miércoles, 21 de septiembre de 2022

LA NOSTALGIA


 

            Cerró la puerta y una lágrima se escurrió por su mejilla. La niña Esilda había dejado la casa enojada y a los gritos. Ella, la cuidó desde el día que nació. Su madre tenía una enorme depresión y necesitó de todo el amor para superar su descuido. Hasta que un día nefasto la mujer se subió al barandal del balcón y se desplomó sobre el adoquinado de la calle.

            Su tarea fue doble. Consolar al joven Carlos y seguir siendo la madre sustituta para la chiquilla. Cuando llegó la abuela e impuso el nombre de su anciana madre, don Carlos me dijo que estaba loca, pero que no tenía fuerzas para oponerse a la suegra. Así la llamaron y así creció. Odiaba cada día más su nombre. Cuando comenzó a ir a la escuela las chicas le hacían burla. Ella llegaba llorando y yo, la consolaba con algún dulce u otra monería.

            Dos años después el padre de Esilda conoció a una muchacha joven y simple. La trajo a casa para que yo opinara. ¿Qué podía decir yo? Soy simplemente el ama de llaves y aya de la niña. Se casó y la instaló en la casa. Mi niñita, la comenzó a odiar apenas la vio.

            Pero conseguí hacer que la tolerara y se entendiera, ya que no sería posible que el padre la echara. La nueva ama se llama Rosmarí. Es una joven de sonrisa franca y le encanta la música. Por lo que la radio siempre se prende temprano y la mesa del desayuno tiene ese rumor alegre de la música popular. Conmigo, la nueva ama es amable. No se mete con Esilda porque sabe que la odia. Se lo ha dicho en todos los modos posibles. Le cortó el mejor vestido con una tijera, le roció el cabello con pintura verde, le sacó los tacos a los zapatos nuevos… mil travesuras, que don Carlos iba arreglando como podía.

            Cuando cumplió quince años, armaron una fiesta hermosa. El salón estaba adornado con las flores que esilda adora, el vestido lo compramos juntas en un negocio de la ciudad y se le hizo todo los arreglos a cabello, manos y uñas, quedando muy bonita. Ese día le pidió al padre que Rosmarí no asistiera y la mujer aceptó para no arruinar la vida de su amado.

            Ese día conoció a un joven forastero que la enamoró. Era un muchacho unos años mayor que ella, la niña, ya no era la misma. Caprichosa, nerviosa y malcriada por todos, hacía lo que quería. Fue mi culpa. Un día desapareció. La buscamos por todos lados. En el parque, en la ciudad, en los cines y hasta en clínicas cercanas. Nada. Apareció a los dos días. Era mujer.

            Al poco tiempo, el compañero vino a hablar con el padre y se la quiso llevar. Él, se enojó y lo echó. Yo, solo lloraba junto a Esilda que estaba embarazada. Hasta en eso me siento culpable. La mañana que se fue, cerró la puerta y se fue llorando. Y yo miro todos los días con nostalgia la acera por donde marchó porque se llevó parte de mi corazón de madre sustituta.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario