lunes, 20 de marzo de 2017

UN VIAJE PELIGROS

La organización envió a varios agentes de inteligencia a Kioto, nadie sabía bien quiénes serían los que los recibirían. Viajaron en avión, ya que los miles de kilómetros que los separaba de Fortaleza, impedía que llegaran en otro medio. El viaje fue realmente mortal. Una fuerza superior los mantuvo alerta y allí abrieron los sobres con las órdenes que emanaban del “Jefe”. Tenían allí la orden de fisgonear a un Alias Kevin Khi, un chino-americano, que aparentaba ser un oscuro comerciante en estatuas de mármol hechas en serie. Era un experto en karate y  sus oscuros ojos infundían misterio.
                                   Todo caminaba bien, hasta que en el hotel donde se hospedaban comenzó un fuego que se descubrió habían encendido con kerosene y que hacía entrar oleajes de humo mortal entre los hombres. Se asfixiaban. Mantel, el mejor investigador que había viajado, organizó una fiesta para tratar de descubrir a quien quería deshacerse de ellos. Era evidente que el mestizo no estaba involucrado porque lo tenían muy controlado.

                                  Contrataron un grupo de geishas y prepararon un menú extraordinario. Las muchachas con sus kimonos y sus rostros de exquisita belleza trastornó a dos de sus hombres, que cautivados, no advirtieron que entre los kiwis había una trampa mortal. En pocas horas tuvieron una muerte dolorosa pero en la autopsia, no encontraron nada extraño. La enorme maldad de quienes estaban involucrados era evidente. Comenzó una búsqueda obscena, nada quedaba fuera de los ojos de los agentes. Mantel, tenía fe que pronto sabrían de qué se trataba tanta maldad. Una organización de traficantes de obras de arte antigua, estaba detrás de todo eso, pero ninguno supuso que Kevin Khi, era un agente secreto de China, que buscaba a los involucrados. Apareció ahogado entre el oleaje pútrido de la laguna Biwa y con un mensaje en la boca escrito en un antiguo trozo de seda de la dinastía Tokugawa.  

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