaba y él, supo encontrarlo en un camino lleno de vericuetos. Entre las gafas oscuras de siniestro merodeador, Aarón, descubrió que ese aparente desconocedor de nuestra ciudad era nada menos que un enviado de su gobierno para investigar algún complot que daba vueltas entre el país trasandino y el nuestro, contra ellos. Bueno, yo me enredaba en el cable de mi curiosidad. Él, despreciando mi coraje de notera, me hizo señas para que sólo escuchara.
            Pronto y al descuido, le lanzó dos preguntas que dejaron boquiabierta al desgarbado envío de la “mozad”. El tipo estaba disfrazado de turista, pero unos detalles casi imperceptibles, hicieron que Aarón descubriera gato encerrado. Yo no hubiera sospechado nunca la conexión entre los servicios  de países como esos y el nuestro. Y digo esos y no digo ese, porque otro fulano con cara de andinista desencontrado con el Aconcagua, resultó ser de la CIA. Todo eso me puso en la mira, nada menos que de los peores enviados de esa guerra entre países en perpetua batalla. La cuestión que de pronto nos vimos rodeados de un puñado de “turistas” que pesaban por lo menos cien kilos, con cara de gansters y mirada de hacha. Me dejé atrapar por la voz susurrante de uno que adiestraba su único ojo, el otro le faltaba detrás de una cicatriz que anunciaba alguna guerra perdida en el tráfago mundial. –“Lárgate” – dijo amablemente – y sus manazas parecieron tenazas sobre mi hombro. Él, Aarón interpuso su aliento necrófilo y tomándome del brazo, me atrajo hacia sí e insistió en preguntar sobre la tarea en cuestión que ellos querían esconder.
            Chorreaba mi lápiz transpiración, igual temblaba el micrófono manual y yo sonreía estúpidamente para tratar de mostrar indiferencia. Comenzó una discusión febril entre los hombres y Aarón, yo sólo sostenía mi miedo con las manos y rebotaba entre miradas asesinas. Cuando salimos, sentí que mis piernas estaban trémolas y mi vientre apurado. Un negro coche nos siguió por las calles oscuras. Mi legítimo terror me acompañó hasta el diario. Allí se descompuso hasta el inodoro, que austero, recibió mi temor.
            Las portadas chismosas de todos los periódicos destrabó el silencio de “los turistas” de incógnito y fue un río de noticias y desmentidos que aparecieron por semanas. De notera de chismes sociales a novel pesquisa de espías internacionales, sólo logré tener llamados anónimos a mi celular y la amistad del viejo Aarón Bermúdez, el mejor reportero que pude conocer. ¡Ah, gané un premio internacional a la noticia más espectacular del año! Eso de ser sólo una ignota periodista es tal vez lo que me permitió huir a estudiar a Francia.

            

VIAJANDO POR EL MURO

El hombre de barba, se apretaba la chaqueta y el manto, con esfuerzo, para evitar el frío de un amanecer gélido. Sobre el breve espacio de huella por donde transitaba, sólo se oía el sufrido fregar de las hojas de cereales que congeladas, se movían al ritmo del viento.
No era aun, tiempo de cosecha. Las espigas estaban apenas a mitad de camino de madurar. En el recodo se sorprendió al ver una figura agazapada. Un hombre, con el extraño atuendo de los campesinos del otro lado del río. ¿Qué hacía allí?
Un sórdido mal humor lo embargó. ¡Un espía! No, un ladrón. Mil ideas pasaron rápido por su imaginación. Apresuró el paso y el extraño se irguió con las manos entintas en sangre. Se detuvo. ¿Qué quieres? Le dijo sin mostrar el terror que sentía. Acaso me vas a matar o quieres que te mate… pero, vio que junto al maltrecho, una mujer había parido un niño y aun, latía en su cordón la sangre tibia de la madre. ¡Ayúdame! Le pidió el desconocido. Me iba de prisa a buscar una anciana comadrona y el parto se adelantó. Mi esposa y mi niño tienen frío y no tengo nada con qué cubrirlos. Ayúdame.
Caminó y junto a ellos, se quitó el manto y cubrió a ambos, madre e hijo. El forastero lloraba y sus lágrimas iban dejando un surco sobre la piel marchita del rostro. Acomodó a la pobre parturienta con paja que arrancó de debajo de un árbol. Tomó algunas ramas y prendió un insignificante pero amoroso fuego. El resplandor compitió con un sol pálido que asomaba entre los campos.
Ven, le dijo al padre, te diré  dónde puedes buscar ayuda. Ves ese monte, tras él, hay una casa vieja y allí encontrarás una buena gente que te dará un espacio para tu desdicha.
No puedo dejarlos solos. Ella no tiene fuerza, el bebé, es muy débil y yo no puedo cargar a ambos. Ve tú y trae a alguien. Mi nombre es Marcus. Vivía en la otra orilla del río hasta que murió el dueño del campo y el hijo nos echó así, con lo que tenemos puesto. Trabajé desde niño con su padre, pero para él, el tiempo no existe. ¿Cómo te nombran por acá?
Durry Stone. Soy el herrero de la aldea. ¡Y buen susto me has proporcionado! Buscaré ayuda. Aunque voy de prisa. Quédate acá junto a ellos y sigue buscando madera para darles calor o morirán de frío. La sobria camisa de algodón y la chaqueta no le daban mucho abrigo, pero se separó del grupo y caminó por la cornisa del camino para atravesar hasta la casucha de Mary Snow, su vecina. Allí seguro encontraría a Peter para que le prestara una capa y con una angarilla asistieran a los desdichados del camino.
Golpeó y el sonido amable de Peter le devolvió el aliento. Pronto el buen hombre le envolvió los hombros con su manto de pura lana escocesa y buscando a Mary, salieron hacia el campo.
El olor del humo que producía la madera húmeda, dirigió los pasos del grupo. Al acercarse, vieron con alegría cómo la mujer amamantaba al pequeño. La cobijaron en la parihuela y dejando a Durry Stone que continuara su viaje, regresaron al hogar de Peter y Mary.
El sol ya comenzaba a desbordar en tibieza y el olor de una sopa de gallina y cebollas, calentó el alma del grupo. Marcus, preguntó si había alguna tarea que pudiera hacer. Salió y hachó leña para el fogón, limpió la porqueriza y juntó algunas manzanas del suelo. Al atardecer vieron que una figura caminaba por el muro de la cabaña, el perro, el mustio ¡Jak! mojado y trotando traía al caballo con la cuerda en las fauces. Era el flaco jamelgo de Marcus que había roto la cuerda que lo ataba al corral y cruzando el río, había buscado a su viejo amo.
Al anochecer vieron llegar a Durry con una hogaza de pan, queso y carne asada. Sentados tomaron una cerveza junto a la mesa del campesino. Llegaron a un buen arreglo, Marcus ayudaría por un tiempo a Peter con las faenas del campo y mientras tanto buscarían un lugar y trabajo en la aldea para el pequeño grupo.
Pasó un tiempo y la breve familia fue al caserío, donde el barbero contrató a Marcus para los trabajos pesados y así, regresaron los tiempos de paz y de cosecha.


ENSAYO SOBRE LA VIDA, ¿Y LA MUERTE?

Los paraísos son para pocos, como el Eden, como el fluir del mar en las playas inquietas. La vida, esa esquiva merodeadora que se acerca con sonrisas pintadas en cartón, con caretas de T.V. y cine de sábado a la noche. Así, comprometida con la esperanza se integra a la gran expectativa de calendarios y Años Nuevos diferentes en cada sociedad. Uno para los hebreos, otros para los chinos, otro para los cristianos y así, dale que dale con hojas de papel que flotan en los ríos.
            La vida… farolas de papel en Japón que iluminan los lagos en la noche; o tambores en un África de guerras perpetuas entre tribus hermanas. La vida… en góndolas carísimas en la Venecia de amor perpetuo, en París donde los enamorados se besan sin descanso en los bosques o en el Sena. La vida en New York a pesar de las Torres y un Carnaval Carioca, donde crece el zamba y la batucada.  
            Y yo, contigo amiga, parada en la noche observando con estupor mi propio calendario. Mi vientre atiborrado de nada. Los hijos hombres y mi niña madre-mujer con su miedo y mi miedo. Mi madre desplazada en la penumbra del recuerdo, con mi padre y Nené, que sigue allí en los escombros de mi insomnio. Estoy viva y llena de sueños. Tiemblo cuando pienso en el sol y la música de Vivaldi. Amo la ópera y el ballet que son vida y esfuerzo. La risa de mis nietos me conmueve y pienso que a través de su piel seré en el tiempo y en su memoria mi memoria con poesías que nadie leerá o sí, y yo viviré con vos, en cada latido del Planeta Azul. En ese tiempo de marcha silenciosa a las cenizas flotando sobre los rosales de nuestro nido artificial de la montaña. Caminaré al viento. Seré nube, lluvia y me desharé en quién sabe que muerte dolorosa. ¿Moriré dormida? Como una sombra desandaré esa luz de la que tanto hablan los que dicen murieron. Será la muerte bella como un tulipán negro, el manto azabache de un beduino nocturno, el crepitar de huesos en un averno inhóspito sin arcángeles ni demonios perversos. ¿Cómo estará la oquedad de la tierra húmeda en el camposanto después de un chaparrón de verano? Estaremos mirando desde un agujero negro el rostro de aquellos que nos aman o el de Dios. ¿Nos perderemos los besos de una Dama sombría en los labios sedientos de amor? O nos dejaremos caer como plumas perdidas en las alas en vuelo. Caminaremos. Saltaremos las vallas. Golpearemos los árboles para que caigan semillas. Muertos. Sin nada que decir. Atravesando muros. Riendo. Llorando a los hijos perdidos en la vida. A los nietos que no irán a cementerios fríos y abandonados. Moda. Antigüedad. Olvido.
            Dejo como testamento mi amor a la poesía. Mis libros escritos con tinta de recuerdos. La memoria perdida. Besos enamorados. La Novena Sinfonía que vibrará en el Frank Romero Day, aquella noche de 1965 y que aun resuena entre los cerros.
            Dejo mi muerte en espera. Mi miedo. Mi dolor y el haber perdido algún borroso pensamiento sombrío.



TODO Y NADA

            Todo penetrado por el estupor, un látigo de agua y un carretel de hilo.
Todo cambiado, el sol azul y la nariz cortada.
            Todo perdido en la conciencia, un lujo repartido y la vereda seca.
            Todo sereno, un aguijón rastrero y una caverna ahumada.
            Todo es cenital, verdoso el fermento y el rostro de la luna desdibujado.
            Todo caótico, un callejón sin salida y un zapato en la ventana.
            Nada grande, la voz amortiguada y el reflejo agudo.
            Nada cortante, la lucha impenetrable y los anteojos rotos.
            Nada agridulce, la nariz quebrada y las golondrinas en huída.
            Nada ámbar, un conejo corriendo y la flecha en la pared.
            Nada solitario, un pez volando en el desierto y la boca sin dientes.
            Nada hilarante, un árbol deshojado y una lengua en la tierra.



3º PARTE DE CUENTO: BARCO DE ESCLAVOS

La Ñusta Kunty se acerca a la cabaña con una cesta repleta de frutos de mar y su contorneo atrae la mirada del negro. Una pollera de colores vistosos, su camiseta de fina lana de vicuña y sus trenzas, atadas por mil pompones de colores, atraviesan el mercado con aleteo de aretes y collares de conchillas brillantes. Isai Natuba sonríe con la blancura alborotada de sus dientes. La piel reluce al sol. Esa mujer que habla con los espíritus, es el sueño de Pemba. Ella, sabedora de sus encantos revolotea sus pollerones, frente a la mirada de los hombres y el odio de las mujeres. Fuma su cachimba con mezcla de tabaco y hojas de coca, la planta sagrada de los Incas. Callada la pequeña Ming Li, observa como siempre con una mirada de sometimiento. Sigue a su benefactor todo el tiempo. Callada cuida sus heridas y sus sueños. Ofrece su exiguo cuerpo al hombre, que desprecia con un corto manotazo en el trasero inexistente.
            Ñusta Kunty, la hechicera del pueblo, sabe que el moreno la codicia. Se lo dicen sus caracolas de colores iridiscentes  y sus runas. También las estrellas y el grito del pájaro burlador. Ella es la única que puede fraguar un amorío o deshacerlo con sus travesuras. Yuyos y animales que sirven para pócimas. Ungüentos con grasa de yacaré e iguanas, sirven para destrabar el sexo dormido de los hombres y mujeres. Curandera de almas y de cuerpos, Ñusta Kunty, desea abrazar el cuerpo fibroso del hombre silencioso que la sigue por el matorral y la espía cuando ingresa desnuda en la cascada del mítico manglar. Atrás, siempre la extravagante muchacha china. Muda, mira y observa el deseo contenido del liberto. A veces llora. Aprendió algunas palabras de ese extraño lenguaje de las mujeres kollas. Sabe que ese país, a dónde los llevó el naufragio y la huída, se llama Perú y tiene un mundo antiguo de historia infinita como su Macao lejano. Sabe pedir algunas frutas por su nombre. El chupe de pescado, el ña`Pancha picante y la olla de cocido cuzqueño. Tiene un miedo instintivo, que Isai Natuba la expulse de su lado. Duerme a los pies de la hamaca, en la estera que le ha dado el hombrote. Él, hace ceremonias religiosas en las noches de luna. Baila y canta con voz profunda y enajenada en algunas tardes de tinieblas. Son dos extraños que se unen para poder sobrevivir en esa jungla de desconocidos. ¿Enemigos? Quién sabe. Las piedras raras se hacen edificios perfectos. Hay templos de una religión de hombres vestidos de blanco, barbas grises y aliento a muerte. Llevan un símbolo trágico en sus cuellos flacos. Le dicen “curas” y los niños los persiguen jugando. Ellos no se dan vuelta a golpearlos, como hacen los chamanes. Los ignoran, como a ella. Sólo les dan unos pequeños palitos de azúcar cocido que reciben alegres y el griterío acorta la distancia que le ponen los grandes. Los ancianos los odian. Se les nota en el rostro crispado por los surcos de la piel reseca por el sol caliente.
            Ñusta Kunty, le regala a la muchacha, un pendiente con un pájaro cincelado en plata. Es un poderoso talismán para que se enferme y se muera. Ming Li, sin saber, lo acepta y le hace una guirnalda de flores blancas perfumadas para devolver la atención, como las que le ofrendaba a sus dioses lejanos. La hechicera se enoja por eso, un momento tal vez, y luego, decide hacer un amarre poderoso para el Moreno. Se lo entrega a la mujer para que lo coloque en el lecho del hombre. La mujercita, le pone el ritual bajo la estera al africano, ignorando que es un amuleto de amor. Pero éste, se despierta sudoroso y afiebrado. La bruja no es tan poderosa como cree. Los dioses de él, lo protegen aún, de mordidas de serpientes y arañas ponzoñosas. ¡Y de mujeres malvadas! En lugar de prenderse al malsano abrazo de la Ñusta, se amarra al cuerpo frágil de Ming Li y en insensato extravío la toma para saciar su sed de hembra.
            Inmutable, se despierta junto al cuerpo moreno que elude palabras. Pasa el tiempo y su instinto le dice que hay un niño en su vientre. Le acerca la mano al pequeño bulto que se mueve y crece. Isai Natuba, sorprendido sale corriendo hacia el mar y libra su cuerpo al agua que lo seduce con el frío, de ese océano helado, en el que han llegado después del naufragio. Ahí llama a sus dioses ancestrales. Llora. ¿Qué clase de ser vendrá de ese vientre pequeño de piel casi verde? Una mezcla hechizada de ave y humano.
            Ming Li, busca una india que se llama Charuma para que rompa cualquier embrujo. Esa extravagante curandera, le hace encontrar el camino y le entrega poderosos amuletos entre los que hay un manto tejido con maestría de artesana y dibujos que atraparían a la Muerte y la llevaría a un espacio de paz y regreso a sus ancestros en la aldea, a la que cada uno pertenece en caso de mala parición. Además evitaría cualquier enfermedad del “Mal de ojos” y otras dañosas artes de Brujería. Rituales antiguos y profusos del anciano sacerdote Inca le dan cierta seguridad. Sin embargo cuando llega el tiempo de parir, algo se interpone con su naturaleza e Isai Natuba busca ayuda en el hospital que tienen los blancos. El “cura” les brinda todo con delicadeza conquistando al padre novato. Nace un pequeño niño de tez chocolate y ojos rasgados. Un exótico bebé que atrae la mirada de todos. Lo llama Josué. Un nombre raro como el mismo niño. Al rato, nace una niña. Su piel de color amarillo claro sostiene unos enormes ojos negros. Se llamará Amarinda, dice el padre, con machismo incrustado en la sangre.
            Así crecen los niños, felices. Ñusta Kunty, les hace un sortilegio con mal de ojos y maldiciones; y como no se atreven a contar y temen tanto su influencia, deciden por esa causa, escapar hacia un país vecino. No es la primera vez que salvan sus vidas de la maldad de los demonios ajenos. El “cura” blanco los ayuda a cruzar la frontera y llegan a Bolivia. Allí, un sacerdote Jesuita, le enseña a Isai Natuba, un sin fin de remedios para curar el cuerpo y lo instruye en medicina nativa. El anciano, solicita que lo acompañe a su nuevo destino, un país donde según dicen los blancos, sobra el pan y la miel, como dice la Biblia. Parten nuevamente como eternos fugitivos. Ming Li, Josué y Amarinda, lo siguen entre cerros y montañas heladas, valles calurosos y ríos bravíos, el antiguo pescador africano vuelve a buscar la libertad. Ahora es un hábil boticario y médico lego.
            Pasa algunos años curando enfermos, asistiendo partos y ayudando a criar niños, Isai Natuba comienza a sentir que las fuerzas no le acompañan. Ming Li, busca en sus viejas recetas ayuda, pero no encuentra antídoto a los maleficios de los viejos brujos kollas. ¿Son tan poderosos? El anciano cura la sermonea, pero pueden más los terrores y la ignorancia. Además los calendarios han surtido efectos suculentos en sus cuerpos.
            Antes de dormirse a la luz de la luna, Isai canta a sus dioses atávicos y dibuja en un paño blanco una suerte de rituales extraños. Ming Li los guarda con cuidadoso esmero. Un día ella también se dormirá en los brazos de Josué, que se transforma en sacerdote cristiano; y es él, quien la envuelve en mantas que recibió en su peregrinar por las tierras atávicas de Perú.  Luego, parte para África. Viaja a Pemba.
            Amarinda Natuba, es la que hereda el mandato lejano de Macao y Pemba, sus ancestros. La mujer más linda. Médica y farmacéutica anciana,  que cura el cuerpo y el alma de su gente desde hace tantos años. La que transmitió su sangre y sus rituales mágicos a hijos y nietos. Ahora ya lejos transita el camino hacia el silencio. El pueblo la llora y gime por perder su madre ancestral.
La amada del dictador, amante esquiva de todo un pueblo. Mi abuela, hoy está dormida en la sala.  

            

FOTOS PARA EL RECUERDO

 PANAMÁ FIESTA DE LA GOBERNADORA, SU EXCELENCIA NOS RECIBIÓ A UN PUÑADO DE ESCRITORAS CON MUCHO AMOR EN EL ENCUENTRO DEL E.I.D.E. 2012
 EN S.A.D.E. NACIONAL CON EL PRESIDENTE DE LA LENGUA, LA PRESIDENTE DE S.A.D.E. GUALEGUAY CHÚ, EN UNA CONFERENCIA, FUI INVITADA POR ZULMA NICOLINI Y MIGUEL PISSI
EN EL METRO DE MEDELLÍN EN FEBRERO DE 2016 EN EL ENCUENTRO DE ESCRITORES POR LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLO Y LA PAZ, LEYENDO DE MI LIBRO "COMIENZO DEL FINAL" POESÍA PURA.

UNA MUÑECA PARA SUSI




            Pienso en mi infancia y recuerdo cuando veía a las compañeras cuyos padres estaban en muy buena posición económica y nosotros soñábamos con tener alguno de esos juguetes que tenían.
            La escuela, dicen, es niveladora social. Yo no lo creo. Había algunos chicos que llegaban en auto y otros caminaban cuadras y cuadras para llegar al edificio donde se cursaba la primaria.
            Mi papá era obrero en una chacra, mi mamá no sabía leer ni escribir y mi hermano, me llevaba de la mano por la banquina hasta el asfalto casi a la rastra, para entrar antes que sonara la campana. Nos colgaban del cuello las zapatillas. Antes de una cuadra nos lavábamos los pies en la acequia y nos calzábamos y así nos duraban más las zapatillas que de tan baratas, se desflecaban enseguida.
            Nacho, mi hermano era muy estudioso, traía una buena libreta y como papá apenas sabía firmar por las dudas nos daba una palmada en la cola por si acaso venía algo mal. ¡Que la Susi, te ayude cuando termine con el cuaderno! Y allá iba yo a recoger los huevos al gallinero, en pata, como para entrar con mis zapatillas. Estaba lleno el gallinero de caca de los bichos. Me picoteaban los pies y los tenía llenos de sangre, mamá me ponía un té de yuyos para sacarme el dolor, era amargo y de olor hediondo, pero me hacía bien porque enseguida se hacía una cascarita oscura.
            Me costaba mucho hacer las cuentas, Nacho me llevaba debajo de una higuera y con piedritas me hacía hacer las cuentas. Lo quería mucho al Nacho.
            Para cuando cumplí los nueve años, él ya salía de primaria y lo llamaron al papá y la directora le dijo que ella lo iba a inscribir en la secundaria del pueblo porque el alumno era ejemplar. ¡Pobre Nacho! Papá dijo NO. Él trabajará en la chacra y me ayudará y así termino la brillante carrera de mi hermano, plantando ajos con las manos llenas de ampollas y cosechando uva en vendimia para otros patrones.
            Un día la mamá me llevó al cementerio en micro. Cuando bajamos en una calle muy llena de negocios y autos, entró a comprar en una mercería unos hilos de coser y al salir, al ladito vi una muñeca.
            Era una muñeca hermosa, con vestido azul y cabello rubio. La boquita apenas abierta y las manitos sonrosadas. Me quedé dura, parada y sin respirar. Mamá me dio un tirón. ¡Vamos que cierran el cementerio! Y caminé mirando atrás. Me enamoré perdidamente de la muñeca.
            Regresamos tarde y papá y Nacho estaban preocupados, creyeron que nos habíamos perdido. Mi mamá llevaba en la mano bien apretado el monedero y un papel donde mi hermano le puso el número de los micros que teníamos que tomar.
            En la noche me levanté despacito y lo desperté a Nacho, para lo cual tuve que levantar la cortina que separaba nuestra cama de la de mis papás y la de él. Nuestra casa tenía una sola habitación separada con cortinas las camas de mis papás y las nuestras.
            Como un gato me acerqué a mi hermano: ¡Nacho! ¡Nachito, despertate!
            ¡Qué te pasa Susi? Y levantó la cabeza con dificultad, qué pasa. Hoy vi la muñeca más hermosa que nadie puede imaginarse. Estaba en la vidriera al lado de la mercería donde mamá compró. Tenés que ir a verla. ¡Hasta mañana Susi, tengo que ir a podar en lo de don Vásquez!
            Me deslicé y me acosté y soñé. Soñé que vestía y peinaba la muñeca. Soñé todos los días desde esa tarde. Y hablé hasta cansar a todos.
            Le pregunté a mi maestra cuánto podría costar esa muñeca. Ella me miró y sentí que muy adentro de ella sentía pena por mi pregunta. Debe ser cara, me dijo. Unos cuantos jornales de tu papá.
            Me fui callada a mirar como jugaban al elástico unas niñas de otro grado. ¿Cómo puedo hacer para ganar el jornal de mi papá? Cuando volví a casa, le pregunté a Nacho. Él se rió. Sos zonza vos. ¿Cómo vas a chanquear si no tenés edad ni para ir sola al centro?
            Me escondí en el gallinero y lloré y lloré hasta que me quedé dormida. Nacho me llevó en brazos a la cama y me dio un beso en la frente que recibí medio soñando.
            Una tarde Nacho desapareció. Mamá preocupada fue a los vecinos y preguntó si lo habían visto. Nadie dijo nada, si lo vieron subir al micro, pero no le contaron porque lo querían y papá le daría unos buenos azotes.
            Al anochecer lo vi. llegar por la calle de tierra con un bulto debajo del brazo. Parecía un linyera. Papá lo agarró apenas entró y le arrancó el fardito… ¡Era la muñeca!
            ¿Quién te ha dado esto? Yo la compré. ¡Mentira, la robaste! No, es para Susi…y yo junté plata. ¡Recién vino don Vásquez a decirme que era mi hijo el que había robado una muñeca en el negocio del centro! No te da vergüenza, que un hijo mío ande cuatrereando muñecas por ahí! ¿Dónde viste alguna vez que robara algo tu madre o yo? Papá perdone mi acción, pero dejé todo lo que gané haciendo changas y no alcanzaba. Vaya y devuelve la cosa esa. Y se viene conmigo a lo de don Vásquez a pedir disculpas al patrón. No, grité, yo quiero la muñeca. Y me cayó el rebenque de papá en la espalda. Por tu culpa tu hermano es un ladrón, vos también venís conmigo.
            No solo devolvimos la muñeca y pedimos perdón, sino que por muchos meses, mi hermano no pudo sentarse bien de los revenidazos que le dieron.
            Ahora con los años que tengo recuerdo la pesadilla que fue devolver la preciosa muñeca, pero mi hermano, siempre se ríe cuando cuenta que casi se va a la comisaría por robar una muñeca para Susi. 

             

POESÍA ESPIRITUAL

 MARÍA INMACULADA

¿ME DEJAS UN LUGAR EN TU REGAZO?

MADRE DEL SALVADOR, VÍRGEN DULCÍSIMA

A NOSOTRAS LAS MADRES DE ESTE SIGLO

QUE ROMPEMOS LOS PECADOS CON LAGRIMAS DE SANGRE

QUE LAVAMOS LOS ROSTROS DE LOS HIJOS

CON LA PIEL ENSANGRENTADA DE DOLOR

POR LOS NIÑOS QUE MUEREN SIN TU GRACIA

POR LA TRISTE VERGÜENZA DEL CALVARIO

SUAVE Y BELLA ESPERANZA TU MIRADA

TU PRESENCIA QUE VUELVE COMO UN ÁNGEL

EN CADA MOMENTO QUE LA TIERRA TE CLAMA.

POR LAS MUJERES QUEMADAS, ULTRAJADAS Y VENDIDAS

POR LAS QUE NO TIENEN DERECHO A SUS HIJOS

POR LAS LAPIDADAS Y OLVIDADAS…

TE SUPLICAMOS

MADRE DEL SALVADOR   DIVINA MADRE

QUE LLORASTE EN EL CAMINO AL GÓLGOTA

AL PIE DEL MADERO ENSANGRENTADO

Y TU CORAZÓN ATRAVESADO POR ESPADAS

DE UN ODIO QUE NO CESA, DE LOS PECADOS INNOMBRABLES

DE UN RENCOR INFINITO QUE DESTROZA LA FÉ

MADRE- ESPERANZA DE TODOS LOS CRISTIANOS

MIRA NUESTRO DOLOR Y VUELCA TODO EL AMOR


DE TU HIJO AMADO. JESÚS, NUESTRO SALVADOR.

CREYÓ VER UN FANTASMA



Aunque parece un cuento, Keira es una alumna impecable, es forzoso reconocer que sobresale del conjunto de muchachas y chicos de su edad.
Desde pequeña, su madre y su abuela le han inculcado leer, escuchar música clásica y la han llevado a conciertos, museos y pinacotecas. Eso la hizo “diferente” a sus coetáneas.
Comenzaron a hacerle toda clase de maledicencias y molestarla.
Un día en la academia de danza la invitó la profesora a ir con un grupo, de viaje a la capital. Allí actuaría por única vez una gran bailarina con su partenaire en el ballet más difícil del repertorio clásico.
Viajaron cinco y el avión estaba repleto de hombres que parecían salidos de un cuento, con ropas raras, barbudos y turbantes de colores diferentes. Hablaban poco y no miraban a nadie. Eran poco simpáticos, la chicas como toda adolescente un poco ruidosas, seguro llamaban la atención. Pero algo extraño sucedió, un desperfecto del aeroplano urgió aterrizar en un lugar no planeado.
Las llevaron en unos vehículos militares y los encerraron separadas del resto de los viajeros. ¿Dónde estaban? La noche cubrió el establecimiento y sólo se oía una especie de sirena y una luz intermitente pasaba como barriendo la pequeña ventana enrejada del lugar. Las chicas se acomodaron todas juntas, abrazadas a su profesora y en silencio. El cansancio las venció. Se durmieron a pesar de lo inseguras que se sentían.
Muy temprano un hombre extraño, las despertó y les dijo en un muy mal inglés que ya podían volver al avión y viajar a su destino. Así tomadas de la mano atravesaron la gran planicie donde estaba el vehículo en medio de la pista. Subieron y lo extraño fue que los hombres de turbante no estaban entre los pocos pasajeros que estaban sentados.
Al volar suspiraron tranquilas, pero Keira, sintió un pequeño resquemor. Algo no encajaba con ellas en ese vuelo. En un momento miró hacia atrás y vio la figura de uno de los barbudos con extraña mirada que le hacía una seña. Ella asustada, se volvió a su película que miraba en la pequeña pantalla del butacón que le correspondía. Sintió un aire frío, que salía por un agujero chiquito del techo. Se arrebujó con la manta. Al rato sintió mucho calor. ¡Algo andaba mal! Volvió el rostro hacia atrás y le pareció ver un fantasma. Era ese hombre barbudo que le hacía nuevamente señas. ¿Era transparente?
Creyó que estaba soñando y dormía. No he visto nada, me lo he imaginado o lo he soñado. Recordó algunos libros que había leído sobre aparecidos y fantasmas.
A su profesora le tocó el hombro y cuando la miró vio horrorizada que no era ella. Era una mujer diferente, con el rostro ceniciento y los ojos glaucos. ¡Estoy soñando!
La voz del piloto llamó la atención diciendo que se ataran los cinturones del asiento porque había turbulencia. El miedo la puso muy nerviosa. No podía mirar la película. Sus amigas dormían entonces… miró hacia atrás y vio que una sombra se deslizaba por el pasillo de los ayudantes y azafatas. ¿Era un fantasma?
El avión se movía con el aire que empujaba la nave, las chicas despertaron y le pidieron agua a la camarera. Un joven de turbante y barba les trajo un vaso con líquido de color ámbar. No era agua. Keira les pidió que no lo bebieran.
Cuando la nave volvió a aterrizar se enteraron que habían sido raptadas en el camino por un grupo de guerrilleros de Medio Oriente y que se habían salvado milagrosamente por ser jóvenes de un país neutral.
¡Tal vez, pensó Keira el fantasma que creyó ver le había tratado de decir esa terrible verdad! Cuando llegaron al hotel y prendieron el televisor, vieron que a todos esos hombres barbudos, con atuendos extraños e idioma incomprensible los habían matado en ese lugar donde ellas habían dormido aquella noche.
Regresaron muy apenadas, no les habían hablado ni sonreído y ese, que Keira había visto, trató de hacerle descifrar el acontecimiento que habían vivido sin imaginar.

El ballet fue maravilloso, pero el grupo nunca más quiso viajar a la gran ciudad sin su familia. Y entonces ¿Quién era esa mujer de ojos glaucos que ella creyó era su profesora? ¿Otro fantasma?

jueves, 14 de diciembre de 2017

2ª PARTE DE BARCO DE ESCLAVOS

 

Este barco apesta y  la oscuridad me impide ver a los que han atado a mi cadena y a pesar de ello, distingo a los que por las diferentes lenguas hablan  Se quejan y pienso que si una vez al día nos dan agua en un balde de madera con olor y sabor a podrido me alcanza o cuando me tiran pan enmohecido me da nausea otras, a veces, me  sabe a cuz cuz a miel y a mango y otras es hiel y sangre y miedo y estos infelices les debe parecer pescado o manjares diferente a los nuestros Ellos parecen chinos o birmanos aunque nunca los he visto con luz y no puedo comunicarme El olor a mierda nos igualó enseguida porque no nos sacan a cagar afuera como se debe hacer con un hombre, soy un sometido que capturaron cerca del río Hago mi suciedad acá debajo de mis pies y tengo rabia Al principio olía a jengibre y ajo A madera y grasa y ahora el olor es el mismo a orín y mierda No me muevo para no tener desgarros en los tobillos donde tengo las argollas de hierro y las cadenas Los palos en que me ataron me hacen sufrir porque apenas entré me golpearon brutalmente. Caí replegado sobre mi vientre Herido Soy un hombre jefe y tengo mando allá en mi tierra Sólo abrieron un poco cuando entró un grupo de chinos o coreanos  pero no sé porque fue después de navegar un largo tiempo entre marejadas enormes y bravías
            Dormito cuando me sacudo con el traqueteo del barco y ya nadie solloza suplicando ayuda Yo tampoco nadie me escucha ni escucha a este puñado de muertos vivos y eso que hay mujeres Entiendo que debe haber hembras y niños por el llanto y los gimotéos.  Ayer sentimos que paraba el motor y que navegábamos en silencio porque debemos estar cerca de algún puerto o algún barco de bandera que debe haber avistado el nuestro Seguro es pirata como nos dijo el jefe Matamo Ombatu  que este navío debe estar con cuidando y nosotros también cuando uno sale de la aldea yo me alejé detrás de una cebra y me olvidé de lo que me dijo el jefe y mi padre cuando me iniciaron en la ceremonia de adulto y sentí el ruido de la caída de carpas y velas a las que ya estoy acostumbrándome y han  recuperado cuerdas y cadenas de amarre y se escuchan voces de otros hombres aunque lejanas y como bajo un trapo o el agua porque deben tener miedo que los ataque alguien como ellos atacaron en la orilla del río en la cacería en donde me encontraba con Ume Tomana tratando de emboscar una vieja presa para agregar al fogón en la aldea y ahora han abierto una de las puertas  y  entra un aire salobre y sano de mar limpio que me recuerda la vida en mi tierra y oigo gritos y también insultos en  idiomas que no entiendo como no entiendo qué hago acá todo lleno de gusanos y mierda pero siento palmas que golpean los infelices que ayudan al gran jefe del barco que entra con un hombre rubio alto y vestido con un trapo claro un látigo y trapos blancos que brillan como telas de araña en el frente de la panza y sobre la barriga magra y seca lleva una faja azul roja y blanca que se enrosca  y lleva apretado con sus dedos afilado llenos de sortijas de oro un pañuelo sobre la nariz ¡claro que  no puede respirar en ese ambiente de muerte y excrementos y sopesa  los músculos mustios de varios hombre y toca los senos y caderas de algunas mujeres y arranca tres niñas de los brazos de sus madres que gritan y yo sólo no puedo ni moverme para ayudarlas y reciben un latigazo en la cara después sale y oigo gritos en varios dialectos y he visto gente de mi raza de raza bantú de ojos pequeños y vientres abultados por parásitos y hambre y he visto mujeres semi desnudas atadas a hombres que casi ciegos les restriegan un miembro viril muerto para ver si aun respiran y uno que habla algo de bantú dice Macao y yo digo Pemba pero tengo la piel negra muy negra y él tiene la piel amarillenta casi verde como sus ojos aureolados de un salitre lagrimoso que me da miedo no será un fantasma pero es joven y pequeño de estatura pero bien fuerte se nota que ha sido  alimentado por su tribu y sus músculos han liberado empeño en las tareas aunque ahora ya las haya olvidado así escondido como estamos y no lo han visto y  por fin sale el blanco y cierran y en un par de interminables horas que han pasado el barco vuelve a navegar pero el aire se ha renovado un poco y han tirado agua hasta limpiar un tanto el sepulcro en el que viajamos a la nada.  
            Arrastrando las cadenas se acerca a mí y en su lenguaje gutural que no escuché nunca en mi aldea me trata de hacer comprender quien es ¿quiénes somos? ¿acaso aquí pertenecemos a alguien o algo? se ilumina una pequeña brecha en la madera y vislumbro la luna que brilla en la noche y sueño con la libertad y siento un estruendo y yo que soy un viejo pescador de mi isla sé que han chocado con arrecifes y es nuestra esperanza única  que esta madera podrida se desintegre y podamos salir para siempre de la tumba en la que estamos o tal vez vayamos a otra tumba la de la muerte pero a la libertad porque la muerte es otra clase de libertad.  
            Los golpes fuertes de madera astillada que oímos y los corales filosos han quebrado el casco podrido y en la brecha entra agua con espuma que duele en nuestras heridas y gritamos todos porque estamos atados y como no tenemos fuerzas y estamos tan doloridos tendremos una muerte segura pero se quiebra uno de los sostenes y nos deja medianamente sueltos y la chirona se agranda y me arrastra una ola junto a una pequeña mujer amarilla pero por influencia de los demonios que debe atraer su largo cabello negro se enreda en las astillas entonces me grita porque  debe sentir un gran dolor pero yo la tironeo y logro sacar mis piernas por el drenaje recién abierto y entro en un mundo oscuro y helado que  cubre mi cuerpo y mi mente se recalienta pensando en ese puñado de hombres y mujeres que arrastro con mis argollas y cadenas y siento apretada a mi piel que se abraza la hembra salvaje y que clava sus uñas afiladas en la piel de mi brazo que pierde sangre a borbotones entonces pienso en los peces que comen carne humana y no puedo detenerme por lo que nado mucho y me dejo llevar por el recuerdo de mis buenas pescas de ostras en Pemba y así es donde subo a la superficie y veo a los hombres que se dejan caer por todos lados desde el trinquete a la popa y desde el carajo hasta la cabina del jefe maldito y hay un amasijo de gente de todos los colores y sus gritos suenan a tambores de guerra porque es la Muerte que atrapa a  todos yo  apuesto que quieren huir de la Muerte por terror a los demonios.
            Mi compañera de miserias sigue como una anguila mi escape y el pequeño chino y una mujer de mi raza a la que está atado nos siguen y  dejan escapar de sus brazos un bebé y también huyen pero saben que el bebé flotará y lo matarán los arpones de los villanos que sobrevivan porque son brujos del infierno y hay que seguir nadando y alejarme hacia donde me lleve la corriente pero quiero separarme de los ladrones que han caído como cucarachas al agua y yo que estoy tan flaco pierdo una de la argollas de hierro que me sujetan a la cadena y me deshago de la otra y la mujer me estira sus pálidas manos plumosas y débiles para que la atrape del cabello y sigo sin espiar más porque no me detiene nadie y veo la luna que me  permite alejar y atrás de mí a otros que desgraciados aun no se han  sacado las grampas de hierro los miro como se hunden en la marejada igual sigo aunque la sal me quema yo sigo alejándome y se alejan cada vez más los que iban tras de mi cuerpo pienso que parecemos dos delfines fantasmas con linaje de estatuas de azabache y seda que huyen hacia una negra oscuridad pero agotado me dejo llevar por la corriente y cada tramo estoy más apartado de la maldad de los piratas y mi amiga la luna se va escondiendo entre los altos riscos y me invita a desentrañar una huída hacia sitios más seguros y yo siento el filo de los corales en mis piernas doloridas y hay un sinfín de peces que lamen mis heridas y picotean y succionan el líquido que sale de las entrañas de músculos y vísceras.
            Ahora tocamos con los pies la arena y hemos llegado al punto de la playa por eso corro y me sigue la extraña joven le escondo mi cuerpo entre las malezas pero se esconde junto a mí tiritando me avergüenza porque está desnuda y aterrada pienso como se siente sola y cuidadosamente nos alejamos internándonos en una extraña jungla de árboles sumergidos donde el griterío de los monos en la noche nos alienta a seguir hacia lo más profundo de los palmares que son parecidos a mi aldea pero nos caemos varias veces y estamos muy doloridos con los cuerpos heridos y muertos de frío por lo que cada pierna y brazo busca un breve descanso que creo no vamos a lograr si queremos escapar vivos por ahora de los malvados y veo en la penumbra una enorme gruta en la muralla de roca que nos enfrenta desde la playa y allí nos protegeremos por un tiempo breve no sea que cualquier rastro de sangre o marca de pisada pueda ser un enemigo que nos traiga al infierno de nuevo.
            Rendidos caemos sobre la arena seca y fría.




DUBAI

 EN EL CENTRO DE LOS AUTOS FERRARI JUNTO A UNO DE LOS MODELOS COMPRADOS POR LOS EMIRES.
 EN LA MEZQUITA DE ABU DABI LA FUENTE DONDE SE HACEN LOS LAVAPIÉS Y MANOS PARA INGRESAR A ORAR.
UNA MUJER DE ORIGEN DUBAITÍ ESPERANDO PARA SUBIR AL AVIÓN.

AMANECE ERGUIDO EL OLEAJE AMARILLO

 

El fuego verde de tu mar me incendia


es un sol en mi región celestial,

 en el lado oscuro de mi océano.

Amanece erguido el oleaje amarillo

tiene sombras de perturbada ausencia
y duele la lluvia que anega los árboles dormidos.
y ya no hay vino caliente ni sobra el fuego
ni es el hielo esa chispas de cristal que duerme.
.
El cielo tiene peones cansados con hachas en
las manos que cortan los suspiros
y cuelgan una pancarta de nostalgias con mi nombre.
La soledad calienta en el verano mas...
aunque griten las piedras en eco de lamentos
el sol regresará a enamorarse de los nidos.
Entonces un incendio azul elevará el misterio de la risa.
y tal vez mañana florezcan los nardos en mi lecho.



DERROTADOS

Ayer con la horquilla o el tridente
dominaron las raíces
se cortó el aire cálido del alma con un cordón de plata y
floreció en llovizna de palabras de odio
que pronunciaron los fantasmas ciudadanos.
Nadie queda en la calle solitaria.
Un panfleto, una bandera
una esquina sin nombre en el desierto
pasiones.
Nadie, no quedó nadie.
Sin embargo somos prisioneros de los sueños


derrotados.

DE "TRASEGANDO HISTORIAS EN RITMO DE VINO" OTRO CUENTO

ENTRE RECUERDOS Y OLVIDOS

—Me toca a mí hoy, es difícil, pero lo cuido yo. Mañana que lo cuide el que pueda —dice la muchacha y se agacha frente al anciano que dormita en la silla de ruedas.
Un mechón de cabello canoso cae desprolijo sobre la cara del hombre. Las manos, largas y ajetreadas descansan deformes sobre los brazos del armatoste. Sólo en la noche lo ponen en la enorme cama con dosel y pintura desvaída que tuvo mejor memoria.
Con un movimiento brusco la atrapa. Los ojos celestes del viejo la observan y le mete la mano por debajo de la falda. Ella le da un golpe, grita.
—Abuelo, quieta la mano. Soy Eleonora, la hija de su hijastro Jurguens. Quieta la mano. Un poco de respeto. ¡Viejo zorro! ¡Bien que sabe, mujeriego, baboso!”  —la joven esquiva la mirada febril del viejo—. ¡No me busque…! ¡Seré como una fiera cuando le cambie los pañales o lo bañe! No soy su mujer —se sienta y comienza a depilarse con delicadeza la pierna.
Mañana es el día, la familia toda es un avispero. Buscaban para que represente al Club de Tiro en la Fiesta de la Vendimia de Junín a una joven bonita como ella. Es alta, de cabello negro y ojos celestes. Es esa perfecta mezcla de criollos y europeos que llegaron a poblar Mendoza. Una figura esbelta y grácil.
Ella es el sueño del pequeño paraje al que llegó después de rendir varias materias de su carrera de Relaciones Públicas. Eleonora ha sido protegida desde niña. Ahora su madre, mujer dedicada al cuidado de la finca, junto al marido y al anciano, sueña con ver a su hija mayor con la capa y la corona distrital. ¿Y por qué no departamental?
El viejo se sacude la modorra y la mira.
—Eres tan bella como mi primer esposa. La conocí en Marsella cuando escapaba, de país en país, buscando salvar mi vida. Yo tenía siete años, cuando se produjo la revolución y mi padre me puso en manos de unos extraños.
—Ya me lo contó mil veces, abuelo. Que su mamá murió frente a usted, que le cañoneaban la ciudad y degollaban a los campesinos que no se adherían a los revolucionarios.
¿Te conté cómo llegué a este país? ¿Por todo lo que pasé? —pregunta el anciano y enseguida dormita.
Eleonora se hunde en su recuerdo, en su infancia tranquila, pero llena de historias de guerra y metralla. Piensa qué haría ella si de pronto le destruyeran su casa, su familia, sus amigos y su país. Mira al abuelo. Apenada, le acomoda la colcha tejida con restos de lana multicolor, sobre las piernas. La mano rígida vuelve a tratar de subir por sus largas piernas enfundadas en una pollera de muselina. Usa una gastada remera con el dibujo de Mafalda. Lo esquiva. Se ríe y él, acompaña su risa con la boca desdentada y seca.
—¿Quiere un mate? —ofrece ella.
—No, usa mi samovar y prepara un buen té. Allá en Rusia, siempre había un samovar en cada casa. Aun en la más pobre. Y té caliente esperaba a cada campesino. Hacía mucho frío.  A veces hasta cuarenta grados bajo cero. Cuando papá me entregó a aquella gente, apenas me dio una cadena de oro y sus anillos. No tenía nada. Me los quitaron en cuanto salimos de la villa. Y se fueron. Quedé solo y me escondí en un carromato lleno de paja. Mis padres nunca supieron. Estaba solo como vos.
El sueño del viejo es más profundo. Eleonora observa que de los ojos dormidos, caen unas tenues lágrimas que se desparraman por la piel arrugada y se pierden en la boca entreabierta. Sin dientes parece una máscara lamentable.
A las siete, aparece su madre con las manos rojas y doloridas. Ha cosechado duraznos y los cajones se apilan en la tierra blanquecina. El desgastado delantal es un muestrario de los jugos dulces que emanan de la fruta. “Don Antenor vendrá dentro de media hora a buscar los cajones. Me baño y te ayudo. ¿Cómo se ha portado el viejo?”, dice y  sale sin esperar respuesta. La rutinaria vida es extrema y dura. La muchacha, comienza a preparase para la noche.
Se bañó, se sacó esa suerte de tiras de tela que le enrulan el pelo. Tiene el perfume dulzón de las manzanas convidado por el papel de los ruleros caseros. El cabello cae como cascada de fuego oscuro sobre su piel tostada por el sol. El cielo turquesa de su mirada, despliega historias de amor entre gente antigua. Tiene una mirada envolvente y labios sonrosados. Dos hoyuelos insinúan un frágil mohín aniñado.  Sobre la cama ha desplegado un vestido, del color de sus ojos, que espera abrazar la espléndida figura.
El anciano despierta. La mira.
—¿Ingrid o Hilse? Eres como una de ellas. Hermosas mujeres me calentaron la cama. Claro que sucedió mucho después que entré en el túnel negro del barco, donde me escondí en el carbón de los fogones. ¿Te conté que pasaron tres días y, muerto de sed, me mordí una vena? Mira todavía se ve la cicatriz. Lamía mi sangre para no morir de ansiedad, angustia y hambre.
Sí, abu, me lo contó mil veces. Cambie de historia, ya es muy vieja.
—¡Ustedes no entienden! La muerte me seguía por todos lados y  trataba de distraerla. La distraje hasta ahora. Suele venir a verme y le hago una pirueta y se aleja. ¡Por ahora! Se aleja por ahora. Pero viene, siempre viene. Te hablaba de Hilse. Una mujer bella, casi como tú. Alta, de piel casi azul, tan blanca y ojos celestes como los de mi hijo Iván. Murió en 1955. La polio.
—¿Quién?
—Mi hijo Iván. Eso dijo un médico. Hilse se atormentaba en la pena. Se fue. Me dejó. ¡Todos me dejan! ¿Y tú, Eleonora qué harás cuando te coronen reina?
¡Abuelo usted qué sabe?
Yo sé. Eres la más bonita de las muchachas. Verás, serás una reina y corearán tu nombre miles de personas allá en el parque.
—Vamos, viejo, no divague. Con suerte esta noche seré candidata al cetro de Junín
            —Serás la reina. Eleonora 1ª. Ya verás.
El viejo vuelve a su sueño errante y la muchacha se prepara. Ya pasada la hora del crepúsculo, sale con su esperanza hacia el círculo social.

Una muchedumbre se para a aplaudir a la hermosa joven que se desplaza por el escenario. Estallan los fuegos artificiales. Allá en la finca el anciano murmura “Ya lo sabía, mis amores, tú Ingrid, y tú Hilse me lo han dicho. Ella será la reina”. Y se sumerge en la profundidad de las sombras. 


ÉFESO-TURQUÍA

 EN ÉFESO, EL GOBIERNO DE TURQUÍA, HA ELEVADO ESTA MONUMENTAL FIGURA DE MARÍA LA MADRE DE JESÚS DE NAZARET, PARA RECIBIR A QUIENES PEREGRINAN AL LUGAR DONDE VIVIÓ CON EL EVANGELISTA JUAN
 EL LUGAR ESTÁ UBICADO JUNTO A UNA ENORME PILETA, HOY SECA, DONDE DICE LA TRADICIÓN BAUTIZABAN A LOS NUEVOS CRISTIANOS EN LA ÉPOCA DE JUAN EL EVANGELISTA.

PARA ENCONTRAR EL LUGAR EXACTO DONDE ESTABA LA PEQUEÑA CASA DE PIEDRA DONDE HABITABA MARÍA Y JUAN, COMENZÓ A MANAR AGUA DESDE UN BOSQUE ENTRE PEDREGULLO Y ASÍ PUDIERON LOS ARQUEÓLOGOS ENCONTRAR EL LUGAR DONDE SE HALLABA DICHA CASA. ES MUY PEQUEÑA Y SIGUE SALIENDO AGUA DONDE SE ACERCA LA GENTE PARA LAVAR HERIDAS Y HACER PETICIONES. EL CORÁN TIENE CAPÍTULOS O ZURAS QUE HABLAN DE MARÍA, JESÚS Y ABRAHAN, EL PROFETA BÍBLICO.

NO PERSIGAS SOMBRAS... ME DIJO

Juan Nicolás Durán es un escritor poco conocido en la capital. Ha escrito muchos cuentos y poemas, pero nunca se atrevió a mostrar su trabajo. ¡No se tiene mucha fe!
            Tiene un corazón sensible y mucha imaginación; a veces es un peligro para la realidad de este mundo tan ingrato en el que la diversidad se ve muy transgredida y agredida. Pero sus amigos, que los tiene y son muy buenos, le ayudan a repartir en la plaza o en la escuela sus poemas o cuentos impresos en la computadora de la escuela.
            Este año que llegan a fin de ciclo, se irán a estudiar a otra provincia y se disgregarán porque algunos se van becados a otros países o a trabajar. Otros, los menos, seguirán en la facultad en la misma provincia en la que viven.
            Juan Nicolás, tiene a una cohorte de compañeras que lo siguen. Todas suspiran por él, claro, es “el poeta” y un halo de romanticismo  las deslumbra.
            Cuando el profesor de literatura leyó algunos poemas y cuentos, sonrió. Es malísimo, se dijo, pero puede llegar con esfuerzo a ser un poeta. Tiene madera para tallar. Y si lo ayudo tal vez lo logre.
            Lo primero que hizo fue llamarlo y decirle dos cosas: Juan Nicolás Durán… le aconsejo que lea mucho. En especial poesía de todos los clásicos y luego comience con los poetas “buenos” modernos, contemporáneos y también escriba sobre cosas que conoce. Hay que respetar al lector. Aunque sean pocos, ellos detectan enseguida el que miente o es un ignorante. ¿Sabe por qué? Si lo leen es porque leyeron antes a otros; el que nunca lee, no lo va a leer aunque usted le pida de rodillas… así es la vida.
            Y el muchacho se propuso crecer. Y creció. Las bibliotecarias de la zona cuando lo veían sonreían y le traían el alto de libros y sabían que ese día saldrían tarde del trabajo. Conoció a muchos clásicos: españoles, franceses, italianos y hasta rusos. Comenzó a distinguir a los poetas por su estilo y su vocabulario. Se propuso ser un gran poeta. ¡Y lo logró! Pero… como en toda historia real, encontró varias piedras en el camino.
            Los críticos no le hacían gran favor. Los editores eran sabuesos que sólo deseaban ganar con la venta de los libros, ellos no hacen concesiones.  Lo comenzaron a premiar dentro y fuera del país. Eso atrapó celos y envidia de otros que se creían mejores. Hablaban con desprecio de su trabajo, pero el apoyo de unos amigos lo ayudó a superar ese triste sentimiento: la Envidia.

            Conoció en una presentación de su cuarto libro a una muchacha espléndida. Culta y buena. Ciega, gran lectora en sistema Braile. Ella lo acompañó un trecho en su carrera pero su noviazgo se vio interrumpido por una beca que Juan ganó.
            Pasó un tiempo y fue declarado el mejor poeta del momento. La fama le llegó de la mano de un profesor de Harbar que luego de leer su mágico crecimiento le dijo: ¡Mi querido muchacho… le aconsejo que no persiga sombras, dedique el tiempo a seguir creando intuitivo pero novedoso. Me gusta su palabra y su silencio. Tiene mucho talento aprovéchelo!
            Al año siguiente fue un premio Internacional y propuesto para el Cervantes. Su nombre estaba en todos los medios, mas él, no se subió al podio de la soberbia. Su gran valor fue seguir soñando con las palabras y los sentimientos.
            

LA ALDEA

La pequeña población donde Maida nació, es un rincón lleno de gente simple y le gusta de la charla larga que se produce al ocaso en el mesón “El Disparate”. Allí se concentra todo el parroquiano que regresa de sus tareas diarias en el campo o en las oficinas estatales.
Su padre un tonelero que hábil con las herramientas provee a varios pueblos de los alrededores. Su madre, Gimena, una mujer que se siente feliz con su trabajo hogareño. Tiene cuatro hermanas y dos hermanos que la miman y la cuidan mientras hacen sus tareas de escuela. El pastor alemán se llama Lemus y no saben quien le dio el nombre, pero los sigue como su fidelidad le dicta.
Maida es una niña tímida y suave, diferente a sus hermanos que ruidosos, van y vienen por el pequeño hogar y la huerta que rodea la casa. Con ellos vive el abuelo. Un anciano callado y sabio que sabe de plantas, cosechas, siembra y animales de granja.
De vez en cuando se sienta en la mesa del bar y toma una cerveza y charla con los parroquianos. Lemus siempre a sus pies esperando un bocado que deja caer sin disimulo. Algunas veces el saca el violín y ejecuta antiguas melodías de su infancia y juventud. Sus dedos algo agarrotados por la artritis y el paso de los años logran un bello sonido a pesar de eso.
Pero los años pasan y Maida crece con una enorme necesidad espiritual que la acercan a los enfermos, niños solos y ancianos que sienten que esa niña les lleva un arco iris de paz y ternura. Los padres la observan y murmuran preocupados que no es de este mundo real, sino de uno más lírico. Excelente alumna y buena con el violín que heredó del abuelo, canta en la iglesia con el beneplácito del cura. Ella cree que tiene un llamado especial de Dios para hacer de su vida un camino religioso.
Ingresó en un convento. Su vida allí fue un mundo de paz y oración. No perdió la alegría pero al paso del tiempo comenzó a sentir una pequeña comezón en el corazón. ¿Qué sería su vejez? Sus hermanos con hijos y familias alegres y ruidosas, la visitaban una vez al año y ella disfrutaba al llegar y sufría al irse los amores de los sobrinos.
Un día preparó su pequeño bolso y pidiendo permiso a la superiora se retiró del convento.

Pasó un par de meses y conoció a Daniel, un ferretero que ya mayor estaba solo y le ofreció matrimonio. La duda era grande, pero pudo más la ternura de ese bondadoso compañero que le mostró otra cara del la vida. Así ya mayores, una mañana alguien dejó en su portal un niño de apenas meses y ambos llenos de alegría lo recibieron con los corazones abiertos. Con el paso de los años, el muchacho se puso rebelde y una noche, discutieron con él porque llegó bebido. Al día siguiente encontraron a la pareja con un cuchillo en el pecho bajo un charco de sangre. Aun busca la policía al desgraciado hijo que no respondió al amor.

lunes, 11 de diciembre de 2017

CUANDO MIRA DESDE ARRIBA

Cuadrícula estrecha de colores verdes
repujados todos en el cuero rústico entre los parrales
en la tierra árida de color de talco
lanzas que se elevan          brillante esperanza
un hombre agachado
su áspera espalda marcando los hilos que llevan el agua
un chorro de néctar de color naranja y marrones viejos y ocres amargos
volverá en el vino de un tal vez mañana
el añejo porte de hombre gastado     de silencio triste de amigo lejano.
Abra una ventana de viñas brotadas cuajadas de frutos
que arrullan el canto de los amplios álamos
mas...
una cumbre oscura         un sol que amenaza
vendimia se acerca.         Una gran tormenta se aprieta entre nubes y
el granizo artero  que arremete fiero
la verde vereda de parra y frutales.
Espera el “tomero” con la azada en mano      el agua no alcanza
la tormenta arrecia      cae el alarido de nubes de hielo
ya no queda nada          queda solamente un hombre mirando
hacia el infinito desde los parrales
allá entre las cumbres
donde la montaña esconde su trampa de espanto
hay un hombre solo...   solo con su pena...   solo con su llanto
que nadie ha  escuchado  porque no es de machos...
se avecina un tiempo de dolor sin quejas
volverá en otoño de añejos colores a llenar lagares con roja esperanza
y una mañanita de sol veraniego entre las hileras

volverá su canto...

LA BÚSQUEDA

Sí, fue y será extraño. Por eso y por otras cosas quiero contar lo que se vivió en aquella casa de las afueras de Olivares...
            Luego de empujar con fuerza la puerta azul de ingreso exterior de la casona, Marisa Montes, lanzó un fuerte suspiro. Era una noche fresca de primavera. El clima benigno como hacía tiempo no se vivía por la zona costera. Generalmente fríos los cambios de estación, transformaban en indeseable las nochecitas que preludiaban días mejores. Era casi la medianoche. Hacía un extraño calorcillo. Entraba un aire fresco, sin embargo, por un resquicio de la galería que daba al sur. Dejó su abrigo, liviano para la época, sobre un sillón del salón en semipenumbra. Dejó su sombrero y sus guantes.
            ¡Allí pudo ver por primera vez la luz! Era una pequeña luz, que se filtraba desde la habitación de Juanca. Él, hacía ya varios meses que había partido hacia Calcuta. Sintió frío. Un raro escalofrío en la espalda la hizo acercarse al ventanal para cerrarlo. ¡Juanca y su búsqueda espiritual, lo había hecho demorarse en ese país mágico, la India! Luego del suceso. Ese que lo había hecho inquietarse aún más, al punto de dejar trabajo, novia, amigos, todo. Estaba tan lejos como antes. Más ahora.
            La puerta estaba entreabierta, pero sólo se alcanzaba a ver desde un punto de vista un punto de visión hipnótico. Sosegado. Por el pasillo apenas iluminado por la luna, que penetraba con un haz luminoso de tono rosa pálido, pudo sentir “una” presencia. Igualmente desde la hendija en la puerta de la antigua habitación de Juanca la acarició una sombra. ¡También sintió el sonido de música suave, casi imperceptible, que provenía de la estancia! Ésto hacía más cálido el clima de emoción. ¡ Yo sé que él, está  muy lejos ¡ Su figura alta y desgarbada se filtraba en su memoria. Juanca tenía el cabello largo y fino, apenas ondulado que caía en una coleta fina trenzada en su espalda para crear un vínculo con la tierra. ¡ Lo recordó como había sido antes, cuando era su respaldo incondicional en la infancia y en la adolescencia! Todo acabado. Nuevamente recordó el suceso. ¡ Lo extraño, se dijo malhumorada! Y hoy, justo hoy, después de este momento mágico en el teatro, le ocurría esto. La obra era buena. Algo profunda para el entorno de Olivares. La gente es sencilla y buena. ¡Nada complicada, claro! y tal vez no entenderán, como yo, alguna propuesta de los parlamentos. ¡Charlaría horas junto a él, sobre la obra! Sus manos cálidas, pálidas y azuladas, con perfume a tabaco y cuero, jugarían con mi cabello oscuro mientras me explica cada palabra de esa puesta esotérica... piensa. La luz se aclara. La puerta se abre lentamente y Marisa se ofusca, no, se sobrepone y observa. Él, Juanca está allí. No físicamente, es extraño. Es su espíritu manifiesto, que ha llamado persistentemente con su alma y su palabra. ¡ La mente humana ! Juanca ¿ vienes a acompañarme en este extraño momento de ensoñación? Su luz se inquieta. Se aquieta. Se detiene. Un aire fresco penetra y mueve la ropa y las cortinas. Ya comienza un leve entintarse del horizonte. Agoniza la noche. Se tiñe el añil de un púrpura primigenio. El perfume del mar penetra en la estancia. Ella siente la presencia. Siente que se acerca y la toca con manos insustanciales.
            Hincada en la alfombra ve que el haz de luz penetra lentamente en su piel. Su ser está en éxtasis. Entiende el mensaje...Una paz tenue inunda el corazón de la muchacha. El corazón se acompasa con otro corazón lejano. Marisa es feliz y espera. No habrá otro suceso.¡ Hermano... estás acá y sé que siempre que te llame , que necesite de ti, vendrás a darme tu calor! Marisa es muy feliz. Aprendió. Comprendió.