EL ENCUENTRO CON LA PANDILLA.
Al fin papá consiguió ese trabajo
nuevo donde quería desarrollar una nueva
vida. Vivimos desde hace veintitrés días en un nuevo barrio de calles
tranquilas, con arbolados antiguos que ocultan con raras sombras el frente de
las casas.
Lo primero que me llamó la atención
fue una reja alta, negra, cubierta de hiedra que retorcida como serpientes
venenosas, esconden una casa vieja y maltrecha. Digo maltrecha porque está
deshabitada, con las ventanas rotas, las tejas caídas por las gallerías y yuyos
altos que crecen por todos lados. En la cuadra viven otras familias que tienen
chicos, algunos de mi edad. Pronto nos hicimos amigos. La pandilla,
que ha creado una cofradía, una sociedad secreta, sólo para varones,
con votos de silencio y ayudas mutuas. Al principio no me aceptaron pero yo
demostré valentía y pasé todas las pruebas...no les puedo contar cómo fueron ya
que los iniciados no pueden romper
con los compromisos, sino debemos cumplir con el peor de los castigos: ¡
Pasar la noche en la casa de la esquina! Los muchachos le tienen
terror, pero no lo dicen para que nadie los tenga por unos cobardes. Así
comencé a escuchar de sus bocas y de otros vecinos, unas historias
espeluznantes.
Resulta que Rolo, hace unos días le
regaló sus figuritas a una pituquita de la otra manzana. Rompió la promesa
número 2 que dice: “no tener ningún contacto con esos extraños seres
llamados mujeres”. Las chicas son entrometidas y chismosas, además de
tontas.
Bueno sigo, a Rolo le dieron la
máxima pena...; “La casa abandonada de noche” Y
después que sus padres se durmieron, salimos todos a la hora exacta en que los
brujos salen para viajar sobre los techos de las casas y entran por chimeneas y
ventanas, aunque estén cerradas. Él, se demoró todo lo que pudo, pero el
Valerio, Leandro y Renzo, lo apuraron y así lo acompañamos hasta la puerta de
reja que se abre apenas con un ruido que despierta hasta a los fantasmas. Le
dieron un empujón y desapareció en la tremenda oscuridad. Ellos salieron
corriendo hasta el farol de la esquina contraria.
Entonces...¡pronto él, comenzó escuchar ruidos extraños! Una luz
temblequeante que aparecía y desaparecía desde una vela que se movía entre
largos pasillos, entre las enormes habitaciones ocupadas sólo por muebles rotos
y telas de araña que envuelven cada objeto. También comenzó a escuchar una voz
rumorosa que lo llamaba. Parecía que una persona hablaba y pedía ayuda: -¡
Rolo...Rolo...ven, acércate, necesito que me ayudes a salir de aquí!-
La mujer, porque era una
mujer, vestida con un largo camisón hecho jirones, con puntillas y cintas
rotas, que le colgaban del pálido cuerpo flaco. Medio verdoso. Despeinada, con
el pelo larguísimo y enredado, que le caía sobre la cara, escondiendo sus ojos
hundidos y transparentes. Tenían una mirada triste. Alargaba las manos con
dedos afilados de uñas larguísimas como las garras de un animal en acecho para
tocarlo a Rolo. Él trató de hablar pero parecía de yeso. El pobre tiritaba,
tartamudeaba, trató de gritar pero la voz no le salía de los labios. Yo imagino
que en su lugar hubiera salido corriendo, me escaparía como un perro galgo,
como el de mi abuelo.
Dice que ella se detuvo un momento frente a la ventana donde la luna
llena iluminó la habitación. Rolo vio que la figura penetró por la pared de la
chimenea y desapareció justo cuando el reloj de la municipalidad sonó la
campanada de la una de la madrugada. Como él no salía y ya había cumplido el
castigo, Leandro dijo que lo fuésemos a buscar. Lo encontramos como muerto, y
no podía hablar. Lo sacamos entre todos casi a la rastra.
Al día siguiente en la escuela quiso contar, pero se había puesto “tartamudo”.
Nunca más haremos algo así, pero seguro que “el fantasma”
sigue viviendo adentro.
ROLO COMIENZA A HACER COSAS RARAS...
LA LARGA CAMINATA
POR UN LUGAR DESCONOCIDO.
Después del suceso que vivimos esa noche , los
padres se reunieron preocupados para pedir a las autoridades municipales que
clausuraran la casa de la esquina. Rolo seguía tartamudo y el médico de la familia
lo envió a un especialista que lo ayudó bastante, sin curarlo del todo. Cuando
llegó el camión municipal con varios “tipos ruidosos” nos reunimos todos los
chicos de la cofradía en la vereda. Además aparecieron varias mujeres del
barrio a curiosear y eso, dijo, Leandro traería mala suerte. Pero cuando
limpiaron de maleza y suciedades varias, cortaron la hiedra de las rejas, a
plena luz del día la casa parecía un gato peludo al que han metido en agua.
Nada podía asustar en ese caserón deshabitado. Así fue que, ya limpia,
clausuradas las ventanas, cerradas las celosías y las puertas, sólo parecía una
triste casa sin gente. Nada anormal en vista.
Mamá me recomendó ciento de veces que no entrara...-¿ Ever no te
quiero ver ni asomar en esa casa llena de fantasmas!- y yo sin decir ni
mu, pero no tengo intenciones de meterme en líos...pero...quién se
atreve a decirle a Leandro, el jefe, que no. Pasaría a ser el cobarde...
Asentí con la cabeza sin pronunciar palabras, así no rompía con mis votos.
A las siete después de tomar la media tarde, vino Rolo a buscarme. Me
pidió que le prestara mi “ discman” y fuimos en “bici” a dar vueltas por el
barrio. Nos cruzamos con varias vecinas y chicas de la escuela que nos rodearon
( en realidad lo rodearon a Rolo) y comenzaron
a preguntarle por la extraña mujer fantasma que él había visto. No se
cómo se las arregló, pero casi sin tartamudearles contó: - Yo estaba allí en
la noche, cuando comencé a caminar por
las habitaciones llenas de telas de arañas que se me pegaban al cuerpo, a la
cara, a las manos...de pronto, vi en la oscuridad una figura humana. De los
ojos huecos, salía una luz que parecía dos brasas encendidas de carbón. Allí,-
dijo mientras su voz se iba quebrando- me quedó pegado un vapor gelatinoso
que despedía por el agujero de la boca dentada. Era un aliento asqueroso y
sucio que me envolvió la cara. Comencé a ahogarme.- ahí se quedó pensando y
temblaba, juro que se estremecía- salté hacia atrás. Desprendió “eso”
y salieron volando unos murciélagos tibios que chillaban. Se perdieron en la
oscuridad...- a esa altura del relato la mitad de la chicas se abrazaba y
gemía de miedo- Yo, seguí- dijo Rolo- caminando hacia la puerta
principal...pero una mano descarnada y con huesos grisáceos, se prendieron de
mis hombros...sentí que me levantaban por el aire me sacudían contra las viejas
cortinas roñosas que echaban polvo...tierra acumulada por años y años...y luego
volé hacia un hueco que se abría en la pared. Estábamos solos ya no quedaba nadie
escuchando, sólo yo que paralizado escuchaba hechizado de terror.
-Seguí, Rolo, seguí, yo te acompaño. No tengo miedo mentí. Así el pobre
se sacaba eso de encima.
De ese lugar sólo recuerdo la oscuridad..., no sentía sino un viento
helado que me congelaba hasta llenarme de escarcha el pelo. Mi ropa no era
suficiente, sabés, tenía la sangre congelada. Caminé a tientas palpando con las
manos hacia delante. Toqué algo tibio, húmedo y suave. Con un aullido que
escuché salía de mi garganta, se asustó un pequeño animal peludo que escapó por
la tierra mojada. Mis ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad y pude mirar
bien...¿ me pregunté dónde estaba? Y, ¡ay!, era un jardín debajo de la tierra,
cavado debajo de donde nosotros caminamos. – un escalofrío me cortó el
habla- allí crecían extrañas plantas con flores de color negro, las ramas se
movían tratando de envolverme y unas enormes mariposas que brillaban en la
oscuridad revoloteaban sobre mí... raíces deformes colgaban de la tierra sobre
mi cabeza, que como si fuera una bóveda pesada, cubría el pasadizo del jardín
subterráneo”- se quedó callado y pálido, temblando, me tocó un hombro y yo
pegué un grito. Salió con su bici como si alguien lo persiguiera y yo me quedé
allí mirando la casa con desconfianza. ¿Sería cierto lo que me contó? Por las
dudas regresé a casa y no dije nada, me puse los auriculares y escuché un disco
de mi músico favorito, pero esa noche no pude dormir.
DE CÓMO ME ENTERO POR RENZO QUE PARTE ERA MENTIRA.
CUANDO ME ANIMÉ A CONTAR...
Me vestí con desgano, pero tenía
clases de jockey y me esperaba el entrenador del colegio. Mamá me preguntó qué
me pasaba y yo la evité. ¡Cómo le iba a contar! Así llegué al club. Allí
Leandro, Renzo , Valerio y Rolo me miraron y se echaron a reír. Yo los miraba
boquiabierto, se agarraban la barriga y lloraban de risa. El desconcierto mío
era total y comprendí que era una broma, lo de ayer. Se arrastraba en el pasto
de la cancha, apretándose la panza... yo, juro, lo quise matar. Me enojé tanto
que no lo hablé toda la tarde y me volvía casa sin saludarlo. Dos días después,
mamá me llamó y me dijo que Rolo estaba internado en el hospital de niños. Me
sentí muy mal y aún enojado le pedí a mi papá que me llevara a verlo. Antes nos
juntamos en la placita con los chicos de la pandilla y allí me contaron que
sólo lo de la cueva y el jardín bajo tierra era mentira...lo demás era verdad.
Renzo se puso serio por primera vez y nos dijo que los padres de Rolo estaban
muy asustados. Que no podía dormir y que de noche y de día veía y escuchaba
cosas raras. Cuando entre en la sala donde estaba acostado, parecía un chico a
la mitad del que era antes. El pelo rojo que siempre le brillaba estaba
ceniciento y su cara era como más chiquitita. No se le veían las pecas de la
fiebre que lo penetraba y deliraba. Los padres y los abuelos lloraban. Varios
médicos hablaban en murmullo sin decir nada y nos miraban con ojos de:- ¡
Lo que hicieron fue malísimo...demonio de chicos!- quedamos sin
palabras. Un señor de barba, que era un famoso siquiatra se sentó con nosotros
y nos estuvo hablando sobre las consecuencias de los actos y las
enfermedades que acarrean ciertas acciones. No entendimos nada pero vimos que
estaba muy enojado con nosotros. Por un mes no me dejaron salir, ni ver tele,
ni ir al club. Mamá tenía razón. Pero no pensamos que fuera para tanto.
Pronto volvimos a vida normal. Íbamos a la escuela, al club donde el
abuelo nos reúne para contarnos cuentos o para jugar ajedrez...en fin lo
normal. Los domingos fútbol y campo, pero algo era distinto. Rolo ya no era el
mismo y cuando nos juntábamos en la plaza, parecía ausente. Ni miraba las
figuritas de Valerio, que tiene una colección extraordinaria de todo los
jugadores de básquet del mundo y que a él, le deliraban, ni pasaba como antes
por la vereda de la pituquita del otro barrio, ni siquiera hablaba. Según
Leandro tiene depresión. Yo le digo que está chiflado, que esa es una
enfermedad de gente grande y sin ganas. Él me dice que habló con su tía que es
sicóloga y que le contó que ahora por los problemas del mundo hay muchos
jóvenes que la padecen. En fin terminamos todos tristes. La verdad que nos
mandamos un gran lío.
Mi papá me mira con una seriedad que me asusta, a pesar que nunca nos
reta, siempre nos habla, lo veo muy pensativo y cuando llego me pregunta cómo
está Rolo.
Yo le cuento y él se queda mirando hacia la casa de la esquina. Esa
maldita construcción vieja nos ha traído un montón de problemas. El abuelo
Ever, nos contó que allí vivía una familia de varias personas y que un día la
señora joven apareció muerta en forma muy misteriosa. Además antes parece que
vivió otra gente que también tuvo una historia de tragedias...en fin a mi cada
día me gusta menos vivir a tan poca distancia de todo estos misterios.
COMIENZAN LOS PROBLEMAS GRAVES.
UN MONTÓN DE FANTASMAS HACEN CONTACTO.
Nadie se anima a pasar por la vereda de la casa. Todos tenemos mucho
miedo. Además han aparecido las ventanas sin las maderas que puso la
municipalidad, y , las puertas están abiertas. Según los chicos, de noche deben
entrar vagos para tomar vino o para dormir y esa explicación no convence a
nadie. ¿Quién puede ser tan valiente? Si la mujer fantasma debe seguir allí.
Rolo dice que es imposible que salga y tartamudeando dijo:- Ella sólo
aparece de noche- y como si nada se fue a mirar tele. Al volver a mirarlo
vimos que de la chaqueta le sobresalía algo parecido a una cola. Nos quedamos
callados y realmente asustados. Además caminaba con un ritmo extraño como si
alguien lo empujara, pero él, estaba tranquilo y se fue por el pasillo del cole,
dobló la esquina y no lo vimos más.
Con los chicos nos fuimos al centro de jubilados a buscar a mi abuelo
Ever, que nos acompaña a jugar al metegol y como el bar donde está hay grandes,
él se queda a jugar con nosotros. ¡Es re piola! El bar está pasando un pastizal
detrás del puente de hierro del viejo ferrocarril y se juntan allí un montón de
personajes re interesantes. Mi abuelo, se pone siempre contento cuando lo vamos
a buscar y el dice que tiene veinte años en el corazón pero que no le alcanza para
un partido de fútbol con nosotros...¡por la artritis y el corazón! Pero tiene
alma de pibe y siempre nos pregunta si es cierto que pertenece a la pandilla.
Era normal que le contáramos los sucesos después de aquel día y se puso un poco
serio, lo llamó a su amigo
Celedonio que sabe unas historias de
terror bárbaras y después de contarle dijo:- ¡ Muchachos hay tienen una
auténtica historia de fantasmas para recordar toda su vida! – se miró las
manos y tocándole el hombro al abuelo sostuvo- Yo, cuando era muy pequeño,
conocí a la familia que vivía en esa casa, la hija del ujier Joaquín Valledor y
su hermosa esposa doña Nicolasa. La muchacha era hermosa pero la casaron con un
viejo soldado de cómo treinta años mayor que ella. La muchacha lloró muchos
días y se encerró en la buhardilla para no tener que ver al vejete que era su
marido. Él, un día partió para Europa a una de las tantas guerras que hubo y no
venía, no venía; entonces...apareció un joven músico que andaba de pueblo en
pueblo, de ciudad en ciudad, tocando un instrumento antiguo parecido a una
mandolina, y cuando la joven lo vio se enamoró...cosa de las mujeres...- acá
tengo que agregar que Celedonio tiene más de noventa y dos años - Quisieron escapar pero ni el
padre, ni la madre lo permitieron y dicen...que debe haber regresado el marido,
porque apareció atravesada por una espada en su lecho- yo caí en cuenta que
lo que le sobresalía a Rolo del saco, era una espada...oxidada y larga- Me
parece que la madre se enloqueció de pena y después el padre, murió de viejo,
pero dicen que ciertas noches de tormenta aparecen el soldado, la muchacha y
que se escucha una canción cantada por una voz muy varonil, desde las sombras.
– nos quedamos un rato callados y recordé parte de la historia que me contó
Rolo en la plaza. Las cosas no eran pura coincidencia. Don Celedonio,- pregunté
-¿ usted sabe mucho de fantasmas? Porque Rolo ha cambiado mucho desde el día de
la prueba. -dije. El anciano, me miró con sus ojitos astutos y me dijo:-Es
cuestión de creer o no creer. Yo he visto varios casos. ¡ Claro que no es
cuestión de reírse, los muertos se pueden enojar! – Nos recorrió un
escalofrío y nos dispusimos a jugar pero en general quedamos pensativos. El
abuelo nos compró helado a todos y eso nos tranquilizó y predispuso al juego.
Leandro hizo tablas y salimos con buen ánimo. Una vez que dejó a cada chico en
su casa el abuelo me trajo a la nuestra y después de cenar viendo que se venía
una tormenta, papá sacó el auto y lo llevó a su departamento, que queda a diez
cuadras. Me fui a la pieza las nubes
cubrieron rápidamente el cielo, parecía que habían corrido un toldo de plomo el
barrio. Un viento frío comenzó a soplar desde el sur moviendo frenético las
copas de los árboles. Los truenos y relámpagos comenzaron una danza furibunda y
no me pude dormir. Me coloqué el discman para no despertar a nadie y me senté
en el descansillo de la ventana y me quedé contemplando la furia del cielo.
Desde donde estaba se veían los techos de todas las casas. Algo despertó mi
curiosidad. De pronto vi pasar a Rolo hacia la casa de la esquina. Iba con una
enorme gabardina oscura. ¡Sí, era él! ¿ A dónde se dirigía sino a la casa
maldita? No se si me había quedado dormido y estaba soñando. No, es él, no cabe
duda va hacia la puerta principal. Un rayo iluminó el cielo y pude ver como
entraba en el jardín. Miré y vi de repente una luz amarillenta que iba y venía
de ventana en ventana. Luego subió al mirador. Un escalofrío me recorrió la
espalda. Tenía todo los pelos de punta. ¡Qué miedo! Yo debo haber parecido un
alfiletero lleno de aceritos. La luz aparecía y desaparecía intermitente.
Pasaba de un lugar a otro y la figura de Rolo se recortaba agigantada por las
luces de los relámpagos. El ruido de la tormenta despertó a papá. Cuando vio
luz en mi cuarto apareció con un vaso de leche tibia con cocoa. Yo le señalé la
luz en silencio. Tenía que compartirlo con él. Mi papá quedó perplejo y me
tranquilizó diciendo que “siempre hay una explicación para ese tipo de cosa”.
Lo inexplicable en la noche de día se hace fácil. Yo lo tranquilicé, pero no
pude dormir hasta el amanecer que soñé con un sin fin de monstruos.
Desayuné rápido y me fui al colegio. Allí estaban los chicos,...¡ con
unas caras! Algo andaba mal. ¡ Claro, yo imaginé que tenía que ver con lo de
esa noche!
Por la galería apareció Rolo...con esa gabardina que era tres tallas más
grande. Algo abultada su espalda y sus brazos. Y por atrás le sobresalía algo
extraño. Era la famosa espada que se arrastraba en los mosaicos y
rechinaba haciendo que nuestros dientes sufrieran. Parado frente a nosotros nos
dio la sensación que sus ojos eran de súplica. Unas ojeras violetas subrayaban
los ojitos, que de no dormir, era pequeñitos. Estaba aterrado sin dudas y no
podía hablar. Desde ese día quedó mudo. Nos miraba como pidiendo socorro.
Algo terrible le pasaba y no nos podía explicar.
La espalda tenía movimientos extraños. De entre su manga apareció una
cadavérica mano pálida, que sobresalía, tratando de tocarnos...estiraba unos
dedos descarnados y azulados...De repente, se cayó esa mano, y como por arte de
magia desapareció. Un grito desgarrador salió de la boca de Rolo y salió
corriendo. Nosotros gritamos también y mientras nuestro pobre amigo desaparecía
por la galería; un profesor, el director y la profe de inglés aparecieron
corriendo. ¡Algo muy malo estaba pasando y tenía que ver con la casa de la
esquina!
LOS PROBLEMAS SE
AGRAVAN.
LOS FANTASMAS SE ADUEÑAN DE
ROLO.
Me levanté temblando. Maldije, sí, maldije a la pandilla que me trajo
todos los problemas. Yo era un chico tranquilo, juguetón y alegra. Me encantaba
jugar a las figutitas, al boleybol y al
fútbol, pero desde ese maldito día mi vida es un infierno. Cada día me
despierto con más miedo. Ayer, sin ir más lejos, en la computadora muy sentado
el viejo soldado afilando la espada, que de oxidada ya no tiene filo...y
antesdeayer...la mujer sentada en la alfombra mirando contentísima el álbum de
las estampillas. Ni hablar de cuando al guitarrista o qué se yo que toca, se
pone a dar recitales entre las sombras. ¡ No me dejan en paz! Si salgo al baño,
me siguen y me espían, si voy a la escuela, ella, corre con el impermeable de
mi abuela y se abraza por dentro a mi espalda y sale conmigo, pero el soldado,
que está re loco, se agrega y no puedo, casi, caminar. Voy a perder el año y
seguro que mi mamá me “mata” siempre salí entre los primeros...y ahora tengo
varios regulares. Hace dos días que aparece otra señora...una tal Nicolasa que
parece que adora a la tonta, que se pega a mí, para todo.
Hoy si no me equivoco, los chicos en la escuela se quedaron fritos. Yo
no les puedo hablar porque ellos, los fantasmas, me tapan la boca o qué
se yo, la cuestión que no puedo decir palabra. Lo único que falta que ese
médico que me ve, diga que estoy loco y me encierren. Quisiera explicar que me
llevan a la casa de la esquina todas las noches, que no me dejan dormir, que me
usan los libros, los juguetes, hasta he visto que intentan usar la
computadora...gracias a Dios, que de tecnología no saben nada, los muy ignorantes.
Ya en mi cuarto tengo instalado a cuatro fantasmas, y son tan pesados, a pesar
que por ahí son transparentes...Cuando quieren asustar a alguien para alejarlo,
sacan partes de sus viejos cuerpos y lo muestran. Hay días que me han ayudado a
hacer la tarea. El soldado sabe mucha matemática y la chica, dibuja bárbaro. La
tal Nicolasa, me tiende la cama y ordena. Mi mamá cree que por lo que me pasó
estoy más ordenado...pero son ellos los que juntan las cosas. Si no arreglan,
no entran en mi cuarto y por eso son educados y tienen todo bien. Ni decirle al
sicólogo que ellos conviven conmigo...eso sería mi ruina. Mañana, que tengo
prueba de historia, me llevo al soldado que sabe un montón. Y si la profe de
música se pone pesada, me llevo al otro, al de las serenatas.
Por ahí me traigo a la pandilla y les doy un buen
susto a este montón de extraños. Según me contó Luchito, Don Celedonio y
su abuelo Ever, me aconsejan buscar la
forma de echarlos. He descubierto que si nombro a Dios o a Jesús empiezan a temblar
y se van por un rato. ¡ Esa sería una forma! Pero regresan y a veces traen a
otros.
Me voy a la placita, los chicos están reunidos y yo quiero jugar. ¡Eh,
amigos...Dios...Jesús...Alá...Dios, Dios...Dios...! Se fueron por un rato.
ENCONTRANDO LA FORMA.
LOS CHICOS ACUERDA UNA ESTRATEGIA.
Juntos podemos hacer algo.
Dale Rolo te vamos a ayudar. Mi abuelo dice que los molestes dejando entrar la
luz, o poniendo música fuerte o qué se yo. Todos opinan todos saben que
tiene que existir una forma de ayudarlo. La verdad que piensan que así no se
puede seguir viviendo, ya no tienen ganas de jugar y les falta el mejor defensa de la cancha.
Toman una decisión difícil...ir a la habitación de Rolo.
Al entrar, la pandilla no ve nada diferente...¡claro, con el pulgar el
chico les señala hacia el techo y, ¡oh!, sorpresa, como si fuera una araña
cuelga el cuerpo translúcido del músico que hace malabarismo para que no se le
caiga la mandolina! Señala hacia la cortina que es grande y oscura y medio
escondida se ve una muchacha transparente está acomodando sus cintas y
puntillas para que no se noten...debajo de la cama...una señora gorda parece
una burbuja a punto de explotar...! ya están todos allí. También el soldado.
Leandro comienza a tirar pelotitas de golf hacia el techo...malhumorado
el músico se mueve de una punta a la otra, parece una araña nerviosa. Todos
toman pelotitas y una lluvia al revés lo acorrala y sale como si fuera una
lagartija de la habitación y se pierde por una hendija de la persiana.
Divertidos comienzan a pinchar a “Nicolasa” que estornuda y hace ruidos
extraños que les da mucha risa...la anciana, resopla y hace muecas que no los
asusta. Muestra sus largas uñas descarnadas y trata d rasguñarlos, pero se le
caen, una a una a la alfombra y desaparecen. Salta y enredándose en unos cables
del equipo de música se despedaza. Llorando se va por el ventilete del baño.
Los chicos ya saben qué hacer le ponen la gabardina a Rolo y salen. De
inmediato ingresan a su espalda el soldado y la muchacha. A la mujer, la sacan
con un pinchazo de alfiler, sale aullando y se esconde en el placard. El
soldado sigue firmemente aferrado a la espalda de nuestro amigo. La calle a esa
hora está tranquila. Los vecinos que los ve, no imaginan todo lo que les
sucede. Tiene un secreto de amigos. Eso los une para siempre. En la calle
buscan un bache grande, caminan tres cuadras y lo encuentran. Tiene agua sucia,
podrida y barro, que le servirá para lo que piensan hacer. Se detienen
estratégicamente junto al bache...Rolo se pone a decir: Dios...Jesús y se
sacude fuerte...cae el soldado en el hueco y embarrado, sucio y maloliente,
parece un alma en pena...que lo es en realidad. Llora el pobre fantasma y los
chicos muertos de risa, salen corriendo. Rota la mandolina, con su cuerpo dolorido
y su dignidad de fantasma herida, se
eleva por entre los árboles y se pierde en el jardín de la casa abandonada.
Cuando vuelven encuentran a la muchacha, que llora quejosa diciendo:-¡ No es justo que me hagan ésto! Soy una dama en desgracia, pobre de mí,
pequeña Aldonza, sin un amor, ni siquiera mi músico enamorado...!- llamarse
Aldonza...¡pobre mujer...si le tocaron todas! Nos sentamos rodeándola.
Comenzamos a elevar el sonido del compact disk de rock pesado y apretándose los
huecos de los oídos se fue achicando hasta transformarse en una mosca y voló,
voló hasta desaparecer. Cuando llegó la madre de Rolo estábamos tranquilos
charlando. Nos miró sorprendidas y vio una luz nueva en los ojos del hijo.
Nos fuimos contentos al club y allí el abuelo Ever y Don Celedonio
dijeron :- bueno muchachos...lograron entrarlos a su lugar, los
espantaron..., tendrán una hermosa historia para relatarle a sus nietos...y
ellos descansarán después de esta aventura.-
-Sí, dijo Renzo- hasta que algún chico, medio tonto, vuelva a querer hacer pagar una prenda... “una
noche de tormenta en la casa abandonada de la esquina...”. una sonora
carcajada salió de todas nuestras gargantas.