viernes, 19 de agosto de 2022

SOLILOQUIO DE UN PERRO

 

            El ruido me volvió loco. Salí tan pronto pude. Corrí con la fuerza que mis patas me lo permitieron hasta que de pronto me di cuenta que estaba en un lugar desconocido, lejos de mi hogar. ¿Pero a quién se le puede ocurrir hacer semejantes estallidos en medio de la noche? Es cierto que el cielo se pobló de luces d colores, pero con el miedo que tuve no miré mucho. ¡Qué miedo! Me acurruqué debajo de unos ligustros y allí me quedé dormido.

            Un ser humano joven me vio y me levantó, me acarició y como yo temblaba, me dijo…Napoleón debes ser mi guardián. ¡Pero cómo si yo me llamo Tom! Quiero ir con mi dueño. Él, es bueno conmigo. ¡Eh, llévenme con mis niños queridos!

            Nada. Yo ahora soy Napoleón y convivo con una verdadera jauría de perros que tienen diverso carácter, poca educación y algunos son hasta sucios. La más vieja es una hembra; se llama Aída. Es casi ciega y no tiene dientes, cosa complicada para uno de nosotros. ¿Cómo roe los huesos? Es cómico verla comer. Es la única que puede entrar a la casa. Nos vive gruñendo por todo, en especial a uno que se llama Chaplin y es tuerto. Ese pobre tiene la pata trasera rota y se arrastra.

            Anoche me llevé un gran susto. De pronto apareció una rubia, de pelo largo y vestida de minifalda roja con brillo y se acercó para hacerme cosquillas en la panza, yo salté… ¿quién era esa? ¡Eh, tonto, soy yo Brian! Era mi rescatador, vestido así, todo como mujer…detrás venían otros dos u otras dos, una pelirroja y una morocha,  vestidas con ropas raras, con los labios pintados de rojo y muchos colorinches. Eran Jonathan y Omar. ¿Adónde van estos así, pensé? Tendré que averiguar.

            Me acerqué prudente a Fidel, era bastante viejo pero no me gruñó. ¿Che, porqué el Brian y los amigos se visten así? ¡Ay, loco, nada, son trans! ¿Qué? Son Transexuales. ¿Y eso qué carajo es? Se sienten minas. ¿Cómo? Nada, loco, es tan antiguo como el viento. ¡Ah, yo no sabía! Yo vivía con una familia muy rara, pero nunca así. Ellos se juntaban a rezar entre muchos y leían libros, que decían sagrados. Eran buenos mis dueños. Estos también, a mi me rescataron de una tarada que me ataba y me pegaba. Por eso un día pasó don Micheel y me agarró, me desató y me trajo. Él, es raro, pero bien piola. Gracias por darme una lección, Fidel.

            Me fui por el pasillo del fondo y me quedé pensando en mi destino. De dueños serios y religiosos, a amos “trans”; ¡qué cambio!

            De día todo era casi normal, para mí, que creía en lo “normal”. De noche se armaban unos raros encuentros de música ruidosa de la que yo sólo espiaba. No me gusta el ruido. Me da miedo. Una noche llegó una perra, hermosa, algo herida. Le decían Madona. Era linda. La bañaron y la perfumaron. Se armó un revuelo entre los machos. Yo la defendí y se quedó junto a mí. Era inseparable, pero yo no tenía ganas de complicarme la vida con hembras, ni con machos; por lo que tomé la medida de cuidarla sin darle mucha importancia.

            Un día de mucho calor, don Micheel sacó un auto rarísimo. Atrás llevaba un cajón de los que usan para los muertos. Él, vestido con un pantalón de baño a lunares celestes y rosados, cada uña de las manos y pies pintadas de colores y el pelo color verde, con una chaqueta de piloto de color naranja, se metió en el cajón y acostado se hizo llevar por el chofer a un “recital en un teatro”. No me animé a seguirlos, me podía perder. ¡Pero qué loco! Fidel se me acercó y me contó: ¡Nuestro amo, es un músico famoso, lo adoran multitudes! Tiene ganados discos de oro y platino. ¡Es un genio musical, medio desquiciado, pero es muy generoso! Nada. Hace cosas raras, por eso lo dejó la madre del Brian. ¡A la hija, la metió al río cuando era chiquita para ponerle el nombre y casi la ahoga…lo llevaron preso! Me jodés. ¿La bautizó en un río? ¡Está más loco que yo! No, estaba volado con marihuana. ¿Qué es eso? ¡Che, Napoleón, sos tonto! No, nunca supe de esas cosas. Es una hierba. Déjalo así, mejor ni te cuento.

Cuando la ví a la chica la miré diferente. ¡Pobre! Bautizarla en medio de un río. Y nombrarla con un “Sirenita”, como si fuera un cuento infantil. Quisiera volver con mis dueños de antes. Pero no creo posible que los encuentre. Acá son raros pero me dan bien de comer y me siento cuidado.

Cuando don Micheel, llegó, se tiró por la ventana a la piscina. Yo pensé: este idiota se mató. ¡Salió nadando como un pez! ¡Qué extraños son los humanos! Gracias a la vida que nací perro.

Mañana, voy a intentar salir de casa para ver si me oriento y regreso a casa. ¡Pero me da pena Madona, está tan triste que no quiere comer si yo no estoy cerca! Es una chica buena, algo remilgada, siempre se esconde de los otros perros y es amiga de los gatos… ¡Increíble! Se deja bañar por una gata vieja que suele desayunar en la casa con Brian en la terraza. Mete sus patas en la taza con café y se lame sin pudor. Y el muy cochino de Brian, sigue bebiendo el café como si nada. ¡Un escándalo ver las costumbres de estos nuevos amos! Si me viera mi otra dueña, diría que están endemoniados. Son algo exagerados, son mugrientos, nada más.

Recién escuché una riña entre Fidel y Aída. Parece que alguien se robó la comida de la mesa de la sala donde están todos los instrumentos de música. Por las huellas era el Fidel. ¡Extraño que un buen perro robe comida siendo que acá sobra para todos! Me puse a espiar y descubrí que era una amiga de Sirenita, que trajo de la calle. Escuché la palabra “indigente” y me acordé que mi dueña anterior cocinaba para esos, los indigentes. ¿Conocería a mis amos? Tal vez me lleve a su casa. Me acerqué y descubrí que tenía en el bolsillo un reloj del amo. Le ladré fuerte. Me pateó. Se armó. Vino Aída, Fidel, Chaplín, Caruso, Tita, Tosca y Beethoven y ladraban como locos o gruñían a la piba. Brian se dio cuenta que pasaba algo y la agarró del pelo. Le sacó de un tirón la peluca. ¡Era un tipo! Me dio una patada y di como mil vueltas por el aire, lo mordieron todos los muchachos, hasta Aída sin dientes…!

Ahora soy el rey del grupo. Todos me tratan bien. El amo, se acercó y me puso sus flacos dedos en el lomo. Y se sentó al piano y me cantó una canción que hablaba de mí. ¡Qué suerte que tengo! Soy un perro muy suertudo. Madona me hace cariños y me lame la herida que me dejó la patada del ladrón. ¡Es divina Madona! Pero no se lo voy a decir. No quiero tener problemas con hembras.

¡Napoleón…, vení! Me está llamando el Brian, otra vez está vestido de “mina”, ¿qué quiere ahora? ¡Ay, me quiere poner un vestido de lentejuelas! Yo me voy. Soy un macho. Déjenme de cosas raras a mí.

 

 

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