jueves, 14 de marzo de 2019

LA VENTISCA




            Desde la ventana miraba el barco que cada semana partía rumbo al horizonte. No podía caminar. La polio le había dejado dos hermosas piernas inútiles que servían sólo para que soñara con algún día viajar. Buscaba en la biblioteca libros sobre las rutas de las naves que la llevarían a países lejanos y llenos de aventuras.
            En la noche su nana, la arropaba con un atuendo que ella dibujó y que le hicieron para que surcara los mares en sueños.
            Paloma, era una chica despierta e inteligente, pasaba horas leyendo sobre los viajes de  famosos hombres que con sus velas o a fuerza de carbón, habían conquistado el mundo.
            Una noche de tormenta, surcaba el cielo una centella iluminando un barco que se bamboleaba con esmero entre enormes olas y viento. Estaba tan alterada, que se acercó tanto a la ventana que parecía pender del filo de la abertura. Su nana, se aproximó y espiando sus movimientos, descubrió que Paloma se había erguido sobre sus dos pies y se sostenía con fuerza hasta casi dar un paso.
            Estalló un rayo que lo iluminó todo. Entró por la parte superior de la misma por donde la niña salió volando como un ave hacia el mar. La ventisca la elevaba y ella con gritos de alegría volaba sin tener conciencia que el mar estaba esperándola para abrazarla entre sus aguas saldas y turbulentas.
            Dicen que nunca regresó. Pero ya es una leyenda.

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