Rubén Darío
Yace sobre la banca un tarro de miel desparramado
Un otoño amarillo- anaranjado que alarga las promesas
En un rincón se arremolinan las hojas desgajadas
Volcadas en lodo caliente de una primavera que huye
Es mañana. Es la nueva letanía de sol frío, distante
Es un jolgorio de voces que murmuran un cántico coral
Es la meta de un febrero distante, somnoliento y dorado
Una mano aferrada a la gloria de plata del poeta perdido
Quién dejará su voz escondida en las páginas de un libro
Que nadie deshoja, que nadie recita, ni murmura… Darío
Un poeta de cielos, de tempestades y sueños. Reverencia
Despedida de otrora único y verdadero genio del amor
En versos que transpiran su delirio de azucenas y rosas
Su destino de mares y caracolas de nácar como orquídeas
Caminante de territorios nuevos que derrochan destino
Para un poeta perdido en las noches de veranos calientes.
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