Todo penetrado
por el estupor, un látigo de agua y un carretel de hilo.
Todo cambiado, el sol azul y la nariz cortada.
Todo perdido en la conciencia, un
lujo repartido y la vereda seca.
Todo sereno, un aguijón rastrero y
una caverna ahumada.
Todo es cenital, verdoso el fermento
y el rostro de la luna desdibujado.
Todo caótico, un callejón sin salida
y un zapato en la ventana.
Nada grande, la voz amortiguada y el
reflejo agudo.
Nada cortante, la lucha impenetrable
y los anteojos rotos.
Nada agridulce, la nariz quebrada y
las golondrinas en huída.
Nada ámbar, un conejo corriendo y la
flecha en la pared.
Nada solitario, un pez volando en el
desierto y la boca sin dientes.
Nada hilarante, un árbol deshojado y
una lengua en la tierra.
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