lunes, 4 de diciembre de 2017

CAMINAR... UN LUJOSO RECUERDO

Danilo escapó corriendo del gentío. Había sospechado que algunos iban armados. Una protesta igual a todas y regresarían. No esta vez iba en serio. Estaban emborrachados de odio.
            La fábrica cerró y quedaron sin trabajo. ¡Es cierto que el miedo es un oscuro perro que corroe el alma! Pero con las armas no se juega, pensó Danilo. La calle parecía más larga y se escuchaban los tiros. Pasó un patrullero. Se agachó en medio de la vereda angosta. Pudo “zafar”, pero se escurrió por una lateral. Allí la vio. Era una muchacha de unos veinte años, estaba herida. Pensó que era por la refriega en la protesta. Se acercó con cautela. Ella, estaba boca abajo. No la quiso tocar. Pero sintió el quejido y fue más fuerte que su “cuidado Danilo” y lo emboscaron. Eran tres tipos de la pesada del sindicato.
            ¿A dónde vas “mequetrefe? Y le cayó el golpe en la cabeza, en la espalda, en las piernas. Lo arrastraron hasta un baldío. Allí quedó como muerto.
            Un tipo en bicicleta pasó cerca y el se quejó esperando una ayuda que no vino. Luego comenzó a aclarar, el cielo se iba transformando en un poncho morado con ingenuos rosados del sol que despertaba. Vio una mujer que llevaba un niño de la mano y le hizo seña. La mujer asustada gritó: -Mando a mi viejo. Y siguió de largo. Quiso incorporarse. No pudo. Tenía la boca hinchada y llena de sangre.
            Llegó un patrullero, le vieron las heridas y llamaron la ambulancia. Sintió la sirena como si fuera un rezo matutino. No se acordaba los rezos que le enseñó la abuela… Danilo “el Padre Nuestro”, Danilo el “Ave María”, pero pidió a ese Dios que tenía olvidado que lo ayudara a regresar a su casa vacía.

            Una semana, dos y los médicos le fueron cosiendo las heridas. Un policía vino y lo interrogó sobre el hecho. Él, no escondía nada. No le encontraron armas ni siquiera una piedra entre las manos ni entre la ropa. Llamaron a un pariente y le dieron la noticia… no podrá caminar más. Lo han herido muy mal. Pensó en sus compañeros. Supo por un camillero que la fábrica había sido tomada y que un grupo del sindicato se había hecho cargo de reabrirla. Los otros, los que iban con armas habían vuelto y él, que había salido para no tener problemas, salió del hospital en una silla de ruedas.

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