NO ME GRITES
Ya sé que parezco una endiabladamente estúpida. No lo puedo
evitar. Soy esa que te conoció aquella tarde en el parque. Era el otoño más
glorioso que tengo memoria. Recién salía de la facultad en donde era brillante…
bri-llan-te, decían los profesores. Y por vos la dejé. Me casé creyendo en el
amor como en las películas de Doris Day y Glen Ford. Ja, ja, aja… amor. Si
apenas llegamos al departamento me diste la “orden” de cocinar. ¡Menos mal que
me gusta! Me encanta cocinar y además “mi
querida mami, me enseñó todo lo que debe saber una buena ama de casa”.
El tiempo fue pasando y nació Orlando, luego Celene y
finamente Augusto. Ya no iba a la peluquería, no tenía tiempo. ¿Sabés que fue
bueno que me mandaras a trabajar fuera de casa. Por lo menos no escuchaba los
gritos de los chicos y los tuyos que no pedían las cosas, vociferaban en
demandas. Y hoy te tomaste el trabajo de quitarme el poco sueldo que me dio don
Jaime. Faltaba más, lo necesitás para comprar quién sabe que cosa para ese
cascajo de auto que le compraste a tu cuñado el Rolo. ¡Ah, tu hermana nunca
tiene tiempo para invitarnos y la pobre de tu madre sigue igual despreciada y
maltratada como yo!
Hoy me rebelo. ¡Por todo lo que no hice en estos años: no
fui nunca a Mar del Plata, a los bailes
en donde pude llegar a conocer otro hombre como el Alain Delón o Marlon Brando,
o besándome con un actor de la
T.V. o comprando las joyas que soñaba de muchacha! ¡Ah, y el soñado viaje a Italia o Grecia! Y,
sí, lloro y ¿qué? ¿Acaso no tengo derecho a llorar por el futuro? Ya lloré
mucho en el pasado. No atiendas el teléfono ni el timbre, debe ser el tintorero
que trae el uniforme de la escuela de Augusto. No tengo plata.
Gracias por el pañuelo. Está roto, traeme el costurero que
lo remiendo. ¿Este no era el pañuelo de mi papá? Está gastado, como yo. Sí, yo
también me estoy muriendo. ¿Sabés que la biopsia del tumor que me sacaron dice
que tengo cáncer terminal? Suena de nuevo el timbre, atendé, puede ser alguien
que necesita algo. Y por favor, comé y pasame la sal. Y otra vez no me grites
que no soy sorda.
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