jueves, 22 de febrero de 2018

UN CUENTO DE COLOR Y SABOR




La tarde le ponía una letanía de estrellas al parque de Urbina. La anciana sentada en una hamaca desmadejaba recuerdos. Tiziana, su nieta, a sus pies jugaba con una antigua cajita de música. Apenas hablaban. La niña era su compañía. Pequeña, menuda y risueña, escuchaba el susurro de los árboles del jardín. Unos pájaros bullangueros dispersaban sonrisas. De pronto elevando la carita pecosa hacía la mirada amorosa de la abuela, clavó los ojos de agua clara en la piel antigua. Luego cerró los ojitos y coronó con un suspiro. Pareces una azucena dijo la anciana seria. Abrió grandes los  pozos de estrellas matutinas y regaló una risa. Cascabel de esperanza entre sus labios pequeños, profunda su mirada ingenua. Trató de ingresar sus pupilas creando un túnel de pétalos celestes en la mirada de su abuela. Comenzó a canturrear y de repente…
- Abuela… ¿de color es la letra a?- preguntó inquieta.
- Del color del amor, creo…, un color de caricias de terciopelo, del color de los pétalos de las azucenas que tienen en su altar la “Dama con su niño”.
- ¿Has visto tu al amor? Acaso alguna vez vino a visitarte…- dijo la niña  ingenua.
- El amor, mi pequeña Tiziana, ha venido mil veces. A mi corazón, a mi ventana. Se llamaba mamá, se llamaba José, ese fue mi padre. Un día vino en un alto y hermoso hombre. Lo amé con mucha ternura, fue tu abuelo Fernando. Después vino con rostro de niña. Esmeralda, tu mami. Vino como un varón, tu tío Pedro... como vez, amor tiene el color del recuerdo, puede ser transparente, blanco, verde o celeste como tus ojos.
-¡Ay, abuelita... ¡qué hermoso debe ser mirar con tus ojos! Acaso me ves con el color del amor. ¿Conmigo que color tiene?
- Contigo, mi pequeña... tiene un tono rosado. Piel de caracol marino, tiene color de luna... pero tibia y dulce.
- Entonces tu sabes tantas cosas... ¿Qué sabor tiene el otoño?- dice la  niña  empinada para sacar una hoja seca del cabello blanco que embellece a la  abuela
- El otoño... tiene sabor a setas: pequeñitas, doradas y con mucho perfume. A las hojas que crujen, que protestan porque se han olvidado de ser verde de ensueño.
- Abuelita: ¡declaro que te quiero por eso! Porque sólo tú me escuchas, juegas, conversas. A mamá y a papá los veo tan poco... siempre están  ocupados.
- Para eso estamos  nosotras las abuelas. Amiga de las hadas. Con ángeles que juegan a la mancha y traviesas brujitas... ¡que no son malas...!
- ¿Me las muestras? - dice la  niña  trepando por las piernas de la noble anciana.
- En las noches de luna, tal vez podamos verlas.- y ahora ¿me puedes contestar otra pregunta que me interesa?
- ¡Por suerte tengo todo el tiempo que juntan todos los relojes del mundo!- ve Tiziana , que vengan tus preguntas...y la  vieja sonríe. Se ve del interés de conocer el misterio grandioso que rodea a la niña.
- ¿Qué olor tiene la calesita?- ¿Tiene olor a pororó, a manzanita dulce, a praliné? ¿Tiene olor a infancia?
- Tiene metido adentro caminos interminables que el caballito blanco, con arreos dorados recorre hasta el cansancio.
- ¿Adónde van abuela? - dice mirando con asombro la cara tierna de la mujer.
- ¡Ay mi niñita de mirada de caramelo recorre por países de ensueño. Reflejado en espejos estarán las princesas de los cuentos. Las pequeñas luciérnagas que son farolitos tenues que señalan los castillos y allá van trotando los caballitos de color canela, negros como la  noche. ¿Te has dormido?- La pequeña apoyada en sus piernas sueña. ¿A que mundo de magia ha ingresado Tiziana?



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