miércoles, 10 de agosto de 2022

EN LA TRASTIENDA

 

            El mercadillo estaba repleto de vendedores y transito de comerciantes que a viva voz intentaban atraer  compradores. Los vegetales brillantes y las aves colgaban como flores vivas de colores de los tenderetes. El perfume fuerte, mezcla de mil especies, merodeaba por entre las alfombras y vestidos de mujeres y niños.

            De un pequeño portal, salía una música fuerte que aturdía y rompía los oídos de los caminantes. Azedinne se cubrió el rostro y tras el velo buscó con desesperación a ese hermoso joven que le había ofertado un collar de turquesas en la feria del mes pasado.

            Su padre no le había permitido regresar y le dio varias monedas a su hermano Abdhul para que la acompañara a la Medina. Éste por dinero era capaz de ir hasta a la tienda de ropa del centro más caro de la ciudad. El minarete comenzó a llamar a la oración y todo quedó quieto. Los hombres de rodillas con la frente al piso, rezaban las azuras del Corán y las mujeres de bruces como verdaderas esclavas del Venerado. La mayoría sabía de memoria el libro sagrado, pero por ser mujeres no podían rezar a viva voz como los hombres.

            Un extranjero, las miraba asombrado. Azedinne le escuchó decir que parecían flores negras gigantes postradas en las piedras. Pronto todo se volvió a mover, los hombres caminaron a las tiendas, los ancianos a sentarse en los portales rezando con su rosario de cuentas infinitas y las mujeres como pájaros oscuros comprando con la ayuda de sus hermanos o hijos varones.

            Ella, caminó despacio observando con sus ojos que transparentaban dulzura. Ojos negros de azabache luminoso, se llenaron de tristeza cuando lo vio. Estaba en la  trastienda de un negocio tomado de la mano con una joven extranjera. Su corazón se desmembró. Salió corriendo y su velo voló por el aire. Un susurro de temor y el manotazo del hermano la pusieron en alerta rápido. El muchacho salió tras ella, la alcanzó y le pasó el velo. Mientras la miraba con una forma amorosa y bella. ¿Qué hacía esa extranjera en la tienda?

             Abdhul la sentó en una silla y le ayudó a componerse, para eso era un “hombre” de trece años. Mientras le prometía que averiguaría sobre el joven vendedor. ¡Claro que por un billete!

            Durante los días de la semana,  Abdhul, se entretuvo en la Medina haciendo preguntas sobre el joyero. ¿Es casado? ¿La tienda es de él? ¿Y la extranjera? Toda clase de interrogantes que los mayores comenzaron a preocuparse porque no era bueno que un muchacho averiguara tanto. Todos comentaban sobre su hermana, que había cometido el pecado de hacer volar su velo. Él, avergonzado daba mil explicaciones.

            Su madre comenzó a sospechar. Le quería sonsacar el tan interesante apuro que había adquirido de ir al mercadillo de la Medina. Pero él, serio, solo contestaba que andaba buscando un ajedrez especial. ¡Que Alá, lo perdone! Mentía descaradamente.

            Un amigo del padre apareció por la casa de los chicos. Venía como “casamentero” a preguntar por Azedinne. Y el padre, inocente le pidió una visita de los padres del muchacho.

            Arreglaron la boda. Y dicen que ha quedado en la historia del mercadillo el vuelo del velo de Azedinne al que le han agregado mil fantasías de amor.

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