DE MI LIBRO: ¿SOMOS DUEÑOS DE OTRA VIDA ? UN CUENTO.
DIECISEIS SEMANAS, CUATRO DÍAS Y OCHO HORAS
Efraín Sosa descubrió el miedo. Se quedó paralizado unos instantes. Un
fogonazo de dolor le transformó el alma en un espacio de tiniebla. Un olor
metálico le hendió la holgura. Intentó correrse en el hueco húmedo y umbrío
pero todo fue inútil. De a poco fueron descartando su forma. Hasta que ya dejó
el ser desvirtuado en restos sanguinolentos dentro de una palangana. El
cachivache era feo, viejo, descascarado y con olor a desinfectante. Amigo
vergonzoso de la muerte.
Onofre Sosa, padre y abuelo de
Efraín, pagó lo acordado al barbero-carnicero y se tragó un gran chorro de
aguardiente. Sacó las barajas y un cigarro negro. Apestoso. Mientras jugaba a
las cartas, vio que le hacían un tapón a la Imelda con gasas y la cubrían con una colcha
deshilachada. Tiritaba como ave herida. Quedate un rato quieta pendeja. Vení
Feliciano, juguemos y miremos el partido de la Copa , invitó Sosa.
En silencio, sin llorar, Imelda
recogió todos los pedazos de Efraín y lo envolvió en una remera. Se fue
caminando despacio hacia el patio de atrás. Se arrastraba sobre el barro. Se
apoyó en el timbó. Lloró y con sus lágrimas bautizó al pequeño. Efraín Amor.
Cuando, borracho, Onofre Sosa salió
a buscar a la hija, la encontró colgada de una rama gruesa con el bulto
sangrante apretado a su vientre que aún palpitaba en gotas de líquidos de color
oscuro. ¡Puta, mañana cumplía los trece años! ¿Cómo me hizo esto? ¿Ahora que le
digo a la vieja y a la gente?
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