lunes, 25 de diciembre de 2017

ENSAYO SOBRE LA VIDA, ¿Y LA MUERTE?

Los paraísos son para pocos, como el Eden, como el fluir del mar en las playas inquietas. La vida, esa esquiva merodeadora que se acerca con sonrisas pintadas en cartón, con caretas de T.V. y cine de sábado a la noche. Así, comprometida con la esperanza se integra a la gran expectativa de calendarios y Años Nuevos diferentes en cada sociedad. Uno para los hebreos, otros para los chinos, otro para los cristianos y así, dale que dale con hojas de papel que flotan en los ríos.
            La vida… farolas de papel en Japón que iluminan los lagos en la noche; o tambores en un África de guerras perpetuas entre tribus hermanas. La vida… en góndolas carísimas en la Venecia de amor perpetuo, en París donde los enamorados se besan sin descanso en los bosques o en el Sena. La vida en New York a pesar de las Torres y un Carnaval Carioca, donde crece el zamba y la batucada.  
            Y yo, contigo amiga, parada en la noche observando con estupor mi propio calendario. Mi vientre atiborrado de nada. Los hijos hombres y mi niña madre-mujer con su miedo y mi miedo. Mi madre desplazada en la penumbra del recuerdo, con mi padre y Nené, que sigue allí en los escombros de mi insomnio. Estoy viva y llena de sueños. Tiemblo cuando pienso en el sol y la música de Vivaldi. Amo la ópera y el ballet que son vida y esfuerzo. La risa de mis nietos me conmueve y pienso que a través de su piel seré en el tiempo y en su memoria mi memoria con poesías que nadie leerá o sí, y yo viviré con vos, en cada latido del Planeta Azul. En ese tiempo de marcha silenciosa a las cenizas flotando sobre los rosales de nuestro nido artificial de la montaña. Caminaré al viento. Seré nube, lluvia y me desharé en quién sabe que muerte dolorosa. ¿Moriré dormida? Como una sombra desandaré esa luz de la que tanto hablan los que dicen murieron. Será la muerte bella como un tulipán negro, el manto azabache de un beduino nocturno, el crepitar de huesos en un averno inhóspito sin arcángeles ni demonios perversos. ¿Cómo estará la oquedad de la tierra húmeda en el camposanto después de un chaparrón de verano? Estaremos mirando desde un agujero negro el rostro de aquellos que nos aman o el de Dios. ¿Nos perderemos los besos de una Dama sombría en los labios sedientos de amor? O nos dejaremos caer como plumas perdidas en las alas en vuelo. Caminaremos. Saltaremos las vallas. Golpearemos los árboles para que caigan semillas. Muertos. Sin nada que decir. Atravesando muros. Riendo. Llorando a los hijos perdidos en la vida. A los nietos que no irán a cementerios fríos y abandonados. Moda. Antigüedad. Olvido.
            Dejo como testamento mi amor a la poesía. Mis libros escritos con tinta de recuerdos. La memoria perdida. Besos enamorados. La Novena Sinfonía que vibrará en el Frank Romero Day, aquella noche de 1965 y que aun resuena entre los cerros.
            Dejo mi muerte en espera. Mi miedo. Mi dolor y el haber perdido algún borroso pensamiento sombrío.



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