LA MAESTRA CLOTA.
La ciudad de "Salí si te dejan" era una
ciudad pequeña igual que cualquier ciudad del interior. Tenía una plaza con una
estatua, palomas blancas y bancos. Los bancos de la plaza eran el patrimonio de
la Tía Nené
que hacía muchos años que iba, en las siestas, a tejer al crochet y a darle de
comer a las palomas. También había una iglesia con campanas, un cine que ya no
proyectaba películas y un Banco, de esos que
hacen que la gente haga colas largas y proteste.
A la hermosa Escuela en "Salí si
te Dejan" iban muchos chicos: pecosos, ruidosos, morenos y juguetones. En sus
tareas, trabajaban con seriedad, y siempre venía la “Supervisora General” a
felicitarlos.
Pero, un día llegó trasladada una
maestra nueva. Arribó en un viejo auto amarillo, que dejó estacionado frente a
la puerta de la dirección. A los maestros y a los alumnos, les llamó la
atención, su cabello color violeta, su larga pollera anaranjada, su delantal
celeste con mariposas multicolores y los botines de fútbol; que después supimos
le regalaron los egresados de 1987; justo después de ganar el Mundial de Fútbol
en el país de la “Esperanza” y que ella ¡manejaba de "taquito"!
Traía una bolsa llena de palabras, un
montón de libros y flores de muchos colores.
Al principio los chicos le tenían
miedo, en especial cuando saltaba a la cuerda y en cada salto colgaba adjetivos
o sustantivos propios de las claraboyas. Ella, en los recreos, tejía oraciones
unimembres y bimembres en una enorme bufanda que envolvía del mástil, para que
no tuviera tos ni catarro, cuando corría viento.
La señorita Clota era muy divertida y
también distraída. A veces llegaba a la escuela montada en una antigua
"aspiradora" con rueditas, saludaba a Don Luis Carrascosa, el policía
municipal, le regalaba un caramelo del tamaño de un diccionario y entraba a la
escuela pegando guirnaldas de adverbios, conectores, metáforas y comparaciones.
La escuela se llenó de nuevas palabras con
los colores del arco iris. Una mañana, antes de la fiesta del día del niño,
estaba volando por el techo, pegando guirnaldas con interjecciones, pronombres y conjunciones,
cuando entró la señora de García López,
una señora muy seria y pegó un grito, porque nunca había visto a la señorita
Clota volando por el techo. Clota, pobre, del susto casi se mata de un golpe.
¡Cayó enredada en verbos y contracciones!
- ¿Cómo puede ser tan mal ejemplo para
los niños? -dijo la visitante,
- Me quejaré a la supervisora. ¡Mire que
mostrar así, esos largos calzones que le llegan hasta la pantorrilla; con
dibujos del "Gato Félix y del Ratón Miguelito” ¡Es una verdadera
vergüenza!
La señorita Clota se puso pálida,
levantó un poquito el ruedo de su pollera y vio que las puntillas de sus
calzones se ponían rojas de confusión, entonces salió volando por la ventana de
la biblioteca y desapareció rodeada de un montón de abejas y mariposas.
El lunes llegó en su viejo auto
amarillo, con zapatos de tacones, pantalón negro, un delantal blanco y el
cabello de color oscuro, con un severo moño de color gris. Enseñó con la tiza y
en la pizarra. Tomó pruebas y lecciones. Los chicos extrañaban sus canciones, sus
juegos en los recreos y su enorme alegría.
El día jueves, la niña Catalina de 4º
grado vio que por debajo del pantalón de la "señorita", las puntillas de
los calzones largos le hacían morisquetas. Al rato todos los chicos sabían
que en realidad ella, Clota, estaba disfrazada de maestra. La rodearon y
comenzaron a cantar las rondas que habían aprendido con palabras coloridas, con
perfume a manzanas y con toda la alegría del mundo infantil.
Tolón-tolón,
tilín-tilín este cuento no llega
a su fin. Esperen la próxima entrega.
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