jueves, 11 de julio de 2019

LA MARÍA COCINERA IMPERDIBLE




             La María sacaba a todos de la cocina a palmadas. Ella era la reina y su patrón, el doctor, la mimaba más que a su hermosa mujer.
 Era gorda la cocinera, morena de cabellos atados en un enorme moño de áspero pelo negro y sus caderas, se balanceaban con ritmo afroamericano. De sus marmitas salían unos sabores exquisitos y los niños gozaban de salud eterna. Crecieron como sólo ella, podía hacer crecer a quienes se prendían a sus milanesas, a su puchero o a su pasta con queso.
            Todas las tardes salían a comprar al mercado “La Pirámide” los alimentos frescos que María preparaba para esa familia que crecía a su sombra. Tenía más poder que todos los adultos de la casa. Un día se plantó frente al patrón y le comunicó que iba a tener un hijo. La joven señora de la casa, escandalizada por lo inapropiado del ejemplo para sus hijas, le propuso al marido despedir a la “cocinera”. La triste confusión de la señora Nenuca, fue mayúscula, cuando el marido prefirió a la empleada. ¡Nadie cocina como María, ella se queda!
            Así fue aumentando la panza y el descontento de la patrona. Un día le preguntó ¿quién era el padre de ese niño? A lo que María le dijo no saber bien, ya que el amor no tenía nombre ni apellido, para ella. La joven patrona se desmayó y el esposo, ofuscado le discutió por lo inoportuno de su pregunta. Enojada la señora de la casa se encerró y no habló por varios días con nadie alegando terribles dolores de cabeza, hasta que por las inquietas necesidades de los hijos, siete en total, tuvo que salir y enfrentar la realidad. La cocinera ya estaba a término y ella que no sabía cocinar, se sintió acorralada.  En medio de las disputas familiares, nació el pequeño Lorenzo, Lolo para todos los de la casa que lo “adoptaron” como hermano. En la casa jugaba con los hermosos juguetes que compraba el “doctor” en Gat & Chaves para todos los niños de la casa; tanto lo mimaban, que llegaron a sospechar del señudo dueño de casa. ¡Pero no! Puras habladurías de barrio, él, amaba a su hermosa mujer que no sabía ni freir un huevo… y adoraba a los chicos. ¡Pero más le gustaba comer bien! A pesar de los celos de  Nenuca, la casa se llenó de risas y chanzas por el chiquilín. Nunca se supo quien era el padre del Lolo, pero María siguió siendo la “reina de la cocina”. Dos reinas no pueden


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