AZARIEL, EL DUENDE QUE DOMINABA LAS
AGUAS.
El bosque de Witequindo, es
intrincado y oscuro. Los árboles altos y frondosos esconden un sin fin de
pequeños animales, gnomos y duendecitos. Muy lejos del castillo, de las
caballerizas y del mercadillo. Sus rumores cantan y cuando el aire se mueve
entre las ramas, una verdadera orquesta, proclama la vida alegre de sus
habitantes.
Si llueve, en los hoyos de los
troncos, se esconden las ardillas, los pájaros carpinteros y los pequeños búhos
de penachos blancos. También en boquetes hechos por lagartijas y salamandras,
se esconden los duendes del bosque. ¿Sus nombres? Bueno, se llaman: Aban,
Azariel, Babil, Celio y Jabel. Son muy ágiles, inocentes, leales y testarudos.
Juegan en cada rama, en los cauces del río y en los espacios abiertos del
bosque, donde crece la hierba y los ciervos habitan y crecen.
Aban, es el mas pequeño. Tiene el
pelo largo de color zanahoria y una nariz puntiaguda. Se viste con el color del
agua en verano. Sus afilados zapatos de hojas de álamo, se convierten en sus
pies, en escarpines sedosos. Juega con su amigo, un escorpión que ha perdido su colita y él, lo cuida para
que no lo atrapen los búhos.
Azariel, es un magnifico nadador. En
las siestas de primavera y de verano, patina con sus zapatillas de heno, sobre
la superficie azul del Lago Encantado. Protege a una hembra de picaflor, que rompió
sus alitas tratando de beber licor de una flor embrujada. El duende
Azariel tiene un largo cabello negro. Lo
trenza alrededor de su cabezota de nariz pequeña. Sus ojos son rojos y saltones. Mira hacia atrás y
adelante, al costado y se mueven como los del camaleón verde.
Babil, es alto y delgado. Parece una
rama de espino. Se viste de color naranja y su debilidad son las arañas de
patas largas como las de él. Siempre salta de un árbol a otro, sacudiendo los pájaros
para evitar que se coman a sus amigas de ocho ojos.
Celio… es muy orejudo, tanto, que
tiene que esconder sus orejas en un bonete de fieltro marrón y atarse un moño
en el cuello para que nunca se caigan sus largas orejas. Las manos, de delgados
dedos, se entrelazan como las briznas de sauce en el canal. Ríe y juega, pero
no tiene mascota. Siente temor de las tormentas y apenas escucha un trueno o ve
un relámpago se esconde en la profundidad de un boquete que le abrió en un ciprés
el mochuelo dorado. Toca la flauta y habla al revés.
Finalmente nos queda Jabel. Es
gordito y alegre. Le encanta comer y beber el néctar de todas las flores del
bosque. Su pancita rechoncha se llena de miel y polen. Su mascota es la
langosta saltona sin alas. El, la cuida por que es su amiga y le susurra
cuentos llenos de imaginación a las pequeñas orejitas de Jabel.
Hoy vamos a contar la historia de
Azariel.
El día de la
navidad pasada, en el bosque, los duendes estaban muy ocupados armando un
precioso árbol con manzanas, naranjas y peras maduras, para agasajar a las Hadas del bosque. Todos sus amigos iban
y venían trayendo pequeños presentes. Plumitas de colores, vidrios brillantes,
copitos de nieve y un sin fin de adornos. El árbol quedó precioso. Azariel, había
invitado a los gnomos, para que toquen el arpa, el violín, la flauta y el
pandero. Ellos saben hacer una música
hermosa y todas las aves del bosque cantan para que bailen las hadas.
Y, como el buen duendecillo, tiene
un extraño dominio con el agua del lago. Los chorros se elevan y danzan al
ritmo del sonido de los instrumentos. Brillan y juegan con cadencia de humo. A
las doce de la noche, cuando se esconde la señora Luna, todo el bosque se
aquieta y se duerme, entonces, a Azariel, sólo esa noche, le crecen unas
frágiles alas trasparentes y vuela. Vuela por el cielo azul y estrellado. La Luna sonríe y acompaña su
juego hasta el amanecer. Es así que vuelve a ser el duende del bosque y sin
alas, para trepar por las ramas de los enormes árboles de Witequindo, el bosque
encantado.
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