viernes, 19 de noviembre de 2021

EL PLACER QUE JUNTOS INVENTAMOS

 

            Nací así, casi ciega, de pelo blanco níveo y ojos rojos. Me dejaron a un lado, creyendo que sería un estorbo. Pero se equivocaron, soy mimada y amada como un ser único. Me bautizaron Serena. Y lo soy, me acomodo en el almohadón de seda azul, y duermo tranquila todo el día. Desde allí, escucho todo lo que hablan, como se pelean por dinero o comida. A veces me dan de comer y salen dejándome sola y yo aprovecho para merodear por toda la casa.

            Ayer Camila trajo un cachorro de color blanco como yo, tiene muchísimos rulos y es muy juguetón. Vive en brazos de Camila. Yo lo miro indiferente, pero no me gusta. No es un gato es perro. Le dicen “caniche” y lo llaman Goliat… ja, ja, ja. Es tan pequeño y nervioso que salta de un lado a otro, yo lo miro de soslayo. Me preocupa. En la noche de tormenta del jueves vino y se echó en mi almohadón tiritando. Me dio pena. Esa noche Camila peleó mucho con Enrique. Discutían y se arrojaban cosas, primero fueron trapos, después las zapatillas y finalmente cosas que se rompían al caer.

            Me dio miedo sentir tanto grito y palabras que no voy a repetir por educación, soy muy fina para decirlas. Parece que tenían diferencia con algo llamado dinero. Él, sacó las llaves del auto y dando un portazo salió en plena tormenta. Los rayos y truenos parecían fuegos artificiales. Pero Goliat temblaba pobrecito. Lo envolví con mi cola, tengo una cola hermosa, blanca, peluda y calentita. Se durmió, pero yo no pude. Camila lloraba mucho. A media noche escuché el motor del auto. Entró Enrique. Caminó descalzo por el comedor y el pasillo. Ella abrió la puerta y el le pegó. Hazte a un lado, ladrona. ¡Le dijo ladrona! A ella que es buenísima. Te sacaré todas las tarjetas, le gritó. Y ella se las tiró al piso. Y él, la recogió y las rompió con una tijera. Yo vigilaba para ver qué hacía con ese instrumento que odio. Lo usan para cortarme algunas veces el pelo de mi cuerpito.

            El se metió en la habitación de huéspedes y ella se encerró en el baño. Goliat se despertó y comenzó a ladrar. Enrique salió y nos tiró un zapato grande y pesado. ¡A ver si me dejan dormir! Eso era para nosotros. Yo ni un maullido. Goliat se quedó medio desmayado del zapatazo. Camila salió despacio y se llevó a Goliat a su lecho, yo me metí debajo de la mesa del comedor hecha un ovillo. Lástima que al ser tan blanca me pueden encontrar enseguida.

            La mañana fue tranquila. Pero Goliat, estaba muy enfermo, se ve que lo golpeó mucho el zapato. Se arrastra. Lo traje como a los cachorros, del pellejo del cuello y lo cuidé. Lo lavé con mi lengua áspera y suave, lo acerqué a la comida y lo asistí varios días. Enrique no vino unas cuantas noches. Dormían separados. Ella lloraba. Hablaba con su madre por el teléfono de la cocina. Finalmente, una noche llegó Enrique con un amigo.

            Camila se atrincheró en su habitación y yo con Goliat, comenzamos a jugar suavemente, con el placer de los amigos que es estar juntos. Con mimos y tranquilos. ¿Me pregunto si los humanos se odian, porqué no se van lejos unos de otros?

            Enrique, le sacó ropa, zapatos y dinero y se fue. Camila se quedó llorando, sola y nosotros fuimos y le comenzamos a tocar con nuestras patas y nuestro amor de animales. Ella se calmó y se quedó dormida. Mañana tal vez el se arrepienta y vuelva. ¡Pero mejor no! Goliat y yo, seremos su compañía. Es mucho más seguro.

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