PICARDÍA
Era tan astuto que se burlaba de todos. Él, sabía la
debilidad de cada uno y se dedicaba a aprovecharse de los vecinos y parientes. A
uno le pedía prestado el auto, así no gastaba en combustible, al otro le caía a
comer siempre a la hora del medio día y a otros le “tiraba la manga” como se
decía en la jerga de la cancha. Le debía una vela a cada santo.
Cuando iba al café del centro se equivocaba de sombrero y se
llevaba el mejor, luego cambiaba el sobretodo de la percha en la peluquería y
así un día se equivocó mal.
Se alzó con un cardigan muy fino y cuando llegó a la casa se
dio cuenta que algo pesado llevaba en el bolsillo. Metió sin apuro la mano y…
encontró una mano. ¡Sí, una mano cortada a cuchillo! En el otro bolsillo había
un cuchillo afilado y con sangre seca.
Se desmayó. ¿Ahora qué iba a suceder? Seguro lo iban a
seguir y lo matarían.
Se cambió de ropa, se puso el overol de la fábrica en la que
trabajó hacía como siete años. Se afeitó el bigote y recortó el cabello como
pudo. Se tomó el tranvía que hacía el trayecto al revés del que siempre tomaba.
Se bajó en pleno centro en los mejores edificios de oficinas
de la ciudad. Entró a un banco. Subió al ascensor y se detuvo por el piso trece
o catorce, cerró la puerta y lo dejó ir hacia abajo. Abrió un poco la puerta de
reja y tiró el cuchillo.
Bajó por las escaleras.
Ingresó a un café pituco y se tomó un Fernet, de un trago.
Pagó con billetes y salió. Entró en otro edificio, esta vez de oficinas de comerciantes
mayorista y abogados. Hizo lo mismo, pero allí tiró la mano.
El taxi que tomó lo llevó a Retiro. Allí se subió al tren y
se bajó en la primera parada. Subió a un ómnibus y partió para su casa. En el
tren dejó el cardigan olvidado en un asiento.
Al día siguiente en Crónica apareció la foto de un pobre
diablo que fue asesinado por robar un cardigan en el tren y al portero del
edificio que encontró el cuchillo lo encontraron flotando por el Riachuelo.
Nunca supo si habían encontrado la mano. Por las dudas dejó de hacer picardías.