viernes, 12 de abril de 2019

Y ENTONCES


Y entonces
sucedió que descubrí que    
no estaba sola
que el canto quejumbroso del ave agorera
me acompañaba en el destierro de la noche. Y
que una estrecha parte del gentío me seguía
arrastrando un desahogo de urdiembres milagrosas.
Míticas.
Burlando las mascaradas siniestras  
de un carnaval mitológico     sombrío, pero
no lo estaba, sola,
quedaba incrustada en el vacío rodeando al tiempo
con los ojos llenos de cristales entramados.

Presentí, entonces, la presencia
sucedió el milagro cuando danzaron los memoriosos
en la contemplación de la luz
la reminiscencia  troquelada      aviesa     inútil
pero memoria que no olvida los recodos del camino
donde se detienen los migrantes.
Allí estabas en la búsqueda ilusoria
contorsionando  el espacio entre la luna y las palabras.
Ahí estaba el aliento de la noche, tus besos, tu presente.
No estaba sola. No lo estaba.
 

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