miércoles, 17 de noviembre de 2021

UNA TARDE DE DOMINGO


                        Sentí la voz inconfundible de Coquita pidiendo que fuera esa tarde a tomar el té. Tenemos tanto trabajo de la cofradía del Santísimo Sagrario para dejar listo. Cortó como siempre la conversación, ella siempre apurada, tiene muy controlado el teléfono. No le alcanza la pensión de su difunto marido. Además no tiene tiempo. Entre las compras, las plantas... tiene como cien macetas con helechos y orquídeas, siete canarios, dos gatos y un ovejero que con artritis, se arrastra tras su caminar apurado. Alimenta animales abandonados, algunos harapientos y mendigas locas que duermen en los portales. Todo el barrio la conoce y la adoran. Los vecinos cuentan con ella cuando viajan. Ella es el alma de la cofradía. Me dispuse a salir. Temprano porque cada día tengo más temor a salir. La oscuridad me aterra, pasan cosas increíbles en la calle. Además me tiene loca el reuma en las rodillas. Me pondré los ruleros porque con la humedad el pelo ralo, no me sienta. Cuando me miro al espejo siento tanta pena...me tengo que cortar el cabello y teñirme porque me veo muy vieja. ¡ Pero con lo que cobro cada vez me alcanza menos! ¡Gracias a Dios, Tinchi, el peluquero que me atiende desde que vine a Palermo viejo, me aguanta! Es muy bueno. Palermo...pensar que tuve que dejar la casa. Cómo extraño la casa de Haedo. Sus patios con glicinas y mosaicos de colores armando alfombras. Alargaba los días y las noches con su cálido entorno. Cuánto luchamos para tener esa casa teníamos un baúl de ilusiones. Ahora el “pañuelito” en que vivo, que compraron los chicos, es como una pileta de la Recoleta. Me ahogo, pero ¡pobres! Tenían que comprarse casa en Pilar. Tienen otras obligaciones. Yo entiendo, la vida moderna es así, complicada.

                                   Felicitas, coqueta como siempre toma el cincuenta y siete que la lleva a Olivos, tarda casi una hora, pero aprovecha para mirar las vidrieras de Santa Fe y pasa por Cabildo...recuerdos, recuerdos se van prendiendo de sus ojos soñadores. Disfruta mirando a la extraña gente de esta época. Ha pasado los setenta y ocho. Y viaja con una bolsa enorme de añoranzas. Siente nostalgia de los chicos, los ve tan poco...Jorge con sus corridas de la clínica al hospital y a la facultad. ¿Cuánto hace que se casó? Luego el divorcio y tres matrimonios más. ¡Qué hizo mal! Pero no fue su culpa murmura mirando el rostro desencajado de los que viajan junto a ella. La casa de Jorge es un loquero, con hijos propios y ajenos que entran y salen. Felicitas ya no sabe bien cuáles son sus nietos de sangre. Para lo que sirve. Si no vienen nunca. A veces suele venir Victoria, la nieta mayor, fue la que más conoció desde niña. Ahora está por irse del país a estudiar una carrera de marketing. Ya no la verá más. De Loli, sí que tuvo mala suerte. Se enamoró mal de un tipo sin escrúpulos. Cierto que ahora no se dan sobrenombres. Dolores, su Dolores. Pobre para qué le puso ese nombre fue como darle una consigna de infelicidad. Pasan calles, gente y pensamientos.

                                   Chofer...en la parada de Rosales.¿ Me puedo bajar por acá? Gracias. Esta calle de adoquines me tortura los pies y la cadera.

                                  

                        Coquita la espera, no se ha arreglado para recibirla como otras veces. Recibe el paquetito de masitas de la confitería de la esquina. No te hubieras molestado. No es nada. Cómo están tu cadera y las rodillas. Bien algo dolorida. Sentate y ya traigo el té. Gracias. No mires el desorden, pero últimamente no tengo ganas de trabajar, estoy como...Como que trabajaste demasiado ya, Coquita. Y sin la obligación de atender a los hijos ni al marido. Ah, ya sabemos es lo mismo, yo... Bueno de ese ni hablar...bien muerto esté y que no resucite. Me extraña que hablés así de tu difunto esposo Coquita. Me hizo sufrir hasta el cansancio, lo que se dice un crápula. ¡Nunca te escuché hablar así del doctor! Claro, siempre me quedé callada, por los chicos. Pero nunca te hizo pasar necesidades...y a los chicos les dio flor de carreras. La voz de Coquita se pierde tras los cortinados que separan el salón de la zona interior de la casa. ¡Flor de sin vergüenza fue mi marido! Imaginate que se jugó todo lo que me dejó mi padre. No te puedo creer eso del doctor, parecía tan serio y correcto. La mirada dura de Coquita se apoya en la fotografía del “doctor” que sonríe desde el piano. Felicitas piensa en sus propios hijos que la han dejado sin un cobre... al final todo el mundo es igual.

                       Bueno, Coquita, y tu hijo Carlos, cómo está después de la denuncia que le hizo el otros diputado...¿Qué? No te oigo bien, sabés que cada día escucho menos .Son cosas de la edad. Las sonrisas oculta de las dos mujeres que esconden sus desdichas son misericordiosas con quienes aman. Te hacés la sorda cuando te conviene...la tacita inglesa de porcelana tiembla miserable entre los dedos torcidos de Felicitas. Coquita ha derramado parte de su té en la alfombra. Ambas se quieren y se conocen. Ambas han sufrido y sufren la soledad y la vejez. Con respecto a la Cofradía, ¿qué te parece una cena en lo de Chola en Pilar?  Y la charlas despliega intrascendencias por la tarde del domingo. A las siete en punto Felicitas regresa con más peso en su mochila de recuerdos.

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