El fuego
verde del mar me incendia el alma.
Azota mi región celestial el
lado oculto de la luna.
Amanece erguido el oleaje amarillo entre las rocas.
Tiene
una sombra que perturba la ausencia en la playa
en
el cauce de arena que desdibuja la pisada.
Igual
duele
la lluvia que anega los árboles dormidos.
No
hay vino caliente ni sobra el fuego.
Ni es el hielo esa chispa de cristal que duerme en nuestro lecho.
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