Esos picos de pájaros nocturnos que
golpean mi piel y mis quimeras.
Un dios que me olvidó y que sonríe lejano.
No le encuentro los latidos ni lágrimas
a las rocas
Dormidas en su antiguo rostro de
incienso. Y mirra.
Se aleja, no me mira y está quieto
en un horizonte de palomas.
Palomas negras que aletean en los
muros
Oscuros, cálidos golpeteos y
murmullos de voces
Silenciosos suspiros que nadie oye.
Ya nadie oye.
Las flores se marchitan, lloran las
lloronas y fantasmas
que aparecen con la tarde y el
duende de la noche.
Apártate. ¡OH, amiga o muerte amiga
que me esperas!
Enemiga agorera con tus manos
abiertas, con sonrisas proféticas.
Me esperas y me espías para hacerte
de mi
De mi ingrávido cuerpo de mujer
soñadora y poeta.
Yo vuelo. Vuelo hacia el poniente
tan lejos como puedo
Escapo por los campos de la vida
preñados de simientes.
Esperando un territorio de amapolas
azules y un mar
de caracolas y de espumas y
gaviotas. Me escapo.
Tendrás que esperarme un tiempo aún
amiga mía.
Hasta mañana, amiga muerte, tu
fantasma no puede,
no puede doblegarme.
El tiempo se detiene y me contempla.
¡OH, tú, espérame dormida!
Mañana el sol estará en mis
montañas y en mí alma la nieve.
El dolor de la partida.
Sigue la vida.
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