1..............HOY...
“Al paredón... al paredón... la oligarquía al paredón” “ Abajo la clase dirigente que miente... que miente” “Al pueblo lo que es del pueblo...devuelvan lo que le han robado”
Los gritos salen de la boca del subterráneo. Una sudorosa marea humeante, portando pancartas y carteles enrollados atropellan a los pocos sufridos pasajeros del metro. La ciudad está en llamas, un caos el tránsito y el ruido loco de bocinas tapan apenas la marcha que avanza por la calle.
Delfina agobiada se apoya en el ventanal para observar acongojada la nueva manifestación que emerge de la garganta oscura de la tierra. Un dolor agudo le aprieta el pecho y un temblor le atraviesa la espalda. Su vida se ha transformado desde aquellos tiempos en una opresión sin sentido. El griterío, como cachetadas histéricas, ingresa a su oído, asustándola. Está contrariada al ver las pancartas y cartelones con leyendas agresivas. Se irrita cuando ve a los hombres con el torso desnudo y a las mujeres con la bandera celeste y blanca a modo de capa o chal.
-¡A lo que hemos llegado!- susurra sin respuesta- Si Tata ve como se han desprestigiado las instituciones políticas...y los políticos!- se aleja del ventanal asustada por las amenazas verbales y gestos obscenos que le hacen desde la calle.-¡ Pobre gente!¡ Pobre país!- se repite .
Sentada junto al ventanal, con las gafas que agudizan la vista ya perdida, toma el álbum de fotos familiares y se adentra en el pasado. Pasa suavemente las yemas por el dulce rostro elegante de su madre... “mamita”, una lágrima imperceptible se multiplica entre las arruguitas de su piel envejecida. Se saca los anteojos y los guarda entre su ropa. Sigue ensoñando, atravesando el tiempo en retroceso imprevisto.
Los gritos y el estruendo de la calle la asusta. Otra vez el país en llamas. Recuerda cuando un grupo sedicioso apresó al presidente, ese tan amado por el pueblo del interior al que llamaban “cabecitas negras”+ sus amigos del Jockey, el hermoso club que resultó quemado por grupos de revoltosos. -¡Dios mío, en ese tiempo fue que abrieron un boquete para escapar hacia el negocio de comestibles del padrino de Jesús, y fue el senador...¿cómo era el apellido?, él fue el que escapó.¡ Me olvido los nombres y los sucesos más importantes!¿ Qué me está pasando! - habla sola en monólogos interminables que llenan su vida solitaria. Ya no vienen los amigos, ni las primas.- ¡Aquellas magníficas tertulias en la estancia y en el casa de San Isidro, tan llenos siempre los jardines de jóvenes y amigos!-Todos han desaparecido, todos. Ahora se la ve ir al “Socorro” o al “Pilar” los domingos a misa de once; y a la “Recoleta” que considera un lugar que se ha convertido en “ chabacano” con gente tan vulgar y ruidosa.
El sonido estridente de bombos y cacerolas golpeadas con cucharas o caños, le hacen erguirse y pasa a la cocina. Tiene sed. Jesús, el querido muchacho que vio crecer en el almacén, no le ha traído el pedido y busca los lentes en su bolsillo, no los encuentra. -¡Con este lío, quién sabe...tengo que pagarle...pero no tengo...tendré que ir al banco...no, tendré que vender... otra vez tendré que deshacerme de...! - Se desliza con extremo cuidado sobre la raída alfombra La distrae una explosión. Corre aturdida hasta la sala. Se acurruca en el vetusto sillón. Debe esperar. Busca las gafas. No las encuentra en sus bolsillos. Descubre que lo tiene descosido. Temblorosa se pregunta si los perdió en el suelo, en la cocina o en el pasillo. -¿Qué hago si se rompen, si se cayeron al piso? No veo, sólo bultos ...sombras como mi vida. Mi triste vida es una inmensa sombra de lo que fue.- sigue oyendo el gentío de la manifestación.
2............... AYER... EL PASADO.
Jesús corre a bajar las persianas metálicas del negocio. Hace diez o doce
días que otra manifestación popular, le rompió y robó toda la mercadería. No
pudo hacer nada, ahora no lo atraparán. Ya inexpugnable la tienda, ingresa por
una pequeña puerta abierta en la época de una revolución anterior que permite escapar
al palier del edificio de calle Uruguay. Sale a la avenida Cochabamba. Lo
espera Julián el portero. Le entrega una canasta con varios pedidos de clientes
y le señala un envoltorio especial para el 5º A, para su protegida, la señora
Delfina Álvarez Repeto de Echagüe. La mujer del portero, sonriendo satisfecha
se hace cargo de repartir los comestibles. ¡Otro día perdido! Así el trabajo
no rinde,- piensa el muchacho - y el país retrocede.
¡ Un país tan grande y hermoso, tan destruido por la infamia de unos cuantos! Unos por mentirosos y otros por ladrones. Todos por imbéciles.-se dice mientras sale.
Jesús recuerda su llegada al país, cuando tenía apenas siete años,
huérfano de la guerra civil, fue enviado a su padrino a través de
Sube a la camioneta y parte hacia la provincia, debe salir de la capital, ya que es la forma de refugiarse de todos. -Ningún lugar es seguro, ahora, ni tranquilo- y, evita todos los peajes por los caminos alternativos.-¡ Joder, hasta te cobran el aire estos tíos! - Y canturreando sigue hacia su casa. Lo para, un grupo de activistas que queman neumáticos y hacen una olla popular, para pedirle un aporte. Les entrega unas monedas y sigue ya sin ganas de cantar. -¡Bestias de contaminación, pobres diablos, si ya no hay donde trabajar! El paro nos tiene a todos envueltos en un huracán de sorpresas. ¿Saldrá el país de esto? Y el mundo, porque el paro es en el mundo entero.- Piensa en su patria, en el padrino que fue un padre hasta la muerte. En el trabajo que los tenía día y noche en mil tareas hasta comprar el negocio. Lo ve en su interior, con sus ojos celestes, cara redonda de cabello ondulado y grueso, piel enrojecida por el sol. Gordo al final de su vida. Recuerda las paellas que hacía... y el conejo... Manuel su querido padrino Manuel. -¡ No puedo llorar ahora! – y calla.
Llega a su casa y se sienta a mirar la tele. Los chicos y su mujer no han regresado aún de sus tareas. Se sirve una cerveza fría. Se queda esperando mientras ve cómo destrozan los manifestantes, la casa de gobierno, a pedradas.
3..............HOY...ENVEJECER.
Finita tantea con sus manos artríticas el mesón buscando sus anteojos que le regalara el portero. Ha olvidado dónde los dejó o ¿se le han caído?, y, sólo ve bultos, luces y sombras. Una pálida lamparilla de veinticinco voltios ilumina apenas el comedor en la enorme araña de caireles, que otrora fuera para cuarenta bombillas. Extremando los cuidados se va acercando al sitio donde guarda la llave del secreter. Arrastra en colgajos informes, la piel de brazos y cuerpo, la ropa enorme, los pies deformados cubiertos con unas antiguas zapatillas de seda, tratando de no pisar las gafas, que pueden haberse escurrido de su falda o del bolsillo gastado. Tanteando llega hasta el alto ropero de madera de cerezo. La inmensa luna de cristal, opaca hoy por el smog y el polvo, refleja una anciana decadente y mísera. La otrora belleza de sus ojos grises está velada con una pátina de color lechoso azulado. Están más grises que el cielo tormentoso de un Buenos Aires lluvioso a pesar de todo.
Encuentra la llave y se la cuelga del cuello de la cadena del reloj de
Tatita. Se da cuenta que no se ha peinado. Mechones blancos caen sobre el
elegante cuello de porte femenino.- ¿ Para qué me voy a peinar si ya no
viene nadie a verme? Ni siquiera mi primo Octavio, ni Amparito mi prima
preferida.- Está muy sola. -¿ De no ser por el portero y su mujer, por
Jesús... qué sería de mí?- Suspira y se desliza hasta el sitio donde guarda
la caja. Sus tesoros mágicos están allí. Encuentra el pequeño joyero taraceado
en nácar, que le regaló su Tata cuando era embajador en
Lentamente se pone el sol, ha dejado de llover y va hacia el salón. Ya no puede leer. Enciende la tele y sin mirar casi, escucha el noticiero. Sabe que el país está en una suerte de guerra no declarada entre pobres y ricos. Es una dama, no sabe cómo pasan esas noticias tan inapropiadas. Acalla el aparato y se sienta solitaria a esperar...
4.................ANTESDEAYER...RECUERDOS.
Una noche llegó el Tata con el doctor Benjamín, traían noticias sorprendentes: en el congreso habían tratado de matar a un diputado socialista y había caído otro en su lugar. Había un gran revuelo. Los periódicos no dejaban de sospechar de un complot, pero una ráfaga de aire pestilente azotaba el mundo político. Finita escuchaba tras la cena las charlas angustiosas de sus mayores. No conocía el mundo en el que se movían sus amados padres. La servidumbre murmuraba y se alegraba de que cayeran algunos personajes bajo la cháchara amarilla de la prensa. Sus padres, la mandaron a Francia a estudiar pintura, pero realmente no tenía ninguna virtud artística. Regresó luego de pasar dos años hermosos pero que no le sirvieron para nada. Y sólo pudo frecuentar a las jóvenes de su comunidad, sociedad aristocrática y adinerada.
La madre la miraba
acariciándola con los ojos. Era hermosa su muchacha y educada. También era
buena y simple a pesar de su ingenua visión del mundo. Todos trataban de evitar
que saliera del mundo artificial en el que vivía. En una magnífica fiesta lo
conoció. Juan Bautista era refinado, apuesto y mundano. Ella se había enamorado sin dudas. Alto delgado, de mirada chispeante,
el cabello engominado y lacio, le coronaba una cabeza erguida y ágil. Conocidos
sus padres y abuelos, que vinieron después de unos meses de atenciones, a
pedirla en matrimonio, todo era una fiesta.
Se casó en El
Pilar. Bella y virginal, salió rumbo a Río de Janeiro en avión desde Ezeiza.
Eran los primeros vuelos para pasajeros que se hacían por América. Regresó muy
feliz. El piso en pleno centro era un regalo de sus padres, el auto regalo de
su abuelo, así casi todo lo que tenía se lo habían provisto sus familiares, ya que la familia de él estaba en grandes aprietos
económicos por una mala inversión del suegro. Pasó el tiempo y sobrevino la
realidad... ella era la que mantenía a todos.
Dios no quiso que
vinieran hijos rápidamente y su enamorado, jugador empedernido como su padre,
él, sólo aparecía cuando la chequera se vaciaba. Un día borracho se desbarrancó
en el camino a Mar del Plata, donde se había inaugurado un fantástico casino.
Sólo le quedaron deudas que tardó cinco años en cubrir.
Finita había quedado sola, pero aún tenía a su
familia. Ingresó con mucha dificultad a la universidad para obtener el título
de abogada. Fue un esfuerzo grande, pero
atender sus propiedades le impidió, junto con el machismo de sus
colegas, trabajar en tribunales. Desarrollarse como jurista.
Ellos, sus familiares, la fueron dejando y se fueron quedando en
5............... HOY...
El portero toca suavemente a la puerta, no quiere dejar de entregarle lo que ha dejado Jesús, el proveedor. La calle cada vez más eufórica tiene varias cuadras de agitadores que con tambores y bombos vocean sus desdichas y pleitean con quienes no adhieren a sus reclamos. Varios automóviles en llamas elevan humo negro que envuelve la antigua arboleda. Sabe, el portero, que la anciana está allí sin más compañía que la de ellos. Siente pena y oye que se acerca para abrir la puerta. La señora está muy débil y sola. Hace mucho que ningún conocido se acerca para ayudarla. En su trabajo no está estipulado hacerse cargo de los ocupantes de los pisos, pero ella es una dama y cuando llegaron al edificio aún tenía una vida normal y los había ayudado mucho. ¡Es una cuestión de honor! Igual el mundo de la señora ha sido derrotado hace como cuarenta años con la llegada del gobierno de un hábil político. Cada año fue vendiendo o le fueron quitando o expropiando alguno de sus bienes heredados. -¡Ahora es muy desdichada!- , le contó el del 7º A.
Al abrirse la puerta, la ve tan delgada y sombría, que siente una honda tristeza. Ella lo invita a ingresar como si fuera un personaje importante. Entra con el respeto de siempre. Le entrega el envoltorio que dejara Jesús y comienza a charlar sobre lo que acontece.-” La ciudad está en llamas y la gente de los suburbios ha vuelto a buscar las calles con toda clase de “cacerolas”, cacharros de metal, latas y bombos al mejor estilo de los arrabales. Las mujeres gritan palabras irreproducibles y muestran los senos secos y sus niños escuálidos, hambrientos y desnutridos. Algunos hombres portan cartelones con reclamos de “pan y trabajo” sabiendo que nadie les podrá devolver la antigua seguridad de un “laburo”*, aunque los congresistas han prometido ayuda que nunca llega. La furia y la violencia se desparraman con las balas de goma de la policía que trataba de evitar que lleguen a la casa de gobierno.”- explica el buen hombre. -Este es un pueblo que cada día se pierde en el laberinto de humillación y escarnio al no tener la dignidad del trabajo.-le agrega Finita. -¡Un país tan rico para unos pocos y tan paupérrimo para muchos!- sostiene el muchacho, tratando de tranquilizar a la señora que asustada mientras siente los gritos y el bullicio, ya sabe que ella vive atormentada por “los miedos”. Nadie la ha preparado para el dolor que ha hecho presa de su existencia. Este es el nuevo siglo. Un siglo de individualismo y hedonismo febril.
Le calienta el té y le sirve la cena. De pie junto a la cabecera de la
mesa le comenta algunas historias del día. Finita trata de desalentar el
relato. No puede aceptar que su país, ése que en otros tiempos era un oasis,
hoy se desmiembra en un tráfago de horror. El muchacho le hace preguntas sobre
los años cincuenta y sesenta... Finita cierra su corazón al sentimiento de
desprecio que alberga por esos tiempos. Épocas en que le arrebataron sus bienes
y su decoro. Recuerda el tiempo en que llegaban los pedidos de la fundación...
todo hoy destruido por los sucesivos malos gobiernos que por rencor han
desarmado buenas obras para ancianos y niños. El portero, comprende que le hace
mucho daño y habla de otras cosas. El clima, los atentados terroristas en
lugares lejanos, las guerras interminables... pero también comprende que
traerle esas calamidades es inútil, maligno y que ella sufre. Lava rápidamente
la escasa vajilla, con un pretexto pueril, y le ayuda a llegar a su alcoba. Con
un delicado “hasta mañana, señora”, sale del departamento por la puerta
de servicio, antes de hacerlo, deja un sobre membretado sobre la mesilla de té.
La señora lo verá en la mañana, que duerma bien. Ya sólo se oyen los balazos
desde lejos. Por la avenida pasan policías montados a caballo envueltos en ropa
antimotines de riguroso negro. La muerte ronda las calles de Buenos Aires. La
muerte ronda a los pobres amenazados por otros pobres que sólo adhieren a un
puñado de hombres inmutables del congreso. Ya comienzan a buscar comida en los
basureros: mujeres escuálidas con niños más escuálidos aún. El oprobio
humillante del hambre en un país que tenía todo para ser el mejor. En la tele
muestran el hambre en África, algunos países de Asia y toda Latinoamérica.
Finita no quiere saber. Se niega al suplicio de su pueblo. ¡Si sus padres
vieran, si sus abuelos vieran...!
6................MAÑANA...TODO IGUAL.
El portero la ve salir del edificio. No va a misa, no es domingo. Está hermosa como hace mucho no la ve. Su mujer, se ha preocupado por ayudarla, le ha peinado el cabello, se lo ha recogido en un moño en la nuca, que le da un cariz de gran dama. Le ajustó en su Singer un vestido de pura seda japonesa y lustró los gastados zapatos deformes. Es la señora más linda del edificio. Sabe que para ella ese día es especial. En la esquina Jesús para un taxi, ella no quiere, pero el negocio le permite todavía alguna generosidad con su querida señora Delfina. Parte solitaria pero segura. Llega como lo que es, una gran dama. El edificio del congreso es imponente. Para ingresar necesita mostrar un antiguo papel que perteneciera a su abuelo y a su padre, ambos congresistas en la década de 1880 y 1915, y la carta. Una jovencita de larga cabellera teñida de azul, minifalda roja y blusa transparente la hace pasar al salón donde la esperan algunos diputados. Sus ojos desplazan sorpresa por esa gente desprolija y bulliciosa. -¡ Si hubieran visto a su Tata con levita y a su padre con el traje traído desde Inglaterra!- piensa. Un perfume a sudor agrio le confronta a un sin fin de personajes que atraviesan por todo el recinto sus cuerpos rechonchos. La invitan a sentarse. Allí, ella es una rara especie extinguida del país oligarca de antaño. Ella representa aquello que en el fondo todos sueñan ser y no serán nunca. Culta, fina, delicada e inteligente, ya que ha logrado uno de los primeros títulos universitarios en su época. Época en que estaba todo vedado a las mujeres. Voto, estudio, bienes propios... ella lo ha conquistado. Un sabor de envidia surca el rostro de muchos que quieren enmascararlo con desdén. Esta allí por pedido de un puñado muy pequeño de políticos que para demostrar que otros han sido ruines, pretenden que le paguen la expropiación de su casona de San Isidro, que hoy derruida es un puesto policial. Escucha las voces solidarias, escucha las voces escandalizadas. Nunca habla. Su dignidad se lo impone. Sólo oye el reclamo de los de izquierda y los argumentos de los hipócritas de derecha. No pronuncia palabra alguna hasta que el presidente le pregunta cuánto considera que valía su antigua propiedad...cuando la expropiaron. Allí se para y desde su lugar dice: - “ Mi país se desangra por el hambre. No veo espíritu de superar la pobreza y la falta de trabajo. Veo en todos mis compatriotas una codicia desmesurada por intereses que no engrandecen en nada a la patria... señores ¿ creen que yo puedo aceptar dineros públicos cuando todos los días siento y veo los reclamos de mis vecinos? Gracias, no necesito despojar aún más a mis hermanos en desgracia, soy una heredera de mis antepasados honrosos”- el murmullo se desliza por el centro de la política, por pasillos y oficinas. Nadie puede creer que esa anciana tan empobrecida les rechaza la dádiva. El silencio que sigue cuando el secretario le hace firmar un oficio de rechazo, es una verdadera cachetada para la avaricia de los hombres y mujeres que se venden por dinero de cualquier origen. Sale de allí sin decir palabra. La acompaña sólo un viejo portero que ha conocido a su padre. El taxi la espera. Una manifestación de los empleados de unos frigoríficos la rodea. Golpean cacerolas, latas, bombos y redobles como en la época anterior de los “golpes”militares. El ruido es infernal y ella siente un agrio terror bermejo. Comienzan a golpear el vehículo y a sacudirlo. Llega otra manifestación de desocupados, obreros de la construcción y de los ferrocarriles, que privatizados, dejaron miles de familias en el paro. Quiere descender y no puede abrir la puerta. Golpean y golpean, insultan e insultan con palabras cada vez más soeces. Alguien rompe la ventanilla y alargando la mano le toma el cabello. El chofer intenta ayudarla pero le dan un golpe de puño en la cabeza. Un funesto hombre la arranca del automóvil. La arrastran por el pavimento pisándole el cuerpo. Sus huesos frágiles por los largos días y meses de hambre crujen tan cruelmente que se puede oír a pesar de los alaridos histéricos de la multitud. “Mátenla, mátenla...la oligarquía al paredón”,“Vieja inmoral devolvele** al pueblo lo que le robaste” “ Los ricos deben pagar por el sufrimiento del pueblo”...y un hilo de sangre avanza por el empedrado que desparrama el poco calor del cuerpo inerte de Finita. Un enorme cartel con el rostro del “Che” despliega su rojo espiral de palabras de esperanza entre la muchedumbre. Un roto zapato sin tacón, las gafas que le regalara el portero, destrozadas, y su vestido desgajado en policromía de rojos sanguinolentos, queda en la calle cuando llega el camión hidrante hasta la multitud. Una desdichada mujer hambrienta, sentada en la calzada, sostiene el cuerpo inerte y desfigurado de una anciana desconocida. La policía sigue golpeando a la muchedumbre con los bastones hasta que sólo quedan unos pocos infelices caídos. Muertos.
+Cabecitas negras: forma de nombrar a la gente del interior por la clase alta de la década del 50.
*Laburo: italianismo de la jerga popular argentina.
**Devolvele: modismo del castellano de
Hidrante: carro policial antimotines que envía chorros de agua azul hacia la gente con mucha fuerza.
Membretado: con membrete.
Golpe militar: gobiernos de facto de la historia Argentina.
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