miércoles, 17 de noviembre de 2021

LA JAVIERA

 

Creer es vislumbrar lo invisible, es descubrir la dimensión misteriosa de la vida.

                                                                                              Joseph Thomas.

            ...y sí, cuando se hizo la noche llegó la Javiera cargada con las bolsas repletas. Estaba exhausta, traía un cansancio caliente en caminar las piedras cuesta arriba. Como su vida, cuesta arriba. Desenvolviendo huellas dejadas por las bestias de carga. A veces, un olor a hinojo o a llantén penetra los senderos, las más, el aire está preñado con la bosta de los animales, que cargados hasta la testuz, suben las empinadas laderas hasta “El Infiernillo”.

            ...a la hora que llegó, la luna era un brocal gigante, de un extraño color bronce. Emergía de entre los esqueletos negros de los árboles muertos en el valle. La luna, estaba media oculta por nubarrones negros. Imitaba un tamiz de humo con silencio de tinieblas. ¡Pobre Javiera! Sola, siempre sola.

            ...las polleras oscuras, secas y gastadas, sacudían inquietas los jejenes torturadores de sus piernas hinchadas y sangrantes. Un sin fin de luciérnagas revoloteaban entre los cardones inaugurando la noche. Era una fiesta adelantada de las fiestas del verano.

            ...entró resoplando con los pulmones ahítos de doloroso aire puneño. La noche  se cargaba de ruidos y  la luna se fue despojando hasta quedar nevada. Un disco de nieve en la distancia, iluminaba el ambiente donde el fuego regurgitaba vapores. Tiró los bultos al descuido, sin pena y se desplegó en la silla que protestó al instante. ¡ Estoy hambreada y se lamenta la muy quejosa!- piensa en voz alta la Javiera, mirando el fogón humeante. El perro lame sus manos. Las piernas flacas se encogen buscando el calor del Chuspi. Este, mueve la cola revoloteando ternura. Luego se echa. Javiera lo acaricia.

            ...entra la luz de la noche como chorro de leche tibia. Huele el olor acre de los insectos que se aplastan contra los adobes, cerca de la luz, en puerta. Los sapos esperan, atribulando a la Javiera que no quiere el desperdicio y esos esqueletos negros por el camino. Los excrementos que dejan los sapos tienen formas extrañas y son de un feo color sucio. Deben ser del infierno, los sapos grandes, piensa, por eso crecen desproporcionadamente de una año al otro. Les tiene mucho miedo.

            ...se desata las crenchas, cae el pelo sobre la espalda curvada por el peso de cargar tanto fardo. Entre el cabello tiene guardado el remedio que le dio Doña Lindora, su médica del corazón. Una piedrecita de cuarzo con plumas de “tumuñuco” y florcitas de retama. Tal vez él regrese y vuelvan los buenos tiempos.

            ... el aire se espesa. Javiera saca del bulto una bolsita con harina de mandioca. Con leche de cabra amasa una tortilla y la pone al rescoldo. Busca un cubo de agua del manantial que atraviesa su tierra y comienza a lavar su vestido negro. Su único vestido negro de viuda, tal vez, así evite a los hombres que la miran y le silban cuando va por los caminos. Ella cree en el regreso, cree en la gente, cree. Javiera espera hace años. No importa cuando regrese, pero ella cree y espera.

            ... oscurece. La mujer arregla los bultos. Es lo que llaman “mula”; pasa todos los días la frontera llevando y trayendo cosas. Nunca “merca”. Tiene miedo. Ha visto a varios desaparecer con la “merca”. Nunca vuelven o los traen muertos. Ella trae azúcar, harina, relojes, pantalones, zapatillas, algún objeto de plata y hasta ha pasado un anillo de oro para el señor Rafael Merlo Sapiola, el patrón del pueblo, quien le dio dos pesos en recompensa. Javiera se conforma con el trueque. Ella es una mujer decente. Entre burlas le dicen “ la Viuda” y le gritan patanerías, como dice doña Lindora, su médica del corazón. -¡ No escuches a esos gusanos!- eso le dice, y también- ¡No te avergüences de ser como sos, una hembra guardiana de vos misma!- por eso ella cree. Seguro que cuando él regrese va a estar orgulloso de ella. Se queda dormida y una sombra se desliza por el patio.

            ... el grito estalla en la noche. Javiera despierta con los ojos incrustados en su cuerpo apenas envuelto por una manta vieja. El loco del pueblo, de apenas diez años mentales o menos, aunque tiene como treinta de edad, nadie sabe en realidad cuántos años tiene. Él,  la mira, la espía, la observa. Mudo, desdentado en sonrisas gorrinas. No la toca y ella le grita, lo echa, lo insulta. El “loco” asustado se aleja. Llora en la puerta el granuja. Javiera se viste y rápido, le habla. El niño-hombre la mira desorbitado con ojos lastimeros. Con pesadumbre la Javiera, trata de explicarle que espera a su hombre. El loco se ríe. – ¡Está muerto, está muerto..., está muerto!- dice en un susurro de palabras aprendidas en la boca de otros hombres. Y el pobre loco escapa, corre y desaparece.

            ... hace calor en la mañana. La viuda con su eterno luto sigue buscando cositas que le encargan las “señoritas” del pueblo. En susurros le piden cremas para verse lindas. La Javiera es tan linda que las mujeres la miran con envidia. ¿Cómo hacés Javierita para tener ese cutis? ¿Con qué te lavás el pelo? Y así, mil preguntas, que ella no contesta porque no sabe por qué ella tiene esos enormes ojos azules en el cutis moreno. Un cabello negro azabache con brillo de terciopelo. No sabe. Y no le importa. Pero siente siempre detrás de ella al Loco que la sigue, que la custodia. Camina y la persiguen mil ojos, mil labios mojados y sucios la desean a la muchacha. Ella erguida sigue el camino sin mirarlos. Hay mujeres que la odian. Otras la espían pensando que miente y tiene muchos secretos.

            ... regresa con tres bultos sobre la espalda y otro en la cabeza. Parece una estatua de bronce negro en el calor de la puna. Los gendarmes la detienen. El Loco salta y les tira piedras desde su altura de simio. La dejan ir no está comprometida su compra. El orate sigue escondido entre los cardones y la espera cuando se detiene y camina cuando ella camina. Al llegar al caserón, ella busca agua y pan y le da un trozo. Ella también bebe y come. El loco ríe. Ríe con su boca desdentada. Ella entra pero le dice que no la siga, que se vaya. É l se aleja y se detiene a la sombra de un algarrobo. Suda y habla en un idioma incomprensible. Pero Javiera entiende que nombra al Crisanto. -“¡Está muerto, está muerto, el Crisanto está muerto...! -repite y repite como una canción, como una oración. Ella se deja acunar por la suave brisa que viene del sur. Siente un grito y es el Loco que aúlla, dos mujeres merodean la casa. Le tiran piedras a la pobre ventana donde está la viuda. Despierta sale para ver qué necesitan, pero las mujeres huyen. El loco babea y llora. Recoge las piedras y persigue a las mujeres tirándoles una a una en lluvia las mismas que ellas echaron. –“ ¡Bruja, andate! ¡Bruja!- Corren  asustadas ppor la inesperada lluvia de piedras que el Loco les arroja. Javiera llora. ¿Qué es eso? Ella no entiende. ¿Qué puede hacer ahora?

            ... los hombres en el boliche se han peleado por la viuda sin hombre. El pueblo es una olla hirviente. Las mujeres se desesperan. Esa bruja nos quiere quitar nuestros maridos. Si no se va la sacaremos de las crenchas arrastrándola por la plaza del mercado. El “loco” la custodia. Si ella sale ahí está él, con sus pálidos ojos negros siguiéndola por donde pasa. Él vio “algo” hace un tiempo. Vio al Crisanto en una riña, vio el cuchillo. Sabe, él sabe. Busca al cura y le tira de la sotana para que intervenga. Llueven piedras cuando pasa la Javiera. El cura habla y las mujeres muy resentidas le hablan verdaderos infundios. Mienten. El cura las reprende y espera.

            ... una mañana de otoño, la Javiera sale y en el mercado la enfrentan. Le arrancan su pobre vestido negro. Le cortan las trenzas, la golpean y la escupen. Las mujeres, las mujeres. El Loco, grita, chilla y salta para cubrirla con su cuerpo. Una piedra le da en la frente. Sangra el “Tonto”, pero es ella quien lo cubre ahora con su sus brazos heridos. Aparece el padre cura y enojado los sostiene.

            ... la Javiera de la mano del muchacho, camina hacia su casa. Por la avenida de algarrobos, aparece don Rafael Merlo Sapiola con un papel en la mano. Se lo entrega a la Javiera. Es la notificación del regreso del Crisanto, que ha estado en la cárcel por matar a un narco. Javiera inicia su camino hacia su casa. Ella esperará acompañada del Tonto, único amigo que tiene.

·         Tumuñuco: picaflor, colibrí, en ciertas regiones del norte.

·         Narco: traficantes de Coca.

·         Mula: personas que transportan y trasladan hoja de coca o pasta de cocaína.

·         Señoritas: forma en que se dirigen las clases populares hacia las damas de mayor poder económico y social en la Puna.

·         Puna y puneños. Región de la frontera con Bolivia, en Atacama y Humahuaca.

·         Llantén: Alisma plantago-acuática, planta monocotiledónea, helobiales, antófila, alismatácea, puede tener otra forma: grande, o Plantago Mayor o media.

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