miércoles, 28 de septiembre de 2016

AMIGAS DE EIDE, CON CARIÑO

LA CREADORA DE EIDE. EN MIAMI. ELIZABETH ALTAMIRANO PERUANA,  CON PEP PEPIÓ DE ARGENTINA Y LAURA HERNANDEZ POETA Y ESCRITORA DE MÉXICO.

UN CUENTO BIEN ARGENTINO DE CAMPO

 HAY QUE MIRAR EL SOL PARA QUE LAS SOMBRAS QUEDEN ATRÁS.

            No lo conocí, se lo juro. Supe por mentas que el tal Evaristo Sosa, era de armas llevar. ¡Pero, ¿quién sabe?! Tal vez sean sólo patrañas. Cuando alguien es como él, se caen encima como caranchos sobre la pieza ´e caza para sacar provecho. Si supe que fue un gran arriero y tenía una vista ´e lince para ver las pisadas de animales. Sabía por el lugar que pasaron si eran hembras o machos los animales. Apenitas veía la pisada sabía si estaban mancadas o tenían sed y hambre. Buen porteador y tropero. También dicen, que tenía una tropilla chica de yeguarizos. Que hacía un charque que los memoriosos mentan como el mejor de aquí a la frontera. Pero, claro, después de lo del Segundino, dicen que se escapó para la frontera.

                Don Ruarte me anotició hace apenitas unos meses, allá en la aguada de “Los Horcones” vide al Evaristo montao en un bayo arriando pal´sur. Pero yo no le créido, porque la difunta, su mujer, no tiene flores desde lo del Segundino. Y no es de hombres como él, dejar lápida sin oración. También me dijo don Ruarte, que una comisión de polecía se avecinó al caserío de Arroyo Dormido, preguntando por los hijos del Evaristo. Y nadies supo decirle nada, porque nadies sabe ande está. Yo me presiento que se fue para no volver.
            Hombre manso era, hasta que le robaron las tierras que eran de su difunto padre y a éste se las había dado el padre. Un general de antes, un militar de no sé qué lugar le dio las tierras porque le salvó la vida cuando iba para la frontera a subir los cerros. Era poco ducho el hombre y subió y subió y casi “espicha” por falta de aire y el viejo lo trajo a hombros montaña abajo. Y de premio, le dieron esos campitos donde vivía y tenía majadas de cabras y chivos. Además de cruzar ganado para Chile.  Sabía y le trasmitió a los hijos los saberes de curar la bichera y algunos males. La mujer cortaba las tormentas con ceniza y una cruz de sal. Era gente buena. Evaristo era hombre de palabra. ¿Sus hijos? Bueno, uno por los hijos no puede poner las manos a las brasas. El alcohol les hizo mal a los muchachos. Ahora andan por la ciudad mendigando changas. ¡ Es una pena!
            El mate pasó de la mano del gendarme a la mano callosa del “Tuerto Romero”, quien hablaba sin parar del fugitivo. En la cabina del Jeep, dos más observaban como el hombre se había puesto a la sombra y el sol le daba de lleno a los ojos del gendarme. El “Galdame”, hombre ducho en interrogatorio supo enseguida que era una estratagema. Nadie podía, enceguecido por la luz, ver su rostro cuando decía una mentira o una verdad. Les llevó horas. Esperaron que el sol se escondiera tras los montes para verlo de frente.  El Tuerto Romero, hombre de campo y de palabra jamás iba a mandar al frente a un compadre. ¡Claro que sabía dónde se había escondido Evaristo Sosa, pero él, no informaría dónde estaba. Primero se dejaba matar antes que dejar de a pie al amigo. La noche se agachó sobre la tierra y temblando por la helada salieron todos rumbo al pueblo.
                        Cuando montó, el Tuerto, saludó tocando el ala de su sombrero negro y con el rebenque hizo una seña al rocillo y salió hacia el manantial de los Hernández, desde allí tendría unas cuatro jornadas por el monte hasta las aguadas de Miranda y allí anoticiaría a su compadre. Él, miraba para adelante, como los hombres de bien, como los hombres de palabra. Nadies  podía decir que se había desaforado con las palabras. Su poncho de vicuña, lo defendería del frío y su vista, de los leones que merodeaban la zona. Ya en pelea franca con uno había perdido un ojo. Ahora el otro era como un farol encendido que le indicaba el camino a la libertad del compadre.

UNA FOTO DE AMIGAS POETAS Y ESCRITORAS.

UN PRECIOSO GRUPO DE ESCRITORAS DE AMÉRICA: LAURA HERNÁNDEZ DE MÉXICO, NARDA GRACÍA DE PERÚ, MAGALÍ LETONA DE GUATEMALA, AMANDA PATARCA DE CHIVILCOY ARGENTINA,ANDREA FONTÁN ARGENTINA, CELIA COPPA DE ARGENTINA,JULIA LUKASZEWICZ Y YO.

PRESENTÁNDOME EN MIAMI

EN MIAMI EN EL XII ENCUENTRO INTERNACIONAL DEL LIBRO HISPANO, PRESENTANDO LA NOVELA "TANGO ROJO" EN LA UNIVERSIDAD U.F.I.

EN MICHIGAN, GRAND RAPID

LUEGO DE MI ESTADÍA EN MIAMI, PARTÍ A ESTE MARAVILLOSO LUGAR DONDE PUDE PRESENTAR MIS LIBROS, ASISTÍ A LA T.V.  Y A UN PERIÓDICO EN EL QUE FUI REPORTEADA. UN SUEÑO MARAVILLOSO. GRACIAS USA. GRACIAS AMIGAS...

LOCURA, UN CUENTO MÁS.

LOCURA ¿INESPERADA?

            Cada tarde de invierno, Belisa confeccionaba una nueva miniatura pintada en pequeño punto cruz, coloridos dibujos aparecían de la nada. Sus expresiones eran observadas por su hermana, quien había dejado su vida de lado para cuidar de quien le fuera entregada por sus padres al cuidado desde niña. Belisa era “especial”, tan especial que no hablaba. La única forma de comunicación que tenía era su insólito trabajo de aguja. En las tardes de estío, se sentaba en la hamaca del jardín y escuchaba los viejos foxtros de la vitrola que recuperaron del desván. Allí encontró, Isabel, discos de pasta tan antiguos como su memoria. Eran, tal vez, de su madre ya muerta hacía algunos años. Y allí estaban, dejando recorrer al tiempo sus pobres historias de mujeres solteras. Nadie tenía interés en esas cincuentonas, agrestes, que vivían de la pobre pensión heredada de su padre. Allí no había nada interesante que obtener para la comunidad descarnada y ambiciosa.
Isabel, repartía su tiempo en la reiterada tarea de despolvar muebles y cortinas; cocinar escuetos menús, cuidar la casa que se disgregaba de tiempo en remezones ruidosos de madera pudriéndose. La arboleda, que rodeaba estrujando la vivienda, servía para que Belisa soñara con las aventuras transmitidas en la imaginación su protectora. Largos cuentos fantásticos comenzaban en primavera y se iban entrelazando con personajes fabulosos y reales durante días y días. Un clima de leyenda entramaba el miedo y el regocijo. Luego, con el frío del otoño y el invierno, encerradas en las paredes inexpugnables, la “diferente” transformaba en exquisitas escenas la ficción del cuento.      Isabel, cansada, aborrecía ese tiempo de encierro y silencio ficticio. Ya no esperaba nada. Sus fatigas la sumían en un agotador sopor y desesperada hurgaba en el rostro imperturbable de  la bordadora. Una noche comenzó a sufrir una fiebre intolerable. Animales fantásticos crascitaban disputando su cuerpo tembloroso. Belisa estaba junto a su lecho con la mirada perdida. Acercó el fonógrafo, comenzó a sonar los discos que escuchaban siempre y se fue ataviando con encantadores atuendos que encontrara en los baúles. En la mente febril de Isabel aparecían imágenes difusas y hostiles. La “idiota” tomó las manos mustias de su cuidadora y comenzó con sus acerillos a pasar hilos de colores dibujando una escena de su mente enferma. Selló la boca en verdes mustios, los párpados con rosa antiguo y así fue bosquejando un cuadro bucólico y fantástico. Varias semanas pasaron hasta que llegó un vecino en curiosa búsqueda de Isabel. El horror impregnó de alaridos el caserón, al descubrir el enorme y cuidadoso diseño en toda la piel de la mujer yaciente. Isabel, totalmente desnuda y prolijamente bordado sobre el lecho abandonada a su suerte junto a la “loca”. El mismo foxtros seguía sonando cada tanto rayado hasta el hartazgo. 


POESÍAS

Me dijo
Usa tu vestido de seda natural color turquesa
Maquíllate los ojos
Usa rojo los labios
El cabello que envuelva tu cintura y despliegue su hermosura con el viento.
Baila cuantas veces quieras ¡Oh, Carol! y la “Bamba”
Canta los boleros con tu voz de cristal y sueña.
Usa tacones
Recita a los poetas
Cúbrete con gasas y terciopelos en cada temporada
La nieve no desdibuje el candor y la belleza.
Sonríe a cada paso y a cualquiera.
Te amaré así hasta que muera.

AHORA…

Digo
Envuelta estoy en una casa gris y solitaria
Uso colores oscuros y opacados
Mi cabello es gris y corto como el pasto en otoño
No bailo ni canto, mi cuerda está dormida en un hiatus eterno de silencio
Ya no miro a los que pasan a mi lado cuando voy por la calle
Y…lentamente siento que estoy muriendo.
Una jaula con barrotes de celos y envidia me acosa.
Tengo sólo mis libros y en mis oídos suenan rumores de música inmortal,
pero estoy sola. Aún estás aquí y estoy muriendo.





UN CUENTO PARA COMENZAR..

EN LA VIEJA CASONA DE SAN COSTANZO.

            Había una marcada oposición entre Yolanda y el padre. Ambos sentían aversión por la sociedad, pero mientras el hombre amaba el dinero, la fama y el poder; Yolanda sólo quería ingresar a un convento como Carmelita Descalza. Escapar a su realidad. Del horror.
            Las discusiones cotidianas penetraban como púas en cada acto que acontecía. Un bocado era ácido, un bocado era veneno. Cada gota de líquido que se bebía en la comida cotidiana era un trago amargo. Lágrimas se mezclaban con el vino y con la leche.
            Yolanda, obligada a tomar por esposo a un pomposo joven de la casa lejana, sólo lograba agregar una fortuna al apellido de su padre. Apellido pálido de honor y credibilidad familiar. Ella, sollozaba en los rincones del helado caserón. Llegado el tiempo de la boda, su nodriza rebuscando en los arcones, que aportó la madre de la joven mujer, encontró tres cosas singulares: el traje de bodas, un cuaderno de notas y una caja azul con cerradura hecha por orfebre y sin la llave maestra para abrirlo. Todo oculto en los desvanes del alto, bajo la mansarda del ala norte. Los tules, encajes y sedas de un amarillento cobrizo, parecían hacerse eco del desprecio a los sentimientos que representaban a los ojos de los hombres. Allí sólo importaban las propiedades aportadas a la joven novia., que pasarían a poder del padre.  La pequeña figura de Yolanda enfundada en ese vestido era un sueño inédito en la memoria del padre. Un respingo malicioso en su mirada fue la respuesta a la apariencia fantasmal de su hija.
            La ceremonia fue modesta, junto a los criados, que ya ancianos llorisqueaban viendo a “su” niña así, fueron los inapreciables testigos de la infamia, como siempre. Los familiares del novio, eran una extraña manifestación de mal gusto y torpeza social. ¡Nuevos ricos! Gente que había logrado fortunas con las plantaciones de café, algodón y tabaco en América. Esclavistas, que arrastraban a pobres africanos de sus costas a trabajar como animales en las tierras extrañas. Nada más lejano que los sueños de Yolanda. Cuando vio al muchacho que sería su marido, le tranquilizó la mirada limpia en unos ojos negros sin escondrijos. Él, aportaba dinero, ella un apellido conocido para los bancos de Londres y América del Norte, donde enormes cultivos llenaban de oro las arcas de los avaros.
            Hicieron un trato amable. Su vida transcurriría como si fueran hermanos hasta conocerse. Todo oculto a sus progenitores. Compraron una propiedad cercana a la casa paterna de Yolanda. Estanislao, cumplía ampliamente con la palabra de dejarla hacer tareas caseras y llevar alivio a los desposeídos de la zona, a pesar que era mal visto por los padres de ambos. Así se fueron haciendo amigos. Compartían largas pláticas y ensoñaciones frente a la chimenea o a los viejos robles en las noches cálidas de verano. Pasó un tiempo en que se descubrieron y se amaron como todos esperaban. Nació un pequeño que llamaron Godofredo y luego una niña que llamaron Célica. Transcurrió un tiempo y la muerte traspiró cerca de ambas familia entre los mayores que creyeron se habían cumplido todos sus anhelos. Era un tiempo de espera para la pareja.
            Así, ya dueños de sus deseos, viajaron hacia las plantaciones de América y descubrieron que la crueldad del hombre es mayor a lo imaginable. Hambre, golpes y enfermedad abrazaba a los trabajadores, muchos de los cuales habían muerto por el maltrato y los sacrificios físicos y mentales. Una guerra se avecinaba. Estanislao y Yolanda decidieron darle la “libertad” a su gente, pero no era fácil para aquellos la subsistencia y casi todos se quedaron. La hacienda crecía de otro modo. Habían cobrado muchos enemigos que no tardaron en crear verdaderos caos en las plantaciones. Quemaron la cosecha y mataron a los infelices.
            Una noche, frente a una descarga de proyectiles que atravesaban el plantío, Estanislao salió con su arma a defender a su gente y recibió una descarga de trabuco, muriendo en el acto. Huyeron los misteriosos homicidas. Yolanda lejos de amedrentarse, luego de enterrar a su querido amigo, continuó con la vida. Célica, ya adolescente ayudaba a su madre, que rápidamente envejeció por la pena. Una noche discutieron por la necesidad de Yolanda de dar amor a los desposeídos. Célica no comprendía a su madre. Las palabras hirientes dejaron débil a la mujer. –¡ Tú y tu manía de regalar el esfuerzo de mi padre… nadie en plena guerra te da nada, ya no queda alimento en las alacenas y el campo está arrasado. Eres injusta con nosotros, eres indiferente y egoísta. Tu sola esperas ser reconocida como si fueras un ángel, pero eres pérfida y malgastas nuestro futuro…!-  gritó Célica en la cena. Yolanda se llevó la mano al pecho y cayó desgarrada de dolor sobre el plato de comida. Su cabello gris, mimó el trozó de pastel que comía. Godofredo corrió y transportó a la madre al lecho. Allí suplicó a su ayudante le trajera la caja azul. De entre su corpiño extrajo una pequeña llave. Se la entregó a los hijos.
            Célica y su hermano buscaron auxilio en un médico, que llegó presuroso, pero tarde. Pasaron las ceremonias y los días. Luego, en un descanso abrieron la famosa caja azul. Allí junto al cuaderno donde explicaba el horror de la vida que había vivido su abuela, estaba la verdadera historia de Yolanda. Juntos lloraron. Abrazados los hermanos comprendieron… y se prometieron vivir de acuerdo a ese sueño de sus padres.

-          ¡ Godofredo,  después de haber abierto la caja azul, pude perdonarlo todo!.”- nadie que soportara tanta humillación y horror en su vida pudo ser tan buena. – ¡Mira acá está el extraño aparato con que el abuelo torturaba a la abuela y a mamá!- muestra Godofredo. Un momento de doloroso silencio se produce entre ambos. El horror se marca en sus rostros. Afuera se agitan las flores de magnolia que tanto amaban sus padres, impregnando de perfume el salón.

jueves, 8 de septiembre de 2016

CHAU POR UNOS DÍAS

 
AMIGOS, ESOS HERMANOS QUERIDOS QUE ESTÁN LEJOS Y LEEN MIS TRABAJOS CON INTERÉS, LOS DEJO POR UNOS DÍAS. ME VOY A PRESENTAR MI NOVELA "TANGO ROJO" EN EL ENCUENTRO INTERNACIONAL DE: MILIBROHISPANO EN MIAMI Y LUEGO A GRAND RAPID EN KENDWOOD , DETROIT.
CUANDO REGRESE SEGUIREMOS COMPARTIENDO POESÍAS, CUENTOS Y FOTOGRAFÍAS. ¡GRACIAS POR ESTAR AHÍ!
GRACIELA VESPA - BECA

CUENTO DE VIRTUDES Y...


DE VIRTUDES Y DE VICIOS                             

                                               En un claro del bosque, un día de primavera, se encontraba “Inteligencia”, esa joven excéntrica hamacándose entre las ramas de un sauce cuando llegó “Emoción” la dulce amiga, y sentándose cerca le habló:

                        - Sabes que estoy preocupada pensando en... si tú, puedes cambiar algo del mundo, aun no se ve.- y sacando una flor de la enredadera siguió observando a Inteligencia que miraba hacia el inmenso cosmos. Creo que es inútil tu influencia.

                       - ¿Yo?, como puedes apreciar, tengo todo el poder de resolver cada uno de los problemas que se pueden presentar en el Universo, sólo es cuestión de que quiera hacerlo. – dejando con una sonrisa soberbia de mirar a su interlocutora.

                         -No veo que los niños dejen de tener hambre, ni que las guerras terminen...- sólo se enjugó una lágrima para soportar el dolor que sentía.  

-                                  - Aparte siempre hablan de las mismas cosas, no dicen que descubrí el genoma humano, no dicen tampoco que hago trasplantes y salvo vidas, que logré llegar a Marte y estoy descubriendo constantemente sistemas para enfriar embriones, en fin, simples cosas.- y su figura espléndida se apoyó en un lateral de un inmenso roble. Allí mismo donde apenas se asomaban otras virtudes y algunos vicios se escondían.

-                   En realidad creo que  eres algo ciega – dijo sin reparo Emoción, buscando apoyo en aquellos que se iban acercando- si supieras lo importante que son las cosas sencillas...¡ de que le sirven a los pequeños seres que tu viajes por Marte o los agujeros negros o cosas semejantes! – se avecinó “Tolerancia” y asintió con su suave sonrisa colocándose una bella corona de jazmines en su larga cabellera.

-                   Espero señoras que esta charla traiga alguna respuesta positiva para el planeta y sus habitantes, sino es sólo otra tonta discrepancia entre ustedes...-  un grupo de vicios se aproximó disfrutando de la discusión. Pero ninguna virtud se sentía feliz de polemizar. Así cada cual propuso hacer algo para mejorar el universo. Decidieron  que cada virtud al mes regresaría con una propuesta o un hecho que se comprobara. Y partieron hacia el norte, el sur, el este y el oeste,. Pero los vicios comenzaron a preocuparse y se reunieron buscando la forma de impedir buenos resultados.

                      Así fue que todavía andan la Inteligencia, la Tolerancia y la Emoción con otras virtudes, como la Nobleza, el Honor, la Honradez, el Pudor, la Caridad y la Justicia, tratando de hacer mejor la vida de la gente simple del planeta. Y los vicios, como la Envidia, la Codicia, la Avaricia, el Miedo, el Deseo de Poder, la Cobardía, la Ira, y otros muchos más poniendo trabas de todo tipo para evitar que la vida sea digna de ser vivida.

                         

                                  

POEMA 58


 

CAMINANTE

 

Impúdica y febril camino

por el brocal de la historia,

escondida

tras la cornisa hostil

de aquello que fuera mi memoria

 

Parpadea la luz

Una brizna puja en la piel caliente

carcome el minúsculo candor de la flor extinguida.

 

Silente, camino apagando la sed de la tierra.

 

ALGUNAS FOTOS

 
 LONDRES SALE UN OFICIAL PARA PRESTAR SERVICIO EN EL PALACIO.
 
 
 ANCLADA POR SIEMPRE LA FRAGATA SARMIENTO, EX ESCUELA DE LOS MARINOS ARGENTINOS, EN EL PUERT DE BUENOS AIRES.
LA NOCHE ILUMINA NEW YORK, DESDE EL PUENTE UN PAISAJE DE ENSUEÑO.

UN CUENTO CORTO


                  UN SIMPLE HOMBRE VOLANDO.                     

      Todo comenzó con la internación en el lugar más sórdido de la ciudad. Yo había perdido la paciencia. Tal vez querer volar era un desafío para otros. Traté de volar desde la columna de la luz, desde el campanario de la catedral...desde el mismísimo cielo. No pude. Nunca me dejaron. Mi familia, mis amigos, los bomberos... todos me impedían volar. Eso era mi sueño. Repetía cada mañana el rito. Me bañaba, afeitaba, me vestía con el mejor jeen, la mejor remera o el sueter nuevo, zapatillas de marca. Siempre llegaba al lugar estudiado o elegido. Nada. Algo lo impedía. Alguien me seguía. Punto. Será otro día.

      Entré como si conociera a cada uno de los hombres que habitaban ese espacio infernal. Ahora mis pares. Se acercaron algunos, otros gruñían o reían a mi paso. Yo, los miraba lleno de asombro. Me presentaron al médico especialista " en vuelos"o nó. Era un hombrecito calvo, con lentes muy gruesos, algo obeso pero agradable. Lo acompañaba un ayudante enorme. Todos vestían batas blancas o verde claro. Todos estaban algo sucios. El dormitorio apestaba. El baño...bueno no parecía un baño, era apenas una letrina oscura, obscena, un asco.

      Caminaba mirando hacia el parque. Quería ver si desde allí podría volar alguna vez. Nada. Todo era triste. Los árboles y las paredes desnudas sin farolas ni flores. Vi a otros hombres. ¡ Casi hombres ¡ Mis manos trémulas apretaban la poca ropa que me dejaron. Me quitaron el cinturón, los cordones de los zapatos, la radio, la cadenita de oro con el `santito´ que me dio mi hijo. Casi todo me quitaron. Pero eran simpáticos. Todos reían viendo pasar al médico con uno `nuevo´. Estaba tranquilo. Sabía que con paciencia lograría que un día me permitieran volar. Era un sueño. Desde niño quise volar.

      Me costó dormir en esa cama dura y fría. Pero al amanecer reconocí el canto de los jilgueros y zorzales de la zona. Envidio a los pájaros. Ellos vuelan sin pedir permiso a nadie.

      Un enfermero me buscó temprano y me llevó con una hermosa joven. Ella era amigable y dulce. Charlamos un largo tiempo cálido y bueno. Hablamos de mi madre. De mi padre que apenas conocí. De la escuela en el barrio...hasta de fútbol. Me hizo mil preguntas sobre el trabajo, los amigos, los compañeros y bueno...también fue hermoso. Recordamos las películas de Sandrini, de Niní Marshal, de Cantinflas y las de vuelo. Hablamos de alas delta, de aeroplanos, aviones y cohetes. De éso, sé un montón, le dije. Cuando me iba al dormitorio, ella, me entregó un libro. Comencé a leerlo esa misma tarde. La vida de un tal Saint Exúpèry. Él sí volaba. Me gustó tanto como puede gustarle a un pájaro soñar con aire libre en una elevada montaña  entre las nubes.

      Los otros  habitantes me seguían. Me acosaban. Hasta que encontré a Felipe. Él era un tipazo. Había trabajado en el aeropuerto. Sabía de mi amor por el vuelo. Me escuchaba. A veces no, se sentaba ausente, no hablaba. Sonreía. A veces le daban ataques de rabia y rompía todo. Pobre Felipe, con los ataques queda hecho una porquería. Lo ayudaba a vestirse, lo afeitaba, le daba de comer... Era mi amigo. Los médicos nos tenían cariño. A los dos nos tenían cariño. Eramos tranquilos, inteligentes, limpios. Hasta que llegó el "loco". Ese era loco realmente, no se hacía el loco. Creía que era Jesucristo y bendecía a todos. A veces yo se lo aceptaba, tal vez así lograba volar un poquito. Quería celebrar la santa misa. Estaba loco de remate. Repetía el Sermón de la montaña o a los Corintios a los gritos. Los otros le tenían miedo. Aparte no quería ni hablar de volar...el pobre. Odiaba a los médicos. La furia le hacía dar fuerte patadas y allí empezaba a blasfemar. Quería matar a los doctores. Era muy triste verlo. Comenzó a buscar la compañía de nosotros dos que éramos amigos. Aparte de ser dios, había sido profesor de filosofía, lenguas muertas, literatura y quién sabe qué otras sabidurías. Pero no quería volar. Estaba loco. Nos seguía. Hablaba de Van Gogh, Beethoven, Verdi, Da Vinci...y dale con los genios. Dalí, Chopín, Tchaikovsky, Chaplín era su favorito. ¡ Y tuvo que suceder, era lógico! Peleamos. Él comenzó a hablarme de Darwin y yo no tenía ganas de escucharlo. Yo, repito, sólo quiero volar, que por otra parte es algo normal en un hombre pájaro. Le grité que me dejara. Le dije: "Me tenés abrumado por tanto tabaco, por tanta cultura. Entre saber y no saber, prefiero..." La pizza"... agregó Felipe" Y comenzó a golpearnos. Ya no repetía en latín a Homero ni a Virgilio, no. Puteaba que daba gusto. Vinieron y lo ataron. Por supuesto lo ataron con aquellas vendas blancas que existen...acá.

                   Entonces sucedió inesperadamente algo maravilloso. ¡ Felipe me tomó de la mano y me invitó a volar...!

 
 

lunes, 5 de septiembre de 2016

POEMA 185

Escucha...

el viejo laberinto nos observa.

Hay joyas en cada vidriera de nuestro paraíso.

Capitán de la nave con la proa deshilachada al viento;

toma mi mano ingrávida

voy a bosquejar cada arruga de los rostros

que el tiempo amigo ha dejado incrustado en el azogue

apoyaré mi cabeza blanca en tu pecho macilento

nido de estopa      esponja de perfume suave

madera  de sauce flexible donde penetran los miedos

que cosechamos unidos

de ser tan extraños        a los sueños.

Acúname  y que tus ojos opalescentes de tiempo

me deslicen por el sendero de la cumbre montañosa

dejaré en ella  la materia de mi ser 


de mujer y de poeta.

CUENTO CORTO

LOCURA ¿ INESPERADA?

            Cada tarde de invierno, Elisa confeccionaba una nueva miniatura pintada en pequeño punto cruz, coloridos dibujos aparecían de la nada. Sus expresiones eran observadas por su hermana, quien había dejado su vida de lado para cuidar de quien le fuera entregada por sus padres al cuidado desde niña. Elisa era “especial”, tan especial que no hablaba. La única forma de comunicación que tenía era su insólito trabajo de aguja. En las tardes de estío, se sentaba en la hamaca del jardín y escuchaba los viejos foxtros de la vitrola que recuperaron del desván. Allí encontró, Isabel, discos de pasta tan antiguos como su memoria. Eran, tal vez, de su madre ya muerta hacía algunos años. Y allí estaban, dejando recorrer al tiempo sus pobres historias de mujeres solteras. Nadie tenía interés en esas cincuentonas, agrestes, que vivían de la pobre pensión heredada de su padre. Allí no había nada interesante que obtener para la comunidad descarnada y ambiciosa.
Isabel, repartía su tiempo en la reiterada tarea de despolvar muebles y cortinas; cocinar escuetos menús, cuidar la casa que se disgregaba de tiempo en remezones ruidosos de madera pudriéndose. La arboleda, que rodeaba estrujando la vivienda, servía para que Elisa soñara con las aventuras transmitidas en la imaginación su protectora. Largos cuentos fantásticos comenzaban en primavera y se iban entrelazando con personajes fabulosos y reales durante días y días. Un clima de leyenda entramaba el miedo y el regocijo. Luego, con el frío del otoño y el invierno, encerradas en las paredes inexpugnables, la “diferente” transformaba en exquisitas escenas la ficción del cuento.      Isabel, cansada, aborrecía ese tiempo de encierro y silencio ficticio. Ya no esperaba nada. Sus fatigas la sumían en un agotador sopor y desesperada hurgaba en el rostro imperturbable de  la bordadora. Una noche comenzó a sufrir una fiebre intolerable. Animales fantásticos crascitaban disputando su cuerpo tembloroso. Belisa estaba junto a su lecho con la mirada perdida. Acercó el fonógrafo, comenzó a sonar los discos que escuchaban siempre y se fue ataviando con encantadores atuendos que encontrara en los baúles. En la mente febril de Isabel aparecían imágenes difusas y hostiles. La “idiota” tomó las manos mustias de su cuidadora y comenzó con sus acerillos a pasar hilos de colores dibujando una escena de su mente enferma. Selló la boca en verdes mustios, los párpados con rosa antiguo y así fue bosquejando un cuadro bucólico y fantástico. Varias semanas pasaron hasta que llegó un vecino en curiosa búsqueda de Isabel. El horror impregnó de alaridos el caserón, al descubrir el enorme y cuidadoso diseño en toda la piel de la mujer yaciente. Isabel, totalmente desnuda y prolijamente bordado sobre el lecho abandonada a su suerte junto a la “loca”. El mismo foxtros seguía sonando cada tanto rayado hasta el hartazgo. 


TAXCO- MÉXICO


COCINANDO ENCHILADAS EN TAXCO. TORTILLAS FRESCAS CON MUCHÍSIMO AJÍ PICANTE.


EN UNA ESCALERA DE UN BARRIO DE TAXCO, LA FERIA MÁS LINDA QUE HE VISTO.

UN PUEBLO DE CORRIENTES, ARGENTINA

Esquina

las viejas burganbillas florecidas en sangre

orquídeas  incendiadas entre los troncos ásperos

de árboles gigantes, 

viajeros camalotes,  pedestales de pájaros inquietos

extranjeros sonidos de aires guaraníes

que vuelan en los charcos de nubes espejados

en las aguas del río que se aleja - se aleja - en la tarde de julio

sedienta de nostalgia yo también  me despliego

soy una nube errante en tu memoria de tiempo

fogata verde de sueños cabalgando la ribera de tu río enorme

amigo del silencio rumoreando piropos a los amaneceres

a los nidos  crispados de gritos  milenarios

a las aves que se acicalan para la boda y

el sol entretenido entre los helecho

atisbando el milagro cotidiano sin reproches ni ira

a su esclavitud de siglos sobre la arena.

Esquina pequeño paraíso

donde duermen algunos de mis sueños

me alejo – me voy alejando – ya estoy muy lejos

                                                           







FOTOS DEL RECUERDO


EN MADRID UN AVISO DE LA ÓPERA CABARET, QUE VIERA EN NEW YORK. SIEMPRE ME ASOMBRA VER LOS ANUNCIOS DE OBRAS QUE SE REPITEN EN LUGARES TAN DIVERSOS. ¡ES TAN LINDO EL TEATRO!

EN BARCELONA LA DAMA DE ELCHE, QUE FUE ENCONTRADA HACE MUCHÍSIMO EN ESPAÑA Y QUE INGENIOSOS ESCULTORES HAN COPIADO CON CERÁMICA AZUL. ES BELLÍSIMA.

EN UN SILLÓN EN MARBELLA JUNTO A LA PLAYA. LA DECORACIÓN DE LOS AZULEJOS SON UNA MARAVILLA. Y EL RINCÓN INVITA A ESCRIBIR UN CUENTO FANTÁSTICO.

CUENTO aVENTURA EN EL SUPERMERCADO- 2° parte.

En el nosocomio, sacaron rápido las órdenes y lo ingresaron al quirófano. Él seguía  murmurando en  idioma extranjero. Un joven residente se acercó a Clarisa y comenzó a hablarle en el idioma, ella le explicó la confusión. El muchacho sonriendo, le habló en español. Es árabe. El hombre debe ser sirio o libanés. Mi abuelo, me enseñó el árabe de niño y ahora lo hablo cuando puedo. ¿ Siempre es útil, verdad? El rostro de Clarisa era un bosquejo. Estaba perturbada y se había involucrado sin querer en quién sabe qué problema. Pensó en Bin Laden, en las Torres y los atentados, en Hezbollah y cayó desmayada. Ella estaba inserta en una emboscada de los terroristas.
            Un grupo de jóvenes médicos se habían acercado a socorrerla. Les habló, pidiendo que llamaran a su padre. Así lo hicieron y en pocos minutos toda su familia estaba allí.
Aunque el hombre del teléfono le dijo que no llamara a la policía, al mismo tiempo que su familia, llegó un inspector y comenzó a interrogarla. Sólo explicó que ella era una clienta y que había quedado en medio de todo ese tumultuoso suceso. No dijo que había hablado por teléfono con alguien y que le pidieron discreción. Salió del hospital, pero se dio cuenta que no le habían creído. Llegó a su departamento y descubrió que en su bolsillo estaba el papel con el número de teléfono que le diera Charles, que se llamaba Ibrahim y era refugiado árabe. Su terror, la hizo pensar que ahora vendrían por ella. Llamó a su amiga Georgina. Ella era abogada y la podía ayudar. Le pidió con tanta desesperación que fuera a su casa, que la joven, tomó un taxi y llegó en minutos. Cuando le relató lo sucedido, se quedó pensando un rato. – Debes ser astuta, nunca consientas que tienes ese número. Escóndelo. Cambia tus rutinas todos los días. Verás así, si te siguen los malos.
            En la T.V. relataban el hecho, como un asalto más de la inseguridad que vivía la gente en el país, otros clientes del supermercado relataron el hecho con variedad de acciones. Cada uno le agregaba un matiz diferente. Al día siguiente ya se relataba otro suceso parecido en un supermercado chino, cerca de Belgrano y así, día a día se fue diluyendo lo acontecido. Clarisa le pidió al padre que fuera a averiguar en el negocio, qué había pasado. Todo estaba en orden, sólo que aun Charles o Ibrahim, no había regresado, pero había llegado un primo y su esposa desde la capital, para hacerse cargo. Tranquila, comenzó a olvidar lo sucedido. Una tarde que fue al supermercado, sintió que la mujer, envuelta en un traje típico, la miraba insistentemente. El hombre también, no le sacaba los ojos de encima. Cuando llegó a la caja para pagar, la mujer, le tomó la mano y la invitó a que la siguiera hasta el pequeño despacho detrás del negocio. Tuvo un ahogo de miedo. Le sirvió un té y mientras lo bebía le preguntaba si recordaba el número de teléfono al que ella había hablado aquel fatídico día. Comenzó a sudar. Trató de no mirarla a los ojos. Eran negros, grandes, expresivos y rodeados de kohol. Indagó en su memoria y dijo. – creo que era algo así como ...419...creo que tenía un cinco. No recuerdo. Yo estaba muy nerviosa y me lo iba dictando entre sus ruidos agónicos, porque se moría, le juro que don Charles se moría. La mujer la estudiaba. Entró el hombre. Se presentó como Mohama Alí y no le dio la mano. Eran muy religiosos, eso se notaba en sus ropas y ademanes. Les volvió a relatar la historia, haciendo hincapié en que con el miedo y el manotón que le diera don Charles, ella no había visto la cara de los hombres. El primo le indagó si recordaba qué auto era y si vio la identificación en la chapa. Negó rotundamente. En verdad ni se había fijado. Sólo recordó que era oscuro, grande y hacía ruido y chirridos al escapar. La despidieron con mucha ceremonia. Salió casi corriendo y al llegar a su casa se encontró que alguien había entrado y había revuelto sus papeles. Clarisa llamó a su padre y le pidió que la ayudaran a mudarse. Realmente allí estaban pasando cosas raras y ella no quería terminar en la morgue. Un sobresalto le produjo el sonido del teléfono. Una voz con acento extranjero le pedía una cita. Ella se negó. Cortó la comunicación y comenzó a prepararse un bolso con ropa y libros. Así dejó su amada casa de estudiante. Fue a vivir a una residencia universitaria cerca del complejo de la facultad de arte donde daba clases de escultura y pintura.

            Un mes después, su vecina le avisó que su casa había sido saqueada, que habían cerrado el supermercado y que se murmuraba, que en el hospital, habían asesinado a Charles. Ahora, el pobre, estaba en la morgue, esperando que alguien reclamara su cuerpo. Clarisa se persignó y comenzó a buscar en Internet una beca en el extranjero. Su vida dependía del reloj.   

CAMINANTE


CAMINANTE

Impúdica y febril camino
por el brocal de la historia,
escondida
tras la cornisa hostil
de aquello que fuera mi memoria

Parpadea la luz
Una brizna puja en la piel caliente
carcome el minúsculo candor de la flor extinguida.

Silente, camino apagando la sed de la tierra.


MIS MONTAÑAS EN MENDOZA

EN SETIEMBRE LA CORDILLERA DE LOS ANDES ESTÁ NEVADA, LAS NIEVES ETERNAS NOS INDICAN QUE ESTE VERANO TENDREMOS AGUA.


LA VEGETACIÓN DE MI TIERRA ES MUY DIFÍCIL DE MANTENER. EL AGUA ES INDISPENSABLE. HAY CACTUS Y RETAMOS, HAY AGUARIBAY Y CHAÑARES. LA TIERRA ES DURA Y AGRESTE, Y LA MANO DEL HOMBRE HA LOGRADO HACER UN OÁSIS EN MENDOZA.

CUENTO 1° PARTE

UN MINUTO QUE CAMBIÓ MI VIDA

            Un viento helado atravesaba el barrio. El tiempo de vacaciones arrebataba a los pocos transeúntes las ganas de andar. Todos se hubieran querido quedar en su casa y descansar, pero siempre hay gente ocupada. Clarisa se vistió con poca dedicación ya que entre el frío y el viento, no sólo se arropaba, más bien se disfrazaba. Era extremadamente friolenta. Cómoda, le decía su mamá cuando aun vivía con sus padres. Pero ella que ya no era una joven adolescente, hacía caso omiso a su presión. La mujer quería verla vestida como las jóvenes de las telenovelas.
            Buscó una bolsa de la alacena y sacando la llave de una pequeña percha que servía para no las perdiera, cosa que le ocurría seguido, salió. Un ráfaga helada la traspasó. Haciendo un esfuerzo para no volver, se alejó hacia el supermercado. Allí la temperatura era agradable. La joven que la atendía siempre en la panadería, le sonrió y con voz cómplice le dijo:- Aquí, Clarisa, están sucediendo cosas raras. Fíjate, que esta mañana oí al señor Charles gritar en un idioma que nadie comprendió.- y se ocultó tras el mostrador haciendo un ademán de silencio.
            El hombre, dueño desde hacía sólo un año más o menos, se acercaba con el rostro adusto. Sus ojos orlados por negras ojeras, parecían pintadas por un artista del oriente. Masculló un saludo para Clarisa, que siempre le hablaba amable y se alejó por entre las góndolas. Desapareció tras una pequeña habitación en la cual vivía.
            Clarisa, se proveyó de facturas y pan roseta. Luego fue hasta los lácteos y buscó leche sin colesterol para su abuela que vendría el próximo lunes, queso magro y manteca. Siguió por el café, sacó unas cajas de té y un paquete de yerba mate, ya que esa tarde venía su prima Isabel a copiar unos temas de la computadora. Era una adicta al mate, Isabel, y en su casa no, sólo de vez en cuando su papá bebía en "saquitos" o si lo cebaban bien tomaba tres o cuatro mates. Por eso ella no bebía esa infusión. Luego, cuando iba a pagar, observó que el señor Charles se acercaba distraído. Cuando de repente, vio por la vidriera que un automóvil oscuro se detenía y de él, descendían cuanto hombres envueltos en gabardinas negras. Se puso muy pálido y trató de esconderse, pero era tarde. Los extraños personajes lo habían visto y apuraban el paso. Entraron y allí mismo esgrimiendo un arma cada uno, le hablaron en un raro idioma que Clarisa, nunca había escuchado. Fue un minuto en que todo cambió.
            Ella trató de interponerse haciendo que no comprendía, como para ayudar al señor Charles. Éste, le dio un fuerte empujón que la hizo caer. Eso evitó que un proyectil, le atravesara el pecho o la cabeza. El tiroteo fue corto, cortísimo. La poca gente que compraba,  gritaba y corría asustada. Los repositores y las cajeras estaban sudando en el suelo. Nadie pronunciaba una palabra, cuando los hombres salieron, ascendieron al coche y huyeron por la calle Los Patos, doblando por Río Azul. Clarisa, se acercó a Charles que murmuraba en un idioma extranjero. Asido a sus manos le suplicó en un tosco castellano entrecortado, que llamara a un número que su mano temblorosa le tendía. Un hilo de sangre le corría por el brazo, y su pecho se iba coloreando lentamente. Una vez que todos se tranquilizaron, tomó el papel que le daba el herido y marcó un número. En el mismo extraño idioma, le hablaron. Ella en un perfecto inglés escolar, le explicó como pudo lo sucedido. La persona que estaba del otro lado dio un rugido de dolor y en inglés le pidió que no llamara a la policía. ¡ Algo extraño estaba pasando!

            Clarisa, trató de deshacerse del compromiso, pero el señor Charles se había aferrado a su pantalón y así no se podía mover. Llegó una ambulancia. Alguien desde un celular la había llamado. Los para-médicos y el médico sacaron al hombre urgentemente del negocio y con el ruidoso movimiento de luces y alarma, hicieron que se aglomerara el gentío. El médico, distrayendo a la gente le habló. Creyó que Clarisa era pariente o empleada del moribundo. Debe acompañarnos al hospital. Y la empujó hacia la ambulancia. Los empleados trataron de salvar el error pero fue inútil, ella ya estaba junto al camillero.

FOTOS EN DIFERENTES MOMENTOS DE MIS VIAJES.


EN UN SILLÓN ESPERANDO A UNOS POETAS EN CUBA. SE LEE EL TEXTO DEL HIMNO DE CUBA Y ESTÁN RETRATADOS JOSÉ MARÍ Y FEDEL.


EN LA CASA DE LA GOBERNACIÓN DE PANAMÁ DONDE SE HIZO UN HERMOSO HOMENAJE A LA MUJER POETA LATINO- AMERICANA. EL VICE GOBERNADOR Y UNA DAMA CON SU TRAJE TÍPICO ATRÁS.

EN JUNÍN, PROVINCIA DE BUENOS AIRES, UNA MAÑANA ANTES DE ACOMAPAÑAR A UNA POETA AMIGA A RECIBIR UN PREMIO LITERARIO. ELLA: ADA BARCELÓ.

POEMA 167



A la saga de un centauro correremos...
me dijiste      empinando mi cuello sobre el muro
de espejos de la alcoba
el mundo pareció descalabrarse en estallidos
caían rastros de tormentas en el lino blanco de la cama
fuego     mucho fuego de antorchas
destruyendo la calma de nuestro paraíso.

Y el paraíso se transformó en un mar embravecido.
Cada ola era una ráfaga de pétalos de suave terciopelo,
donde una mano atrapaba los suspiros.
Hoy somos un puñado de loicas que cantan lejos
y los nidos están desparramados como fuentes sin agua.

Me dijiste haz silencio mientras besamos la piel
mientras   vemos el sol apagarse tras los muros.
Las montañas se abren en bramidos rotundos y voraces.
La nieve cae entre las sábanas que lloran el néctar
de tus besos   y mis besos que perdimos en la noche.


¡Mira el centauro que nos quiere tentar con sus rugido!

jueves, 1 de septiembre de 2016

POESÍA 152

Sabes que estoy cansada de la tonta venganza,
de la ira,  
del caminar despierta y soslayando
al destino que  inquieto abanica mi piel desnuda.
Tú, lo sabes. Te interesa           sales
vociferando por la explanada caliente de mis senos
con un arma de plata  
ya sin fuerza al sostener la enorme columna de tristeza
que encastra la memoria perdida.

Sabes que estoy cansada
inerte
como ciega de toda ceguera
buscando en el matorral en llamas la conciencia.
Mi boca restablece el pacto primitivo
la palabra esperanza en tus tablas de viento
allí abandonada al pie del ara.

Ya lo sabes. No importa.   

COMO AMANTE DE LAS FLORES Y PLANTAS...


DE MI JARDÍN UN RACIMO DE LILIUM EN PLENA FLORACIÓN


ESTE ROSAL SE LLAMA "MARÍA CALLAS" ES DE UNA GENEROSIDAD INCREÍBLE CUANDO FLORECE. ES PERFUMADO Y RESISTENTE.

ME ENCANTAN LAS ORQUÍDEAS, PERO EN MENDOZA ES CASI IMPOSIBLE CRIARLAS Y QUE FLOREZCAN. ÉSTAS ADORNABAN LA CASA DE LA GOBERNACIÓN EN PANAMÁ.

POESÍA 125

UN DÍA

Y un día, un día como hoy
atravesaré la calle como el duende curioso
como la lluvia fina que desgrana lamentos y
un perro solitario detendrá la pisada glamorosa del viento
Arrancaré una espina
caerá una rosa con pétalos mojados
sobre las pulcras piedras de la esquina
nuestra esquirla donde los augures
transformarán una vez sola en marejada de escombros
el espectral camino de mi talle perdido
solar vegetal de tu mirada
remanso cauteloso de los ojos  que dormitan.



LUGARES BELLOS DE PARÍS

 LAS CALESITAS DE PARÍS NOS RETROTRAEN A UNA INFANCIA LLENA DE ILUSIONES                                                                       Y DE MAGIA.


EL RELOJ DE LA ANTIGUA ESTACIÓN DE TRENES DE PARÍS, HOY UN MUSEO MARAVILLOSO DE LOS IMPRESIONISTAS. UN LUJO DE CUADROS.


UNA PUERTA DE FILIGRANA EN HIERRO Y BRONCE, TAL VEZ FUE EL INGRESO A UN CASTILLO O ES UNA ENTRADA AL MUNDO DE REYES Y REINAS. HOY ENCIERRA OFICINAS DEL ESTADO. EL AMOR DE UN PUEBLO POR SU PASADO.

AZARIEL- cuento infantil

AZARIEL, EL DUENDE QUE DOMINABA LAS AGUAS.

            El bosque de Witequindo, es intrincado y oscuro. Los árboles altos y frondosos esconden un sin fin de pequeños animales, gnomos y duendecitos. Muy lejos del castillo, de las caballerizas y del mercadillo. Sus rumores cantan y cuando el aire se mueve entre las ramas, una verdadera orquesta, proclama la vida alegre de sus habitantes.
            Si llueve, en los hoyos de los troncos, se esconden las ardillas, los pájaros carpinteros y los pequeños búhos de penachos blancos. También en boquetes hechos por lagartijas y salamandras, se esconden los duendes del bosque. ¿Sus nombres? Bueno, se llaman: Aban, Azariel, Babil, Celio y Jabel. Son muy ágiles, inocentes, leales y testarudos. Juegan en cada rama, en los cauces del río y en los espacios abiertos del bosque, donde crece la hierba y los ciervos habitan y crecen.
            Aban, es el mas pequeño. Tiene el pelo largo de color zanahoria y una nariz puntiaguda. Se viste con el color del agua en verano. Sus afilados zapatos de hojas de álamo, se convierten en sus pies, en escarpines sedosos. Juega con su amigo, un escorpión  que ha perdido su colita y él, lo cuida para que no lo atrapen los búhos.
            Azariel, es un magnifico nadador. En las siestas de primavera y de verano, patina con sus zapatillas de heno, sobre la superficie azul del Lago Encantado. Protege a una hembra de picaflor, que rompió sus alitas tratando de beber licor de una flor embrujada. El duende Azariel  tiene un largo cabello negro. Lo trenza alrededor de su cabezota de nariz pequeña. Sus  ojos son rojos y saltones. Mira hacia atrás y adelante, al costado y se mueven como los del camaleón verde.
            Babil, es alto y delgado. Parece una rama de espino. Se viste de color naranja y su debilidad son las arañas de patas largas como las de él. Siempre salta de un árbol a otro, sacudiendo los pájaros para evitar que se coman a sus amigas de ocho ojos.
            Celio… es muy orejudo, tanto, que tiene que esconder sus orejas en un bonete de fieltro marrón y atarse un moño en el cuello para que nunca se caigan sus largas orejas. Las manos, de delgados dedos, se entrelazan como las briznas de sauce en el canal. Ríe y juega, pero no tiene mascota. Siente temor de las tormentas y apenas escucha un trueno o ve un relámpago se esconde en la profundidad de un boquete que le abrió en un ciprés el mochuelo dorado. Toca la flauta y habla al revés.
            Finalmente nos queda Jabel. Es gordito y alegre. Le encanta comer y beber el néctar de todas las flores del bosque. Su pancita rechoncha se llena de miel y polen. Su mascota es la langosta saltona sin alas. El, la cuida por que es su amiga y le susurra cuentos llenos de imaginación a las pequeñas orejitas de Jabel.
            Hoy vamos a contar la historia de Azariel.
                                   El día de la navidad pasada, en el bosque, los duendes estaban muy ocupados armando un precioso árbol con manzanas, naranjas y peras maduras, para agasajar  a las Hadas del bosque. Todos sus amigos iban y venían trayendo pequeños presentes. Plumitas de colores, vidrios brillantes, copitos de nieve y un sin fin de adornos. El árbol quedó precioso. Azariel, había invitado a los gnomos, para que toquen el arpa, el violín, la flauta y el pandero. Ellos saben  hacer una música hermosa y todas las aves del bosque cantan para que bailen las hadas.

            Y, como el buen duendecillo, tiene un extraño dominio con el agua del lago. Los chorros se elevan y danzan al ritmo del sonido de los instrumentos. Brillan y juegan con cadencia de humo. A las doce de la noche, cuando se esconde la señora Luna, todo el bosque se aquieta y se duerme, entonces, a Azariel, sólo esa noche, le crecen unas frágiles alas trasparentes y vuela. Vuela por el cielo azul y estrellado. La Luna sonríe y acompaña su juego hasta el amanecer. Es así que vuelve a ser el duende del bosque y sin alas, para trepar por las ramas de los enormes árboles de Witequindo, el bosque encantado. 

COMO SIEMPRE

POESÍA "COMO SIEMPRE"

Sólo escalla o chispa de lejanía
Sólo nube o nostalgia de celestes
Sólo caña flexible en el quebranto

Farol azul sin lumbre
Estaño oxidado en un morral de seda negro
Máscara agrietada sin ojos
Podredumbre
Un fanal conteniendo mis cenizas
Arena, mucha arena.

El mar lejano no sonríe y vuelve un alcatraz sobre mi cuerpo.


UN CUENTO MÁS

CAYETANO, EL SICILIANO.

            -No voy a decirles cómo me siento. No, es difícil expresarme, todavía no domino bien el idioma. Sé que hace más de cuarenta años que llegué de Italia, pero qué quieren que les diga, a mí, me cuesta mucho hablar. Yo observo y me callo. Yo veo muchas cosas acá en la placita. Lindas y feas, muy feas a veces, pero no digo nada, ¿para qué? Si nadie pone atención a lo que puede decir un viejo. De igual modo me encanta salir temprano, casi a las seis a remover la tierra y cuidar las plantas. El olor de la tierra es algo que me mueve a soñar, a recordar mi infancia allá en Sicilia. Tantas veces bajé de la montaña estéril para recoger puñados de terrones para agregar a los esqueléticos olivos, luego con el escarpidor hacer un légamo vivificante y saturar la copa evitando que las raíces se frustraran. ¡ Qué maravilla ver surgir de la planta las aceitunas que maduraban como muchachas fértiles! Bueno, le sigo contando, porque estoy preocupado por los sucesos de esta semana. Por Sebastián, sabe, es un buen hombre.- Cayetano se seca el sudor que cae abundante sobre la camisa sucia.
            -En la plaza hay de todo, gente que viene sólo para descansar, de paso; otros vienen con sus perros; que era lo que hacía esa mujer. Traía a un perro “Luli”, lo llamaba. Sí, lo llamaba y el animal corría libre hacia la figura femenina, que de paso, era tan linda como la Gina Lolobrígida, qué sé yo, estaba como dicen ahora los chicos, re buena. Pero algo pasó con ella. Dice Sebastián que se fue a casa de su madre no recuerdo en dónde. Ella me contó una vez que su madre estaba muerta. Puede ser que me equivoque pero ella era muy callada, no hablaba así como así. Ve esta rosa, me la trajo ella, el año pasado. Se llama Aleluya y es de un rojo inmortal con su envés plateado. Me dijo: -Cayetano, acá tiene la rosa más linda para recordar a mi madre que está enterrada en Baigorria. Yo no sé dónde queda Baigorria, pero es cuestión de preguntar nomás. Ahora,  Sebastián pasa de largo, ya no se detiene, si no le preguntaría a él. ¡Está tan delgado! Y extraño a Luli. ¡Qué perro más alegre! Era muy limpio, jamás rompía las plantas. Él no lo trae.- las ásperas manos del jardinero, alardean en el espacio su tristeza.
-          ¿Pero usted don Cayetano, nunca la vio salir de viaje a la señora?- el agente de civil indaga tratando de no mostrar demasiada intriga.

-          No, he visto al hijo menor del concejal que vive en la mitad de cuadra cuando compra el pequeño sobrecito en papel brillante a un tipo que viaja en un Ford K., he visto a la esposa del peluquero con la cara llena de moretones y la nariz rota a golpes, he visto a la señorita de la casita de ventanas verdes despedir a su amiguita con mucha ternura a la madrugada..., pero a ella no la vi salir. La solía ver llegar con un pañuelo tapándose la cabellera. Y estaba él, el Ruben, el rondín, el que se creía Mastroiani, les hacía el filo a todas. Era un verdadero don Juan, pero algo pasó porque ahora han mandado a uno nuevo. Más viejo y callado. El otro era un loco, en el buen sentido. Se conocía la letra de todas las canciones de moda, se perfumaba con esas colonias caras que se venden ahora. En mis tiempos... apenas si nos podíamos bañar para la conquista de las mujeres. Casi le diría que allá en Sicilia, mientras más olor a macho teníamos, más nos querían las mujeres. Éramos como los animales, cerriles y rudos, pero las hembras eran otras. Ninguno de los dos ha dado señales de seguir viniendo... no sé qué pudo haber pasado. Ya se me está anegando el cantero de las hortensias, lo voy a tener que dejar. Pregunte al farmacéutico él conoce a todos por acá. – Las manos vigorosas carpen con amor los canteros mientras mira de soslayo a Sebastián que cruza apurado la plaza. El corazón del anciano es un tropel de cascos que golpean en el cerebro. Intuye sucesos inconfesables..