“La noche tiene su canto y me has de decir cuál es” Martín Fierro.
“A las sombras sólo el sol las penetra y las impone,
en distintas direcciones se oyen rumores inciertos, son almas que de los que
han muerto que nos piden oraciones. Moreno.
La
casa está bajo la vigilante mirada de cierto oscuro personaje. Cada hora que
pasa, varía la posición de sus anteojos de larga distancia. Alquiló el edificio
vecino, que destruido como está, pasa desapercibido a la curiosidad de
cualquier transeúnte o residente alrededor de la “casa”. Usó, por supuesto,
documentos apócrifos, que eliminará cualquier rastreo de su verdadera
identidad. Allí se mantiene atento a cada rumor, cambio o persona que se
acerca. Trajo todo lo que puede necesitar para sobrevivir dos o tres semanas
sin mostrarse, sin despertar sospechas. No enciende luces, ni cocina. El
silencio es atroz, cabe, el silencio, en la robusta imaginería que rodea las
viejas paredes descascaradas, cubiertas de fotos con la misma figura. La obsesión
pertinaz le produce palpitaciones. Busca el rostro largamente fantaseado.
Las
sombras comienzan a cubrir los muros húmedos y fríos, con lágrimas de olor a
orines y moho. Vuelve a cambiar de ventana. Ese ángulo es más siniestro que el
anterior, da a un patio trasero lleno de
chatarras y basura, acumulada durante el último semestre. Él, conoce cada
movimiento, pero espera descubrir el paso en falso que tarde o temprano dará el
hombre.
En
la oscuridad, carga un reflector infrarrojo que sigue los movimientos sin que
lo puedan descubrir.
Con
la noche vuelve el llanto lastimero que al principio buscó desesperado por cada
rincón de la ciudad. Ese llanto que lo sigue y lo persigue. Luego, más sereno,
comprendió que era un llamado de ultratumba. Alguien que había muerto mal,
buscaba sus dotes para comunicarse. Esa maldita herencia que lo ha marcado
desde que se quedó encerrado ocho horas en la cripta de su familia cuando tenía
apenas cinco años. Recuerda cada minuto, cada instante de ese momento. Las
manos ahuesadas que se aferraban a su camisa de franela celeste, los lamentos y
gritos desarmónicos de las sombras que lo rodearon. Hasta que llegaron por él.
Lo salvaron de las almas en pena. Quedó marcado para siempre, desde entonces
sus noches están pobladas de seres que viene a solicitarle ayuda. Mujeres
mutiladas por amantes ciegos de celos, niñas violadas y ahorcadas por pedófilos
indignos, madres operadas en tugurios abortando hijos no deseados, ladrones ajusticiados por sus
cómplices avaros... esa es su cruz, la de ser el intermediario entre la vida y
los muertos. Pero no cualquier muerto, los que han sido arrebatados de su
destino.
Observa
que se detiene un vehículo, lo ingresan de culata al galpón que sirve de guarda
coche. Su anteojo está húmedo entre las manos heladas. Atentamente sigue los
movimientos de ese hombre gris, no, negro como las sombras que proyecta la
noche sin luna. Un nuevo rumor va creciendo en la casa abandonada en la que
espera, son gimoteos y llanto de niño que buscan ser oídos por el que acecha.
Un espectro comienza a dibujarse en la pared lateral, donde las fotos apenas se
vislumbran. Una forma densa va conformando la imagen de un chico no mayor de
doce o trece años. Debe ser a quien han descuartizado, ahora envuelto en un
lienzo pringoso de barro y sangre. Él, observa atento. Los rumores y
movimientos de seres fantasmales lo envuelven con susurros, implorando
justicia. ¿Justicia? Si ese espectro espera la justicia de los hombres, sólo
él, podrá hacer justicia. Ya lo tiene en la mira de su rifle con luz ultra
láser. Certera, la bala impacta en el cuerpo del hombre que arrastra el cuerpo
entre el barro del garaje y el jardín. Cae pesadamente envuelto en un humo
azulado. La sangre va desplegando una areola en el pavimento húmedo de la vieja
cochera. En el muro impiadoso de su habitáculo surge un nuevo sonido lastimero
y nítido escucha una voz que sentencia: “ Me vengaré”.
En la pared mugrienta donde las fotos brillan con una
rayo de luna, surge la figura grácil de adolescente que le pide una oración
para dormirse en el sosiego de las sombras.
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