UN ROMANCE DE PELÍCULA
El
pueblo es como cualquier pueblo de provincia. Acicalado, cansino y avejentado.
Casas descascaradas con zaguanes llenos de macetas con plantas antiguas.
Cortinas hechas a mano por alguna soltera en espera de mejor tiempo o por
ancianas chismosas que salen a la calle sólo para espiar a los jóvenes. Y de
eso tengo que hablar.
La
tertulia es en la plaza, las chicas a la derecha, con las agujas del reloj, los
muchachos al revés. Miradas van miradas viene y siempre alguno que dice algún
piropo chistoso y la carcajada de los que van y viene. A las ocho en punto
suena la campana a misa. Y las chicas cruzan de prisa y los varones en espera.
La mantilla aparece por arte de magia y parecen ángeles de porcelana.
Renata
ha mirado a un joven con curiosidad, él, ha reparado en esa muchacha tímida que
sólo levantó los ojos una sola vez en toda la tarde. Tomás, es canchero, viene
trasladado su padre de la ciudad para mejorar el servicio de trenes a la
capital. ¡Es el “nuevo”! los otros celosos lo tratan con indiferencia.
Nunca
imaginó sentirse bien en un pueblo tan pequeño, pero la gente es gentil y los
muchachos simpáticos.¡ Menos un tal Osvaldo que tiene una mirada desagradable y
diríase que furibunda! Siempre callado, separado del grupo de los chistosos, de
los que ayudan a sus padres en los pequeños talleres familiares o en el
ferrocarril.
Usa una
gorra tejida que se encasqueta hasta los ojos y una sonrisa despectiva. Parece
ese actor de cine que se la da de “dandi”, pero sus modales son horribles y es
mal hablado. Cuando salen las chicas de la iglesia o de la escuela, comienza a
decir guasadas y las molesta. En especial a Renata. Eso molesta mucho. Tomás
comienza a perseguirlo para hablarle, pero lo evita siempre. Desaparece en un
callejón cuyo mal olor tira hacia atrás la nariz más preparada a lo
nauseabundo.
Una
siesta de verano se van todos los chicos al río. Nadan, juegan y se ríen. Al
regreso las madres están todas alteradas. Han encontrado a Renata golpeada,
violada y muerta. La han dejado junto a un vagón del ferrocarril que está fuera
de servicio. Los llantos se juntan y corean amigas y madres, compañeros
compungidos y padres anonadados. ¿Quién atacó a la niña? Entre averiguaciones y
culpas y comienzan las especulaciones… ¿Osvaldo? ¿Un forastero o un obrero de
paso? La policía busca e interroga a
todos. Nadie vio ni escuchó nada.
A la
madrugada con mucho sigilo Osvaldo se aferra al tren carbonero y se va del
pueblo. ¡Nadie le creerá que él no hizo nada! Un extraño personaje del pueblo
lava su chaqueta con sangre y esconde la ropa que puede incriminarlo. Él, dirá
que lo vio merodeando al “pibe ese, el de la gorra tejida”. Y todo el pueblo le
creerá.
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