UN MINUTO QUE CAMBIÓ MI VIDA
Un viento helado atravesaba el barrio. El tiempo de
vacaciones arrebataba a los pocos transeúntes las ganas de andar. Todos se
hubieran querido quedar en su casa y descansar, pero siempre hay gente ocupada.
Clarisa se vistió con poca dedicación ya que entre el frío y el viento, no sólo
se arropaba, más bien se disfrazaba. Era extremadamente friolenta. Cómoda, le
decía su mamá cuando aun vivía con sus padres. Pero ella que ya no era una
joven adolescente, hacía caso omiso a su presión. La mujer quería verla vestida
como las jóvenes de las telenovelas.
Buscó
una bolsa de la alacena y sacando la llave de una pequeña percha que servía
para no las perdiera, cosa que le ocurría seguido, salió. Un ráfaga helada la
traspasó. Haciendo un esfuerzo para no volver, se alejó hacia el supermercado.
Allí la temperatura era agradable. La joven que la atendía siempre en la
panadería, le sonrió y con voz cómplice le dijo:- Aquí, Clarisa, están
sucediendo cosas raras. Fíjate, que esta mañana oí al señor Charles gritar en
un idioma que nadie comprendió.- y se ocultó tras el mostrador haciendo un
ademán de silencio.
El
hombre, dueño desde hacía sólo un año más o menos, se acercaba con el rostro
adusto. Sus ojos orlados por negras ojeras, parecían pintadas por un artista
del oriente. Masculló un saludo para Clarisa, que siempre le hablaba amable y
se alejó por entre las góndolas. Desapareció tras una pequeña habitación en la
cual vivía.
Clarisa,
se proveyó de facturas y pan roseta. Luego fue hasta los lácteos y buscó leche
sin colesterol para su abuela que vendría el próximo lunes, queso magro y
manteca. Siguió por el café, sacó unas cajas de té y un paquete de yerba mate,
ya que esa tarde venía su prima Isabel a copiar unos temas de la computadora. Era
una adicta al mate, Isabel, y en su casa no, sólo de vez en cuando su papá
bebía en "saquitos" o si lo cebaban bien tomaba tres o cuatro mates. Por eso ella
no bebía esa infusión. Luego, cuando iba a pagar, observó que el señor Charles
se acercaba distraído. Cuando de repente, vio por la vidriera que un automóvil
oscuro se detenía y de él, descendían cuanto hombres envueltos en gabardinas
negras. Se puso muy pálido y trató de esconderse, pero era tarde. Los extraños
personajes lo habían visto y apuraban el paso. Entraron y allí mismo
esgrimiendo un arma cada uno, le hablaron en un raro idioma que Clarisa, nunca
había escuchado. Fue un minuto en que todo cambió.
Ella
trató de interponerse haciendo que no comprendía, como para ayudar al señor
Charles. Éste, le dio un fuerte empujón que la hizo caer. Eso evitó que un
proyectil, le atravesara el pecho o la cabeza. El tiroteo fue corto, cortísimo.
La poca gente que compraba, gritaba y
corría asustada. Los repositores y las cajeras estaban sudando en el suelo. Nadie
pronunciaba una palabra, cuando los hombres salieron, ascendieron al coche y
huyeron por la calle Los Patos, doblando por Río Azul. Clarisa, se acercó a
Charles que murmuraba en un idioma extranjero. Asido a sus manos le suplicó en
un tosco castellano entrecortado, que llamara a un número que su mano
temblorosa le tendía. Un hilo de sangre le corría por el brazo, y su pecho se
iba coloreando lentamente. Una vez que todos se tranquilizaron, tomó el papel
que le daba el herido y marcó un número. En el mismo extraño idioma, le
hablaron. Ella en un perfecto inglés escolar, le explicó como pudo lo sucedido.
La persona que estaba del otro lado dio un rugido de dolor y en inglés le pidió
que no llamara a la policía. ¡ Algo extraño estaba pasando!
Clarisa,
trató de deshacerse del compromiso, pero el señor Charles se había aferrado a
su pantalón y así no se podía mover. Llegó una ambulancia. Alguien desde un
celular la había llamado. Los para-médicos y el médico sacaron al hombre
urgentemente del negocio y con el ruidoso movimiento de luces y alarma,
hicieron que se aglomerara el gentío. El médico, distrayendo a la gente le
habló. Creyó que Clarisa era pariente o empleada del moribundo. Debe
acompañarnos al hospital. Y la empujó hacia la ambulancia. Los empleados
trataron de salvar el error pero fue inútil, ella ya estaba junto al camillero.
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