Carina
supo que se tenían que mudar a otra ciudad, porque su papá ya no trabajaba en
la misma fábrica.¡ Era tan feo irse de ese barrio donde todos eran sus amigos y
conocidos! La señorita Nati, había sido su maestra en segundo año y ahora en
sexto y ya sabía todo. Que a ella le daba vergüenza leer delante de los otros
chicos, que dibujaba "bárbaro", que con Andrea y Cecilia tenían un
grupo para investigar ciencias, que hacían unos trabajos
"maravillosos" - a decir de las otras señoritas de la escuela- y justo
tenía que pasarle a ella. En doce días se iban a un pueblo llamado Villa los
Aromos.
Lloró
por largo rato, mirando como su gata indiferente se lavaba y sus hermanitos
pequeños jugaban como si nada. Se cambió el jean y se hizo unas colitas, tomó
su bicicleta y se fue pedaleando con mucha rabia a la plaza, donde seguro
estarían los chicos jugando a la pelota. No se equivocó. Allí estaban todos
pero no jugaban, estaban sentados hablando. Cuando se acercó se quedaron
callados y todos la miraron con pena. Ella no pudo contenerse y les gritó con
rabia que seguro se burlaban de ella porque se iba a mudar. Andrea muy afligida
le dio un abrazo y la trató de calmar. Todos la invitaron a tomar un helado y a
charlar sobre su futuro viaje.
Cuando
llegó a la clase el lunes siguiente se encontró que habían puesto un enorme
cartel con su nombre. Los bancos adornados y todos habían traído emparedados y
jugo para hacerle una despedida. La señorita Nati, trajo una torta de chocolate
y la señorita Silvia, la maestra de música, dejó que Julio, Carlos y Jorge
tocaran el órgano y la guitarra. Además Lucía, había traído su grabador y
pusieron música de cumbia. Primero todo fue risas y fiesta, cuando entró la
directora y le entregó la libreta con el pase,
Carina se largó a llorar, y a muchos chicos se les formó un gran nudo en
la garganta, pero las chicas se pusieron a llorar junto con Cari. Los varones
salieron con algún pretexto.
Llegó
el tiempo de la partida y el de ingresar a otra escuela. Cuando la nueva
maestra, que se llamaba Raquel la presentó a los niños del nuevo curso, sintió
que treinta ojos enemigos ponían sobre su cuerpo pequeño una señal de:-"Vos quién sos, nadie te llamó, sos
una metida, no te queremos, etc, etc.".
Se
sentó junto a una muchachita pelirroja, con su carita llena de pecas, ojos con
chispitas de luz y aparatos correctores en los dientes. Allí le había indicado
su nueva maestra, junto a esa "tonta", que la miraba con curiosidad.
Tocó el timbre para ir a recreo y su compañera de banco que se llamaba Mariela
le dijo:-¿Querés, compartir conmigo, un
poco de chocolate?-¡Nunca un trozo de
dulce le gustó tanto! Pronto escribió una carta a los chicos de la otra
escuela, para contarles lo lindo que se sentía en ese pueblo, porque nadie la había
hecho sentir incómoda. Sus amigos aprovecharon con la señorita Nati para
reflexionar sobre la discriminación.
Tolón-Tolón,
tilín-tilín, este cuento llegó a su fin.
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