XXII
Esa muralla de pesimismo agrio y
detestable que me insertas,
rodea mi piel y mis sentidos con
agujas de miedo.
Allí, lo imposible se agiganta.
Nadie puede transformar el futuro
y trocarlo en milagro venturoso.
Nadie. Ni yo, ni tú ni el Dios
que nos mira desde siempre.
Imploro y callo. Tú quieres
derrotar al cielo.
Yo al infierno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario