Nunca se imaginó que regresaría con una pareja tan extraña. Apenas había cumplido los dieciocho años y tenía la posibilidad civil de viajar al extranjero. Llegó con la ancha sonrisa de los inconcientes o felices.
Toda la familia estaba alborotada. El hombre era un personaje de novela americana. Alto, de piel muy oscura, cabellos llenos de rastas, con ropas de colores chillones y una enorme sonrisa cuyos dientes blancos parecían fichas de un juego de marfil.
El padre no pudo articular palabras y sí, le tendió la mano para saludar a ese extraño que ahora era su yerno. La madre se desmayó. Cayó rotunda en el frío mármol del piso de ingreso a la casa. Todos se arremolinaron junto al cuerpo inerte de la madre. Sólo Julia se animó a salir corriendo para llamar al médico que vivía a cinco casas de la de ellos.
Cuando entró, don Mauricio Fredes, el médico, sentenció: Se alejan todos de doña Carlina. Ella, respiraba con sollozos entrecortados. Puede tener un preinfarto.
Pilar, su niña, su muñeca se había casado con un extraño. Un desconocido. Un posible aprovechador y malvado, golpeador y vago. Ella, su princesa, la rubia más bonita y graciosa con semejante esperpento. ¿De dónde sacó a ese insulto a su educación?
El tipo, el poco hombre, se reía.
No entendía ni una palabra de lo que hablaban, no comprendía qué le pasaba a
esa mujer que vociferaba en el piso, junto a un puñado de hombres y muchachas,
que lloraban a moco tendido. No hablaba español. Su inglés con un típico tono
jamaiquino, no estaba a la altura de su conocimiento del que hablaban en esa
casa los jóvenes. ¡Claro, es que ellos iban a un instituto de origen Inglés!
Eran impecables imitadores de los estudiantes de
Pilar comenzó a llorar. Mamá, soy muy feliz con Douglas. Es un chico maravilloso. Conócelo y verás que serás tan feliz como yo. La mujer la miró y volvió a desmayarse.
El padre, junto a don Mauricio, sacudió su sorpresa y sacaron al resto de la familia del estar. Llevaron a Carlina hasta el sillón del salón y el buen doctor le aplicó un calmante. Ella quedó como un pájaro mojado, sollozando, hipando y enroscada sobre sí misma como un gato enfermo. Julia, se acercó a la hermana y al fulano, que miraba azorado a la gente que los rodeaba. Le tendió la mano y en su exquisito inglés de academia, le preguntó el nombre. Éste le dio su nombre con una ancha sonrisa. Que chocó la fría de la joven hermana mayor de Pilar. Pase, y siéntese, escuche… mi familia no está acostumbrada a este tipo de situaciones y mi madre es muy delicada de salud. Entienda, dijo en perfecto inglés que aquí, no es muy bienvenido. Sólo por la felicidad de tener a mi hermana Pilar es que se lo recibe. Y luego llamó a Vera, la mucama y le pidió les sirviera un desayuno normal, nada de extraordinario. Vera, salió echándole una mirada furibunda la moreno. ¡Su niña con semejante mamarracho! pero era su deber y lo cumplió con total gentileza.
Pilar estaba anonadada. Nunca imaginó que su familia actuaría así, si ella había enviado una carta, explicando que en medio de la beca, en Boston, había conocido al amor de su vida y se habían casado porque esperaba un bebé. Obvio que la carta no había llegado aun. El correo estaba de huelga hacía tres meses.
Entonces su hermano Patricio, se acercó y encaró para ver si lo que le había parecido era verdad: ¿Estás embarazada? Sí, de cuatro meses y medio. Y sintió un grito de su madre y un golpe sobre la mesa de su padre. El puñetazo, casi le quiebra los huesos de la mano. Don Mauricio, ya no sabía a quién darle un calmante. Toda la casa era un caos.
Pasó el tiempo. El tal Douglas, no conseguía trabajo en ese pequeño pueblo del país, ella tenía suspendida las horas de cátedra y debía reincorporarse. El pequeño que nació era un hermoso mulato de ojos verdes y anchas mejillas regordetas. El hombre se tuvo que ir a su país, desde allí, la llamaría y se llevaría a su familia. Pero… la vida dispuso que nunca regresaran a estar juntos. Pilar crió a su niño con su familia poblana y él, mandó finalmente una carta en la que le daba una solución: anulación matrimonial desde el país donde se habían casado.
Hoy, el joven Tobías, suele ir a Jamaica a ver de vez en cuando a su padre, quien ha formado una familia con una muchacha igualita a Pilar.
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