Creer es
vislumbrar lo invisible, es descubrir la dimensión misteriosa de la vida.
Joseph
Thomas.
...y sí, cuando se hizo la noche llegó la Javiera cargada con las bolsas
repletas. Estaba exhausta, traía un cansancio caliente en caminar las piedras
cuesta arriba. Como su vida, cuesta arriba. Desenvolviendo huellas dejadas por
las bestias de carga. A veces, un olor a hinojo o a llantén penetra los
senderos, las más, el aire está preñado con la bosta de los animales, que
cargados hasta la testuz, suben las empinadas laderas hasta “El Infiernillo”.
...a
la hora que llegó, la luna era un brocal gigante, de un extraño color bronce.
Emergía de entre los esqueletos negros de los árboles muertos en el valle. La
luna, estaba media oculta por nubarrones negros. Imitaba un tamiz de humo con
silencio de tinieblas. ¡Pobre Javiera! Sola, siempre sola.
...las
polleras oscuras, secas y gastadas, sacudían inquietas los jejenes torturadores
de sus piernas hinchadas y sangrantes. Un sin fin de luciérnagas revoloteaban
entre los cardones inaugurando la noche. Era una fiesta adelantada de las
fiestas del verano.
...entró
resoplando con los pulmones ahítos de doloroso aire puneño. La noche se cargaba de ruidos y la luna se fue despojando hasta quedar
nevada. Un disco de nieve en la distancia, iluminaba el ambiente donde el fuego
regurgitaba vapores. Tiró los bultos al descuido, sin pena y se desplegó en la
silla que protestó al instante. ¡ Estoy hambreada y se lamenta la muy quejosa!-
piensa en voz alta la Javiera, mirando el fogón humeante. El perro lame sus
manos. Las piernas flacas se encogen buscando el calor del Chuspi. Este, mueve
la cola revoloteando ternura. Luego se echa. Javiera lo acaricia.
...entra
la luz de la noche como chorro de leche tibia. Huele el olor acre de los
insectos que se aplastan contra los adobes, cerca de la luz, en puerta. Los
sapos esperan, atribulando a la Javiera que no quiere el desperdicio y esos
esqueletos negros por el camino. Los excrementos que dejan los sapos tienen
formas extrañas y son de un feo color sucio. Deben ser del infierno, los sapos
grandes, piensa, por eso crecen desproporcionadamente de una año al otro. Les
tiene mucho miedo.
...se
desata las crenchas, cae el pelo sobre la espalda curvada por el peso de cargar
tanto fardo. Entre el cabello tiene guardado el remedio que le dio Doña
Lindora, su médica del corazón. Una piedrecita de cuarzo con plumas de
“tumuñuco” y florcitas de retama. Tal vez él regrese y vuelvan los buenos
tiempos.
...
el aire se espesa. Javiera saca del bulto una bolsita con harina de mandioca.
Con leche de cabra amasa una tortilla y la pone al rescoldo. Busca un cubo de
agua del manantial que atraviesa su tierra y comienza a lavar su vestido negro.
Su único vestido negro de viuda, tal vez, así evite a los hombres que la miran
y le silban cuando va por los caminos. Ella cree en el regreso, cree en la
gente, cree. Javiera espera hace años. No importa cuando regrese, pero ella
cree y espera.
...
oscurece. La mujer arregla los bultos. Es lo que llaman “mula”; pasa todos los
días la frontera llevando y trayendo cosas. Nunca “merca”. Tiene miedo. Ha
visto a varios desaparecer con la “merca”. Nunca vuelven o los traen muertos.
Ella trae azúcar, harina, relojes, pantalones, zapatillas, algún objeto de plata
y hasta ha pasado un anillo de oro para el señor Rafael Merlo Sapiola, el
patrón del pueblo, quien le dio dos pesos en recompensa. Javiera se conforma
con el trueque. Ella es una mujer decente. Entre burlas le dicen “ la Viuda” y
le gritan patanerías, como dice doña Lindora, su médica del corazón. -¡ No
escuches a esos gusanos!- eso le dice, y también- ¡No te avergüences de ser
como sos, una hembra guardiana de vos misma!- por eso ella cree. Seguro que
cuando él regrese va a estar orgulloso de ella. Se queda dormida y una sombra
se desliza por el patio.
...
el grito estalla en la noche. Javiera despierta con los ojos incrustados en su
cuerpo apenas envuelto por una manta vieja. El loco del pueblo, de apenas diez
años mentales o menos, aunque tiene como treinta de edad, nadie sabe en
realidad cuántos años tiene. Él, la
mira, la espía, la observa. Mudo, desdentado en sonrisas gorrinas. No la toca y
ella le grita, lo echa, lo insulta. El “loco” asustado se aleja. Llora en la
puerta el granuja. Javiera se viste y rápido, le habla. El niño-hombre la mira
desorbitado con ojos lastimeros. Con pesadumbre la Javiera, trata de explicarle
que espera a su hombre. El loco se ríe. – ¡Está muerto, está muerto..., está
muerto!- dice en un susurro de palabras aprendidas en la boca de otros hombres.
Y el pobre loco escapa, corre y desaparece.
...
hace calor en la mañana. La viuda con su eterno luto sigue buscando cositas que
le encargan las “señoritas” del pueblo. En susurros le piden cremas para verse
lindas. La Javiera es tan linda que las mujeres la miran con envidia. ¿Cómo
hacés Javierita para tener ese cutis? ¿Con qué te lavás el pelo? Y así, mil
preguntas, que ella no contesta porque no sabe por qué ella tiene esos enormes
ojos azules en el cutis moreno. Un cabello negro azabache con brillo de
terciopelo. No sabe. Y no le importa. Pero siente siempre detrás de ella al
Loco que la sigue, que la custodia. Camina y la persiguen mil ojos, mil labios
mojados y sucios la desean a la muchacha. Ella erguida sigue el camino sin
mirarlos. Hay mujeres que la odian. Otras la espían pensando que miente y tiene
muchos secretos.
...
regresa con tres bultos sobre la espalda y otro en la cabeza. Parece una
estatua de bronce negro en el calor de la puna. Los gendarmes la detienen. El
Loco salta y les tira piedras desde su altura de simio. La dejan ir no está
comprometida su compra. El orate sigue escondido entre los cardones y la espera
cuando se detiene y camina cuando ella camina. Al llegar al caserón, ella busca
agua y pan y le da un trozo. Ella también bebe y come. El loco ríe. Ríe con su
boca desdentada. Ella entra pero le dice que no la siga, que se vaya. É l se
aleja y se detiene a la sombra de un algarrobo. Suda y habla en un idioma
incomprensible. Pero Javiera entiende que nombra al Crisanto. -“¡Está muerto,
está muerto, el Crisanto está muerto...! -repite y repite como una canción, como
una oración. Ella se deja acunar por la suave brisa que viene del sur. Siente
un grito y es el Loco que aúlla, dos mujeres merodean la casa. Le tiran piedras
a la pobre ventana donde está la viuda. Despierta sale para ver qué necesitan,
pero las mujeres huyen. El loco babea y llora. Recoge las piedras y persigue a
las mujeres tirándoles una a una en lluvia las mismas que ellas echaron. –“
¡Bruja, andate! ¡Bruja!- Corren
asustadas ppor la inesperada lluvia de piedras que el Loco les arroja.
Javiera llora. ¿Qué es eso? Ella no entiende. ¿Qué puede hacer ahora?
...
los hombres en el boliche se han peleado por la viuda sin hombre. El pueblo es
una olla hirviente. Las mujeres se desesperan. Esa bruja nos quiere quitar
nuestros maridos. Si no se va la sacaremos de las crenchas arrastrándola por la
plaza del mercado. El “loco” la custodia. Si ella sale ahí está él, con sus
pálidos ojos negros siguiéndola por donde pasa. Él vio “algo” hace un tiempo.
Vio al Crisanto en una riña, vio el cuchillo. Sabe, él sabe. Busca al cura y le
tira de la sotana para que intervenga. Llueven piedras cuando pasa la Javiera.
El cura habla y las mujeres muy resentidas le hablan verdaderos infundios.
Mienten. El cura las reprende y espera.
...
una mañana de otoño, la Javiera sale y en el mercado la enfrentan. Le arrancan
su pobre vestido negro. Le cortan las trenzas, la golpean y la escupen. Las
mujeres, las mujeres. El Loco, grita, chilla y salta para cubrirla con su
cuerpo. Una piedra le da en la frente. Sangra el “Tonto”, pero es ella quien lo
cubre ahora con su sus brazos heridos. Aparece el padre cura y enojado los
sostiene.
...
la Javiera de la mano del muchacho, camina hacia su casa. Por la avenida de
algarrobos, aparece don Rafael Merlo Sapiola con un papel en la mano. Se lo
entrega a la Javiera. Es la notificación del regreso del Crisanto, que ha
estado en la cárcel por matar a un narco. Javiera inicia su camino hacia su
casa. Ella esperará acompañada del Tonto, único amigo que tiene.
·
Tumuñuco:
picaflor, colibrí, en ciertas regiones del norte.
·
Narco:
traficantes de Coca.
·
Mula:
personas que transportan y trasladan hoja de coca o pasta de cocaína.
·
Señoritas:
forma en que se dirigen las clases populares hacia las damas de mayor poder
económico y social en la Puna.
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Puna y
puneños. Región de la frontera con Bolivia, en Atacama y Humahuaca.
·
Llantén:
Alisma plantago-acuática, planta monocotiledónea, helobiales, antófila, alismatácea,
puede tener otra forma: grande, o Plantago Mayor o media.