viernes, 17 de enero de 2025

“ME DESPERTÉ Y NO HABÍA SIDO UN SUEÑO”


 

El río que ha crecido por la lluvia. Ruge furibundo. Arrastra troncos y matorrales arrancados con violencia. Una tormenta esperada. Está oscureciendo. Con cada relámpago la estancia se alumbra. Sólo un frágil candelabro con bujías movedizas amarillea la habitación. Obscenos nubarrones nos envuelve.

La silueta de Dionisio sentado frente al piano sostiene una melodía que ronda en su cerebro hace tiempo. Está solo y la música atraviesa el plexo donde cobija una ira incontrolable. Amortigua el odio con arpegios crueles que dibuja en pentagramas enredados. Sus dedos deformes, teñidos con tinta, se desbaratan sobre el teclado. Cada percusión en las teclas es un puñal que clava. Cada compás que enmaraña con sonidos discordantes, un grito.

Su alarido de rebeldía, enojo, cólera crispa la melodía. Sólo el cuerpo encorvado sobre el piano persevera en el intento de sobornar el recuerdo. Una pasión que lo devora. Recuerda los besos de tenue sabor a mora. Los músculos cuajados de pelusilla rubia, la cintura flexible en arrebatos bravíos. El sexo exuberante. ¿Dónde estás? Amante inalcanzable como la música que ronda día y noche. Huiste de mi amor, infiel como felino en celo.

Cierra los ojos y se muerde los labios con tanta irreflexión que un hilillo de sangre se funde con saliva. Hace días que no prueba bocado. Hay copas desparramadas por todos lados. El vapor del vodka intrinca la piel cervuna. Disemina hojas por el pavimento húmedo. Un destello cinabrio llamea sobre la cabellera oscura del pianista, desnudo y aterido. Otra ráfaga de furia funde un sonido trasgresor a su cuerpo arqueado y la espalda queda torcida en un escorzo agobiante.

 Allí, está la ópera buscada durante todo el período de la pasión perdida.

Dionisio toma “champagne” que contiene un dulce sabor de almendras amargas. Brillan sus ojos en la oscuridad. Chispas de mil colores. Fuego fatuo. Cae sobre la alfombra con su cabello desparramado entre los muebles. Un acorde perpetuo vibra en la tormenta.

                    El ruido intempestivo, proyecta un movimiento brusco sobre mi lecho. Me despierto. El terror me desorienta. Me siento hamacado por un líquido agresivo. La inundación entra por todo los resquicios de la casa. Él me llama. Quiero tocar el piso más el agua, que me llega hasta la cintura, me lo impide. En la alfombra, cubierto apenas por una bata azul, mi amante, yace. El largo cabello enredado en los pedales no le ha permitido erguirse. Una parte del cuerpo comienza a flotar.

 Salto inventando un arco de agua negra. Trato de sostenerme y nadar. Estalla el ventanal y un torrente de fluidlo lodoso me desploma. Busco desesperado a Dionisio mi gato. Lo último que escucho son los maullidos. Gime desesperado sobre el piano. 

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